Cyrano de Bergerac (1619-1655) fue un poeta, dramaturgo y pensador francés mejor conocido, no por sus propias obras, sino porque su vida inspiró la obra de teatro que lleva su nombre, escrita por el también poeta y dramaturgo francés, Edmond Rostand (1868-1918).
La obra en cinco actos se ambienta en el siglo XIX y narra las aventuras de Cyrano, un soldado y poeta enamorado de la bella Roxanne, de quien teme ser rechazado por el que considera un defecto físico que, cree, lo hace ver ridículo: su enorme nariz. Roxanne, a su vez, está enamorada de Christian, un cadete de soldado quien, al corresponderle, acepta escribirle cartas de amor; pero al no saber cómo hacerlo, cómo expresarse, Cyrano se ofrece a escribirlas por él.
Roxanne se enamora así de la persona detrás de la pluma, del poeta y su habilidad con la palabra escrita, de sus ideas poéticas de amor y romance y de la forma como se expresa a través de ellas. El problema es que en realidad no son de su amado Christian, sino de su amigo Cyrano, a quien, como desconoce que él está enamorado de ella, convierte en su confidente sobre su devoción al otro, lo que causa un dolor todavía más profundo en el desdichado Cyrano.
La obra ha sido varias veces adaptada a la cinematografía; la más reciente versión es el musical titulado Cyrano (EUA-Canadá-Reino Unido, 2021), película dirigida por Joe Wright y escrita por Erica Schmidt, a partir de la adaptación musical que ya había hecho ella misma para el escenario, a partir del trabajo de Rostand. La cinta está protagonizada por Peter Dinklage, Haley Bennett, Kelvin Harrison, Ben Mendelsohn, Bashir Salahuddin y Monica Dolan. En esta versión, el distintivo que hace a Cyrano ‘diferente’ no es su larga nariz, sino su enanismo, un cambio interesante y significativo en la historia pero que no altera la esencia de la obra ni su mensaje, pues la idea de que la nariz prominente de Cyrano le hace sentir inseguro y dudoso de sí mismo por su físico, igualmente rechazado y apartado por aquello que lo hace único, bien se acomoda a la adaptación que aquí se aborda, sin perder los temas centrales de la obra: el prejuicio, las inseguridades o la presión por cumplir estándares sociales.
Cyrano es un hombre valiente con la espada, que sobresale como soldado dado el tiempo de guerra en que vive; sin embargo, se siente señalado y humillado, directa e indirectamente, por aquel rasgo físico que lo hace diferente, enfatizando así una reflexión sobre el rechazo a las minorías, el repudio hacia a aquel que piensa o se ve distinto al promedio, la realidad elitista marcada por los estándares de belleza y hasta las expectativas de vida trazadas según los parámetros sociales, sea por ejemplo la posición socioeconómica, la ubicación en las clases sociales, el peso del renombre o apellido de una familia en una sociedad piramidal, e incluso el puesto y conocimiento que se demuestra dentro del lugar en que las personas se desenvuelven, profesionalmente hablando.
Roxanne en la película es una mujer soñadora en busca del amor, no porque sea ingenua, sino porque anhela respeto y reciprocidad, algo que no ve en su contexto ni potencial futuro, al saberse forzada a un casamiento por conveniencia si quiere forjarse un futuro más o menos estable, con un hombre rico y distante: el Duque De Guiche, quien la pretende. La joven es pobre y debe aceptar los halagos y favores de los hombres, pero no forzosamente por mera vanidad sino por necesidad, dado que vive en una época en que la mujer es minimizada, relegada a su papel de madre, esposa, amante y/o compañía, nada más.
Este panorama no la estimula, ni personal no socialmente; tampoco contribuye a su crecimiento intelectual. Roxanne aspira a más, porque su mundo y su visión son más que vestimenta, relaciones sociales, plática banal, fiestas y lujos. Si mira el romance como opción de crecimiento y libertad, mira también la vida como una oportunidad y no como una limitación; lo mismo puede decirse de lo que piensa de su papel como mujer y como artista, ávida de aprender de la palabra escrita y poética, o su declamación.
Ella y Cyrano son dos víctimas cortadas de la misma tela, personas juzgadas por el estereotipo, percibidas y valoradas sólo por su aspecto físico. Su forma de expresión es el arte pues sólo a través de las palabras se les permiten vivir y soñar, en un ideal que imaginan, pero creen imposible, convirtiendo esta realidad en su propio peor enemigo. Qué los detiene sino la inseguridad para desafiar el estatus quo y el orden socialmente aceptado.
La diferencia entre ambos es el trato hacia ellos, surgido precisamente del estereotipo de belleza y lo que esto conlleva. ¿No se sentiría Roxanne en una prisión de cristal, si siente que sólo es aceptada y valorada porque es considerada como alguien físicamente hermosa? ¿Quién valora su interior, si lo único que ve y le interesa al mundo es su exterior?
La historia llega así a tocar un mensaje sobre aceptación y respeto, pero más enfáticamente, del prejuicio y los estándares sociales, de cubrir expectativas y moldearse según los cánones culturalmente aceptados. La gente trata a los demás según las primeras impresiones, según su imagen externa. Es tratar al otro a partir de la banalidad, de la superficialidad, pero ésta es la realidad del mundo que incluso en la actualidad sigue siendo así, una sociedad que promueve y celebra la trivialidad, porque alimenta la frivolidad a través de sus mecanismos de socialización.
