El pasado 16 de febrero el Centro Nacional de Control del Gas Natural (CENAGAS) declaró una alerta crítica por escasez de gas natural, misma a la que unos días después, es decir el 20 febrero, puso fin. Recordemos que todo esto fue a raíz de los fríos extremos en los que se vio envuelto el Estado de Texas, quien es el mayor productor del combustible que se consume en México.
En resumen, el vecino gringo decidió que, a consecuencia de sus inclemencias, los beneficiarios del gas producido en Texas sería para consumo de sus habitantes y no para quienes lo consumen desde siempre al importarlo, pidiendo así a los productores exportar la mínima cantidad posible a nuestro país.
Claro quedaba que esta medida aplicaría sólo por unos días en lo que el temporal pasaba, o al menos eso me dictaba la razón. Sin embargo, parece que la pandemia no nos ha enseñado nada y, de la mano de las primeras declaraciones del gobierno federal, así como de la titular de la Secretaría de Economía, Tatiana Clouthier, quienes se encargaron de generar un ambiente de preocupación, las compras de pánico no se hicieron esperar.
Tal y como ocurrió con el desabasto de papel higiénico, cuando se veían estantes vacíos en todos los centros comerciales en donde se exhibía este producto de primera necesidad, ahora se hicieron notar las interminables filas de quienes, sin necesidad aún de llenar su tanque de gas, estaban formados para ‘prevenir’ el desabasto que supuestamente existiría en días (incluso semanas) posteriores.
Cierto es que durante el inicio de la semana pasada todos los empresarios estaban con el suspiro ahogado, rezando para que en el área en donde se encuentran sus instalaciones operativas, un apagón de los que se vieron en los estados de Nuevo León y Coahuila no sucediera, afectando así sus ingresos. El desabasto parecía generalizado: internet, luz, agua y para acabar… gas.
Incluso la Federación decidió de manera unilateral que las empresas que necesitaran trabajar con gas natural sufrirían primero el desabasto, cortando así sus suministros para que la población pudiera contar con tan valioso hidrocarburo en sus hogares. Y sí, nadie duda que en el sector empresarial las pérdidas fueron millonarias debido a esta contingencia meteorológica suscitada en el país vecino y que también golpeó bastante fuerte a la región, pero a nivel personal, volvimos a las andadas; hacer compras innecesarias dejando sin oportunidad de conseguir un servicio a muchos que lo necesitaban más.
Las horas que pasaba la gente en las interminables filas en medio del frío para llenar los tanques que en su mayoría estaban ‘a la mitad’, parecían no pesar. Y quienes realmente necesitaban el gas para poder calentar su hogar por medio de un calentador, sufrían las consecuencias.
Hoy eso ya es cosa del pasado, las gaseras siguen operando con normalidad, la escasez al parecer fue ficticia (por lo menos para las casas habitación) y las filas han desaparecido. Ah, pero eso sí, los compradores de pánico con el tanque lleno en su casa cuando realmente no lo necesitaban.
Tal parece que no aprendemos y que preferimos acaparar lo que sea, olvidando al prójimo, para solventar una necesidad propia que no existe y es ahí donde estamos mal. Claro queda que preferimos el ‘haz el mal, sin mirar a cuál’, que el ‘haz el bien, sin mirar a quién’. Y pues así no se puede.
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