Al inicio de esta semana nos alegró la noticia de que los comercios abrían sus puertas nuevamente para reactivar la economía.
Fue la gran noticia para los pequeños y medianos empresarios que comenzaban a perder la fe en que esto sucediera pronto.
Todos los comercios permitidos para reabrir tuvieron que acatar las medidas de prevención que garantizaran evitar contagios entre los compradores. Medidas que cientos de negocios más tendrán que igualar en los siguientes días para poder abrir sus puertas.
Así, la nueva esperanza que todos queríamos por fin se materializó, pero tal parece que no era lo que esperábamos.
Con afluencias muy por debajo de lo deseado abrieron los restaurantes. Caso similar sucedió con los demás giros, donde el pasar de clientes brilló por su ausencia.
Pero lo curioso es que la gente sí salió...
Las medidas de prevención que marcó el gobernador Miguel Riquelme, indicando que esta reapertura no significaba el fin de la pandemia sino un reactivación económica paulatina, parece que fueron en vano… o tal vez habló en chino.
Pensaría uno que la ciudadanía consciente decidió, aún con los comercios abiertos, no salir igualmente de sus casas para evitar los contagios, pero la realidad fue otra; el flujo del tráfico parece haber incrementado y las calles lucían con vida.
La paranoia y el miedo a salir contagiado al parecer se han perdido en gran medida y parece ‘normal’ después de tantas semanas encerrados. Sin embargo no es la vía por la cual debamos seguir estas permisiones.
Tal parece que nos hemos convertido en toreros del COVID con todo y traje de luces en una arena bastante aplastada por la contingencia.
Si bien la desesperación por volver, por lo menos, a la nueva normalidad predicha por el jefe del ejecutivo es clara, la guardia no debe bajarse.
Todo lo que hemos ganado en estos últimos días, en los que hubo algunos sin ni un sólo caso adicional confirmado en la entidad, podrían verse opacados por no acatar las medidas de prevención que a leguas se ven ya muy desahogadas.
Un nuevo brote de la pandemia puede revertir en una medida escalofriante el avance que hasta hoy hemos construido… y luego ahí andamos llorando.
Está bien relajar un poco la guardia, sentir un respiro, pensar que el panorama va mejorando, pero esto debe ser con responsabilidad civil, no como ovejas descarriadas.
Se está de acuerdo en que la economía debe comenzar a fluir nuevamente, que la vida tiene que volver POCO A POCO a la normalidad, pero no demos brincos sin saber en qué terreno estamos pisando.
Si evadimos las recomendaciones de salud que realmente son necesarias, en vez de ser los toreros, vamos a salir toreados y por ahí no debe ir la cosa.
Estamos en la recta final, mi estimado lector. O eso es lo que parece, pero de nosotros depende que este último estirón sea el bueno.
Vamos domando bien al toro, aunque un simple descuido puede resultar en una dolorosa cornada que dejará una profunda herida.
Por lo pronto sólo nos queda ser prudentes a la hora de tomar esta reactivación económica, actuar con prudencia, mediar las consecuencias y poner en una balanza lo ganado dentro de lo perdido que llevamos, contra lo que realmente podemos seguir perdiendo.
Hagamos que esto resulte de la mejor manera para finalmente salir cantando con la espada en alto un victorioso ‘¡Olé!’.
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