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Medusa

César Garza

“Danza sobre las olas, vuelo flotante, ductilidad, perfección, acorde absoluto con el ritmo de las mareas, la insondable música que nace allá en el fondo y es retenida en el santuario de las caracolas”

Las flores del mar (fragmento), José Emilio Pacheco

 

   La tarde es hermosa, deciden pasar la tarde en la playa, te pones tu traje y preparas tu snorkel, no necesitas nada más.

   Llegan al lugar donde empieza el cielo, una playa de Mahahual Quintana Roo, México, en tu opinión esta es la mejor hora para nadar en esta época del año, el sol no está tan fuerte, el agua es cálida y el día de hoy está poco menos que cristalina, aún sin el visor se pueden observar los peces desde la superficie.

   Tú y tu compañera entran al mar. A los 20 metros se ponen el snorkel y se sumergen. Entrar al agua se vuelve todo un ritual, lavas tu máscara, te la pones, la ajustas y te lanzas en un semiclavado con los brazos extendidos, cómo en cámara lenta ves la línea de flotación ascender en tu campo de visión para dar paso al mundo marino, los cerebros incrustados en las rocas que en muchas ocasiones te han hecho pensar en ellos cómo fósiles de otras especies, ya extintas; las formaciones coralinas, los peces, el pasto. Esas hojas enormes de color morado que adornan ese jardín oculto a los ojos de la mayoría, ajustas tu respiración, inhalas y exhalas buscando alentar el ritmo, sabes que es la clave de la relajación y la llave de la consciencia. Mueves tus brazos y piernas de forma coordinada, buscando el equilibrio en los movimientos de tu cuerpo, de modo que la energía que gastas en el moverte se distribuya de la mejor manera en todo tu ser, un algoritmo de optimización aplicado a la biomecánica dirían algunos ingenieros, un algoritmo qué por suerte, hasta ahora y por lo que conozco, está reservado en su programación y ejecución solo a los seres vivos.

   Avanzan atentos a cualquier movimiento bajo el agua. En esta actividad no hay planes definidos, cuando mucho una ruta general pero la verdad es que el camino lo van marcando los hallazgos, lo que se encuentra y llama su atención, se decide en cada momento, en cada brazada o patada, lo mejor de hacer snorkel en equipo es que cuatro o más ojos pueden descubrir más que solo dos, se acuerdan códigos particulares para que mediante un contacto en cualquier parte del cuerpo se llame la atención del otro para señalar, observar, discernir, tocar, compartir el asombro de lo cotidiano, disfrutar.

   En un cierto momento pasa a tu lado una pequeña medusa, no te había tocado ver una en estas aguas, decides observarla, nadar junto a ella, sabes que en sus tentáculos se encuentra la parte con la que hay que tener cuidado, a través de ellos inyectan el veneno a sus presas para poder comerlas, por supuesto, si se sienten amenazadas también son un mecanismo de defensa, estudias su movimiento; no resistes la tentación de tocarla, sabes que lo deberás hacer por la campana o umbrela, inicias con tu índice derecho, es cómo si tocaras una gelatina, sientes cómo cede a la presión que ejerces, tomas confianza y posas tu palma completa, empujas, sientes cómo se deforma, la campana se aplana un poco, mientras los tentáculos están al otro lado, sin posibilidad de tocarte, empujas y sueltas para que se recupere, esperas que perciba que no eres una amenaza, cuando asciende de nuevo repites la dinámica, estás contento por la interacción.

   Continúan el paseo, encuentran a otras medusas en el camino, las esquivan y siguen avanzando, tú vas al frente, seleccionando la ruta, acuerdan dar la vuelta a una formación rocosa y pasar al otro lado, donde rompen las olas, hoy el mar está particularmente tranquilo y creen se puede hacer sin mayor riesgo, avanzan, son aguas más profundas, cada sitio guarda un detalle hermoso, una saliente, un color, una textura, un movimiento, sabes que estás saliendo de la muralla de rocas porque sientes el oleaje en la superficie, es tranquilo, hoy es un buen día para estar acá, siguen avanzando; en cierto momento te jalan la pantorrilla, no es solo un toque para llamar tu atención, volteas a verla, te hace la señal de regresar, porqué le preguntas con otra seña, te indica que observes. Es entonces, cuando enfocas y ves a una medusa a tu lado y otra y otra más, cientos de medusas te rodean, nadan contigo, parece que bailaran en movimientos perfectamente sincronizados y armónicos que aprovechan la fuerza de la corriente marina, por alguna razón no los han identificado ni cómo presas ni como depredadores, respiras, agradeces, das media vuelta y regresas.

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