“Cuando ebrio estaba de un sorbo de su saliva aromada, me propuso que con ella al ajedrez yo jugara ¡el ajedrez del amor!
¡Juego del blanco y el negro de sus ojos que fascinan y roban el pensamiento!
Un buen jugador yo soy y se cómo hay que mover, pero, no obstante, con ella ni una partida gané, que, en mirándome sus ojos, de toda ciencia me olvido; mi atención la absorben toda, esos ojos asesinos.”
Historia de Omaru-N-Noman y sus hijos Scharkan y Zu-L-Mekan,
Las mil y una noches.
I
Cada mañana, después del llamado a la oración, camino por Marrakech, la ciudad roja que fue fundada en el siglo XI, soy el visir Si Moussa, hombre rico y poderoso, que solo rinde obediencia a Alá, el piadoso, el apiadable, alabado sea y al Sultán, mi Rey.
Tengo 3 esposas y 24 concubinas, me encargo de los asuntos del reino. Me gusta salir a caminar temprano, cuando amanece y los comercios están cerrados, una que otra persona camina como yo a esta hora, la única disponible antes de que los ruidos, olores y sabores inunden las calles.
Una mujer vestida completamente de blanco se cruza en mi camino, es una viuda, deberá guardar el blanco luto durante 4 meses y 10 días, tiempo en el que ningún hombre habrá de acercarse a ella.
Mi cabeza es la medina, conozco este laberinto como la palma de mi mano, sus avenidas principales, sus calles secundarias y muchos de sus callejones, desde hace años los recorro, hasta el punto donde reconozco cierto orden circunscrito al caos.
Desde hace algunos días he visto a una mujer que me perturba, a pesar de su burka, reconozco la gracia de su cuerpo al desplazarse, solo puedo ver sus ojos castaños, delineados en negro y sus grandes pestañas que me retan y excitan como nadie lo ha hecho. Aunque siempre huye cuando intento acercarme, estoy decidido a enfrentarla, sabe quién soy, entiendo que el poder y el dinero inhiban a algunos a acercarse a mí, por otro lado, por esa misma razón, es que otros lo hacen, invariablemente termino solo.
Por fin la veo, decido seguirla, apresuro el paso, ella se percata de mi intención y huye, casi corre, antes de llegar a cada esquina voltea para ver si me ha perdido, desaparece, yo continúo, la sigo como un zorro hambriento que se dispone a devorar a su única presa en días, ella se escabulle entre las calles que son mis calles, será mía, es mi medina, conozco cada rincón, convenceré a mis esposas para que la acepten como otra más, será mi cuarta mujer, la bañaré cada día y perfumaré su cuerpo con jazmín y aceite de argán, la amaré y edificaré el más bello edificio en su nombre, para que sea recordada por todos los hombres y mujeres que aún no han nacido y sepan la magnífica fuerza que puede impulsar una pasión.
II
Hace años que quieres conocer Marruecos, desde que tu amigo René de León te platicó de este país, tierra enigmática llena de historias y misterios, por fin llega el tiempo, siempre llega, solo hay que estar enfocado y crear los sucesos y circunstancias que permitan vivir lo que deseamos, crear nuestro futuro.
Te hospedas en la medina que es algo así como corazón del lugar, miles de calles conectadas que simulan las venas de un ser viviente, y si, eso es la medina, un ente que vive y respira y se mueve. Hay muchas personas, hay que mantenerse a la derecha del camino, no hay autos dada la estrechez de las calles, pero si hay carros jalados por burros, bicis y motos que circulan a toda velocidad, confiando en que las personas se hagan a un lado cuando el sonido del escape las delata, los extraños, esos que no estamos acostumbrados a esta dinámica, somos los que podemos ser protagonistas de un accidente.
Hay venta de todos los productos, especias, comida, telas, artículos de madera, de bronce, de cobre, de hierro donde la iconografía marroquí prevalece a pesar del tiempo, los trabajos en cerámica son impresionantes, las texturas en los objetos y en su arquitectura roban la respiración, imaginas a los artesanos trabajando en la búsqueda de la perfección, sin importar el tiempo que lleve, solo importan el amor y compromiso con el objeto creado. Imaginas los rituales de transmisión del conocimiento artesanal en la familia y el rechazo a los procesos industrializados, hasta ahora, para beneplácito de los amantes de lo extraordinario.
Los comercios son como un viaje en el tiempo, a no ser por algunas vestimentas que nos ubican en el ahora, bien podríamos encontrarnos en un mercado de hace 1000 años, practicando el fino arte del regateo, los rituales más antiguos que los hombres han utilizado para vender o comprar cualquier cosa, te hablan en árabe, una lengua poderosa cuyo código desconoces.
Te llama la atención una marca que has visto en muchos hombres, casi todos ellos en la edad madura, es una pequeña sombra en la frente, después caes en la cuenta que corresponde a la parte de la cabeza que apoyan en el suelo al momento de la oración, hay múltiples momentos de oración de los musulmanes cada día, mismos que se dan cuando el Imán o sacerdote hace el llamado a la mezquita. Imaginas el ritual de cada día, las abluciones, el arrodillarte, varias veces, durante años, sin importar dónde te encuentres, siempre en dirección a la ciudad santa de La Meca, definitivamente la marca que te llamó la atención es explicable, es la marca de la fe, la del Islam, en occidente algunas culturas también la portamos, aunque de manera más efímera al inicio de la cuaresma, esa es de ceniza.
Te sorprende la cantidad de muestras de cariño que hay entre los hombres, las descubres en chicos y grandes, tiernas con sonrisas y miradas llenas de amor fraternal, nada que ver con las proyecciones occidentales a las que has tenido acceso ni a las que muchos hombres, al menos en México, nos atreveríamos a manifestar.
Muchas mujeres tienen el cuerpo y rostro cubiertos, total o parcialmente atendiendo principalmente a interpretaciones culturales o religiosas del Corán. Te explican que en la actualidad la mujer marroquí tiene ya por ley los mismos derechos de los hombres, una lucha que ha llevado algunos años.
Te sorprende la cantidad de gatos que viven en este sitio, son muchísimos, están por todos lados, en los tejados, en cada puesto, deambulando por las bardas y calles, alimentados por el pueblo, son los dueños del lugar, uno en el que las ratas escasean.
Caminas las calles, que es la mejor manera de conocer los pueblos, visitas muchos edificios y jardines. Hay uno que llama tu atención por su belleza arquitectónica, es el palacio de la Bahía, es hermoso, caminas sus jardines, entras a sus habitaciones, a la sala de concubinas, imaginas a los sirvientes, mujeres y eunucos al servicio de las elegidas, entras a la estancia donde el visir recibía a sus mujeres, recuerdas a Sherezade y su lucha por la vida basada en la narrativa, cierras los ojos y ahí, frente a ti, ves a una de ellas, bailando para su esposo que eres tú, aquel que la enamoró y le construyó un palacio, este palacio, escuchas la música y aunque ella se descubre para ti, no puedes apartar tu mirada de esos ojos castaños, delineados en negro y sus grandes pestañas, con su cuerpo despidiendo un ligero olor a Jazmín, el perfume del amor.