Solidaridad es apoyo, es compartir la causa o el interés del otro y ayudarlo para alcanzar esa meta. El cómo sucede cambia según las circunstancias, es decir, debe haber una afinidad ya sea con la persona o el objetivo al que se busca llegar, pero también deben existir las posibilidades, según las capacidades de la persona para con el otro, para colaborar.
La amistad va de la mano con la solidaridad, pues la primera no existe sin la otra, y sobre ello trata la película Nuestra pandilla (EUA, 1993), dirigida por David Mickey Evans y coescrita por éste junto a Robert Gunter, protagonizada además por Tom Guiry, Mike Vitar, Patrick Renna, Chauncey Leopardi, Marty York, Brandon Adams, Grant Gelt, Shane Obedzinski, Victor DiMattia, Denis Leary, Karen Allen, James Earl Jones y Marley Shelton. La historia es contada por la versión adulta del personaje principal, Scotty Smalls, quien en 1962 es un niño de 12 años que se muda a una nueva ciudad apenas inicia el verano. Su objetivo es hacer amigos y jugar béisbol, pero no es bueno para ninguna de las dos cosas. Un día, su vecino Benny Rodríguez lo invita a unirse a su grupo para así completar todas las posiciones en el campo de juego, y si bien los demás inicialmente rechazan a Smalls porque no creen que sea apto para el deporte que practican, poco a poco lo aceptan como parte de los suyos, esencialmente por el ánimo que comparten en diversión y convivencia en un punto en común, el amor por el béisbol.
“Reuní el valor suficiente para acercarme a ellos y hacer nuevos amigos”, cuenta el narrador, y aunque es ese momento de decisión el que abre paso a que las cosas sucedan, es la respuesta de los otros, su solidaridad y apertura, lo que permite que el camino siga un rumbo específico, el de la unión fraterna. Un acto tan sencillo como fue darle una oportunidad a Smalls es suficiente para cambiar su vida y su futuro, porque el que Benny le extienda la mano, es para Scotty un símbolo de aceptación que lo llena de seguridad y confianza. Un acto sencillo con un enorme eco cimentado en algo tan simple como la oportunidad y la amistad, además de otros valores implícitos como la humildad, el compañerismo, la generosidad, la aceptación y el respeto.
“Todos tenemos una oportunidad de hacer algo grande. La mayoría nunca aprovecha su oportunidad porque tienen miedo o porque no la reconocen cuando se les acerca a sus zapatos. Esta es tu gran oportunidad y no la puedes dejar pasar”, le dice Babe Ruth a Benny (o más bien el joven sueña que el beisbolista se le aparece y le dice esto). Sus palabras son importantes no sólo porque dan pie a que Benny decida hacer algo por recuperar una pelota firmada por aquella leyenda del deporte, que perdieron en un patio trasero a su campo de juego, creándose así su propia leyenda, marcada por su audacia y coraje, sino que también estas palabras hablan de algo acertadamente, que la oportunidad por hacer algo no es nada si no se toma la decisión de hacerlo, pues es tan importante llevarla a cabo como reconocerla y reconocer que se puede trabajar por conseguir lo que se quiere.
Tomar acción crea cambios, pero razonar, analizar y sustentar el por qué se toman las decisiones (¿por qué Benny invita a Scotty a jugar con sus amigos, por qué le enseña a jugar, o por qué todos en conjunto trazan varios planes, asumiendo todos la responsabilidad compartida, para recuperar la pelota perdida?) es lo que permite el aprendizaje y el crecimiento; es la clave de cómo maduran las personas. “Hay héroes y hay leyendas. Los héroes son recordados, pero las leyendas nunca mueren”, dice de nuevo Babe Ruth a Benny en su sueño.
Benny provocó ya un cambio importante en la vida de Scotty cuando lo invitó a jugar, y después cuando le enseñó lo básico del béisbol, dándole así una segunda oportunidad luego de que el chico pensara que había arruinado su momento para hacerse amigo de los demás; pero Scotty hizo lo suyo cuando decidió acercarse a los otros, combatiendo así sus dudas y sus miedos, sus inseguridades y la incertidumbre, por el simple deseo de alcanzar algo que quiere, añora y de verdad desea: encajar, ser aceptado. No sabe qué sucederá pero hace algo al respecto, lo cual es relevante para su desarrollo y proceso de crecimiento y adaptación. Se abre camino porque gana la iniciativa por sobre el temor, o la timidez, o la sobreprotección. ¿Qué habría pasado si Benny no hubiera invitado a Scotty a jugar, o qué habría sido si los 9 no se hubieran unido como equipo, o mantenido esa unión de grupo, para ayudar a recuperar la pelota del padre de Scotty? El resultado habría sido diferente.
