Respeto es consideración; el aprecio de las virtudes y características que se miran con atención, se valoran, se acogen favorablemente y, por tanto, se aceptan. El respeto es un valor social cuya importancia radica en que es pieza clave en las relaciones humanas, pues aprender a reconocer, aceptar y valorar al prójimo significa también hacer lo mismo respecto a los derechos propios y ajenos, en la convivencia social, a favor de un trato equitativo y justo entre todos. La cortesía, la atención, la amabilidad, el buen trato, la solidaridad son formas sociales de expresar respeto, siendo su uso muestra de urbanidad y buena educación fundamentada en la ética; todo ello sustento de la armonía y convivencia social.
Su opuesto es la desconsideración, la indiferencia, la injusticia, la arbitrariedad, la desobediencia a las normas sociales, porque sin equidad ni justicia, sin principios ni razón, sin reconocer el valor de nuestros semejantes, la sociedad está destinada a autodestruirse, a hacer imposible la convivencia social, producto de la insensibilidad, desinterés, apatía, e incluso rechazo, por las personas, los valores, las leyes y reglas jurídicas, pero sobre todo por el trato inhumano hacia el prójimo.
Alzar la voz y hacer un llamado a la conciencia ética del colectivo es una acción importante y necesaria, nunca suficiente, especialmente cuando parecen recurrentes los casos en que aquellos que se animan a exigir justicia son rechazados o descalificados, haciendo difícil hablar con la verdad cuando, al momento de hacerlo, se topan con burlas, exclusión u ofensas.
En Hermosa venganza (EUA, 2020) Cassie, la protagonista, es una mujer que anhela, aunque sin esperanza, que se les imponga un castigo ejemplar a aquellos que directa e indirectamente fueron responsables de que el violador de su mejor amiga, Nina, quedara impune. Sin poder revertir la situación o hacer justicia plena ante lo sucedido, sintiéndose culpable por no haber ayudado más a su amiga en su momento, Cassie actúa conforme lo que tiene capacidad de controlar, aquí y ahora: enseñar una lección a otros a punto de cometer la misma falta delictiva de abuso sexual, hacia otras mujeres.
Escrita y dirigida por Emerald Fennell, la película está protagonizada por Carey Mulligan, Bo Burnham, Alison Brie, Connie Britton, Alfred Molina, Chris Lowell y Max Greenfield. Nominada a 5 premios Oscar (mejor película, director, actriz, guión original y edición), de los que sólo ganó el de guión, la narrativa toma como base una historia de violencia sexual, la de Nina, estudiante universitaria que tras una noche de fiesta es abusada sexualmente por sus compañeros, una vez que, estando alcoholizada, no puede defenderse y nadie se solidariza con ella, nadie acude en su defensa; a partir de ahí, esto sirve para analizar el impacto que tiene el tema en el colectivo social desde la ética, lo humano o los valores morales.
La agresión sexual llevó a ambas, Nina y Cassie, a dejar los estudios, pero Nina finalmente no pudo superar lo sucedido. Ahora Cassie sale semanalmente a bares, fingiendo estar borracha, reproduciendo el escenario en que sucedieron las cosas para Nina, esperando a ver si las personas con las que se topa harán la correcto y la ayudarían a llegar sana y salva a su casa o, si al contrario, intentarán aprovecharse de ella, creyéndola borracha, para abusar sexualmente, sin sentir culpa o remordimiento. La idea no es que la ‘trampa’ o ‘prueba ética’ sea malvada hacia el otro, sino que con la experiencia, revelando a los hombres la verdad, entiendan lo incorrecto de sus acciones y aprendan la lección. La realidad de fondo, no obstante, no se resuelve; la cantidad de hombres que falsamente prometen querer ayudarla, que se muestran solidarios y amables, con el único fin de hacer que baje sus defensas, pero que en el fondo pretenden aprovechar su vulnerabilidad para abusar de ella, es alarmante, haciendo evidente que el problema tiene que ver con educación, cultura, respeto, ética, consciencia y calidad humana, en suma, con el tipo de sociedad en la que se vive.
