“Se puede decir mucho sobre una persona por lo que hay en su playlist”, dice uno de los personajes de la película Empezar otra vez (EUA, 2013). Sus palabras tienen un trasfondo importante de reflexión pues no sólo hablan de que la selección musical de alguien refleja quién es y qué lo motiva, a través de sus gustos e intereses plasmados directa e indirectamente en aquello que escucha, sino que, al mismo tiempo, habla de la música como arte, como medio de expresión y comunicación que también tiene mucho que decir.
Cuando a alguien le gusta una canción, es porque hay algo en ella que le ‘habla’, con lo que se identifica o empatiza, y eso es gracias a que una melodía, incluyendo la letra de una canción, existen para exteriorizar ideas; es decir, hay sensibilidad en su contenido, así que, cuando alguien se relaciona con ello, también expresa algo de su persona. Lo que la película recalca con esta idea es que la música es armonía, pero también es sentimiento; sonidos que estimulan los sentidos, pero también mensajes que, al ser interpretados, logran una conexión entre creador y escucha.
Escrita y dirigida por John Carney, la película está protagonizada por Keira Knightley, Mark Ruffalo, Hailee Steinfeld, Adam Levine, James Corden y Catherine Keener. La historia se centra en Gretta y Dan; ella es una compositora algo desilusionada que acaba de terminar una relación sentimental, mientras que él es un productor musical en plena crisis personal y profesional, distanciado de su esposa e hija adolescente y aparte recién despedido por su socio. Cuando se conocen, su colaboración se convierte en vehículo para la instrospección de sus propias vidas y decisiones, anhelos y metas.
Como creadora, Gretta ve en la música una forma de dar voz a todos esos pensamientos y sentimientos que la invaden, en este momento, a partir de su ruptura con Dave, un cantante que, encontrando la fama, terminó su relación con ella, para priorizar el éxito comercial. Gretta en esencia es lo contrario a Dave, ya que mientras ella se centra en el sentido artístico de la melodía, el construir, imaginar y componer como parte esencial de su vida, el otro lo que persigue es vender discos, acaparar el interés mediático, ser reconocido con galardones y asediado por sus seguidores; un prestigio pasajero, incluso superficial, que infle su ego y su billetera, pero que en el proceso le permita sentir algo, no importa si ese algo es vanidad y autosatisfacción.
El problema como pareja recae en que si Gretta y Dave desean cosas tan distantes, se vuelven incompatibles, lo que ocasiona que terminen por romper la relación, dado que buscan y los motivan sueños e ideales diferentes, valoran y viven la vida desde diferentes perspectivas, contrarias y opuestas, aunque no forzosamente correctas o incorrectas según el punto de vista de cada cual, pero sí lo suficientemente divergentes como para sentirse emocional, sentimenal e intelectualmente alejados del otro.
Gretta se pregunta cómo es que vivió cinco años al lado de alguien que ahora siente nunca conoció realmente; alguien cuyos principios y ambiciones no tienen absolutamente nada que ver con los suyos; alguien más preocupado porque una canción, cualquiera que sea, complazca a los demás: los productores, el público, los agentes publicitarios por ejemplo, antes que a sí mismo y a lo que tal o cual canción le hace sentir.
Cuando Gretta compone lo hace para sí, en atención a lo que siente y desea expresar, y no espera más que la satisfacción y el gusto de hacerlo; pero el objetivo y fin último de Dave no es ni de lejos ese, sino que él se mueve en función de la mercadotecnica y la comercialización; la música como industria, la canción y el artista como productos y la valoración en función a la ganancia en capital.
Dave podrá parecer ambicioso y superficial, pero también es alguien construyéndose un camino muy acorde al contexto en el que vive, en que la música es también un escalón en el sistema comercial que mueve a la sociedad. Su arrogancia es la arrogancia del mundo, materialista, burocrático e institucional. Su forma de ser una expresión de la personalidad egoísta, indiferente, hedonista y consumista predominante en la sociedad contemporánea y que la industria del espectáculo promueve, cultiva y explota sin cesar.
Hay algo entonces más humano y sensible en el proceso creativo de Gretta, en lo que la motiva y le anima, al permitirse ver en los sonidos y las palabras algo más reflexivo que el potencial comercial de su trabajo. Su aproximación no es mejor o más correcta que la de Dave, si acaso más soñadora y romántica, lo que finalmente sólo refleja que, como para todo en la vida, la música significa para una persona algo específico, según sus vivencias, reflexiones y experiencias.
Esencialmente Gretta y Dave son dos caras de la misma moneda; la música con finalidad artística frente la música como medio y función de entretenimiento. La cuestión es que una y otra tienen que encontrar el punto medio en que uno no vaya peleado con el otro, porque la música es todo, o es ambos; es lo que una persona elije que sea: una melodía para bailar, disfrutar, recordar, expresarse, comunicar o crecer, u otros. El valor se lo da cada individuo, en su reflexión misma de la vida y el papel o importancia que le da a este arte para sí.
La limitante aquí, o la reflexión que propone la cinta, es que esos polos opuestos con respecto a la música, también reflejan el interés por el que existe y se crea; el oportunista frente al desinteresado, el vendedor frente al creador. Dave es un cantante, intérprete y artista, y Gretta un compositor, músico y autor. No pueden ver la música de la misma manera, porque no la viven y sienten del mismo modo. El punto es, ¿quién gana y quién pierde más al ser fiel a sus principios?
