El villano es alguien ruin, cruel, malvado incluso, pero no forzosamente un ‘enemigo’. Mientras que éste le desea mal a su oponente u opositor, buscando eliminarlo, contrariarlo hasta agotar su potencialidad, el primero es alguien que actúa descortés y rudo para defender sus ideas. Ninguno es ejemplo a seguir, pues equivocan su juicio al proceder sin rectitud; pero cuando de una narración de ficción se trata, el villano es más interesante al estar motivado por una lógica con argumentación que defiende a toda costa, no sólo ‘porque sí’, sino a partir de un ideal que llega a ser válido y defendible, por lo menos para él, al punto que su lucha es o parece entendible, justificada y justa, incluso cuando su forma de actuar no sea la más aceptable por la sociedad. Un ejemplo de ello es Arthur Fleck, protagonista de la película Guasón (EUA, 2019), un villano con el que es fácil empatizar, dada la historia de vida y racionalización del por qué actúa como lo hace, lo que no lo exenta de culpa, sino demuestra que a veces las personas no son más que producto de sus circunstancias, eligiendo, equivocadamente, eso sí por un tropiezo en su propio juicio de valores, cómo reaccionar ante la presión.
Dirigida por Todd Phillips, quien coescribe el guión con Scott Silver, basándose en el personaje ‘Joker’, o ´Guasón´, creado por Bill Finger, Bob Kane y Jerry Robinson, la película está protagonizada por Joaquín Phoenix, Robert De Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy y Brett Cullen. Estuvo nominada a 11 premios Oscar de la Academia: mejor película, director, actor principal, guión adaptado, banda sonora, cinematografía, montaje, sonido, edición de sonido, maquillaje y peluquería, y diseño de vestuario; de los cuales ganó dos, mejor actor para Phoenix y mejor banda sonora original. Si bien al centro coloca a un personaje violento, nihilista y negativo, en el fondo la historia no vanagloria ni alaba la violencia, no la justifica como método de protesta en contra de un sistema que oprime, degrada a las minorías y funciona en la inequidad, sino al contrario, condena al sistema pero también condena la actitud provocadora, reflexionando que ‘la violencia sólo genera más violencia’, y lo mismo con la indiferencia, venganza, inhumanidad y odio. No pone a Arthur en un pedestal, más bien analiza cómo el personaje, que se convierte eventualmente en el Guasón, llega a detestar tanto la injusticia de su entorno que, aunque ello lo lleva a criticar acertadamente los males del hombre como sociedad, desacierta en su reacción ante las circunstancias, pues opta por la impulsividad visceral, incurriendo en formas de agresividad, ira y violencia, carente de los mismos valores que de alguna manera reclama.
Guasón es una película de crítica social en la que el protagonista es el epítome de la decadencia humana. Arthur actúa en consecuencia del deterioro social en que vive, y que afecta su propia salud mental, pero volverse símbolo de la lucha contra el sistema enajenante, inhumano y perverso, no es sino señal de estancamiento cultural, de miseria social, de deficiencia ética y de la ceguera moral que aqueja al colectivo. Si el personaje es violento y vengativo es porque el mundo en el que vive es así, porque la sociedad que cultiva egoísmo, indiferencia, apatía y búsqueda del camino fácil para vivir, sólo puede configurar un medio ambiente social impregnado de violencia, competencia despiadada, degradación y humillación del prójimo. Pero su actitud y la de la gente que se excusa en él para dejar salir su propio desprecio y odio hacia sus semejantes, sólo alimenta el ciclo tóxico que da pie al declive social.
En esa misma línea, la historia analiza cómo si el personaje erra, la sociedad misma que lo propicia también tropieza, pues quien reacciona irracionalmente no reflexiona ni analiza, menos valora sus propias acciones, al contrario, ataca y hiere, en lugar de aprender, lo que es la razón de su propia caída, en picada, agudizando así el deterioro de la comunidad.
En la cinta Arthur es un hombre sin muchas expectativas, que trabaja como vendedor anunciante, disfrazado de payaso. Cuida de su madre enferma, soporta las constantes burlas de sus compañeros hacia su condición física, mental, económica y social, así como el rechazo de sus semejantes; por las mismas razones padece un trastorno psicológico que parece nadie toma con seriedad, aislándolo, marginándolo; ante ello, él siente como si todo intento por ser amable, solidario o amistoso, terminara en su contra.
