Un viaje al pasado en el año de la pandemia. ¿Cómo revivir un recuerdo enterrado en los oscuros 80? Pero sobre todo, ¿cómo ponerlo en boca de todos? ¿Cómo darle frescura y actualidad?
No me gusta ver series, porque me quitan mucho tiempo. Cuando vi el flyer, o promocional, de Cobra Kai, lo primero que pensé es que sería algo ridículo. Vi la saga de Karate Kid (la trilogía inicial) y no la recuerdo tanto; me gustó en su momento, pero no me habían dado ganas de volver a ella. Soy de la generación que alcanzó a ver Karate Kid 3 en el cine… era un niño, obvio. Saliendo de la sala, traté una y mil veces de dar la patada de la grulla, “la patada ilegal” (según Jonnhy Lawrence), a la cual constantemente nos regresa la serie. En aquellos años, pensaba que los “buenos” habían ganado la batalla.
Sin embargo, de esas veces raras que entro a Netflix, me regresé al flyer de Cobra Kai. Lo medité un par de segundos y di play: “Vamos a ver qué tal el primer capítulo”. En menos de 48 horas, me había acabado las dos temporadas. Eso fue hace más de una semana.
La serie no es buena, es buenísima. Incluye algunas malas actuaciones, detalles inverosímiles o poco cuidados, actores no tan conocidos, pero ha encontrado la fórmula perfecta; es adictiva. Primero, está el factor nostalgia, aunque tampoco la define; la gente más joven puede ver sin problema la serie y entenderle sin necesidad de haber visto las películas. El formato es muy amable, dos temporadas de 10 capítulos cada una, con una duración de unos 30 minutos (aprox.) por episodio. Y siempre pasa algo. Siempre hay algo que ver.
Vamos a lo medular, ¿por qué te engancha Cobra Kai? O por qué me enganchó a mí. La respuesta: Jonnhy Lawrence, la voz de los vencidos. Luego de caer en el torneo de All Valley en 1984 ante Daniel Larusso, la humillación y desprecio es lo que queda para el joven Lawrence, incluso de parte de su mentor. El torneo sub-17 parece haber marcado a ambos karatecas; mientras el ganador se volvió un empresario exitoso, rodeado de una bella familia y respetado por la sociedad, el perdedor se hundió en el alcohol, fracasó en su matrimonio, perdió a su madre y no supo ser padre de su único hijo. Honestamente, la idea de que un torneo de karate a los 17 años haya sido tan decisivo en la vida de dos personajes me parece desproporcionada, pero sirve para construir la historia, gringa, a fin de cuentas.
En la serie, dada de alta en 2018 y 2019, primera y segunda temporada, respectivamente, los roles cambian; es la historia nunca contada, la de los vencidos. Treinta años después aparece Jonnhy, tirado en la lona de su apartamento, rodeado de latas de cerveza y una miserable existencia. El personaje, lejos de dar lástima, llega a provocar ternura y admiración.
Sin nada que perder, sin nada que ganar, ¿qué puede motivar al gran derrotado por la vida? Una alma nueva, su vecino, un latino, y la idea de confrontar su pasado; enmendar, en medida de lo posible, los errores que lo llevaron a terminar solo y sin aspiraciones. Hoy, en la historia actual, los “malos” son los protagonistas y los “buenos” nos caen mal. Porque hoy no hay buenos ni malos; estamos en los dos miles, entendemos que solo se trata de seres humanos.
Aunque Daniel-san, ya sin la guía de su sensei Miyagi, parece perdido; justifica sus acciones con la idea de hacer el bien, pero la verdad es que le aterra pensar que puedan regresar los días en que sufrió 'bullying' en la escuela por parte de Jonnhy y los Cobra Kai. Está traumado.
Ciertos momentos de la trama son predecibles, considerando que no hay nada nuevo bajo el sol, pero los constantes giros sorprenden y mantienen la tensión del espectador; cuando Jonnhy parece que por fin encuentra un momento de paz, o un motivo para sonreír, el destino se empeña en arruinarlo… o Daniel Larusso. El mismo personaje lo reprocha en una escena, cuando parece doblarse.
¿Aciertos de la serie? Los actores principales son los mismos de las viejas películas ochenteras… ni cómo ocultar los años. La música, para quienes nos inyectamos rock en las venas, es una chulada. En las dos temporadas hay canciones (más allá de la original de la producción) y referencias de Twisted Sister, AC/DC, Guns N’ Roses, Ratt, Poison, Reo Speedwagon (momento en que Jonnhy y Daniel coinciden), Queen y Chicago, entre otros.
Los personajes viejos siguen llevando el peso de la historia, pese a la aparición de innumerables personajes jóvenes, unos muy interesantes y bien delineados. Por si fuera poco, en la temporada dos regresa sensei Kreese, quien le “arruinó” la vida a Lawrence desde su juventud y quien, a pesar de que muchos podríamos reprochar su intervención en la serie, va a tomar el rol de villano, un mal evidentemente necesario.
Cobra Kai además resalta un valor muy importante: la lealtad. En un mar de emociones, reproches y sinsabores, los personajes se mantienen firmes en su convicción; los adultos quieren resarcir sus yerros o curar heridas, y evitar que se repita la “mala” historia, mientras que los nuevos personajes quieren aprender, vengar, soltar y pelear.
Hay que resaltar el rol de las mujeres en la serie, las que son adulto parecen darle un toque de cordura a los eternos rivales en la vida y en la duela, mientras que los personajes jóvenes se convierten en el detonante continuo de la acción y el conflicto entre los varones de su generación; son las generadoras de problemas, en otras palabras, en muchos casos.
¿Cómo hacer que una película ñoña de los 80 reviva en pleno 2020? Pregúntenle a Jon Hurwitz, Hayden Schlossberg y Josh Heald, sus escritores. Sí, la serie no es nueva, ya lo sabemos. Pero Cobra Kai no ha bajado de los tres primeros puestos de popularidad desde que se estrenó en Netflix (México) hace unas semanas. ¿”Novedosos”? Tal vez sí, andamos de “novedosos”, pero lo vale, mucho karate.
Y así podría seguirle páginas y páginas hasta armar una tesis, pero me parece que ustedes también tienen una vida que vivir. Si quieren más, pueden seguirme en mi cuenta de Twitter. La buena noticia: habrá temporada 3 y 4.
Ojalá la historia siga en el mismo tono. Ojalá los personajes se mantengan. Ojalá pase lo que siempre deseamos, lo que tiene que pasar.
Ya no sabemos si para bien o para mal, pero Cobra Kai nunca muere, porque algunas cosas nunca van a cambiar.