“Has perdido las canciones en la producción”, le reclama Gretta a Dave en algún momento, enfatizando que ha cedido a la presión comercial y sacrificado un sonido más fiel a sí mismo, por uno que agrade más bien a otros, que se venda, que encuentra demanda en el mercado, envolviendo su arte con tanta parefernalia que se pierda el sentido y la intención de la canción.
¿Para qué escribes tus canciones?, le pregunta a su vez Dan a Gretta, hablando de que sus canciones no existen sólo para ella, pues en el momento en que compone e interpreta, la melodía trasciende más allá de su persona. ¿Qué quiere Gretta cuando escribe y qué espera que perciba la gente que escucha lo que ella compone? ¿Por qué crea?, que es finalmente la pegunta que debe hacerse todo artesano, todo creador, y finalmente, toda persona.
Como productor musical, especialmente al estar estancado creativamente y personalmente, por su desdén a la banalización de la música, convertida en industria monetizadora, Dan ve en el trabajo de Gretta una honestidad artística refrescante, pues, en efecto, no la motiva la superficialidad del éxito plástico y comercial, el del artista moldeado según las exigencias del mercado, ese alguien cuyo prestigio o popularidad no proviene de su calidad como artista o la habilidad del equipo que lo respalda de convencer, satisfacer y complacer con su imagen.
Para Dan, esa manufactura o fabricación que sigue un molde es lo que más detesta, el vender por vender, crear por obligación o lanzar discos y canciones para alienar; que es básicamente todo lo que Dave representa, alguien egocéntrico y pretencioso en su música, pero también como persona, que se alimenta del consumo comercial, en lugar de permitirse crecer, aportar a otro, de dar espacio a la imaginación creativa como intérprete.
Cuando Dave le propone a Gretta producir con ella su música, la colaboración representa también desarrollo, más personal que profesional, porque habla de expandir sus capacidades y habilidades, más que ganar dinero por hacerlo. En ello encuentran satisfacción; el dilema es qué hacer después con lo que logran.
Saúl, el (ex)socio de Dave, alguien enteramente interesado en la comercialización del producto, para mantener las finanzas de su sello discográfico a flote (la realidad de la dinámica capitalista y la industria de la música), no ve en el trabajo de Gretta una oportunidad comercial, pues no le ve un espacio viable de trascender en un mundo en que para tener éxito se necesita apegarse a los estándares mercantiles de la oferta y la demanda, o lo que es lo mismo, a lo que está de moda. Saúl quiere ganar dinero con el producto a su alcance, porque así es como está diseñado el sistema en que vive y trabaja. Por tanto cualquier iniciativa que se exprese ajena a dichos esquemas mercantiles –cual es el caso de la música que escribe Gretta- no le interesa.
Entendiendo que los enfoques e intereses de Saúl y Gretta no pueden ser concordantes, Dan propone grabar el disco de manera independiente y, finalmente, consiguen completarlo con un presupuesto mínimo, la colaboración de músicos amateur y cambiando un estudio de grabación, que les costaría mucho dinero, por las calles de la ciudad de Nueva York, es decir, aprovechar el espacio público urbano para “humanizar” su expresión estética.
El resultado es un disco honesto, artístico, intuitivo y ‘al natural’; no apto realmente para el gusto más popular y comercial del mercado, pero sí para quien se permita permita apreciarlo por lo que es, por aquellos que valoren las emociones que transmite.
La esencia es lo que en su momento Gretta le recalca a Dave: la música envuelve, expresa y mueve fibras, porque comunica y trasciende, no para darle a la gente o al público lo que desea, sino para darle algo diferente, auténtico y libre, propositivo y, en ello, evolutivo.
Lo que la cinta a su vez, en esta colección de personajes plantea, es que la visión de cada quien respecto a una misma canción es particular, porque cada uno es una mente diferente. Una canción significa algo muy distinto para quien la compone, para quien la arregla y produce o para quien la interpreta. La cuestión es saber descubrir y apreciar cada paso en el proceso creativo y comercial de la dinámica.
Esto se hace evidente hacia el final de la historia, cuando Gretta decide vender su disco por internet, al precio que la disquera le daría a ella por cada pieza vendida, un dólar, siendo que ella y Dan lo produjeron y grabaron y la disquera sólo tendría que promoverlo, o ni eso. Sin embargo, y pese a todo intento por mantenerse al margen de la burocracia institucional, esta soñadora debe rendirse, incluso indirectamente, a la máquina mercantilista, esencialmente porque, para promocionar el disco, Dan recluta la ayuda y promoción de un amigo suyo, un cantante famoso a quien le dio su primer gran oportunidad como artista, que se encarga de promover el disco con sus muchos seguidores en redes sociales (la comercialización moderna, directa, viral: mercadotecnia capitalista pura).
A pesar de todo, la música es en esencia identidad y libertad, porque refleja al mundo y a las personas, lo que ven y lo que viven. Así pues, la música impregna algo único en cada momento y a cada persona. "Las cosas más banales se llenan de significado con la música", dice Dan en un punto de la historia. Lo que infiere es que cada sonido cambia por completo la experiencia y una misma situación se vivirá diferente si, por ejemplo, se le añade uno u otro sonido, una canción melancólica o una alegre y rítmica, por mencionar dos géneros muy diferentes. Y ese significado se lo da, no sólo quien escribe la canción, sino quien la escucha, por lo que ese vínculo, la pasión por la música y la realización a través de ella y con ella, es lo que la hace trascender.
Ficha técnica: Empezar otra vez - Begin Again