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Legalmente rubia

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Los estereotipos son una de las fuentes que alimentan el prejuicio, pues al etiquetar a una persona se le encasilla, lo que fácilmente hace que se le asuma como no más que ese rasgo que se exalta, lo que abre paso al rechazo social, a la marginación y discriminación, por la idea predeterminada asumida sobre su persona, ignorando aspectos valiosos de su personalidad. Si hay un personaje en el mundo del cine que combate los estereotipos hasta tomar como estandarte aquel dicho que dicta ‘no juzgues al libro por su portada’, esa es Elle Woods, la protagonista de Legalmente rubia (EUA, 2001), película estelarizada por Reese Witherspoon, Luke Wilson, Selma Blair, Matthew Davis, Victor Garber, Jennifer Coolidge y Ali Larter; dirigida por Robert Luketic y escrita por Karen McCullah Lutz y Kirsten Smith, a partir del libro homónimo de Amanda Brown.

Elle es una joven positiva, alegre y decidida, con un solo objetivo en mente: casarse con su novio Warner, creyendo que ello conlleva felicidad y realización plena; sin embargo, él termina la relación, pues anhela ser futuro abogado, político y ‘hombre exitoso’, para lo que cree ‘debe’ estar casado con una mujer ‘seria e inteligente’, prototipo concebido bajo un estándar social y molde que califica y descalifica a las personas por su apariencia, estatus y posición socioeconómica, sustentado en percepciones y exteriores, no la realidad.

A Warner no le importa quien es Elle, sino lo que aparenta: alguien interesada en la moda, el glamour y las comodidades de la clase privilegiada, donde tiene la suerte de existir, que la presentan ante el ojo público como una mujer banal, hueca, frívola, tanto intelectual como emocionalmente hablando. Warner termina tachándola de -y tratándola como- superficial y boba. Excepto que Elle no es así (demuestra la película), sólo tiene la buena, o mala suerte, de ser alguien cuyas características físicas son asumidas así.

En el fondo, si al parecer los intereses de Elle son triviales, es en parte porque ni el mundo en que se desenvuelve ni ella misma han trazado más retos en su vida, porque su contexto se caracteriza por una realidad que, de momento, no le exige ninguna meta o esfuerzo. Lo que no significa que Elle sea ‘tonta’, indiferente a sus circunstancias o inferior intelectualmente a sus conocidos y amistades. La situación cambia radicalmente cuando se convence que la única forma de demostrar su valía, para conquistar a su exnovio de vuelta, es entrar a la prestigiosa facultad de derecho de la Universidad de Harvard, a la que él asistirá (no por el estudio en sí, sino por lo que se asocia al perfil del estudiante y egresados: seriedad, intelecto y madurez; estereotipos al fin).

Con metas claras pero oportunidades que se abren más bien circunstancialmente (qué sería de un personaje ficticio, dentro del género de la comedia, sin un poco de suerte), cuando los directivos abren una vacante y convocan para ‘dar diversidad al estudiantado y cubrir la apariencia de equidad de oportunidades’, así Elle comienza el primer semestre con las mejores intenciones pero no toda la realidad asimilada, por lo que colisiona rápidamente con una relevante lección de vida: importa tanto buscar oportunidades y tomarlas, como hacer algo con ellas una vez que llegan.

En este caso, Elle no sólo debe estar dispuesta a aprender, sea cual sea su motivación para inscribirse en la facultad de derecho, sino actuar en consecuencia. No basta con acudir a Harvard, que viene a ser el superficial envoltorio de su meta, sino comprometerse con los estudios, el proceso de aprendizaje y el modelo educativo al que se ha incorporado. Es entonces cuando Elle entiende que, en el fondo, su viaje no se trata de demostrar a nadie más su valía, sino a ella misma.

No importa qué tanto se esfuerce, ‘nunca será suficiente para Warner’, lo razona así ella eventualmente. Pero es que el recorrido de Elle no debe estar fijado en complacer a los demás, sino en lograr las metas que se proponga para su propia realización. Su incentivo es que si Warner no cree en ella, ella sí; es entonces que pese al rechazo de él, quien elige según parámetros sociales de reputación y percepción social, Elle decide quedarse a romper esas barreras que la evalúan prejuiciosamente y la descartan por su aspecto físico o la imagen predeterminada que la gente se hace al verla, pero nunca conocerla.

Tal vez Elle se interese en la moda y la ropa de diseñador, por ejemplo, pero eso no la hace una persona superficial. Una actitud banal sobre el mundo y la gente a su alrededor la haría una persona superficial, algo que Elle nunca es, al contrario, se muestra decidida, dedicada, intuitiva y solidaria, ante los retos y las personas del contexto que le rodea. Dar el siguiente paso no llega ni gratuito ni sencillo, Ella debe asumir el compromiso, que quizá tomó inicialmente por las razones equivocadas, pero que continúa transitando por elección propia, esforzándose para cumplir con la mejor versión de sí misma que puede llegar a ser.

Todo esto, narrativamente hablando, se conjunta en un caso en el que Elle tiene la oportunidad de poner en práctica todo lo que es, como esa estudiante de derecho que ha decidido tomar en serio la misión de convertirse en abogada, pero también la mujer inclinada por disfrutar aquello que el colectivo social considera frívolo, como puede ser conocer sobre belleza, moda, ropa, estilo, imagen pública y demás.

El juicio que cae sobre sus manos, sin duda narrativamente conveniente (una mujer acusada del asesinato de su esposo, en que las pistas son pequeños detalles que alguien conocedor de temas como tratamientos de belleza y moda podría captar con más facilidad), demuestra que Elle no es incompetente como el estereotipo de su persona la encasilla (una mujer rubia que no sabe nada más allá de la vanidad de su ser). Al mismo tiempo, con sus oportunas deducciones, demuestra también al espectador que en la vida habilidades, capacidades y conocimiento deben balancearse con ingenio y destreza.

