Mary Shelley (1797-1851), fue una escritora y ensayista británica, precursora de la novela de ciencia ficción y quien dentro del estilo gótico es autora del libro ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’, un texto que habla sobre la libertad, el control, el sometimiento, la experimentación científica, la moral, la creación, la destrucción, la vida y la muerte, entre otros temas.
Prometeo en la mitología griega fue un titán conocido por robar el fuego a los dioses para dárselo a los humanos, con el fin de que ellos lo usaran en su beneficio. Muchas de las ideas que encarna Prometeo vienen de alguna manera inmersas en la novela de Mary Shelley, cuando habla, por ejemplo, de desafiar reglas, de ayudar al ser humano, de dar vida o quitarla, del sacrificio, de cómo es este valorado, o no, incluso sobre ‘robar’ algo sagrado o creer poder ser -o al menos sentirse- ‘dioses’, creadores por encima de toda regla y norma, incluida la del orden natural. El viejo anhelo de poder controlar la vida y la muerte para alcanzar la inmortalidad.
La película Mary Shelley (Australia-Reino Unido-Irlanda-Estados Unidos-Luxemburgo, 2017) es un relato biográfico de esta escritora, en una etapa temprana de su vida, centrándose en su relación con su padre, el político y escritor William Godwin (1756-1836); el peso de la muerte de su madre, la filósofa Mary Wollstonecraft (1759-1797), quien falleció a los días del nacimiento de Mary; así como el lazo conflictivo y tenso con su esposo, el poeta y filósofo Percy Bysshe Shelley (1792-1822).
La influencia de ellos, de su visión del mundo y filosofía de vida, más sus experiencias propias, incluidas las vividas al lado de su media hermana Claire Clairmont (1798-1879), su tormentosa relación sentimental con Percy, y el peso de la ausencia de su madre más el sentimiento de culpa por creer ser la causa de su prematura muerte; así también como el contexto social en que vivió, fueron factores que inspiraron, de alguna forma u otra, a escribir aquella su obra más conocida. En esto es en lo que ahonda la cinta.
La historia comienza cuando una joven Mary, ávida por conocimiento y experiencias, es enviada por su padre a educarse lejos, en casa, temporalmente, de unos amigos. Ahí conoce a Percy Shelley, un poeta algo pretencioso que se interesa en ella, en gran parte por su formación, como hija de dos importantes figuras de la palabra escrita, la filosofía y el pensamiento: William Godwin, considerado uno de los precursores del pensamiento anarquista y Mary Wollstonecraft, una prominente escritora feminista, maestra, autora de un escrito fundamental en defensa de la mujer: Vindicación de los derechos de la mujer (1792).
En la película, Mary y Percy se reencuentran tiempo después de su primera convivencia, cuando él pide a William Godwin ser su mentor y esto da pie al trato constante entre los jóvenes y eventual relación sentimental. Pese a que él está casado, se niegan a separarse, o poner fin a su relación, argumentando que el valor del amor, el lazo afectivo y la conectividad entre dos individuos, está por encima del matrimonio, visto como institución de poder y control.
Es así que se mudan lejos, acompañados de la media hermana de Mary, y cortan todo lazo con Godwin. Sin embargo, el amor entre ellos será suficiente para alimentar el romance, pero no suficiente para vivir y tienen que sobrellevar las cosas en las condiciones más precarias. Eventualmente, y por azares de la vida, o más bien por las conexiones entre el mundo artístico literario de la época, son invitados a un fin de semana en casa de Lord Byron (1788-1824) -con quien su hermanastra Claire sostenía una relación amorosa- , un poeta del movimiento del romanticismo, quien reta a sus invitados a escribir un cuento de carácter sobrenatural.
Marcada por la muerte de su propia madre, el también fallecimiento de su bebé casi recién nacido a causa de la falta de cuidados por la situación precaria e insalubre en que vivían, y también por la ocasional desidia de su esposo e inhabilidad afectiva para valorarla como mujer, madre, amiga, escritora e intelectual, así mismo fascinada por los experimentos del médico y naturalista Erasmus Darwin (1731-1802) para reanimar materia muerta usando la electricidad (teoría conocida como Galvanismo), el libro Frankenstein, inicialmente pensado como novela corta, fue tomando forma.
La vida y la muerte, o quién da vida y provoca la muerte, son parte de la base sobre la que la autora trabaja sus ideas. Una madre crea vida al dar a luz, por ejemplo, sin embargo, en su caso personal esto mismo es lo que trajo desdicha a su existencia, toda vez que su propia madre muere por complicaciones del parto. Ella también crea vida al tener una hija que, no obstante, apenas vivió un breve periodo.
La idea de que la vida pueda resurgir más allá de la muerte, a través de la ciencia, también lleva a la reflexión entre el poder científico frente al orden natural de la vida misma. El humano que se ve como ‘creador y dador de vida’, hasta desarrollar un complejo de ‘dios’ que sólo enaltece su ego, cegándole para mirar las consecuencias de sus actos, y de sus ‘creaciones’.
