@@CLIMA@@

Lejos del mundanal ruido

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

La oportunidad la pintan calva, es un dicho muy antiguo para referir a que cuando se presentan circunstancias favorables para realizar algo, se deben aprovecharlas sin demora, porque si la vemos pasar, literalmente no hay manera de “tomarla por los cabellos”, es decir se escapará y seguramente no regresará. Significa que las oportunidades hay que saber aprovecharlas, porque las decisiones incorrectas y los escenarios desperdiciados también van marcando el destino de nuestras propias vidas. Encontrarse con un momento oportuno, reconocerlo como favorable, valorar lo que sucede, cómo sucede y cuándo está sucediendo, tener presente las circunstancias ideales y convenientes para un propósito específico, requiere saber leer el mundo circundante, los acontecimientos cotidianos y, sobre todo, conciencia de lo que realmente se desea e importa. Saber reconocer una oportunidad es tan importante como aprovecharla, pues implica decisión pero también capacidad de análisis y, por ende, preparación, disposición al cambio y habilidad de adaptación.

Si las decisiones forjan el camino del hombre, las oportunidades son parte importante del proceso de crecimiento y madurez, porque van delineando ese camino. Un ejemplo claro de ello lo vemos en Bathsheba Everdene, la protagonista de Lejos del mundanal ruido (Estados Unidos-Reino Unido, 2015), cinta dirigida por Thomas Vinterberg y escrita por David Nicholls, cuyo guión se construye a partir de la novela literaria homónima, de 1874, de Thomas Hardy. Protagonizada por Carey Mulligan, Matthias Schoenaerts, Michael Sheen, Tom Sturridge y Juno Temple, la historia se ambienta en 1870, en Gran Bretaña. Bathsheba es una joven que trabaja en la granja de su tía, en Dorset, y eventualmente hereda la propiedad. El nuevo papel que asume, como dueña y persona a cargo, la coloca en otro tipo de situación, tanto social como personal. Evita centrarse en buscar marido, como otras jóvenes en aquella época, dado que hereda no sólo un estatus, sino la responsabilidad de sacar adelante el negocio de venta de grano para mantener la granja y a las personas que habitan ahí, así que en contrario a lo que la mayoría de las jóvenes en su contexto hacen, centradas quizá en las fiestas, el cortejo, la socialización y la diversión, ella se enfoca en las actividades administrativas y de alguna forma empresariales que su nuevo papel conlleva, algo que algunos hombres a su alrededor no ven muy propios de una dama.

Pese a todo, o por eso mismo, llama la atención del pastor Gabriel Oak, quien le pide matrimonio. Bathsheba lo rechaza, asegurándole que su naturaleza es demasiado independiente como para cumplir con las que cree son las expectativas de él, de una esposa que funja como compañía y se haga cargo de su hogar. Más tarde Oak pierde todo su patrimonio cuando sus ovejas mueren y termina trabajando para ella en la granja, lo que lo empuja a dejar de cortejarla, por el hecho de saberse su ‘empleado’, no su ‘igual’. Las barreras sociales, determinadas por el nivel socioeconómico, se convierten en factores determinantes que guían una decisión que en principio podría pensarse debe ser sólo afectiva, situación que sin duda no opera en el mundo mercantil propio de la Inglaterra del siglo XlX, pero tampoco en el actual, en donde, a pesar de la liberación sexual, la lucha por la equidad, la incorporación de la mujer al mercado laboral y la integración racial, subsiste la consideración del matrimonio por conveniencia y el menosprecio hacia las mujeres.

En otro momento la protagonista recibe otra petición de mano, esta vez de su vecino William Boldwood, un hombre maduro y bien posicionado, petición de alguna manera inducida por la propia Everdene, pues a manera de “juego” le envía una tarjeta amistosa, sin meditar las consecuencias que dicha acción provocarían en un hombre solitario. En este caso también su actitud es de rechazo porque igualmente Bathsheba cree que el pretendiente busca a alguien que esté a su lado, que lo cuide, no que trabaje a su lado.

