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Sin amor

César Garza

“La mejor y más eficiente farmacia está dentro de tu propio sistema”

Robert C Peale

 

  Te gusta la música, casi todos los géneros, aunque sin duda el rock es lo tuyo, te metes a un antro y te embriagas de Floyd, Zeppelin y Doors, después, mientras caminas por la calle de Humboldt, te encuentras a un hombre tirado en la banqueta, te acercas por si necesita ayuda, pero no, está profundamente dormido, vestido del fracaso de esta ciudad, te llama la atención que tiene un libro abierto sobre su pecho, lo tomas, “Plegarias de un inquilino” de Fadanelli. Un indigente lector, la literatura al rescate del hombre.  Que le puede pedir este Bukowsky mexicano a su ciudad, piensas, ¿importarle a alguien?, tal vez.

  Por todos lados hay indigentes, de acuerdo a la RAE son aquellos que no cuentan con los medios para alimentarse o vestirse, es decir, necesidades básicas que toda sociedad debería defender, y asegurar.

  Algunos pudieran pensar que pueden acceder a subsidios del gobierno, pero hasta para ello hay que existir en algún papel, un acta, una credencial, digo, asegurar el voto también es importante, ellos, los indigentes, también son invisibles para el sistema.

  Recuerdo una charla que tuve con unos amigos los primeros meses del 2020, cuando el COVID atacaba ferozmente a la Italia de Mattarella, las noticias que llegaban a México eran alarmantes, muchos infectados, muchos muertos, en lo particular yo tenía en ese momento un interés personal en los pueblos de la toscana, recuerdo que hablamos de que pasaba con los indigentes, no había noticias de que los desprotegidos estuvieran sucumbiendo al bicho, cuando el COVID llegó a México, me da la impresión que pasó lo mismo. En esa charla, concluíamos que los indigentes, dado su estilo de vida, tenían un sistema inmunológico fuerte.

  La mejor manera de someter a una enfermedad es tener la fortaleza personal para vencerla.

  Otro aspecto que bajo la circunstancia COVID ha beneficiado a este grupo, es el de la distancia social, el resto de la población nos encargamos de asegurarla, los evitamos, como si fueran peligrosos, paradójicamente eso ha ayudado a mantenerlos a salvo de contagios, el bicho lo portamos los demás, los que tenemos INE, los importantes, los que usamos cubrebocas y nos aseamos todos los días.

  La calle es su hogar, saben que hay que evitar molestar demasiado a los vecinos, pues la fuerza pública solo necesita un pretexto, y unas monedas, claro, para echarlos.

  Son seres al margen del sistema, sus preocupaciones son primarias, tener algo que comer, algo que vestir para soportar el frío de la noche, en ocasiones algunas monedas para un poco de alcohol, o de algún solvente, hay químicos que matan el hambre.

  Están ahí, viven ahí, deambulan y, sin embargo, son invisibles, en su andar no hay aspiraciones, ni planes, ni esperanza. Muchas veces se encuentran, se reconocen, se aceptan, tienen sus rituales, comparten sus miedos, sus experiencias de calle y sin duda la indiferencia o hasta el desprecio de todos, eso los unifica, les da sentido de pertenencia a un grupo, aunque sea el de los olvidados.

  Después de un rato, el lector de la calle Humboldt se levanta, toma su libro y lo guarda en una bolsa, decides seguirlo guardando una sana distancia, camina dos o tres cuadras, estás a punto de retirarte a casa cuando ves que se detiene, despierta a una chica que dormía en el rellano de un negocio, charla con ella, saca algo de la misma bolsa donde se encuentra el Fadanelli y lo comen juntos, se recuestan, se cobijan, se acurrucan, intercambian caricias, besos, fluidos, si, el amor en una de sus facetas, ese que les negamos todos y cada uno de nosotros, todos los días.

https://www.youtube.com/watch?v=_QTDZmE_mN4

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