El mundo a su alrededor está en crisis, dado que Ciudad Gótica atraviesa un declive económico; hay desempleo, los programas de salud pública están cerrando por falta de recursos, lo que a él le deja sin la ayuda psicológica ni la medicación apropiada, y de paso, los recolectores de basura están en huelga, dejando las calles llenas de desechos. La imagen es clara, hay suciedad fuera en las calles, literalmente, pero la comunidad misma está en un hoyo negro, simbólicamente hablando. La podredumbre y miseria imperante es material, lo mismo que moral, intelectual, ideológica y ética. No muy lejos de la realidad circundante en nuestras sociedades capitalistas dominadas por las reglas del mercado, la omnipresencia de los medios masivos de comunicación y con gobiernos carentes de políticas públicas de apoyo a grupos marginados.
Tanto Arthur como la mayoría de las personas como él, al fondo de la escala social, con recursos ínfimos para sobrevivir como pueden, con poco salario o ayuda simbólica del gobierno, además de condiciones deplorables en las calles, carecen de vida familiar, de prestaciones sociales y sin derechos humanos. En respuesta, el empresario Thomas Wayne se propone candidato a la alcaldía, prometiendo resolver los problemas de la comunidad, pero eventualmente parece que sus intereses velan más por la elite de la escala social, los ricos y adinerados, cómodos en la tranquilidad de sus privilegios, dejando desprotegidos a los más necesitados, los marginados.
Un día, Arthur se topa con tres hombres que trabajan en las empresas Wayne molestando a una mujer en el metro. Una condición médica que le provoca reír impulsivamente, lo vuelve blanco de la agresividad de estas personas y, defendiéndose, reacciona en respuesta a todas las veces que estuvo en esa posición, al otro lado de los insultos y los golpes; Arthur, vestido de payaso porque acaba de salir del trabajo, les dispara y los mata. Esa es la verdadera tragedia, un hombre harto de sentirse indefenso, que no encuentra oportunidad de desarrollo, justicia, trato equitativo o posible realización personal, sino en la violencia, en el arma, en el desquite, en reclamar los golpes recibidos, golpeando aún más fuerte. Por eso, en un punto de la historia, Arthur dice que siempre se sintió ignorado, menospreciado, hasta que su vandalismo, violencia y crimen cometido le ganan un puesto en la opinión pública y mediática. Se le acepte o se le rechace, la gente lo mira, lo conoce; y eso es lo que él quiere: la fama efímera y el reconocimiento social, sentirse único, diferente, popular, esencialmente porque toda su vida ha sido señalado como lo contrario, como marginado, insignificante p fracasado. Que lo sea o no, no importa, ni a la sociedad ni a él mismo, pues se convence que es importante ser reconocido y con eso se conforma, en tanto el conjunto social lo mira con curiosidad y morbo, sin pensar en ello más que como un evento más en el mundo efímero y superfluo del consumismo rutinario.
La otra tragedia es que su acción no tiene verdaderas consecuencias negativas, ni en el colectivo ni en su consciencia. Arthur concluye que su disfraz le da un anonimato que le ofrece ‘libertad’; descubre en la violencia una forma de venganza traicionera, elige el desprecio, ira y castigo hacia quienes no coinciden con él, como forma de liberación emocional, reacción humana al sentirse por años presa del control del sistema que, más que orden, opera con la sumisión del ciudadano, que exige obediencia, ya sea que lo viva en el trabajo, en casa (con su madre en el caso de Arthur), o en las calles y el sistema organizacional de Ciudad Gótica que pisotea a las minorías, sólo para, con falsas promesas, burlarse de su condición.
La gente que vive en pobreza y sufre inequidad, convierte eventualmente al payaso en símbolo de justicia; ese ente sin miedo a reclamar, dispuesto a ir en contra de aquellos más arriba en la escala social que se aprovechan de los menos, y representa lo que ellos mismos quieren, sin tener la audacia de hacerlo, aún. Es hasta más tarde que, viendo el poder depositado en ese ícono, Arthur acepta que la figura icónica que la sociedad ha creado a partir de él, se vuelva emblema de destrucción, que no clama por justicia, sino por derribar aquello con lo que se está inconforme. Se vuelve símbolo de la anarquía.
