‘Las apariencias engañan’, dice el dicho, porque en efecto, las apariencias son algo que parece ser, pero no lo es. Un algo que se cree, que se ve, que se asemeja convincentemente pero que, al final, no es sino una careta o fachada que esconde una realidad diferente. Tratándose de una persona, es quien aparenta y esconde su forma de ser, sentir o actuar, o en lo material, su condición económica, social, filiación religiosa o política. Desde luego, este proceder pretende obtener beneficios a su favor, de ahí que las apariencias se orienten a generar determinada imagen o percepción social.
La representación teatral, simbólicamente hablando, que esconde la verdad, se tiñe de engaño y manipulación, de mentiras a irrealidades, con una verosimilitud y probabilidad que se sienten creíbles y se asumen así, pero que esconden secretos que se prefiere mantener en las sombras o al margen, ya sea por autoprotección, estrategia, miedo, supervivencia, conveniencia, entre otras. El engaño históricamente ha sido utilizado como estrategia para obtener beneficios, ventajas o vencer a rivales; engañar va acompañado casi siempre de aparentar, de fingir, para que el otro no sepa realmente de capacidades e intenciones, además, este accionar estratégico requiere también capacidad y astucia para adecuar planes a los imprevistos.
De esto habla la película Perdida (EUA, 2014), dirigida por David Fincher y escrita por Gillian Flynn, autora también del libro homónimo en que se basa la historia. Protagonizada por Rosamund Pike, quien recibió una nominación al Oscar como mejor actriz por este trabajo, además de Ben Affleck, Carrie Coon, Neil Patrick Harris, Tyler Perry y Kim Dickens, la historia sigue la investigación policiaca alrededor de la desaparición de Amy Dunne, una mujer que, según las primeras pistas, pudo haber sido asesinada por su esposo Nick, quien rápidamente se convierte en el principal sospechoso.
Nick es un escritor desempleado que administra junto a su hermana gemela Margo, un bar en un pequeño pueblo de Estados Unidos, donde se desarrolla la historia; actúa de una forma inconstante y sospechosa, despertando el interés en él de la policía, pero sobre todo del ojo público, que primero empatiza, creyéndolo víctima de la tragedia, para luego señalarlo y rechazarlo, asumiéndolo como el marido irresponsable, abusador e infiel que se desquita con su esposa matándola, que es como eventualmente lo señalan los miembros de la comunidad, alimentados por el chisme y la especulación con que se maneja el caso de la desaparición de su esposa en los medios de comunicación más sensacionalistas.
No son más que apariencias, cubiertas, recubiertas, asumidas, malentendidas y de todo tipo. Se espera de Nick que actúe de cierta manera, según los cánones sociales, como el marido apesumbrado por la pérdida de su esposa (¿desaparecida, secuestrada, asesinada?), así que cuando actúa de forma diferente, se le señala, porque no cubre las expectativas que la sociedad tiene para con él. Pero Nick mismo no sabe cómo actuar, porque en lugar de ser él, espera llenar el papel que se supone debe ser, incurre entonces en acciones censurables y contradictorias. Nick sonríe a la cámara durante la conferencia de prensa de la desaparición de Amy, porque la gente le pide que sonría, sin darse cuenta lo mal que en la percepción común se puede asumir de este gesto. Él sin embargo cede, sonriendo casi por reflejo involuntario, porque la actitud es parte de su ADN que demuestra su personalidad desenfadada, irresponsable y predispuesta a gustar y complacer al otro; ese es quien Nick realmente es.
No lo razona al momento, ni dimensiona dónde está o en qué situación, porque esa es en general su condición ante la vida. Nick aparenta ser alguien diferente para diferentes personas, para ser aceptado según la situación lo requiera. Se viste de enamorado encantador el día que conoce a Amy, para conquistarla dándole a ella lo que busca; se comporta como el esposo que hace lo que su pareja le pide, porque sabe que es así como puede mantener a Amy feliz; se presenta como el hombre afligido y desesperado, porque entiende que Margo empatizará así con él; o se admite como el profesor brillante pero abatido en un matrimonio infeliz, para atraer así a la joven estudiante con la que eventualmente comienza una relación. Quién es Nick sino un hombre que quiere todo sin dar nada a cambio. Y Amy no es muy diferente, en cuanto a querer tener y hacer lo que ella quiere que se haga, querer tener siempre el control.
