Vida es energía; significa que algo existe y tiene la fuerza para obrar, para hacer cosas, lo que implica también desarrollarse, contribuyendo así con el medio o contexto en el que se encuentra. Hay vida en las personas y en los animales, pero también en la naturaleza y en todos los seres (orgánicos) que habitan la Tierra. ¿Pudiera entonces algún día acabarse la vida? Tal como la conocemos, sí, según plantea el mundo postapocalíptico en que se desarrolla la película animada ‘9’ (EUA, 2009), dirigida por Shane Acker y escrita por Pamela Pettler, a partir de una historia del propio Acker, que en 2005 convirtió en cortometraje animado, nominado en su año al Oscar en tal categoría.
En este relato la humanidad ha sido destruida por su propia mano, luego de crear una inteligencia artificial, inicialmente pensada para ayudar al hombre, que fue usada en la guerra y, eventualmente, ‘decidió’ exterminar a los seres humanos. El científico que inventó esta máquina creó también nueve muñecos, cada uno identificado por un número, según el orden que fueron hechos, en los que deposita una parte de su alma, esperando que ellos encuentren la forma de destruir a las máquinas para dar al mundo, al planeta, una nueva oportunidad de vida, incluso si la humana ya se ha extinguido.
El último de estos muñecos en despertar es Nueve, que eventualmente se encuentra con el resto de sus similares, que le explican la realidad de peligro y destrucción que se vive, dado que son constantemente acechados por una máquina más grande y fuerte que ellos. Cuando Nueve, más tarde, coloca un talismán que apareció a su lado cuando despertó, en otra extraña máquina en la que el objeto embona, la inteligencia artificial creada por el científico despierta, poniendo de nuevo en riesgo no sólo la supervivencia de los nueve muñecos, sino el futuro de todo el planeta.
El grupo entonces se divide en dos bandos, según su punto de vista de la situación. Los primeros son liderados por Uno, que propone esconderse y no hacer nada, para procurar su bienestar, alejados del peligro y, por tanto, pasivos ante el problema. El otro grupo sigue a Siete, que, como Nueve, opta por la idea de pelear contra la máquina, salvar a sus amigos que han sido tomados prisioneros y arriesgar por la victoria, en lugar de esconderse, para resolver en lugar de claudicar, o postergar.
La perspectiva de cada líder es clara y no es más o menos correcta o incorrecta que la otra. Uno opta por alejarse en lugar de enfrentar, lo que puede parecer cobarde e incorrecto, pero a su modo de ver, la supervivencia sólo es posible si se mantienen precauciones y no se toman riesgos innecesarios. Su lógica tiene sentido y objetivo de supervivencia, aunque quizá no toda la razón, y sólo cambia cuando llega el punto en que Uno entiende que no puede negar que esconderse no significa a largo plazo un cambio, porque la máquina permanece como amenaza, ganará y el futuro se desmoronará, a menos que ellos hagan algo por cambiarlo.
La postura de Siete y de Nueve es más proactiva: hacer, tomar acción, resistir, oponerse, desafiar el obstáculo, superarlo y resolver. Lo interesante es, más que la importante actitud de cambio y coraje, de decisión y solidaridad, hacerlo con estrategia, analizando, pensando y trabajando en equipo. Nueve propone ir tras sus amigos secuestrados no sólo porque es lo correcto desde el punto de vista moral, sino porque en el proceso, el grupo, quizá encuentre respuestas a las preguntas que tanto llevan haciéndose, como qué hacen ahí, qué es esta máquina, cuál es el propósito de su existencia y qué pueden esperar del futuro o cómo pueden forjarse uno.
Aunque se trate de criaturas a las que les es dada la vida gracias a un proceso de transmutación, (un término que habla de transformación y cambio) que la narrativa usa para, con su toque de ciencia ficción, explicar cómo el científico pasó su alma a estos nueve muñecos, la historia ahonda así en aquellas preguntas filosóficas significativas que se hace el ser en relación con su función y su trascendencia, su vida y su muerte, su objetivo y su motivación, para, más que sobrevivir, vivir en plenitud.
Los protagonistas de esta historia saben que tienen una función y un objetivo para existir, o al menos algunos lo intuyen, entendiendo que si la humanidad, el hombre, ha encontrado su extinción, el planeta, la vida, debe seguir adelante y que no hay nadie más que ellos para procurarlo. La cuestión es, ¿qué hacer en adelante a partir de este momento en que entienden la importancia de su existir o la posible razón por la que viven? ¿Qué hacer cuando creen que han encontrado una meta, sino seguir adelante para completarla? Encontrar un motivo es el primer paso, hacer algo al respecto es lo verdaderamente importante.
“Teníamos tanto potencial, Prometíamos tanto. Pero desperdiciamos nuestros dones, nuestra inteligencia. Y nuestra ciega búsqueda de tecnología sólo aceleró nuestra llegada a la ruina. Nuestro mundo está acabando, pero la vida debe continuar”, explica el narrador, el científico, al inicio de la película, mientras manufactura a estos muñecos.
