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Mis dos vidas

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Las decisiones forjan la vida de las personas, porque el acto mismo de tener que discernir, sopesar y analizar situaciones para elegir caminos, significa afrontar retos y darle significado al presente y al futuro; qué se quiere y qué motiva a alcanzar las metas fijadas, tomando en cuenta las circunstancias y variables, los imprevistos, el ambiente, el contexto, las demás personas con quienes se interactúa, las experiencias y la viabilidad real de poder o no alcanzar ese objetivo, según habilidades, cualidades, debilidades y fortalezas.

Todo en la vida son decisiones, desde que empieza hasta que termina el día y algunas situaciones llegan a ser más significativas que otras, según la huella que dejan o los cambios que traen consigo. Finalmente todo está en movimiento y a todo se adaptan las personas, pues sólo avanzan conforme maduran a partir de las experiencias y de la manera como que construyan y restructuren su devenir en función de las decisiones que toman.

Bajo esta idea se plantea la premisa de la película Mis dos vidas (EUA, 2022), un relato romántico de narrativa envolvente aunque ligera, de pronto quizá hasta superficial en la reflexión de su contenido, por un corte dramático que sigue la fórmula genérica que, no obstante, plantea varias observaciones relevantes sobre las decisiones de vida.

Escrita por April Prosser y dirigida por Wanuri Kahiu, la película está protagonizada por Lili Reinhart, Danny Ramirez, David Corenswet, Aisha Dee, Andrea Savage, Luke Wilson y Nia Long. La historia se desarrolla en dos líneas temporales paralelas, realidades alternas que narrativamente se intercalan. La protagonista es Natalie, una joven con muchos planes y aspiraciones de crecimiento personal y profesional, para quien, el día de su graduación, las cosas cambian radicalmente. En una historia, se entera que está embarazada, replantea sus planes a futuro y decide convertirse en madre; en la otra, sus sospechas de embarazo son sólo eso y así, no altera sus planes de mudarse a otra ciudad y perseguir nuevas oportunidades de empleo.

Es a partir de un solo momento, de un instante, que su vida gira en direcciones diferentes. El mundo le plantea a Natalie una serie de opciones que deberá tomar para ir dando orientación a sus metas, según va cambiando su realidad. En la historia en que está embarazada, por ejemplo, decide no mudarse a Los Ángeles con su mejor amiga, como tenía planeado, y en cambio regresa a vivir a casa de sus padres y le plantea a Gabe, el padre de su bebé, una relación de crianza en colaboración, además de que rechaza la propuesta de matrimonio de él y el prospecto de una relación sentimental a su lado. Opta asumir su función de madre pero mantiene su idea de libertad e independencia personal.

Ante esta serie de decisiones y el reajuste a su nueva realidad, o nueva etapa de vida, Natalie se ve forzada a sopesar sobre cómo es que las cosas se desenvuelven en función de las expectativas que tenía y de cómo se dieron las cosas, e incluso cómo se va adaptando a ellas. No es que pierda su sueño inicial, es que el embarazo le crea otras metas y con ello, replantea cómo alcanzar y dar forma a aquella idea base. Redefinir su vida cotidiana para avanzar en lo que la hace feliz y satisfecha intelectualmente.

Para entenderlo con sus matices y dimensiones, primero debe reflexionar sobre esa responsabilidad de cambio y la reacción que se desprende de toda acción, y decisión; en este caso, la perspectiva de ser madre. Introspección que sucede cuando se da cuenta cómo es que está cambiando real y evidentemente su vida a partir de los nuevos retos que enfrenta; nuevas tareas, intereses, obligaciones, gustos y demás responsabilidades adquiridas.

Al poner sobre la balanza idealización frente a incertidumbre, debe replantear no sólo prioridades, sino también anhelos, porque eso que tenía como meta inicial ya no será lo que ahora pueda motivarla o incluso alcanzar y hacer posible. Gana nuevas metas y nuevas formas de realización, sólo hace falta verlo objetivamente. Cuando una puerta se cierra, otra se abre, diría el dicho popular.

