Presa se refiere a aquel animal que es cazado y, por ende, considerado inferior, porque en el ciclo natural de la vida, si es atrapado, es porque es más débil que el otro. Ambos cumplen, no obstante, una función dentro de la cadena alimenticia y también en lo que se desprende de estos ciclos de vida, que tienen su eco en el proceso de sobrevivencia y reproducción de las especies, en su desarrollo y evolución, hasta en el impacto ambiental en el hábitat de los diversos seres vivos.
En cualquier momento un depredador puede convertirse en presa de otro animal más ágil y más fuerte que él y, en determinadas circunstancias, seres que ejercen dominio en ciertos ambientes, pueden sufrir por la resistencia de otras especies o por la modificación de elementos naturales en cualquier espacio; así es el orden natural de las cosas. En esta ‘ley de la selva’, la del mundo animal, aplica la ley del más fuerte, que dicta que rige aquel con más poder de dominio. Quién se come a quién y cómo es que la naturaleza y su ambiente dan las herramientas para sobrevivir, es parte del enigma de la evolución.
Trasladado al terreno social, la dinámica cazador-presa tiene que ver con dominio, fuerza y poder; pero conseguirlo no es algo que se logre siempre con fuerza física; es decir, no gana forzosamente aquel más grande o con más músculos, sino quien entra al juego con sentido de competitividad, con una mentalidad con estrategia, con astucia, apostando a ganar, pero no por suerte, sino con audacia, iniciativa y sutileza. Esto implica técnica, inteligencia, planificación, lógica y método. No sirve actuar con impulsividad ni querer superar la fuerza del otro, sino analizar el panorama y reconocer tanto los puntos débiles del contrincante como los fuertes propios. Entonces, la presa se convierte en el cazador en el momento en que este subestima a su oponente, fallando en detectar el plan del adversario y cómo le sería posible convertir sus debilidades en fortalezas.
La idea es la base sobre la que se construye el relato de la película Depredador: La Presa (EUA, 2022), una película que funge como precuela de la saga Depredador y que se ambienta en la Nación Comanche en el año 1719, en territorios de los hoy Estados Unidos de Norteamérica. La protagonista es Naru, una joven guerrera y cazadora, con suficiente conocimiento y agilidad en su área, además de otros saberes, como por ejemplo, en medicina, conocimiento que descubre y estudia por iniciativa propia. Sin embargo, ella es subestimada por sus similares, por mera inercia o predisposición socio-cultural, especialmente los hombres, que no la creen capaz de poder salir al mundo salvaje para pelear, rastrear y cazar como ellos.
Ante la presencia de un puma que acecha su comunidad, Taabe, el mejor cazador, le ofrece a su hermana la oportunidad de salir con el grupo. Él sabe que Naru es capaz, porque la conoce, entiende su frustración y reconoce que hay muchas habilidades y fortalezas en ella; no obstante, viven en un mundo en el que si ella no demuestra que es capaz, o de lo que es capaz, con fortaleza, no sólo física sino también mental, el mundo continuará menospreciándola y sus compañeros rechazándola.
Viven aún en un mundo ‘salvaje’, donde el respeto se gana con logros, en donde el conocimiento y la sagacidad se consideran herramientas o saberes ‘secundarios’ pese a que, como Naru demuestra a lo largo de su recorrido, son vitales no sólo para la supervivencia sino también para la evolución. Qué sería del mundo si todo fuera impulsividad y guerra; si todos los conflictos se resolvieran invadiendo al enemigo o exterminándolo y la única respuesta que conocieran las personas fuera el conflicto y el enfrentamiento.
La reflexión importante aquí es notar cómo este escenario ‘primitivo’, salvaje, no deja de ser la base sobre la que se guían muchas personas y grupos en la actualidad, donde dirigentes o líderes en muchas ocasiones sólo ven el poder tras su posición en la escala piramidal y la necesidad de mantenerlo a través del enfrentamiento, la destrucción o aniquilación de todo aquel que se considera un ‘obstáculo’ o un enemigo; la minoría ‘débil’.
En el caso de la película, el personaje así percibido es Naru, pero, una vez que tiene la oportunidad de salir con los demás cazadores de su tribu, es la única que con observación y habilidad de deducción nota que el puma es el menor de los problemas que acechan. Los animales salvajes atacan por instinto porque es su naturaleza, pero esta misma respuesta instintiva agresiva parece ser el motor de, por ejemplo, un grupo de colonizadores que están ahí para arrasar, destruir, apropiarse, desplazar y exterminar.