La sociedad, harta igual que Arthur de la opresión y la desdicha, mira el acto criminal no como algo malo, aunque lo sea, sino como el primer paso para reclamar el poder de vuelta a las manos del pueblo. La impunidad sin embargo, rápidamente hace que la gente asuma que, sin consecuencias, puede hacer lo que le plazca. Lo que inicia como un movimiento de contracultura, que rechaza la forma social establecida, en que demanda un mejor manejo del poder y del sistema, termina por ser una revuelta que lo que hace es arrebatarlo, aniquilando al que lo tiene, desviando las ideas de justicia y solidaridad por anarquía e individualismo, desobediencia con odio y desorden, que en lugar de ayudar, daña más la posibilidad de una mejor convivencia y la búsqueda por reglas que favorezcan a todos.
Arthur insiste que su actuar no tiene intereses políticos, específicamente hacia Wayne, incluso si, aunque nadie más lo sepa, odia por la relación que guarda con su madre, quien trabajó años atrás para la familia Wayne. Penny Fleck está segura de que Arthur es hijo de Thomas y, por ende, le solicita ayuda económica en estos tiempos desesperados; pero Arthur luego descubre que en realidad su madre no estaba bien de sus facultades mentales, sino que se inventó y convenció de tal historia exigiendo sin fundamento ni derecho, y en consecuencia reaccionó con violencia física y emocional hacia su propio hijo.
Técnicamente, Arthur es coherente con lo que asegura, antes que querer volverse líder del caos, quiere vengarse por ser blanco del desprecio, maltrato y burlas de otros; de su madre, cuyo abuso en casa lo ha convertido en el fracasado que siente que es; de sus compañeros de trabajo, que lo ridiculizan y embaucan constantemente por ‘débil’; de la gente en la calle, que se ríe de su profesión o se aprovecha de su condición para alejarlo, insultarlo, aislarlo y pisotearlo; eventualmente hasta de la sociedad en masa, cuando su acto cómico, en un intento por forjarse una carrera como comediante, termina como material de entretenimiento y burla en el programa nocturno del presentador de televisión Murray Franklin.
Murray es ejemplo maximizado de lo que la gente hace como forma de entretenimiento: reírse y burlarse de la desdicha ajena; el éxito de su programa se basa en humillar y exponer a otros para deleite del público, sólo porque su plataforma, el medio de comunicación, tiene mucha exposición y alcance. Si se crea un espectáculo a expensas del prójimo y se acepta como una normalidad cotidiana que se repite a la primera oportunidad, la dinámica termina por ser la base que destruye la convivencia sana del conjunto social. La reacción, inequívocamente, será herir de la misma manera, hasta llegar a un punto de ebullición sin retorno, en donde el resentimiento explote en todas direcciones, que es lo que la película representa con Arthur y el desenlace de la historia: la anarquía total.
Es la sociedad del espectáculo la que dicta qué se valora y qué se celebra; en este caso, haciendo eco del mundo real, el escándalo, la burla, el morbo y el sensacionalismo. Arthur no es un justiciero, es un asesino, porque no busca un cambio en nombre de lo correcto, sino una venganza que saque lo peor de las personas.
¿Es su trastorno de risa impulsiva completamente real y, ocasionalmente, a su favor, o es fingido? ¿Es el humor su mecanismo de defensa o es su forma de atacar verbalmente disfrazando de broma? Quizá la vida lo empuja a estar en contacto con su lado más inhumano, pero también es él quien elige ser así, cruel, vil, rencoroso y asesino. Así que si el sistema crea a personas y/o personajes como Arthur, si crea a sus propios demonios, haciendo de la película un relato ilustrativo y precautorio, qué hay de la gente que elige conscientemente ser como Arthur, tomando en cuenta que el término ‘villano’ se refiere a la indiferencia moral y la corrupción de ser.
La figura del payaso que en el exterior ríe, pero en el interior guarda una tristeza que se acumula, es ejemplo metafórico perfecto para entender el tema central que aborda el filme, que reflexiona cómo aparentemente el mundo funciona, en la falsa estabilidad social y de desarrollo humano, pero enterrando, escondiendo, negando la realidad contraria, la miseria humana carente de derechos en que viven miles de personas, dejando a la deriva a los menos afortunados. A fin de cuentas el sistema de competencia, egoísta, depredador, engendra la violencia cotidiana que amenaza destruirnos, a la especie humana y al mundo material.
Ficha técnica: Guasón - Joker