“Aprender no es prepararse para la vida, aprender es la vida misma.”
John Dewey
Cumples sesenta, ya estás ruco a entender de muchos, incluyendo al gobierno de México; cuando ibas a la universidad, observabas a tu alrededor y calculabas las edades de quienes te rodeaban, padres y madres que iban a sus trabajos, imaginabas sus habilidades, oficinistas, porteros, plomeros, ingenieros, ayudantes y tratabas de ubicarte en medio de todos ellos, ¿dónde estabas?, eras sin duda de los más jóvenes, estudiabas en aquel tiempo los principios de la máquina eléctrica, en ese entonces no sabías si aquello te serviría de alguna manera en tu vida, si lo hizo, por suerte. Tendrías 20, a lo sumo, hoy 40 años después, repites el ejercicio, definitivamente pasaste al otro lado de la curva normal, eres el más viejo del vagón, las habilidades que comenzaste a desarrollar en la escuela ya fueron probadas en la vida que define el sistema, ahora, pretendes cultivar las importantes.
¿Cómo quieres celebrar tus sesenta?, te preguntó tu mujer; después de pensarlo detenidamente unos días, le respondes, quieres ver el amanecer mientras te bañas en el mar, en el campamento de tortugas Sandy Turtle, para ello habrás de pasar la noche ahí, además quieres ir caminando, son 17 kilómetros desde tu casa, si, eso quieres hacer.
Ya estás aquí, tal como lo visualizaste, la noche es espectacular, por suerte despejada, cientos de miles de estrellas parecen observarte, lo hacen desde distancias tan lejanas que, si algún observador de los muchos de los sistemas planetarios que las circundan pudiera verte, sería un ser del futuro. Eres nada, insignificante en el basto universo, en la vida de nuestro planeta, en la historia de la humanidad.
Hoy estás aquí, frente al mar, ese que baña las costas de Mahahual y que has adoptado como casa por el momento, aún es de noche, la ausencia de luz te lleva a un estado de contemplación dónde el sonido del océano y el viento que lo acaricia lo describen, hay algunos reflejos donde las olas rompen, pero en general la masa móvil es oscura, sientes su poder.
Te quitas el short, hace 60 años tu madre estaba por parir, hoy, harás un viaje de regreso al estado del agua, ese que te cuidó durante los nueve meses de tu gestación, por eso debes entrar desnudo, sin barreras, reencontrarte con el seno materno, de tu madre, Teresa, la tierra.
Piensas en la fuerza del ritual del bautismo, la purificación que trae consigo el agua, ese elemento que los antiguos reconocieron como primigenio, junto con la tierra, el fuego y tu eterno amigo el viento, si, cada momento puede ser de renovación, de aprendizaje.
Avanzas, a pesar de la noche y de la temporada, el agua está tibia, una bendición del caribe mexicano, las sientes en tus pies, va y viene, tu punto de apoyo se mueve producto del oleaje, entras poco a poco, muchas de las mejores experiencias de la vida se disfrutan en cámara lenta, con tus sentidos despiertos. El agua baña tus pantorrillas, tus genitales, tu pecho, tomas una gran bocanada de aire y te sumerges, la visibilidad es nula bajo el agua, emerges, llenas de nuevo de aire tus pulmones mientras tratas de mantener una plancha horizontal, las piernas te reclaman un poco la caminata de ayer, miras al cielo, la vista es alucinante, te encuentras solo, entre el océano y las estrellas, eres afortunado, estás en el horizonte del negro océano marino y el estelar, la infinitud te rodea, eres nada, pero también eres parte de todo, agradeces, el estar aquí y ahora, en plenitud.
El sol despierta, el paso de las estrellas a la invisibilidad lo delata, es una lástima que la luz del nuestro sol termine por desaparecer al resto de los suyos, supones que ese mismo efecto se presenta con las creencias, con los ideales, la influencia a la que estamos expuestos puede ser tan fuerte que termina por opacar al resto de las posibilidades, aunque sean verdaderas.
Ahora, en el primer amanecer de tus sesenta esperas a tu sol, ese que tomó las dimensiones de Dios y que ha sido venerado por muchas de las culturas que han pisado este planeta, el agua te llega al pecho, tratas de mantener el equilibrio ante el embate del suave oleaje, si, ahí viene, emerge, se muestra, aunque sabes que lo que ves ahora es el astro que existió de hace 8 minutos, y ni siquiera eso, esta primera imagen responde a la curvatura de la luz producto de la atracción gravitacional de nuestro planeta, una ilusión, una hermosa ilusión.
Una nube se interpone, eso permite que sigas encarándolo, pones una pierna delante y otra detrás, endureces tu abdomen, tratas de mantener la estructura mientras realizas un ejercicio de Chi Kung, lanzas tu mano derecha al frente en un movimiento elíptico que regresa a ti solo para volverse a ir en un ciclo sin fin, tus piernas hacen lo propio, suben y bajan buscando armonizar todo el conjunto, piernas, brazos, respiración, olas; Cuando una ola golpea demasiado fuerte, buscas moverte en una pieza, manteniendo la espalda recta, una pierna delante y otra atrás, como aquellos soldaditos con los que jugabas cuando eras niño, inamovibles, al volver a pisar fondo de nuevo buscas retomar el movimiento armónico, adelanta, atrás, arriba, abajo, respiras, exhalas, cierras los ojos, estas en paz, la nube se va, es ahí, cuando el sol golpea tu rostro que regresas, te sientes vivo, agradeces, una vez más.