Fingiendo no estar en plena facultad de sí, Cassie obliga al hombre (a los hombres) a que se pregunte éticamente qué es lo correcto, especialmente al dejar claro, pese a su condición aparentemente intoxicada, que no está interesada en una relación sexual. La cantidad de personas que ayudan frente a la cantidad que hace caso omiso sin importarles la falta, es alarmante. Sus palabras, como le sucedió a Nina, la mayoría de las veces llegan a oídos sordos, que no hacen caso, que abusan de la situación, que consideran ‘ventaja’ la embriaguez, acusando a las mujeres de ‘buscárselo’ por beber tanto alcohol, ‘vestir como lo hacen’ o por su ‘actuar provocativo’. Culpar al otro antes de actuar con responsabilidad, atacar y criticar antes de aceptar su error, descalificar etiquetando con prejuicios, cuando la falta es de quien comete el delito. No sólo es cobarde, es falto de consciencia moral.
Al revelar que no está realmente borracha, es común que los hombres le reclamen, reaccionando con rechazo para cubrir la propia ofensa. Acusan a Cassie de mentir, recalcando no lo que ellos han hecho sin ética, sino en lo que ella pudo haber actuado mal. El razonamiento del abusador que se defiende apuntando hacia otro lado, es un simple mecanismo de defensa, sabiéndose descubierto por sus malas acciones. Su proceder parece decir que si la mujer, o el de enfrente, puede ser sometido o aventajado sin consecuencias, porque la irresponsabilidad de aquel (emborracharse) sobrepasa la suya (acosar, aprovecharse y abusar), entonces ‘está permitido’; pero no es así, si alguien actúa de esta manera, abusando del más débil, por poder, gusto y placer de hacerlo, el que está mal es él (o ella).
El principio de estos hombres, ejemplifica la película, recae en el cinismo, la indiferencia y el desprecio a las reglas sociales, pero también hacia la mujer, su género, su persona, su cuerpo y quien es. Cada persona tiene derecho a decidir sobre su cuerpo, así que cuando a alguien se le acusa de ‘exponerse’ a través de la forma como expresa su identidad, personalidad e individualidad (cómo viste, habla, se mueve, platica, conoce o se comunica), se incurre en desprecio, humillación, degradación y hasta supresión de la persona, según el grado de intensidad de las acciones que se le hagan.
La película habla críticamente, ilustrando y esperando abrir el diálogo reflexivo sobre el tema de la violencia de género, exponiendo a esas personas que se aprovechan del otro porque están en una posición de poder para hacerlo (físico, social o de estatus, entre otros); de esas personas que abusan porque el otro no puede defenderse; o de los que intentan forzar una relación sexual sin el consentimiento de la otra parte. Cuando se exige hacer justicia, se llama al respeto y la equidad. El reclamo es legítimo, pero se ignora, silencia o sataniza, porque así se evita que se tome en serio, reafirmándose en el proceso la estructura social machista en el que la mujer es tomada a menos.
En la narrativa también se aborda el cómo asume la sociedad esta realidad, según el círculo social, valores morales y hasta ética personal, plagada de prejuicios o de presiones sociales, de nivel socioeconómico o de origen étnico, entre otros, que influyen en su posición respecto al problema.
Madison, una compañera de la escuela de Cassie y Nina, continúa indiferente incluso años después de lo sucedido, descalificando a Nina y culpándola de lo sucedido, a la que tacha como ‘chica fácil’, basándose en rumores y percepciones sociales, que reproduce por inercia, para ser aceptada por los demás, porque es más fácil no ser partícipe del tema, que tomar una posición crítica ante él y hacer algo al respeto. Como Madison, hay muchas personas que ante cualquier situación de problemática social se mantienen al margen, sin una opinión propia, porque es así como pueden justificar su falta de acción. Adjudican todo a rumores, o a la desinformación que tergiversa los hechos y, por tanto, todo asunto les es banal; mientras no les afecte, no les interesa. No hay problema mientras ellos no lo hagan su problema, y esto nunca sucederá conforme se mantengan en la comodidad de su ignorancia e indiferencia, del camino fácil, de la negativa a tomar responsabilidad social.
Su realidad está ligada al mecanismo social que condona el machismo, al delincuente, al agresor sexual, provocando que se repitan más situaciones así, misóginas, sexistas, inequitativas y de abuso y violencia hacia las mujeres, que muchas veces son acusadas, señaladas, como mentirosas; tal cual es la conducta de Madison. Una vez que estas acciones se convierten en lo cotidiano que se acepta ‘normal’, ya sea por no creer a las víctimas, desacreditarlas o simplemente ni siquiera escucharlas, el ciclo tóxico se retroalimenta, sostenido en un sistema legal, social y ético, inclinado y acostumbrado a oprimir a la mujer, por la simple arbitrariedad de considerarla inferior.
