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Éxodo sin retorno

Eduardo Sepúlveda
Eduardo Sepúlveda

No han pasado ni dos semanas de la tragedia de San Antonio y el flujo de migrantes por las carreteras del país no termina.

El gobernador de Texas, Greg Abbott, ordenó la detención de migrantes para devolverlos a México. Ante lo que considera una “invasión”, Abbott ha decidido levantar un muro fronterizo y desplegar tropas militares. Alrededor de 500 indocumentados fueron asegurados el miércoles 6 de julio cerca del río Bravo, en Eagle Pass. Iban en distintos grupos a través de las aguas que marcan la frontera entre México y los Estados Unidos.

Viajamos a través de todo el estado, Coahuila, y quedamos sorprendidos: desde Monclova a Piedras Negras, el éxodo de migrantes está de manifiesto. Ahí, a la orilla del río, se puede divisar “el sueño americano”. Luce tan cercano. Incluso el agua parece tranquila, como si a simple nado, pudieras alcanzas lo que siempre has soñado.

Pero la realidad es otra. Y así ha sido durante décadas, por lo menos.

Se sabe que el problema no es nuevo. Al tercer mundo lo separa un caudal de agua de una vida digna. ¿Cuántas personas más tienen que morir?

Venimos observando durante el camino, interminables grupos de personas cargando mochilas con agua… agua estancada, en la mayoría de los casos, bajo inclementes temperaturas que rondan los 40 grados centígrados. Unos piden raid, otros prefieren seguir con la inercia y la mirada adelante. Ya no son solo habitantes de países centroamericanos, como hemos estado acostumbrados a escuchar en las noticias; hoy vienen cubanos, venezolanos, ecuatorianos, haitianos…

Hay incluso profesionistas que han preferido dejar todo atrás, su vida, “su bienestar”, como ellos mencionan, para buscar una oportunidad. Son más de 4 mil kilómetros los que hay de distancia entre Venezuela y los Estados Unidos (en línea recta), y ni eso los detiene.

Nosotros, en nuestra propia aventura, llegamos a casa de Doña Rosa, quien nos invita de inmediato a pasar y nos sirve bísquet con café. “Prepárales un sándwich a los muchachos, Alma”, le indica a la joven que le ayuda en las tareas del hogar. No han pasado ni 10 minutos de nuestra estancia y alguien llama a la puerta. Se trata de un señor de más de 70 años que anda pidiendo una ayuda; quiere pasar “al otro lado” y se le han terminado las provisiones. “Prepárale algo también al señor, Alma”.

Doña Rosa nos cuenta que le causa mucho pesar ver a estas personas. “Hace dos semanas, vino un muchacho y me pidió que le cargara el celular. Le ofrecí un café, que de inmediato aceptó. Dijo que tenía dos semanas sin probar uno”. Mientras comíamos un postre de origen mediterráneo, la amable anfitriona continúo: “Tenía mucha curiosidad de saber qué llevaban los migrantes en sus mochilas, así que le pregunté a este joven qué era lo que llevaba dentro. Me dijo: ‘¿Quiere ver?’. La abrió y solo había botellas de agua, agua sucia, amarillenta, de las que toman las vacas”.

En su relato, Doña Rosa también advirtió peligros. “Se supo de una señora que fue asesinada por dos jóvenes a los que quiso ayudar”.

El jueves 7 de julio, medios impresos de Piedras Negras reportaron la muerte de 75 migrantes, la mayoría por deshidratación; otros tantos, ahogados. El cónsul de México en Eagle Pass, Ismael Naveja Macías, aseguró que 49 eran connacionales.

En una pequeña nota, se reportó que, según Rocío Gonzáles Higuera, titular de la Unidad de Política Migratoria Registro e Identidad de Personas, los “polleros” ganan casi 5 mil dólares por migrante que pasan, en su mayoría de Honduras, Guatemala y El Salvador. Ellos pagan hasta 4 mil 600 dólares, en promedio, dijo la funcionaria, mientras que los migrantes mexicanos pagan hasta 4 mil 967 dólares. La mayoría busca los servicios de los llamados “coyotes”. “Traen mejor celular que el mío y el tuyo”, dice Doña Rosa.

En Piedras Negras, el último escollo antes de intentar cruzar “al otro lado”, cada mañana se juntan decenas de personas alrededor de la Casa del Migrante. Minutos antes de las 10:00 a.m., hacen una fila afuera para recibir alimento. “Toca la puerta, si quieres, ahí está la señorita para que te atienda”, me dice un ciudadano hondureño, quien asegura que ya lleva tres meses fuera de su país y no piensa regresar.

“Los venezolanos o cubanos que logran pasar, allá se quedan (en Estados Unidos). A nosotros nos regresan de inmediato, así lo pidió la presidenta”, se lamenta.

El presidente demócrata Joe Biden pidió paciencia hoy a las peticiones de su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, de otorgar más visas de trabajo para los indocumentados. “El gobierno creará oportunidades de trabajo legales para los migrantes”, dijo.

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