Esto refleja cómo las decisiones son importantes y marcan la vida de las personas, para algunas más, para algunos menos, según las vivan, las valoren y las analicen. Scotty, por ejemplo, se convertirá en cronista deportivo, pero Benny se vuelve jugador profesional y sólo hay que ver sus acciones en el campo (decisión, pasión por el deporte, líder de equipo y demás) para entenderlo. “Para nosotros el béisbol era un juego pero para Benjamin Franklin Rodríguez, el béisbol era toda su vida”, relata Scotty. Momentos de vida que impactan de manera diferente, en este caso experiencias más relevantes para estos dos jóvenes, pero no porque lo vivido sea ‘mejor’ o ‘peor’, ya sea que los involucre más o menos, sino porque la forma como lo asumen, como lo ven, lo sienten, deja una huella importante que cambia su forma de valorar el mundo y lo que esperan de él, eventualmente marcando también su actitud, sus valores y su desarrollo como individuos, en suma su personalidad y carácter.
En efecto, Scotty no es el mejor jugador pero tiene tanto ánimo y tanta buena voluntad que con eso basta para quererlo como amigo y colega; tal vez no conoce de jugadores, o de jugadas, o no está al menos lo mínimo preparado para el juego (el primer guante que tiene es de juguete), pero su actitud muestra un interés de pertenecer, colaborar y saber más, que es evidencia de su valía como persona. Tal vez no será el mejor jugador, pero sí un gran amigo.
Lo mismo puede decirse del resto de los chicos, todos aportan algo a la ecuación con sus ideas y ocurrencias, pero es unidos como la dinámica funciona mejor, porque una vez que alguien es parte del grupo, su relación se vuelve en sincronía y todos fungen un papel específico; la mecánica funciona porque no es algo impuesto, forzado u obligado, sino que responde al gusto de estar ahí, con los otros, compartiendo y conviviendo en algo que todos disfrutan.
Al principio Scotty no logra entender esto del todo, tal vez porque no sabe cómo hacerlo, cómo socializar o cómo comportarse; ver el compañerismo de los demás le hace reaccionar de la misma manera, con una respuesta acorde e igualmente fraternal. No es, entonces, intentar insertarse en el grupo, sino acoplarse, adaptarse con naturalidad y de acuerdo con afinidades y opiniones que se complementan, que no siempre coinciden pero que no confrontan, sino que se respetan. Cuando Scotty ofrece a los demás la pelota de su padrastro para jugar, la firmada por Babe Ruth, lo hace como acto solidario hacia los demás, para poder seguir el juego. Que haya cometido el error de tomar la pelota sin permiso y no entender las dimensiones de sus acción (se trata de un objeto de colección único en su tipo, no de un juguete sin mayor significado), es muy negativo, sin embargo, es importante reconocer este acto de compañerismo que lo impulsa, tal vez marcado por la ingenuidad, pero también por la amistad.
“Debes dejar de pensar. Sólo diviértete”, le dice Benny a Scotty cuando, nervioso y sin preparación para el juego, no sabe cómo actuar. Su consejo es relevante, porque no importa sólo la técnica y la estrategia al pararse en el campo, sino el amor por el juego, o lo que por ende representa: la convivencia. Es ello por lo que son buenos en lo que hacen, el cómo se acoplan y apoyan en todo momento, siendo eso mismo lo que hace que cada experiencia del verano también sea significativa, y cada momento que pasan juntos, sus aventuras, travesuras y juegos, les enseñe algo sobre la vida.
No es planear cada paso, sino dejar que suceda, y no es ser rígido respecto a los planes, o inflexible respecto a las personas, o llenarse de inquietud respecto a las consecuencias (medirlas pero no obsesionarse con ellas), es vivir el momento, para poder disfrutarlo y entonces también aprender. Arriesgarse y correr riesgos, en pocas palabras, como motor para vivir experiencias, superar temores, conocer nuevas cosas o abrir caminos no explorados. El paso puede tomarse solo, claro, pero cuando se hace apoyándose en el otro, en una relación solidaria de amistad, fraterna, puede también traer consigo lecciones aún más significativas y duraderas, especialmente cuando hablamos, como en este caso, de jóvenes en crecimiento descubriendo la vida, sus capacidades, sus sueños, sus limitaciones y sus oportunidades.
Ficha técnica: The Sandlot - Nuestra Pandilla