Parte de la problemática en ambas relaciones proviene del contexto y entendimiento social. “Odiaría ser propiedad de un hombre”, dice la protagonista. La mujer, en aquella época conservadora, en general solía acatar, obedecer, no decidir, ni trabajar, situación “indigna” a la que se llegaba sólo si no tenía otra opción. En ese entonces, en la llamada época victoriana, caracterizada por una moral que reprimía cualquier manifestación sexual en público y a la mujer se le consideraba en esencia propiedad del hombre de la familia, se encontraban en mejor posición social aquellas damas que provenían de familias con medios propios, cuyas padres o tutores se preocupaban casi exclusivamente por la persona con quien casarlas. Pero como dueña de una propiedad, Bathsheba encuentra que no necesita el refugio o protección de un ‘esposo’, lo que le viene bien dado su espíritu en efecto independiente, activo, propositivo y decidido. El problema es hasta qué punto este anhelo por su libertad choca con su propio orgullo y qué tanto está dispuesta a perder, ya sea por sus convicciones o por su testarudez (y si es que se da cuenta de ello).

La joven actúa con honestidad y trabaja duro por sacar adelante la granja y proveer tanto a la propiedad como a sus trabajadores, sin embargo, esto no puede no ser visto sino como amenazante para ciertas personas a su alrededor, especialmente por aquellos acostumbrados a cortejar mujeres que han sido educadas para cumplir, para ser sumisas; pensamiento conservador que además, muchos hombres y mujeres no se atreven a cuestionar o cambiar. A pesar de ello la joven sale adelante, pero se ve afectada por los prejuicios, incluyendo, y sobre todo, el suyo propio, que impacta en un actuar a veces infantil, a veces necio, reiteradamente presuntuoso, que necesita aprender tanto de solidaridad como de humildad. Oak le asegura en su momento que no le interesa alguien sumiso y callado, pero al perderlo todo, entiende también que no tiene nada que ofrecerle con lo que construir una vida juntos y es imposible para él insistir en pedirle casarse, cuando no tiene nada con qué proveer el sustento familiar, incluso, si ella tiene medios suficientes, pues igualmente la sociedad lo juzgaría con dureza.

Boldwood no es muy diferente, aunque parezca actuar por razones distintas. El hombre, exitoso y sin necesidad de más propiedades o ingresos, no busca a Bathsheba con interés en su dinero, pero tampoco la busca porque quiera a una mujer que se mantenga en casa, en el rol tradicional que asume y enseña la sociedad (de ese entonces); al contrario, el hombre parece admirar las agallas y decisión de la joven y es por eso que la mira, porque sabe que le favorece (en más de un sentido) alguien que pueda tomar las riendas de su propio futuro si llegara a ser necesario. Boldwood no se fija en las presiones sociales por la experiencia de vida que le respalda y aprecia a Bathsheba por ser la excepción a la regla, por su vivacidad, pero también por el potencial afecto que pueda surgir entre ellos, ofreciendo algo que sabe que ella no tiene: estabilidad emocional y financiera.

Bathsheba no obstante, aunque fuerte de carácter y recta en sus valores y proceder, adolece en muchos ámbitos sociales, pues por todo lo apegada, dedicada y responsable que es a su negocio, demostrando carácter, carece de experiencias personales y de relaciones con el sexo opuesto, así que tropieza cuando alguien apela no a la lógica, sino a sus sentimientos. Desacostumbrada al cortejo, se encuentra indefensa ante los avances de alguien con dotes de seducción. Su vulnerabilidad afectiva en términos amorosos y sexuales la convierte en víctima propicia para las pretensiones de un “don Juan” en potencia. Así, ella rechaza a Oak y a Boldwood porque analiza racionalmente lo que la potencial unión significa, pero no actúa igual ante el sargento Frank Troy, quien despechado por lo que cree un rechazo amoroso de su novia Fanny (percepción errónea porque en realidad no llegó el día de la boda a su compromiso, porque se confundió de iglesia), se acerca a Bathsheba con pretensiones de conquista amorosa, conociendo bien cómo seducir y sacar provecho de la debilidad de ella, de su inexperiencia, de su necesidad de amor.