Hay que comprender que Cyrano siente lo que siente y piensa lo que piensa porque esa es la realidad social que persiste en su entorno y que genera una presión social que lo incapacita, no literalmente, pero sí en muchos sentidos, impactando en su socialización, autoconfianza y crecimiento personal.
El rasgo físico que lo caracteriza se topa con el estándar tradicional de belleza que lo hace saberse diferente. Pero quién dicta este estándar de belleza, sino el exclusivo colectivo que administra el orden social. Cyrano es un hombre inteligente y valiente, hábil como poeta y apto como soldado, pero siente que nada de esto lo define, aunque lo represente, porque la fijación está centrada en su enanismo (su nariz grande, en la obra original) y siente que esto ocasiona un desprecio general hacia su persona.
Cómo saberse estimado, si el mundo en general no lo aprecia por quien es, sino por aquella imagen burda que se forjan de él y que construyen a partir de una sola característica o rasgo de su persona. Roxanne no lo aleja, pero no lo mira como un potencial enamorado, porque de alguna forma también lo encasilla, no porque lo discrimine y lo excluya, sino porque Cyrano está tan marcado por ese trato que lo segrega y margina, que él mismo se excluye solo.
Ella se enamora de las palabras que su amigo escribe en sus cartas por su forma de expresión, hábil con la retórica, el verso y la lírica, elocuente e ingeniosa, dicen los personajes, hablando de la escritura como forma de expresión, comunicación y reflexión, armónica y bella en lo que dice y cómo lo dice. El problema aquí es que Roxanne las asume frases ideadas por Christian, a quien coloca entonces en un pedestal, cegada igualmente por las apariencias, por la ilusión. “Tú me harás guapo”, le dice Cyrano a Christian cuando le propone escribir él las cartas a Roxanne, que luego el cadete firmará con su nombre.
La idea tras esta mentira, la careta que disfraza la realidad, habla de la errónea sensación de que el arte, la palabra y la poesía, nunca podrán ser tan bellas como el físico; no porque no lo sean, sino porque no son apreciadas en el mismo grado o nivel de valoración que aquello sí atesorado por la sociedad, la idea de perfección, la belleza física. Roxanne se enamora de Christian a primera vista por su atractivo, el problema es ese ‘a primera vista’ en la superficie, pues se enamora de alguien a quien no conoce y luego se hace a una idea de quién es, basándose en cómo se expresa. La atrae por su idea de bello pero se enamora por las palabras, que no son de quien piensa.
Llega entonces a conocer a fondo al autor de las cartas, según como escribe, se comunica y piensa, pues en la escritura queda plasmada la forma del autor de entender su vida, su realidad y su pensamiento; el problema es que Roxanne se enamora de una careta, de una fachada, de un prestanombres, que es lo que Christian viene siendo para Cyrano, y entonces Roxanne nunca conoce realmente quién es Christian, más allá de su exterior. Paradójicamente esto es también lo que a fin de cuentas mucha gente hace con ella: catalogarla a partir de las apariencias, no de su forma de ser en realidad.
“No son digno de ella”, insiste Cyrano cuando le confiesa a su amigo Le Bret sus sentimientos hacia Roxanne. Aquel argumenta, con lógica y razón, que Cyrano juzga a la joven injustamente, es decir, de la misma manera que hacen con él: subestimándola. Él asume que Roxanne lo rechazaría de enterarse que él la ama, pero Le Bret considera que con esta aseveración Cyrano está decidiendo por ella y catalogándola como persona banal, interesada sólo en el físico, el dinero y la intrascendencia, en el amor trivial y la relación pasajera, cimentada en la vanidad de su propio ser. Cómo sabría Cyrano que Roxanne no podría amarlo si no le pregunta, si no le permite decidir, sopesar y considerar por cuenta propia.
Ella siente y piensa, decide y elige por sí misma, según sus experiencias, valores y sentimientos. Si él piensa que ella lo rechazará, por cualquier motivo o razón que imagine será su argumento, ya la está descalificando. “Ella podría amarte por quien eres”, le dice Le Bret; tal sería la epítome de respeto y aceptación. No juzgar al libro por su portada, dice el dicho, pero también valorar a las personas más allá de la idea preconcebida sobre ellos; por sus defectos y virtudes, por su esencia y no sólo ese lienzo exterior que bien puede convertirse en un muro, impuesto por otros o autoimpuesto.
Esa crítica constante hace que Cyrano se sienta definido por su estatura y nada más. Ello hace que se asuma como alguien físicamente feo, alguien a quien es imposible amar. La limitante es escoger esa verdad trunca y disfrazada; es elegir ver solamente la superficie de los demás, pero al mismo tiempo, es mostrar uno mismo sólo una faceta que no refleje la complejidad de quien realmente se es. Se prioriza entonces esa pose que carga con la verdad a medias, se elige por miedo a ser juzgado o rechazado. El resultado es aislamiento y soledad; una situación constante en un mundo plagado de filtros y distanciamiento humano (más que físico, emocional).
En la historia, la forma de combatirlo, de superarlo, es el arte, la escritura y en el fondo la comunicación; no sólo es el ingenio para expresarse, o la elocuencia como Cyrano lo explica, sino en general la disposición para hacerlo, para observar, percibir, deducir y analizar, para imaginar y lograr empatía. Al final, dentro de la película, lo que permite a los personajes principales establecer una conexión significativa, es cuando se deshacen de la engañosa falsedad, de la verdad a medias, para dar paso a la autenticidad.
Ficha técnica: Cyrano