“Más que adaptarnos a la realidad, adaptamos la realidad a nuestras creencias. Para ello podemos llegar a rechazar los hechos y los datos. Lo llamamos disonancia cognitiva”
David Reoli
Las noticias falsas que el orangután del norte globalizó como fake news llegaron para quedarse, en realidad siempre han existido, en el pueblo se conocían cómo chismes, digamos que algunas personas se divertían interpretando algún comportamiento de uno de tantos vecinos, esa interpretación usualmente estaba tamizada por algún aspecto oscuro, amoral, jugoso. Cuando se compartía esa interpretación con el compadre o la comadre, los susodichos se enganchaban con el morboso juego de la historia contada y muchas veces se encargaban de difundirla en sus círculos de influencia, antes de soltar la lengua, solicitaban que el interlocutor no fuera a contar a alguien mas el bochornoso secreto, por supuesto que se trataba solo de una hipócrita máscara, de una descarga de conciencia. Cuando se toma la decisión de difundir lo que sea, se es responsable de los efectos que pueda causar. Los daños o efectos del chisme estaban acotados al tamaño del pueblo.
-La historia la escriben los vencedores- sentenció Orson Welles, digamos que ha tenido mucho de cierto, los vencedores, los dueños del poder fáctico lo hacen, es una estrategia que alinea los intereses, que limpia conciencias, que justifica atrocidades y que finalmente tiene esa función de preservar los hechos pasados bajo la perspectiva deseada. El postulado de Welles estaría completo cuando se tiene el control de los registros, cuando se puede seleccionar que preservar, qué cambiar o qué destruir. Ahí se puede dar la manipulación consistente y completa de la historia.
Con la llegada de los medios de comunicación masiva, los unidireccionales, muchos de los registros que se generaron estaban supeditados a los intereses de siempre, los hechos se distorsionaban o se omitían, ejemplos hay muchos, ahora me viene a la memoria la complicidad de los medios ante la tragedia de Tlatelolco, México en 1968. En retrospectiva, ese evento en particular, dónde por su magnitud no se tuvo el completo control de los registros, ha permitido ir develando lo que en realidad pasó, para vergüenza nuestra.
Posteriormente, con la llegada de las redes sociales, de los teléfonos inteligentes, todos podemos decir algo, el medio se volvió multidireccional y democrático, ya no solamente me puede escuchar el compadre o la comadre, puedo publicar aquel acto bochornoso y enviarlo a todos los que conozco y a los que no, los daños, salen del pueblo, seguimos siendo responsables de los efectos aunque no nos percatemos de ello, los más perversos, lo sabemos y no nos importa. Cualquiera puede lanzar la primera piedra, pero acá no hay culpa, mucho menos castigo.
Se acabaron los tiempos donde la palabra tenía un respaldo moral, dentro de la política, muchos de los líderes de los países mienten, inventan la historia, su historia y cómo una patología, terminan por creerla, por construir una realidad alterna, ficticia, padecen de disonancia cognitiva, alimentan la polarización, la división y aunque es un hecho que este mundo, que nuestra sociedad pudiera ser mejor, ese no es el camino para resolver los problemas. Pero cuidado, a diferencia de otros tiempos, en la actualidad es imposible controlar todos los registros, se pueden inventar una historia, pero si se aleja de la verdad será imposible sostenerla en el tiempo y si, la historia los juzgará.
Llegamos a la posverdad, se tiran notas que son tan poderosas en la repuesta emocional que genera en el público destino, que la parte objetiva deja de ser importante, es una formula probada que puede ganar elecciones, sostener gobiernos y eventualmente dictaduras.
La tecnología se sigue desarrollando día a día, estamos en el umbral de la explotación de las Deep fakes que son técnicas de inteligencia artificial utilizadas para editar videos, sin supervisión humana. ¿Cuál sería su reacción si llegara a sus manos un video donde su pareja, entra de la mano con otra persona a un hotel?
El viejo dicho de “ver para creer” adquiere otro alcance en tiempos de la posverdad y su contubernio con la inteligencia artificial.
Muchos hemos caído en la trampa de reenviar notas que alertan, preocupan o advierten, creo que lo hacemos con la mejor intención de compartir algo que pudiera generarnos a nosotros o a quienes nos importan un problema, muchos lo hacemos sin verificar la fuente o veracidad, somos ruido.
De ahora en adelante la red, ese ente poderoso y omnipresente se encargará de bombardearnos con notas, grabaciones y videos desarrollados con técnicas avanzadas, habremos de evaluar sin el sesgo emocional y preguntarnos antes de creer o difundir (con nuestra cuota de responsabilidad) si esa evidencia es verdadera, si llegará a formar parte del soporte de la historia, o si se trata solamente de una estrategia donde yo decido ser cómplice.