Elle no habría ganado el juicio sin la soltura y diplomacia que la caracterizan como persona, pero tampoco habría llegado lejos sin el aprendizaje legal acumulado en el aula, puesto en práctica. En las leyes hay espacio para la interpretación pero no para la duda, dice uno de los personajes sobre la abogacía, y esto es un punto a favor de Elle, quien destacada precisamente por la confianza en sí misma, que la impulsa a seguir adelante, buscando soluciones, negándose a aceptar la derrota.

En el fondo, la historia dice que Elle es mucho más que la acartonada figura que el prejuicio hace de su persona, porque también es perceptiva, observadora y leal, lo negativo es que la gente no llega a conocer este aspecto de ella, si la rechaza sin siquiera darle la oportunidad de demostrar su valor, su esencia. Entonces, su recorrido es el mejor ejemplo para demostrar que las personas son más que una etiqueta o un prejuicio. ‘Las apariencias engañan’, dice el dicho y en efecto, la esencia de una persona no puede ser encasillada por lo que se cree de ésta, por el simple hecho de tomar los prejuicios, rumores o estereotipos como verdades.

Al decir que Elle puede ser bonita y popular, pero también inteligente y amable, el relato le da la vuelta al cliché, lo que simplemente debería extrapolarse como lección de vida. Al mismo tiempo, la intención del relato es también exaltar cómo, aunque al parecer Elle lo tiene todo, la belleza física, la popularidad y el dinero, ‘no lo son todo’. El mensaje consiste en descartar que belleza implica banalidad; un equívoco que habría que superar, pues la idea, en esencia, habla de cómo el choque entre personas que se genera por mero prejuicio, provoca fricciones sociales, cuyo remedio no es más que la tolerancia, aceptación y otros valores morales que recuperen la esencia del ser humano como ser digno, libre, respetuoso y solidario.

Elle es quien es y no tiene que disculparse por su interés en la belleza femenina y en la industria vinculada a ella, pero eso no significa que no pueda destacar en otras áreas y demostrar su inteligencia con decisión y competencia. Mientras tenga una motivación clara puede lograr todo lo que se propone, pero además -enfatiza la historia-, la fuerza más importante que mueve al individuo viene de hacer las cosas por convicción, no cumpliendo las expectativas de otros, porque quien asume y enfrenta el reto, es quien lo transita.

Los obstáculos son muchos: la duda en uno mismo, las presiones y contrastes sociales, la competitividad académica, el ingreso a un nuevo ambiente escolar y social, la ausencia de solidaridad entre compañeros, el autoritarismo y hasta el machismo dentro del sistema, un tópico igualmente importante también presente en la película, que viven Elle y otros personajes femeninos, minimizadas, subvaloradas por sus contrapartes masculinas por el simple hecho de ser mujeres. Warner lo hace cuando en su actuar valora a su pareja conforme lo que pueda sacar a su favor, rechazando a Elle cuando la califica como inepta, por simple prejuicio, y luego buscando su aceptación cuando siente que puede aprovecharse de sus logros. Lo expresa también Callahan, el abogado que contrata a Elle y a su compañera Vivian, como pasantes en su firma, pues no las trata como futuros abogados o estudiantes capaces, sino como inferiores, útiles ‘exclusivamente’ para labores como servir el café, o insinuando, en un acto sexista y desvergonzado, favores de esa naturaleza, a cambio de avanzar profesionalmente. Actitud de menosprecio a la mujer, prepotencia en la relación profesional y abuso de poder en función de su posición de jefe o patrón.

La realidad para Elle y Vivian, que encuentran ofensivo este actuar que las humilla y subestima, es una realidad latente para muchas mujeres que atraviesan en el mundo laboral, o de otra naturaleza, este tipo de discriminación, en donde tienen que abrirse camino para ser tomadas en cuenta, para ser tratadas con respeto y seriedad, cuando ello debería ser una constante, porque es su derecho como seres humanos, iguales ante la ley. La cinta hace evidente que, más allá del discurso de igualdad de género, aún persisten prejuicios y obstáculos discriminatorios hacia el sector femenino de la sociedad; presentes sin duda en los inicios del siglo XXI -cuando se edita la película-, pero también persistentes en la fecha actual.

El eco final de la historia se sustenta en un mensaje simple que dice ‘sigue tus sueños, cree en ti mismo y derriba barreras’; con énfasis en la equivocada discriminación que procede de estereotipos y prejuicios. La película se ríe del escenario para enfatizar su contenido, no satirizando sino más bien exaltándolo, en una comedia sencilla, transparente y amena pero acertada, pues aprovecha la fórmula predecible del género para subrayar un mensaje de empoderamiento, destinado no sólo hacia las mujeres, sino hacia cualquiera que se identifique con haber sido rechazado por una idea preconcebida de su persona, valorada por su exterior y no su interior, y/o que tiene que abrirse oportunidades a contracorriente.

En suma, la narrativa hace explícito que el mundo sigue acostumbrado a catalogar, a clasificar, para discriminar y rechazar en función de prejuicios, en lugar de conocer, escuchar, dialogar y aprender del prójimo, especialmente aquel que es diferente. En ese sentido, tal vez la autoconfianza, la valentía y la disposición abierta y solidaria que vemos en Elle, sea el mejor remedio, y ejemplo a seguir, para cambiar los ‘incorrectos’ que plagan el mundo.

Ficha técnica: Legalmente rubia - Legally Blonde

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