Todo esto es parte de lo que vive Mary y plasma en sus escritos, que a su vez la invitan a analizar sobre esos temas a través de una ficción imaginativa, para dar énfasis a sus reflexiones. Su propia relación con Percy toma fuerza dentro del proceso creativo; él, una persona que la llena de vida, simbólicamente hablando, pues le da felicidad, alegría y placer con su amor, pero quien también es capaz de quitarla, pues su indiferencia y desdén, egocentrismo y vanidad, la pueden hacer sentir abandonada, rechazada por el ser querido, ‘muerta’ por dentro, situación que se refleja justo el sentir del personaje de la novela sobre el moderno Prometeo.
“Escribías sobre una criatura desesperadamente solitaria y abandonada por un narcisista irresponsable y Shelley se lleva todo el crédito”, le comparte a Mary su amigo el médico y también escritor, John Polidori (1795-1821) autor, por cierto, de otra obra clásica de terror: El vampiro, quien fue igualmente invitado a aquel fin de semana con Lord Byron.
Sus palabras se refieren a dos cosas importantes; la primera, que Percy Shelley fue inicialmente considerado el autor de Frankenstein, luego de tener que ser publicado el manuscrito de manera anónima, en la idea de que una mujer no tendría ni éxito ni aceptación entre el público lector, o la incredulidad inclusive de que una mujer no podía ser la mente detrás de un relato tan introspectivo, profundo y escalofriante por su temática. Realidad machista que sí, Mary también vive y experimenta lamentablemente con regularidad y que alimentan personajes y familiares cercanos a ella.
Y, segundo, la síntesis de que en efecto cómo se relaciona lo que Mary escribe en función de sus vivencias al lado de un hombre que en más de una ocasión, no la valora ni le da su lugar, no como amada, no como pareja, no como mujer y ni siquiera como colega en la literatura, creativa y creadora. En breve, una relación afectiva en donde ella es la enamorada incondicional y él un libertino insolente que la usa y abusa a su conveniencia mientras cultiva coqueteos con otras mujeres y aprovecha su posición para ascender en el reconocimiento social-literario.
Frankenstein es una historia sobre un ser, un ’monstruo’, creado por un científico preocupado más por su gloria y grandeza que por lo que causa a otros con sus decisiones. Esto es lo que Mary nota en su vida y la gente a su alrededor. Un Percy que, independientemente de si ninguno de los dos creía en el matrimonio como institución, vivió al lado de alguien a quien luego le da la espalda (su primer matrimonio) y quien ahora, a su conveniencia, hace lo mismo con ella, si no es que lo hizo deliberadamente desde un principio, interesado quizá en perseguir el romance por la influencia de sus padres más que por amor hacia ella. En algún momento incluso insinúa la posibilidad de que Mary sostenga relaciones sexuales con otros hombres, algo que ella rechaza. Un ser egoísta, convenenciero y manipulador, actitud que también se aprecia en la narrativa al aparecer Lord Byron.
La actitud de Lord Byron es un ejemplo claro de machismo y prepotencia disfrazada de actitud libertaria, pues enamora a Claire pero no por devoción romántica, sino por el placer de la relación sexual, a quien luego desecha, dejándola desilusionada, devastada, destruida emocional y sentimentalmente y embarazada, sin intención de responsabilizarse de su hija o su porvenir. Además, su prepotencia y aire de superioridad también se manifiesta en los comentarios despectivos y en son de burla hacia su médico personal, Polidori.
Por último la sociedad británica en sí misma, marcada por el desarrollo industrial, con el florecimiento de grupos sociales emergentes que constituirían la llamada burguesía, con sus demandas y proclamas de aparente espíritu libertario, críticos de las tradicionales costumbres de la nobleza, sociedad regida por la ley absolutista en donde a la mujer se le sigue considerando inferior, sobreentendiendo que el hombre se cree con derecho de decirle qué puede o no puede hacer, querer, pensar o sentir.
Sociedad que también sufrió y enfrentó la madre de Mary al escribir la Vindicación de los derechos de la mujer y las Reflexiones sobre la educación de las hijas. Mary lo vive cuando experimenta el rechazo hacia su persona, producto de la relación con Percy, nacida en el escándalo, al ser él un hombre previamente casado. Lo vive también cuando los editores la rechazan porque no creen que ella sea la autora del manuscrito de Frankenstein, simplemente ‘por ser mujer’.
“La soledad te dará tiempo para la introspección”, le dice su padre a Mary en un punto de la historia, cuando la manda a estudiar lejos. La lección sin embargo, es grande y aplica para muchas cosas. Es en la soledad, en efecto, no en estar sola sino en tener tiempo para sus propios pensamientos, que le es posible meditar, valorar sus experiencias, imaginar, crear relatos a partir de la reflexión de sus vivencias. Es así como surge el arte para muchos escritores, a partir de la posibilidad, curiosidad, interés y ojo observador, para analizar las cosas, inmersos en sus ideas pero viendo hacia afuera, hacia el mundo, para entonces dar orden a o que piensan y luego poder compartirlo.