Cuando Cassie se reúne con Madison y le pregunta sobre lo ocurrido en el pasado, la otra se escuda bajo el pretexto de que ‘eran demasiado jóvenes como para entender tanto lo que hacían como las consecuencias’. No es la única ni la primera ocasión en que Cassie escucha esta excusa para deslindarse, que demuestra inmadurez y falta de ética de quien la dice, pero también falta de responsabilidad, humana y social, especialmente cuando los implicados no eran hombres que no supieran distinguir entre lo correcto o incorrecto, pues como universitarios, bien entendían las consecuencias de sus acciones. Cassie presiona a Madison y le cuestiona si ahora, años después, profesionista, madre y adulta, actuaría de la misma manera, si desestimaría las acusaciones de Nina, tachándolas como ‘drama’, como exageraciones para llamar la atención.
La respuesta cínica y desvergonzada de afirmar que los implicados eran ‘unos niños que no sabían lo que hacían’, es repetida por Al, el violador de Nina, quien se defiende bajo el inmaduro argumento de que su falta fue un ‘simple error de juicio’. La justificación resulta incomprensible, porque abusar sexualmente de otro individuo no es un ‘simple error de juicio’, es una falta civil, moral y humana, es agredir y atacar, en un acto delictivo con intención de herir. Pero, ¿qué hace el mundo cuando alguien denuncia injusticias de cualquier tipo? ¿En qué piensan o qué tanto reflexionan conscientemente aquellos que presionan para callar al otro?, o ¿qué pensar de aquellos que se niegan a reconocer la verdad, porque hacer lo correcto y/o cambiar representa ‘más trabajo’?
El abogado contratado por Al se encarga de arrinconar a Nina, la víctima de un crimen, la que debería ser ayudada, no ignorada, hasta que ella retira la demanda, todo porque ese es su trabajo, ganar el caso. Pareciera como si el sistema legal no se preocupara ni por lo correcto ni por la justicia, sino por la ganancia. A él le pagan por hacer lo que al cliente le conviene, que el caso desaparezca, una vez que ese cliente, de la clase pudiente, tiene los medios para asegurarse de que esto suceda; y la justicia queda perdida tras el dinero.
A su vez, la profesora de la universidad a la que se le reportó lo ocurrido, ahora decana de la institución, decide en su momento no investigar ni hacer nada, no sólo ante las que llama una falta de pruebas, que por desidia se niega a investigar (pese a que sí había evidencia que demostraba que había ocurrido la violación, por tanto, constituía una agresión y un delito), sino también para no intervenir en la dinámica social, conforme al interés de la institución, pública y legalmente hablando, porque proceder con la denuncia significa ponerse en la mira de la opinión pública y revelar que en sus pasillos y aulas no todo sucede con orden, cordialidad y respeto; porque además Al, el acusado, es un estudiante destacado, deportista reconocido, de una posición social privilegiada, de quien cuidan interesadamente su persona, por encima de Nina y de cualquier otro que haya vivido lo que ella, por pura estrategia de conveniencia.
Resulta lamentable que se prioricen los intereses de unos, ubicados arriba en la pirámide social, antes que los derechos humanos de muchos, pero la película refleja una constante realidad del mundo, que se repite en muchos rincones del planeta, donde la víctima tiene menos derechos que el perpetrador, reproduciendo un sistema social que menosprecia a los de por sí desprovistos de medios económicos en favor de aquellos que pertenecen al grupo social más enriquecido. En otras palabras, el dinero determina el rumbo y alcance de la justicia.
La decana insiste, cuando Cassie va a verla, que había que ‘darle el beneficio de la duda a Al’, pero entonces, ¿dónde queda Nina?, ¿qué consideración se le dio a ella, cuando automáticamente se desechó su denuncia? ¿Cómo se le ayudó? ¿Por qué la situación nunca se resolvió? ¿Por qué no se castigó al violador? ¿Por qué hay hostilidad hacia Nina, hacia la mujer, basándose en cómo se viste, cuánto alcohol bebé o qué hace con su vida personal privada? ¿Por qué no sucede lo mismo hacia Al? ¿Por qué la mujer es criticada o atacada cuando no cubre el estándar que impone el que controla el sistema? Y, ¿por qué es que el hombre quien determina cómo debe una mujer ser, actuar, pensar o vivir?
El resultado es una sociedad que, en efecto, parece diseñada para dejar impune el actuar delictivo hacia la mujer, para dejar intacta la dinámica en la que el arbitrario agresor pisotea los derechos del género opuesto, una vez que, como la película ilustra, en casos de agresión sexual, las leyes y las reglas y las instituciones no velan por los derechos del agredido, ni le permiten al menos defenderse o exigir justicia.
