Cuando anunciaron (con bombo y platillo) el partido de la Selección Mexicana de Futbol contra Surinam en el estadio Corona parecía una mala broma; ¿Dónde “dihablos” queda Surinam? Si ni siquiera sé cuál es la capital de Hungría, ¿cómo voy a saber qué es un Surinam? Suena a una isla en medio del Caribe, por lo menos eso tendría que ser si ubicamos a su selección dentro de la Concacaf.
Pero no, Surinam (Suriname) está en Sudamérica, entre la Guayana Francesa, el Atlántico y Guyana, “arribita” de Brasil. De todas formas, la noticia de que sería el rival de México en el partido en Torreón parecía una mala broma. Surinam, un país que encontró su independencia apenas en 1975, con 595 mil habitantes hasta el censo de 2021, está en Concacaf y no en Conmebol porque el nivel de su futbol no les alcanza para competir en América del Sur. De hecho, ni siquiera les alcanza para competir en Concacaf; tiene 13 eliminatorias en su haber pero nunca se ha clasificado a un Mundial… ni a Juegos Olímpicos, ni a ninguna competencia FIFA. Ha estado en una Copa de Oro y nada más.
De su territorio, han logrado escapar jugadores como Edgar Davids, Clarence Seedorf, Jimmy Floyd Hasselbaink, Virgil van Dijk, Aron Winter, Ruud Gullit, Frank Rijkaard, Georginio Wijnaldum y Patrick Kluivert para representar a la selección de Holanda. En Surinam hablan neerlandés.
La fecha del 11 de junio parecía demasiado lejana cuando anunciaron el partido contra México en el TSM. Pero la fecha tuvo que llegar.
Un día antes, se nos invitó a la rueda de prensa que daría el controvertido Gerardo Martino, sentado en la silla más caliente del país, después de la del presidente de los estados unidos mexicanos. Posterior a la rueda de prensa del “Tata”, decorada con representantes de medios de comunicación locales, nacionales e internacionales, tuvimos acceso unos minutos al entrenamiento del Tri. Figuras como las de Marcelo Flores y Diego Lainez fueron las que más llamaron la atención. De ahí, comparecería el entrenador de la exótica selección de Surinam, para después presenciar también una parte de su reconocimiento de cancha.
A escuchar las palabras del entrenador del conjunto surinamés (que no se le entendió nada, porque habla neerlandés) solo asistieron periodistas de su país, un par de comunicadores locales y su servilleta. Demasiada Susana Distancia en el Auditorio Orlegi. Nos pasamos luego a conocer a los jugadores del país sudamericano (que juega contra Norte y Centroamérica); debo reconocer que controlaban el balón mucho mejor de lo que lo haría yo. Nacía en mí un morboso deseo por presenciar el encuentro entre ambas selecciones; definitivamente, estábamos ante lo que estaba destinado a ser un partido histórico en la cancha del Corona.
El día de juego, mucho tráfico, más que para un partido del Santos. Fue más tardado llegar a la entrada, había más prensa. A final de cuentas, y pese a que nunca se anunció un “boletos agotados”, hubo buena respuesta del público lagunero, dolido aún por la mala campaña del equipo local en contraste con el bicampeonato del hermano incómodo. Los precios y el rival, tampoco invitaban a dejarlo todo por apoyar al Tri de mi corazón.
Se escucharon los himnos nacionales. La tribuna, colorida, escuchó animosamente. En el palco, un compañero me dijo emocionado: “Casi lloro, es la primera vez que veo a la Selección”.
Rueda el balón y muy pronto cae el primero. Un garrafal error del inocente defensa visitante le abre la puerta al tiro de Israel Reyes; minuto 3, ya ganaba México. Se presagiaba una goleada histórica.
Corrían los minutos, con la presencia del Ejército Mexicano en la tribuna. Llenaba bien una parte del estadio. Una colega me hablaba sobre su amistad con periodistas surinameses y en la grada, el respetable buscaba cómo entretenerse mientras el futbol escaseaba en la cancha. En el rectángulo verde solo sobresalía la figura del héroe local: el portero Carlos Acevedo fue el primer blanco de las porras y gritos de los aficionados. Mal partido para ser titular; apenas pudo volar en una ocasión para atajar un disparo peligroso. Lo demás, un día de campo.
Para el minuto 38, la gente necesitaba otro distractor; se escuchó el “¡Fuera Tata!” por primera vez en el Corona, más por aburrimiento que por una real convicción. Luego llegó el segundo “pepino”, un penal para que marcara Henry Martin. Y de nuevo se escuchó el “Fuera Tata”. 2-0.
Al minuto 61, sale Pizarro (entre abucheos) y entra Orbelín. Marcelo Flores calienta con mayor intensidad para algarabía del público; en ese momento, ya se había convertido en el tercer blanco de la fanaticada.
¿De qué habla un “periodista” cuando menciona que hay una pésima entrada en el estadio? El sonido local anuncia que fueron 16,752 personas las que pagaron boleto, algunos vinieron desde otros estados del país. Es la segunda mejor entada en el Corona en lo que va del año, solo por debajo de la del partido entre Santos y América (jornada 5 del torneo Clausura de la Liga MX; 18,744 aficionados). En fin, hablar (y tuitear) ya lo hace cualquiera.
Entra Marcelo al campo. Explota la grada en júbilo. Y pronto, muy pronto, se le presenta la oportunidad de oro para marcar al jugador del Arsenal en su debut con la Selección en un partido oficial. Penal. Flores toma el esférico. Se perfila y su disparo choca con las manos del portero ante la incredulidad del público, que ante la duda, prefiere respaldar a su jugador con más gritos de apoyo. “¡Marcelo, Marcelo!”. El delantero no se derrumba e insiste con jugadas al frente hasta que, ya cerca del final, cae el tercero; un disparo lejano del defensor Erick Sánchez. 3-0, marcador que solo ayuda a las apuestas.
El árbitro pita. Se apagan las luces y se encienden los celulares; ha sido una noche histórica en Torreón. Cielito lindo. Cielito lagunero. Cielito estrellado.
Una semana después, ¿dónde queda Surinam? Sé que la capital de Hungría es Budapest. No viajo mucho, pero pasé geografía. De eso sí me acuerdo.