Su reflexión habla de varias cosas, entre ellas, la idea de que, incluso sin humanos, el mundo sigue, porque la vida encuentra su camino. ¿Ayuda en algo quitar de enfrente a ese depredador que abusa del planeta y lo destruye? Si el hombre y sus inventos son parte del problema, esa es una propuesta interesante que la historia plantea, al hablar de que este mundo en que se desarrolla la historia fue destruido por una guerra entre los humanos, que tomaron los inventos de las mentes creativas, en este caso la máquina con inteligencia artificial diseñada para ayudar, y los usaron para causar destrucción, hasta terminar con todo. El mundo no termina ahí, sólo el hombre como especie.
Con ello la película se adentra también en el tema de los peligros de los avances tecnológicos, que van de mecanización a la industrialización y de ahí a la digitalización. En la historia, la máquina es convertida en arma y el arma al final sólo puede llegar hasta una última función: destrucción. Eventualmente, sabiéndose construida para este fin, la máquina decide crear más máquinas y éstas terminan por deshacerse del hombre, usando su propia tecnología y armamento para ello. ¿Pero es la máquina ‘mala’ como tal? ¿Puede calificársele así a un objeto? ¿O es el hombre y cómo usa la tecnología el verdadero responsable de todas estas consecuencias? ¿Por qué crear una máquina de destrucción si el ser humano, como otros seres vivos, se alimenta precisamente de vida? ¿O es que la muerte, como ciclo natural, también viene impresa en su ADN, al punto de perseguirla en lugar de espera que llegue, según fluya su curso?
Cuando Nueve y sus compañeros deambulan por el mundo, las máquinas están de nuevo en camino a tomar el control y destruir lo poco que queda en este mundo desierto y árido, desolado y sin vida (literal y metafóricamente hablando). Dentro de una fábrica, bajo la idea de un proceso de industrialización, de producción en masa, y de paso empleando partes reusadas, para mayor eficacia, la inteligencia artificial comienza a trazar su propio plan: matar y crecer y expensas del otro.
Nueve entiende que deben destruir la máquina, cómo única salvación, suya, pero también del planeta, especialmente tras escuchar un mensaje de su creador, en que el científico explica que ellos son la última esperanza para sanar al mundo, para crear las condiciones necesarias para que la vida, cualquier forma de ella (plantas, animales) renazca.
La historia es clara cuando reflexiona sobre el trabajo ciego del hombre por crear, construir y depredar sin pensar más allá. Construye, pero destruye, y el precio de su modernización lleva no sólo al ser humano a la ruina, sino a la destrucción de todo ser vivo al que arrastra con él.
Es importante entonces cuando el narrador habla de ‘dones desperdiciados’, porque el problema no es la creación, la inventiva, la tecnología o la modernidad, sino cómo el hombre pone en uso todo invento del que se jacta. Transportando a un presente tangible y palpable, en efecto, no toda la culpa recae en los aparatos tecnológicos, la producción en masa o el crecimiento desmedido poblacional, sino el cómo se hace frente a ello o, en su caso, en cómo se asume la responsabilidad. Fabricar masivamente y de manera desmedida a coste de los recursos naturales, o comercializando, consumiendo y explotando sin más ética, consciencia o visualización del impacto que el avance de la sociedad tendrá en su propio futuro, tiene consecuencias. La pregunta es, ¿las vemos?, y luego ¿las entendemos?
La diferencia con Uno y de la mayoría de sus compañeros, es que Nueve pregunta, se aventura y asume los retos con iniciativa e ingenio. Consigue reparar un foco y lo enciende, por ejemplo, en un momento simbólico y significativo de, literalmente, traer la luz a un panorama gris y habitado por un grupo de seres viviendo en la oscuridad, en toda la extensión, interpretativa, de la palabra. Lo hace buscando, preguntando y experimentando, porque crear e inventar es bueno, pero tomar la responsabilidad que implica hacerlo, lo es más.
Cada uno de los nueve muñecos tiene una personalidad diferente y eso es bueno, porque debaten, se complementan, sus mentes encuentran retos pero sus decisiones también chocan con opiniones contrarias que los obligan a reflexionar. Esa es la riqueza de su pequeña ‘sociedad’. Su plan al final sólo funciona hasta que cada uno realiza el aporte simbólico para lo que fueron creados, cuando eligen trabajar en equipo. Nueve es más analítico, pero no es el único que aborda el problema con decisión, aunque si el único que mira el panorama de manera general y amplia, a corto y también a mediano y largo plazo. Ocho es peleador y leal; Siete es ágil y combatiente; Seis es observador y deductivo; Cinco es conciliador y amigable; Cuatro y Tres, gemelos, apoyan resguardando la información, para así entender cada detalle en su entorno; Dos es solidario y curioso; y Uno siempre duda de manera crítica, pero también es siempre protector.
Cada uno es importante precisamente porque cada uno es diferente; sus características los diferencian, pero también por eso los hace especiales. No son sino una muestra de la variedad de opinión y posturas que hay en todo el mundo, en cualquier momento de su existencia, pero al mismo tiempo, son ejemplo de vida. Lo importante no es que discrepen, sino que resuelvan las diferencias y crean en algo; lo importante no es sólo luchar por sobrevivir, sino ayudar a que haya vida alrededor.
“Este mundo es nuestro. Ahora será lo que hagamos con él”, dice Nueve al finalizar la historia, y sus palabras, sencillas, claras, precisas, están llenas de razón: el mundo es, no más, no menos, sino lo que las personas hagan y elijan en ese momento, en su presente, con él y respecto a él.
Ficha técnica: Nine - Nueve