Estar aislado permite mirar con otra perspectiva y profundizar en el porqué de las cosas, valorar las conductas de los seres queridos así como las propias. Te prepara para reestablecer relaciones y conversar con mejores elementos de juicio. De alguna manera esto es lo que buscaban Byron, Shelley y compañía en su aislamiento colectivo en Suiza, en 1816, cuando Mary contaba con apenas 19 años, estaba involucrada con un hombre casado, se había distanciado de su padre y había perdido una hija y a su madre.
Es esto, así mismo, lo que permite a Mary, eventualmente, darse el tiempo para descubrir y entender la falsa libertad en que a veces vive, la hipocresía de las personas que le rodean. Corta lazos con su padre porque quiere ser autónoma, creativa e independiente. Pero no siempre encuentra verdadera dicha, ya que escoge su caminar con la persona o personas a su lado que la asfixian, que la limitan, que le exigen sin darle nada a cambio, condicionadas también por el contexto sociocultural en que se vive.
Hay un aislamiento y sumisión inmersos de los que nadie habla y que se vuelven soledad, un silencio, que va más allá de estar en sintonía con sus pensamientos, pues se vuelve más bien un abandono, que no le deja más que la necesidad de analizar su situación. Mary busca emanciparse, de su padre, de su familia, de su esposo y del orden establecido que no la mira como una igual, como alguien tan capaz como cualquier otro, en su caso, en el terreno de la escritura y como novelista, a través de nada menos que de la palabra escrita y la creatividad artística. Lo logra en la medida que genera una obra literaria que después alcanza gran reconocimiento, pero en su momento la sociedad la niega, la censura.
“Soy producto de mis decisiones y no me arrepiento de nada”, dice casi al final del relato, pues entiende que la vida y la pérdida son también parte de su ser y que todo lo que ha hecho, lo ha hecho creyendo en la decisión tomada y asumiendo consecuencias, aprendizaje y caídas.
“Ambas sabemos que esto no es una historia de fantasmas. Nunca he leído una encapsulación tan perfecta de lo que se siente ser abandonado. Herví con la rabia de tu monstruo. Anhelaba su venganza. Porque era cómo la mía”, analiza así mismo Claire sobre el manuscrito y los pensamientos que Mary deposita en él, de una manera no directa sino sutil, metafórica y por eso tan enriquecedora, porque el mensaje no es literal, sino simbólico y en ello, más reflexivo. Claire habla por sí misma, pues también ella sufre los efectos de esa contradicción entre el anhelo de ser libre, sentirse enamorada, pero saberse menospreciada y utilizada por el ser amado, en este caso, Lord Byron, de quien se encuentra embarazada. Por tanto siente empatía con Mary en su condición de mujer marginada.
En gran parte, Mary escribe un libro sobre cómo todo lo ‘bueno’, todo lo aparentemente perfecto, puede resultar en algo tan imperfecto, tan provocador de inmensa tristeza. La criatura de Frankenstein es una creación genial, pero la marca el egoísmo y el ser viviente creado sufre en su abandono. Así en la vida de la joven Mary, su amor y su relación sentimental con su esposo, por ejemplo, tan llena de alegrías y tan marcada al mismo tiempo por la desdicha, es causa del distanciamiento que provoca con el padre de Mary, la muerte del hijo de la pareja y la muerte de la primera esposa de Percy, e incluso la infelicidad y sentimiento de tristeza que llega a provocar en ella. Si su amor es tan especial, ¿por qué trae tanto pesar a sus vidas?
No es más que la vida; la realidad de las circunstancias en un mundo o una sociedad, que no puede librarse por completo de la pérdida, la traición, el abandono, la venganza, la muerte o la soledad, una sociedad que se está construyendo sobre la competencia despiadada, el abandono de valores morales, el egoísmo, la indiferencia, la frivolidad, la búsqueda de placer, el consumo superfluo, la marginación y sometimiento de las mujeres. “Hemos creado monstruos, Mary. Pero no dejemos que nos devoren”, le dice Polidori a la autora la última vez que se ven.
Y el problema no es absorber su consejo, sino la dificultad misma de vivir con esa carga, la de crear ‘monstruos’, que después no podemos controlar, no en forma literal, sino, como la novela de Frankenstein reflexiona en el fondo, en sentido figurado, pues en nuestra sociedad actual se siguen generando monstruosidades que amenazan acabar con la vida -el cambio climático, la extinción de especies, la guerra nuclear, entre otros- , así como seres egoístas, indiferentes, hedonistas que sostienen y reproducen valores autoritarios que desprecian a las mujeres, promueven la ignorancia y cultivan la explotación del ser humano.
Escrita por Emma Jensen y dirigida por Haifaa al-Mansour, la película está protagonizada por Elle Fanning, Douglas Booth, Bel Powley, Ben Hardy, Tom Sturridge, Stephen Dillane y Joanne Froggatt. En ella se refleja la vida íntima de esa gran escritora, llamando la atención también sobre la importancia de conocer la obra de su madre y, desde luego, la novela literaria de Frankenstein o el moderno Prometeo, inicialmente publicada en 1818 con un prólogo de Percy Shelley, más tarde con múltiples reediciones y traducciones; objeto también de adaptaciones cinematográficas.
Ficha técnica: Mary Shelley