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Satélite

César Garza

“Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana; y yo no estoy seguro sobre el universo.”

Albert Einstein.

 

   Todos los martes y viernes a las 23:57, desde la ventana de tu habitación ves el paso de un satélite, la pequeña luz es visible a simple vista en noches despejadas, un día decidiste preparar tu telescopio, ajustarlo y esperar su aparición, la sensación que tuviste cuando lograste su captura fue muy parecida a aquella cuando hiciste una primera observación de la Luna o Saturno, aunque habías visto muchas veces imágenes detalladas de esos cuerpos, nada se compara a la observación directa con un telescopio. Si, eso mismo sentiste cuando viste con lujo de detalle ese satélite artificial creado por el hombre, ese que pasa por tu cielo, el que haces tuyo ciertas noches antes de dormir.

   Recuerdas tu primer acercamiento con los objetos celestes, fue cuando tomaste un curso en el planetario “Luis Enrique Erro” del Instituto Politécnico Nacional, en Zacatenco, México, te invitó tu tía Rosa que en aquel entonces trabajaba para ese instituto, tenías cómo 18 y combinado con las lecturas de ciencia ficción de Isaac Asimov pudiste medio vislumbrar la inmensidad del universo y al mismo tiempo la miserable pequeñez de nuestro mundo en términos relativos.

   Muchos años después, cuando tu primogénito cumplió 8 o 9, llegaste en medio de la fiesta y le entregaste una enorme caja, aún recuerdas su rostro en cuanto abrió el regalo, te preguntó ¿qué es?, un telescopio respondiste con una enorme sonrisa, ah, te dijo, lo dejó y siguió en los suyo, por supuesto que nunca volteó a ver el aparato; si, era un regalo para ti, tu primer telescopio, lo del niño fue una excusa.

   La visita periódica en el horizonte de tu ventana te hizo tratar de adivinar qué tipo de satélite era, su velocidad de desplazamiento, su trayectoria, pudiera ser uno de aplicación meteorológica, o tal vez del área de telecomunicaciones, o mejor aún, algún satélite espía, de esa familia de hermanos oscuros que ningún gobierno reconoce tener pero que les permite vigilar las actividades de los otros.

   El primer satélite que entró en órbita lo pusieron los Rusos de la desaparecida URSS en 1957, el Sputnik, los soviéticos salían primero en la carrera de la conquista del espacio, sin embargo, los Estadounidenses la ganarían en 1969 con la llegada del hombre a la luna, al menos el primer sprint. “No hay que llegar primero, pero hay que saber llegar” diría nuestro querido José Alfredo Jiménez, aunque en este caso sería salir.

   Los satélites tienen una vida útil de 3 a 15 años, después de eso, simplemente se convierten en basura. Oficialmente existen del orden de 5600 satélites orbitando actualmente nuestro planeta de los cuales solo 800 están activos.

   De acuerdo con información proporcionada en Viena este año por el Dr. Jer Chyi Liou, jefe de científicos de chatarra espacial de la NASA estadounidense, actualmente hay del orden de 7600 toneladas de material dando vuelta a la tierra, de los cuales hay unos 21 000 fragmentos de más de 10 cm, aproximadamente 500,000 piezas de entre uno 1 y 10 cm y más de 100 millones de partículas de menos de un centímetro, podríamos hacer una analogía con el microplástico que tenemos en la superficie terrestre, no se ve, pero ahí está.

   La problemática de basura espacial seguirá creciendo, la incorporación del internet de las cosas y de la tecnología 5G por ejemplo, detonará mayores y más frecuentes lanzamientos satelitales, se van incorporando otros corredores como China e India, así es nuestra realidad, así somos cómo raza, contaminamos la tierra, el agua, el aire y ahora el espacio; nuestros avances tecnológicos y nuestros hábitos de consumo así lo exigen, en general todos queremos tener redes ultrarrápidas, streaming, jugar el FIFA 2020 con un desconocido en Praga, después de todo, dentro de la vastedad del universo conocido o teorizado, vivimos en un mundo miserablemente pequeño, en términos relativos, ¿a quién le importa?.

 

Ver http://stuffin.space/

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