Frank no está enamorado, sólo aprovecha la oportunidad, especialmente cuando ve que puede explotar la situación a su favor, casándose con una mujer con propiedades y dinero, a quien eventualmente manipular. Bathsheba se da cuenta demasiado tarde de ello, pese a las advertencias de Oak, quien, a diferencia de Frank, cuenta con el carácter y la disposición para ayudar y hacer, en lugar de delegar o evitar responsabilidades, que es lo que hace el militar, un hombre de familia bien posicionada que, por tanto, nunca ha tenido que esforzarse por obtener algún logro ni por procurar el sustento. Está acostumbrado a gastar, a derrochar, no a administrar, menos a trabajar.

Cuando Frank finge su suicidio, tras la muerte de su exnovia Fanny, embarazada de un hijo suyo y a quien encuentra ya estando casado, Boldwood presenta a Bathsheba una nueva propuesta de matrimonio, justo para superar el estado de viuda y en esta ocasión visto más como una transacción que como una relación de amor, pero basada no en el aprovechamiento del otro, sino en obtener ambos beneficio de la unión. Bathsheba duda, porque sabe que se trata más de un matrimonio visto como un contrato, algo que había querido hasta ahora evitar, pensando que su situación social le daba ciertas libertades respecto al tema; casarse enamorada sí, pero no porque sea una necesidad o una obligación, sino libre de la obligación por compromiso.

En su momento no entiende que el matrimonio no debe significar ataduras y dependencia, pero sí debe ser entendido como una relación de apoyo mutuo y oportunidad de crecimiento, para ambos. Bathsheba no tiene que sacrificar su independencia ni tiene que ceder ante el otro, pero tampoco puede ni debe enfrentar siempre el mundo sola, porque entonces nunca crecerá, personal y emocionalmente hablando. La propuesta de un hombre estable, prospero, maduro, le ofrece respetabilidad, comodidad y respaldo financiero. ¿Pero le ofrece amor y el afecto que ella espera?

Sabiendo su error con Frank e insegura por lo que pueda aportar a Boldwood, a quien quizá ve más como una figura paterna que como un amante, Bathsheba entiende que para no estancarse, que para ser feliz necesita a una persona en el mismo nivel que ella, tanto intelectual como emocionalmente, afectivo pero también de carácter firme; alguien de quien aprender y no depender, pero que por eso mismo pueda darle espacio para desarrollarse. En este caso, ese es Oak, un hombre que se esfuerza por alcanzar lo que quiere y que ha optado siempre por decirle las cosas crítica pero constructivamente.

Las oportunidades están ahí, sólo que no siempre saben reconocerse. Lo importante es sopesar, decidir, actuar y afrontar. Hay quien piensa que las oportunidades llegan, otros creen que se crean; en cualquiera de los casos, no valen nada sin decisión y ésta no existe si no se asume la importancia y responsabilidad de conocer, entender y enfrentar la situación. Responder asertiva y oportunamente ante las circunstancias o, en su caso, reconocer no haberla identificado desde un principio y corregir o rectificar lo hecho, para abrir nuevamente las oportunidades de superación y desarrollo. Afortunadamente, como sucede a Bathsheba, también existen las segundas oportunidades, en las que, igual que acontece en la vida de ella, se enfrentan retos aún más grandes y difíciles, que incluyen, además de adaptación y cambio, reconocer con humildad las equivocaciones del pasado, algo que, por ejemplo, ella logra, pero Frank no, resultando en destinos, forjados por ellos mismos, muy distintos para cada cual.

Fucha técnica: Lejos del mundanal ruido - Far from the Madding Crowd

Fotos más vistas en 15 días