La situación para ella es producto de la presión por cubrir expectativas y su deseo por dejar de ser comparada, o desear destacar para evitar las comparaciones, específicamente con ‘Amazing Amy’, el personaje ficticio de los libros que su padre escribió, tomándola a ella como base desde que era niña. El personaje ficticio siempre estuvo por encima de la verdadera Amy en todo sentido, amistades, logros, felicidad, habilidades y hasta familia. Esto dejaba a Amy tras la sombra de aquella protagonista que vivía aventuras más grandiosas que las suyas. Queriendo seguirla y alcanzar los pasos de la otra, cuya vida idílica, en papel, es casi inalcanzable, Amy Dunne se adapta, aspira, traza su plan y actúa. Se casa con Nick esperando encontrar el matrimonio perfecto, ‘de ensueño’, pero no resulta en lo que ella esperaba, especialmente cuando ambos pierden sus empleos, la madre de él enferma y dejan la gran ciudad (Nueva York), para mudarse a un pequeño pueblo en Misuri. Nick demuestra su falta de carácter, de iniciativa, de indolencia y Amy se convierte en el tipo de mujer que nunca quiso ser, sin la fama y reconocimiento, además, sin ser el centro de atención que siempre anheló y disfrutó.
Cuando se entera del engaño de su esposo, tras verlo con una mujer más joven que ella y sentir que, en efecto, Nick quiere mantener su vida pública intacta, al margen de ella, para disfrutar una al margen de los reflectores, Amy entiende que dejó de tener el control de su marido y sobre la imagen, aparentemente perfecta, que tanto trabajó en forjarse. En consecuencia, planea su venganza: fingir su asesinato e incriminar a su esposo. Sabe que las mentiras de Nick caerán por sí solas, que las apariencias que tanto trabaja por difuminar terminarán por chocar entre sí (¿es el marido afligido, el hermano devoto, el esposo infiel o todas las anteriores, o ninguna de ellas?) y que la actitud imprudente e informal innata de Nick lo pondrán rápidamente en el banquillo de los acusados.
La detective Rhonda Boney investiga el caso, pero, entre la presión de la comunidad, los medios de comunicación que alimentan el escándalo de la historia, las mentiras de Nick apilándose y la evidencia dejada por Amy, colocada de una manera tan convincente, el sospechoso parece el más claro culpable. ¿Pero, lo es?, ¿parece que lo es?, o, ¿sólo aparenta, sin darse cuenta, que lo es?
Una vez que Nick contrata a Tanner Bolt, un abogado experto en este tipo de casos que atraen tanto la atención, éste dice que lo primero que tienen que trabajar es precisamente un control de daños, específicamente en lo relacionado con la imagen pública. Nick no tiene que ser él, pero tampoco tiene que ser lo que gente espera que sea, sino que tiene que ser lo que más le ayude en el caso (aparentar, fingir), es decir, redirigir la percepción que se ha establecido de su persona, para ‘dejar de parecer culpable’ y comenzar a ‘actuar’ como alguien arrepentido que quiere resolver, incluso si en la realidad no es nada de esto. Nick no mató a Amy ni tampoco está afligido por su desaparición, pero nada de esto importa, lo que se necesita es que Nick tome un papel activo en la narrativa, para dejar de ser señalado y acusado y pasar a ser alguien que señale y acuse. Es dejar de reaccionar ante lo que dicen de él, para comenzar a hacerse cargo de qué se dice y quién lo dice.
“No hagas cosas malas que parezcan buenas, ni cosas buenas que parezcan malas”, dice otro refrán, el cual no podría aplicar mejor para los protagonistas de esta historia; la diferencia es que Amy tiene bien planeado cómo manejar y administrar toda la información en su beneficio y Nick no, al menos no hasta que llega Tanner a instruirlo.
