“El límite no está en el cielo, el límite está en la mente”
Win Hof
Llegas al faro, punto icónico de Mahahual, lugar que estás aprendiendo a amar, son las 9:30 horas, te invitaron a realizar una inmersión en hielo y aquí estás, te entusiasma la idea de experimentar algo que nunca has hecho, al final, la vida se compone de las experiencias que decidas vivir.
Somos un grupo de 15 personas, el encuentro comienza con una charla donde nos explican el ejercicio que haremos y la importancia que la respiración tiene en todo ello, se trata de buscar en todo momento una respiración controlada, armónica, profunda, que te permita mantener el control de tu centro a pesar que el ambiente de inmersión esté repleto de hielo.
Nos piden sentarnos, ponernos cómodos y con la ayuda de una grabación realizar un ejercicio de respiración compuesto por tres ciclos.
Cierro los ojos
Inhalo - exhalo, inhalo - exhalo, sigo el ritmo con la respiración que marca la grabación, haciendo las veces de un metrónomo, son 40 veces, en la última inhalación, lleno mis pulmones y retengo el aire alrededor de 15 segundos para posteriormente expulsarlo por completo aguantando la respiración algo así como 45 segundos. Parece mucho tiempo, sin embargo, la ventilación previa permite que el cuerpo no tenga la necesidad de respirar inmediatamente, pasados los 45 segundos, lleno de nueva cuenta mis pulmones y nuevamente retengo el aire por 15 segundos antes de soltarlo de nuevo, es aquí, en este momento que se ha cumplido un ciclo.
Inmediatamente inicio el segundo ciclo, inhalo-exhalo. Inhalo-exhalo, mismo ejercicio concentrado solo en la respiración, el mantener los ojos cerrados ayuda a evitar los estímulos visuales, que operarían como distractores del ejercicio consciente del respirar, en este ciclo, aguanto 60 segundos sin respirar, lo hago sin mayor problema.
Inicia el tercer ciclo, inhalo-exhalo. Inhalo-exhalo, me siento bien, en esta ocasión puedo soportar 80 segundos sin respirar, el ejercicio termina, es una técnica poderosa.
Todos manifestamos sentirnos bien, relajados, es hora de ir al hielo.
Es tu turno, se ha preparado una tina que se ha llenado con agua de mar y mucho hielo, mientras esperas, recuerdas las palabras de la guía, el secreto está la respiración.
Entras a la tina, lo haces sin titubeos, sin dar oportunidad a los sensores del cuerpo de enviar sus señales, te sientas con los brazos abrazando las piernas, el agua te llega al cuello, sientes el choque térmico e imaginas la disipación de calor de tu cuerpo en ese frío ambiente, en ese primer momento, te descubres con la respiración agitada, supones que has tenido una respuesta instintiva ante el peligro de enfrentar un frío extremo. Tu guía está a tu lado, te habla, te tranquiliza, inhala- exhala, inhala- exhala, buscas entrar en el ritmo de la respiración, volverlo cada vez más lento de modo que el frío que te cala hasta los huesos pase a un segundo término, todo está en la mente, te repites, inhalas- exhalas, cuando rompes la barrera del minuto y medio te sientes en control, no diría que la sensación de frío ha desaparecido pero si que ha pasado a ser muy soportable, el frío ya no importa, no hay que hacer nada, tu cuerpo sabe qué hacer, solo hay que preocuparse por respirar en un ritmo controlado y consciente, pasan tres minutos, sumerges la cabeza en el agua, permaneces así cuatro o cinco segundos, sales.
Los 30 grados de temperatura ambiental te golpean, para recuperar la temperatura sobre todo en tus extremidades haces un vigoroso ejercicio de Chi Kung visualizando que llevas el calor de tu cuerpo a las partes mas alejadas, brazos y piernas, solo bastan 30 segundos.
Te sientes bien, perfecto, renovado, energético, agradeces el haber podido vivir la experiencia. Estas sonriendo, todos estamos sonriendo.