Finalmente, también está la presencia de un extraño ser extraterrestre, un Depredador, que pone a Naru en alerta, pues ella detecta el peligro que representa la superioridad de esta criatura que, aunque no conoce, reconoce peligrosa no sólo por su fuerza y su tamaño, sino por la estrategia que denotan sus movimientos y la ventaja tecnológica y de armamento que tiene. Ella percibe la amenaza como algo desconocido y poderoso, cuando sus compañeros de caza se obsesionan con el animal que suponen causante de los daños.
El Depredador pasa desapercibido con sigilo, que consigue con su tecnología avanzada de manto invisible, pero también con una habilidad de caza astuta y bien pensada, salvaje y violenta dado que el motor que lo mueve es el de ‘ganar’, y por ello, no pone ni tiene límites en su actuar. Este ser aprovecha su ventaja para atacar y matar a su presa, animales, personas, colonizadores o cazadores nativos por igual, según mida y elija a un oponente que le sea digno de pelea; un oponente fuerte, hábil, que sea ‘peligroso’ y que, en ello, vencerlo en lucha vital represente un triunfo de supremacía.
Cazar no es sólo fuerza o impulsividad, requiere también de un plan y la habilidad tanto para la resolución de problemas como para analizar la información. La cacería se desarrolla desde sus inicios en la detección de indicios que muestren el camino a seguir para atrapar a la presa, así como en ubicar al animal más débil para determinar a la presa. Se trata de sopesar la situación, conocer ventajas propias y desventajas del oponente para conjuntar todo ello en el mejor plan de acción posible. No se gana con suerte o por coincidencia y aunque muchas veces se puede ganar con fuerza (no a la fuerza, pues ese es otro tema; también un escenario común), ésta no es definitiva para inclinar determinantemente la balanza.
La idea aplica para todo en la vida pero, en el caso específico de la película, ejemplifica con una situación de rivalidad y competencia, en concreto, de hostilidad y dominio. Esto es lo que explora la cinta con la presencia de Naru y todos los elementos a su alrededor que amenazan su vida. No necesita ser más fuerte para contrarrestar ser oprimida, pero necesita ser hábil para vencer las amenazas que ponen en riesgo su vida y la prosperidad de su entorno. Ella lleva desventaja física tanto con los animales con que se topa (un puma y un oso) como con los humanos que la atrapan, los conquistadores en busca de aniquilar nativos para apropiarse del territorio y sus recursos naturales; pero sobre todo, no puede medirse como igual si se le compara con el Depredador, porque física y tecnológicamente, el otro lleva la delantera.
Su estrategia entonces no es intentar estar a la altura de esas cualidades físicas, imposibles para ella, sino aprovechar las suyas y potenciarlas. Con análisis descubre la clave: entender el actuar y reconocer las motivaciones, objetivo, atributos y decisiones de su rival. Ella nota entonces que el alienígena no la ataca cuando está herida, lo que significa que la ve como algo inofensivo, no como un cazador, no como un igual; si la percibe débil, vulnerable y como un ser inferior, la subestima y baja sus defensas.
Ante un oponente así, más ‘fuerte’ físicamente, pero también con amplia ventaja de armas y tecnología, de lo que se trata es de usar a su favor esta imagen de que se es más débil; para que el otro, al subestimar, no vea venir el golpe de Naru, no valore qué tan fuerte es y no se prepare para un contraataque. La estrategia es funcional, pues el Depredador no ve todo el potencial que Naru tiene sino hasta que es demasiado tarde y, por ende, no está preparado para su ataque, pues la menosprecia como oponente; ni siquiera la percibe como enemigo, sino como un ser inferior. Justo esto es lo que juega a favor de la protagonista, el elemento sorpresa y la incertidumbre del enemigo ante lo que no conoce.
A Naru le molesta que la subestimen y tiene razón porque esto no viene más que del prejuicio, así que actúa en consecuencia; primero, con impulsividad, reclamando, y luego, lanzándose sobre el oponente; después, con más astucia, trazando un plan, haciendo un análisis preciso, con criterio objetivo sobre el enemigo que tiene enfrente, identificando y reconociendo qué motiva su actuar. Si no se puede razonar con el otro, lo que queda es derrotar, dominar antes de ser dominado, porque se trata de un escenario que refleja la vida salvaje transportada a la realidad humana: vivir, pelear, defenderse o morir.