Amy planea el falso asesinato de una manera meticulosa y sin fallas, apoyándose de las apariencias que sabe jugarán un papel importante. Se encarga, por ejemplo, de hacerse amiga de alguien que crea que ella tenía problemas en su matrimonio; se asegura de dejar un diario falso, en que narra su temor, irreal, hacia Nick, y hasta huye y se esconde de una forma que, en las apariencias, no despierte dudas o sospechas sobre quién es.
Su plan final es suicidarse, para sellar la culpabilidad de su esposo en el momento en que encuentren su cuerpo. Pero Amy se adapta y cambia de opinión al escuchar un muy convincente, aunque falso, arrepentimiento de Nick durante una entrevista por televisión, que no es sino otro juego de manipulación planeado para obligar a Amy a regresar y revelar la verdad. Ella acepta el reto pero traza sus propios términos, obligada en gran medida una vez que comete un error y le roban todo su dinero. Pide entonces ayuda a un exnovio, Desi, a quien, en cuanto él comienza a hacerle lo mismo que ella hace con los demás, es decir moldearla a su gusto, lo mata y se inventa la historia de que desde un principio fue Desi quien la secuestró y la mantuvo cautiva todo este tiempo.
La revelación cambia la percepción de la opinión pública respecto a la situación, pero en la realidad, todas las ideas que se habían tenido sobre la pareja siempre estuvieron basadas en apariencias. Fue Amy quien cambió su póliza de seguro de vida para hacer parecer que Nick la había asesinado por dinero; fue la insinuación de una periodista amarillista de que él y Margo eran demasiado cercanos, como para que escondieran en secreto una relación de incesto, lo que hizo que las personas dejaran de empatizar con Nick, percepción sellada por un supuesto embarazo de Amy que en realidad era fingido; y fue el falso discurso de devoción hacia ella que hizo a Amy regresar y a la gente dudar de la culpabilidad de Nick. Pero si nadie descubre la verdad y los pocos que la saben no pueden comprobarla, ¿qué podría hacer a la gente dudar de aquello que vieron, escucharon, dijeron, repitieron y concluyeron, si todo ‘parece demasiado verdadero o verídico’?
Ante el alboroto y la red de engaños y mentiras en que ambos han participado, Nick debe elegir si acepta la propuesta de Amy, presentarse como un matrimonio reconciliado y decidido a comenzar de nuevo, conformando una nueva familia, o bien, revelar la verdad, lo que implica mostrar también todo sobre sí mismo, sobre qué tipo de persona realmente es. Nick se auto convence que las amenazas de su esposa son suficientes para mantenerlo cautivo, pero la verdad es que acepta porque obtiene lo que quiere: a la mujer que se haga cargo de él y de la situación, para que él sólo goce de todos los beneficios. Y así, incluso sabiendo todo lo que Nick hizo, Amy también obtiene lo que quería, la imagen perfecta plagada de atención y reconocimiento, al lado de un hombre que ha sabido de nuevo moldear y a quien ordenar.
Conlleva sus consecuencias, pero ambos aceptan porque es más fácil y cómodo seguir la vida en esa penumbra de apariencias. ¿No tiene ella razón en resentir a su esposo que la abandonó, poco a poco y simbólicamente, en su matrimonio, se aprovechó de su dinero para ayudarse a sí mismo y luego jugó al papel de la víctima? ¿No tiene él razón en resentir a una mujer que lo menosprecia sólo porque no es la persona que ella quiere que sea (él es quien es y si ella intenta cambiarlo, es porque lo sabe), que en venganza hace todo por inculparlo de un asesinato que le hubiera ganado la pena de muerte?
¿Cuánto conocía realmente Nick a Amy, y viceversa?, y ¿cuánto conocían sólo lo que el otro aparentaba ser? Aplicado a la vida misma, ¿qué tan bien se conoce realmente a las personas con las que se convive? y ¿qué tanto se les conoce sólo por la porción de sí mismos que dejan ver a los demás?
Ficha técnica: Perdida - Gone Girl