Salgo con NIÑA a pasear, me lleva en la canasta de su bicicleta hasta que llegamos al malecón, me gusta ese edificio enorme que ELLOS llaman faro, para desde ahí iniciar mi caminata, libre, sin correa, entro en mi mundo olfativo, reconozco a otros que han marcado el camino, como si les fuera exclusivo, levanto la pata y orino, ahora yo soy quien está aquí. Cuando estoy contento, durante estos paseos, pego un brinquito con alguna de las patas traseras, es como brincar de gusto mientras paseo, me he dado cuenta de que a ELLOS les gusta verme así, contento, soy afortunado.
NIÑA se detiene a charlar con amigos, yo estoy a su lado, atento a ELLA, a lo que hace, por supuesto que aprovecho para investigar más a fondo mi entorno, trato de percibir los pequeños detalles, esos que hacen la vida valga la pena. Me distraigo, por un momento un delicioso aroma despierta uno de los más límbicos condicionamientos de mi especie, así que, vuelvo a ver dónde se encuentra NIÑA antes de ir corriendo a buscar la fuente del olor. La encuentro, otros como yo también han sido atraídos, y aquí estamos, esperando acercarnos, pero ÉL no lo permite, cuando nos ve, la toma entre sus brazos. Espero un rato, ÉL no la suelta, entonces decido regresar, busco a NIÑA donde la dejé, pero ya no está.
Siento miedo, nunca he estado solo, sin ELLOS, comienzo una carrera a toda velocidad hacia el faro, recuerdo cuando llegué a casa, mi camita era una pantufla de ELLA, ahí dormía.
El miedo que tengo, lo he sentido en otras ocasiones, una vez, mientras explorábamos las grutas del Rosario en Mapimí Durango caí en un hoyo, la oscuridad era total, yo me quedé quieto hasta que escuché sus voces, ELLOS regresaron a buscarme y me sacaron del agujero.
Sigo corriendo, recuerdo otra ocasión, aquella donde paseábamos por el jardín botánico en Puerto Vallarta, cuando llegamos al río, caí, el agua estaba helada, sentí que la corriente me llevaba con ella y yo intentaba con todas mis fuerzas aferrarme a una piedra, una cara plana, perfectamente vertical dónde mis uñas resbalaban sin conseguir adherirse, entonces llegó ÉL, me tomó de la panza, me sacó del agua y me arropó.
Me comienzo a cansar, esquivo turistas y bicicletas, ya no corro tan rápido, otro recuerdo me alcanza, íbamos en la moto, ELLA le dice a ÉL que no se meta en el arenal, Él decide hacerlo, a los 20 metros caemos los tres, ELLA me lanza lejos de la moto para no ser arrastrado por la caída, después me abraza y me calma.
Busco a NIÑA por la playa, sigo sin verla, la visión se reduce con la caída de la noche, tengo frio.
Descanso un poco, llego al faro y giro a la izquierda, escucho a una moto, pienso que pueda ser ÉL, que viene a buscarme cómo tantas veces, pero no, es otro, está oscuro ahora aparte de miedo tengo frío, corro de nuevo.
Estoy cansado unas NIÑAS se me acercan, traen una toalla, yo me tiro al piso y les muestro mi panza, me envuelven en ella, me llevan con ELLAS.