Sus compañeros de tribu sólo se limitan a burlarse; el animal salvaje quiere comida y control del territorio; el ‘hombre blanco’ busca conquistar y desplazar para apoderarse de las tierras y sus recursos; y el Depredador persigue la supremacía, demostrar su poder a través de la destrucción.
El común denominador es que todos dan por sentada su superioridad, porque el término mismo significa ventaja y dominio. En todo caso el problema no es ser superior en algunos aspectos, es tener y entender en que se tiene ventaja y no, al contrario, en no saber valorarla ni aprovecharla y, en cierto sentido, desperdiciarla, ignorarla o, sobre todo, jactarse de ella hasta que más que una ventaja, se vuelve desventaja.
Naru es una mujer capaz y fuerte, no en términos de fuerza muscular, no midiendo el físico, sino resistente, inteligente, firme, decidida y bien plantada en lo que sabe, conoce, deduce y entiende. El enemigo la hace menos, el rival la menosprecia y esto se vuelve el escalón para finalmente derrotarlo.
El Depredador busca un ‘trofeo’, busca ganar por el simple hecho de poder hacerlo, para demostrar que es más ‘fuerte’, simbólica expresión de un machismo puro pero que reflexiona sobre la idea que continúa predominado sobre liderazgo, éxito y esa labor ‘del hombre’, como es ser cazador. La situación es que estos ‘hombres’ en la vida de Naru actúan irreflexivamente; reaccionan, no observan; impetuosos, no analíticos.
No es particularmente porque sean ‘hombres’ y ella ‘mujer’, es porque esta ideología de predominio del más fuerte es una tradición que se ha venido pasando de generación en generación, sin retroalimentación hacia una perspectiva diferente. Ese alguien que representa Naru es una persona que se ha educado, que comprende que para sobrevivir debe cambiar y ser audaz, que pensar e imaginar compensan la aparente debilidad; que la razón puede vencer a la fuerza bruta. Sobrevivir no es sólo cuestión de ganarle al adversario sino también de aprender de él.
Esto aplica para el depredador individual, pero también para el otro depredador representado por los invasores franceses, que recurren también a su superioridad numérica y a la potencia de sus armas. Su actitud es de colonización pues pretenden aniquilar pero para expropiar, para saquear. A los miembros de la tribu Comanche los perciben como un animal más, un ser inferior al que pueden domesticar, esclavizar, explotar. La duda surge: es más dañino el ser depredador que sólo busca demostrar que es más fuerte y que caza casi sólo por diversión, o aquel que quiere expropiar y someter con fines de acumular poder y riqueza.
Este pensamiento de colonización lo hace más peligroso que incluso el Depredador alienígena mismo. El extraterrestre quiere medir su fuerza pero el conquistador quiere atrapar, no competir sino exterminar. Es curioso que en un escenario de enfrentamiento ante un ser alienígena más evolucionado y equipado con tecnología mortal, sea la propia naturaleza de barbarie del hombre la que signifique el peligro más latente y preocupante, por el peso y eco que representa su lógica ruin: apoderarse, no ganando su derecho a tener algo, sino engañando, sometiendo, manipulando y, de ser necesario, aniquilando para arrebatar y despojar. ¿Acaso no la historia de la humanidad detalla ejemplos así, de conquista y aniquilación de pueblos y regiones a través de intervenir, confundir, embaucar y subyugar al otro?
Dirigida por Dan Trachtenberg y escrita por Patrick Aison, la película está protagonizada por Amber Midthunder, Dakota Beavers, Dane DiLiegro y Michelle Thrush. Se sustenta en la acción y marca una representación histórica importante en pantalla del nativo americano estadounidense; pero, sobre todo, ejemplifica cómo un ser puede ser peligroso de muchas maneras y convertirse en un depredador, cazar no sólo con violencia sino invasivamente, mediante movimientos estratégicos, engañosos, que sólo se pueden contrarrestar con más astucia, con habilidad para encontrar justo eso que el otro no es capaz de ver.
Ficha técnica: Prey - Depredador: La Presa