Cuando la decana dice que ‘no pudo hacer nada’, que hay constantemente denuncias falsas e incluso pone de pretexto que la situación es recurrente, lo que inequívocamente revela es un problema ético, moral y de conducta dentro del campus y en la sociedad en general. Incluso si lo que dice fuera válido, si no creyera por completo en la denuncia, lo justo y correcto no sería desecharla, sino investigar ambas caras de la moneda, dando importancia a ambos alegatos, para esclarecer y resolver, hasta encontrar la verdad. No hacer nada es pisotear a Nina como persona, minimizar la experiencia por la que pasó y decirle a ella y a otros en su posición, que su palabra y su persona no importan, porque el otro importa más. Es una lucha de ‘tu palabra contra la mía’, donde Nina lleva las de perder porque no se encuentra en la misma posición privilegiada que Al, y antes de ser escuchada, se le descalifica por razones externas a los hechos: su clase social, su forma de expresión, su forma de vestir, los amigos con lo que convive, etcétera. Cassie pelea porque esto cambie, pero se topa constantemente con obstáculos y tropiezos que le llevan a entender que difícilmente puede lograr ese cambio sola, porque el mundo está ya aleccionado para no hacerlo.
Su principal molestia es la injusticia y la impunidad descarada, incluso facilitada por un sistema que le falla a su sociedad, especialmente a las mujeres, muchas veces sin siquiera darse cuenta, negando el intento para crear consciencia. Le duele, y duele más a quien lo ha vivido, el que nadie hiciera lo correcto, el que los testigos callaran, los responsables presumieran salir libres de su falta, sin castigos, sin reprimendas, sin remordimientos, actuando como si el dolor que causaron y el crimen que cometieron no les afectara, porque no lo hizo.
Lo que Cassie intenta en la historia es su propia forma de hacer justicia, a cualquier precio, para que nadie más tenga que pasar por lo que Nina. Su método puede llegar a ser radical y punzante, pero porque sabe que sólo así podrá hacer llegar su mensaje, dado que la vía legal no es la salida. No lo fue para Nina, pisoteada por los abogados y desestimada por las autoridades de su escuela. El qué tan correcto o incorrecto es lo que hace, es cuestión de perspectiva. ¿Qué significa realmente hacer justicia, si el castigo no sanciona equitativamente, conforme a la falta cometida?
El desgaste emocional que para Cassie provoca, llega a su punto límite cuando su plan, una vez que ha descubierto que Al vive tranquilo, feliz y a punto de casarse, la lleva a buscar a todos los involucrados en el incidente de años atrás. La madre de Nina le pide dejar el pasado en el pasado, no para olvidarlo, sino para aceptarlo y aprender a dejar de guardar remordimiento, al grado que éste le ha impedido a Cassie vivir en plenitud. Y Cassie lo intenta, hasta que se da cuenta que la situación es más grande de lo que imaginaba, que la impotencia que siente no la dejará libre hasta no darles una lección a los responsables. Cassie actúa con el objetivo bien trazado de hacer algo que obligue a Al y al resto de los involucrados a nunca olvidar que hicieron mal, que causaron daño; un plan que, lo prevé, puede significar su propia muerte, dado que se enfrenta a gente sin escrúpulos, y para lo que tiene un respaldo previamente decidido, asumiendo en él la propia responsabilidad de sus actos.
La película es una comedia negra de suspenso, en la que la venganza, como castigo ante una ofensa, y de la que se toma satisfacción, es catártica: hacer justicia para aquellos que no la encuentran de otra forma. Un camino que exagera la represalia, pero que en ello permite reflexionar a fondo la situación: querer desquitarse para dejar salir toda esa frustración y furia, recolectada a partir de una sociedad que sexualiza y es misógina, que pisotea y oprime, sin entender qué tanto daño hace esto a su estructura. La cinta no dice que éste sea el camino correcto, dice que es el camino que duele tener que imaginar, cuando no puede hacerse más, porque el mundo no quiere escuchar. Puede ser cansado para las personas exigir sin respuesta clara sus derechos y sobrevivir de promesas vacías. Lo que hace falta es dejar de hacer menos al sexo opuesto y comenzar a escucharse más los unos a los otros, educándose también en forma mutua.
Ficha técnica: Hermosa venganza - Promising Young Woman