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fantasmas

Eduardo Sepúlveda
Eduardo Sepúlveda

Los fantasmas existen. Están entre nosotros, en nuestras mentes. Se pasean con pasmosa tranquilidad, tocan nuestro hombro de vez en cuando. Vienen y van.

Los fantasmas están presentes esperando el momento de aparecer en nuestras vidas. A veces nos ahogan, no nos dejan dormir, nos despiertan o se meten en nuestros sueños. A veces se hacen los ausentes, pero solo hacen como que no están. Nos observan y nos atacan cuando más vulnerables podemos sentirnos.

Los fantasmas también somos nosotros mismos, queriendo huir de la realidad. Queremos negarlo todo, ser invisibles… desaparecer, pero seguimos respirando. Nos convertimos en fantasmas cuando no hablamos y queremos que nadie nos hable. Cuando nuestro rostro no es descubierto por nadie; pasamos desapercibidos. Vemos el mundo girar y vamos en dirección contraria. Entramos a un universo virtual donde ni siquiera ahí sentimos encajar.

Llega la noche, el ruido se ha ido y tras disfrutar la soledad, el sueño toma la estafeta. Nuestra esperanza, como fantasmas, es que por fin se trate de un sueño reparador, pero en cuanto cerramos los ojos, la angustia se presenta de nuevo. Un anciano nos persigue con la mirada y respondemos de la misma manera. No podemos dejar de vernos a pesar de sentir una gran animadversión. Esa mirada que en un principio parecía inofensiva se torna en una sonrisa diabólica, criminal, y de pronto, el anciano se convierte en un demonio que se nos echa encima. No hay a dónde escapar.

Porque mientras en el sueño el diablo nos busca, en la realidad, la habitación se ha llenado de fantasmas. Todos alrededor de la cama, unos riendo, otros afilando los cuchillos que han de enterrar en nuestra espalda.

Una mano se posa en el omoplato derecho, reconfortante. Pero en cuanto empieza a apretar, sabemos que algo anda mal. Aún con los ojos cerrados, podemos ver su cínica sonrisa. Sabemos que este es el final.


Los fantasmas no se han ido. Llevan años esperando. Se apoderan de la mente, ganan terreno y cada vez son más.

Más allá del bien o el mal, ellos llegaron antes. No importa a dónde queramos ir, no queda otra más que enfrentarlos.

Habrá que aprender a convivir en paz, porque siempre van a estar ahí, acompañándonos. Sin importar el tiempo. Sin importar el escenario. Sin importar razones o circunstancias, los fantasmas no se irán.

Extraído del Libro de las Revelaciones del Evangelio según el Dihablo.

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