Decidir tener a su bebé y convertirse en madre, significa decidir dejar pasar aquel plan de mudarse en busca de realizar su sueño de entrar a laborar a una empresa de diseño gráfico. Ahora bien, esto no significa que ese sueño u objetivo se desvanezca, o se borre, sino que ahora cambia en función de la forma a cómo lo puede hacer posible. Sus metas se reacomodan, pero las ajusta a lo que ahora quiere y valora, no descartando eso que anhelaba, o abandonando sus sueños, sino tomando nuevas metas y reorganizando su vida en atención a lo que enfrenta.

Natalie resiente en algún momento su realidad, toda vez que se le dificulta dejar ir eso que quería (que incluso todavía desea) para aceptar eso que quiere y es ahora, porque no está segura de lo que realmente pretende o de cómo llegar a alcanzarlo. Sopesar, en este caso, es también entender que antes que sus propias necesidades, están las de un bebé y esto implica un nuevo rol.

Ella le pregunta a su madre sobre lo que esto implica, sobre el cambio que traerá a su vida, y si esto desemboca en dejar de ser esa mujer que quería desarrollar todo su potencial en todos los aspectos. Su vida cambia, su futuro, su presente, su rutina y hasta su cuerpo, pero esto no quiere decir que ya no sea Natalie, al contrario, la Natalie de ahora es mucho más compleja porque ha evolucionado como mujer y, por consiguiente, tiene otros planes, intereses y necesidades. Esta reflexión además aplica tanto para la Natalie embarazada como para la que no lo está, porque no importa en qué línea temporal se encuentre, los cambios y decisiones implican nuevos retos y maduración física y emocional, evolución en síntesis.

Tina, la madre de la joven, le dice que también tiene que tomar en cuenta que este cambio no es ‘mejor’ ni ‘peor’ que si hubiera decidido no tener a su bebé, o si no hubiera habido un embarazo. Ella tiene que absorber todo el crecimiento  y conflictos que trae esta nueva etapa de vida, y entonces según su nuevo contexto, volver a preguntarse qué quiere. Y esto también aplica en forma general; cada decisión trae cambios y éstos son los que invitan a nuevas decisiones, a la vida misma.

Tener un hijo trae muchas cosas buenas, le dice Tina a Natalie, pero también trae muchos retos; esa es la decisión a la que se compromete cuando elige este rumbo; entonces, las cosas no mejoran o empeoran, cambian y con el cambio, llegan otro tipo de satisfacciones, que antes no tenía y que, de no ser madre en este escenario específico, de otra forma no podría experimentar.

Así que Natalie se desarrolla aprendiendo a partir de esta realidad propia, con sus tropiezos y caídas, el aceptar que hay cosas que quería hacer y ya no hizo, pero que también está haciendo otras actividades y experiencias que nunca pensó que haría y, en ello, todo implica sus buenos momentos como sus sinsabores, tal cual es la vida misma.

No puede tener total control de todas las cosas, pero esto sucede en cualquiera de las líneas narrativas, porque la incertidumbre es inevitable, como también necesaria para potenciar audacia e iniciativa. Si tuviera todo planeado, si todo se desarrollara como lo imagina, no habría sorpresas, pero tampoco habría crecimiento; quizá el hecho de que las cosas no salen como ella esperaba, en esta o la otra realidad alterna, es la forma como la película, en su narrativa, nos ejemplifica que en ello radica la importancia de tomar decisiones, en ir forjando a cada paso el propio destino.

Esta reflexión llega más clara cuando la historia plantea a la par la otra narrativa o realidad alterna, esa en la que Natalie descubre que el posible embarazo fue sólo una falsa alarma, así que se gradúa de la universidad y se muda a Los Ángeles con su amiga Cara, como lo habían planeado, donde busca, persigue y consigue una pasantía con una reconocida diseñadora gráfica que ella admira. Ahí, se plantea una nueva dirección en su vida, en función a esa realidad presente, en la que vive independiente, nadie depende de ella ni emocional ni económicamente, puede centrarse en su desarrollo profesional y es libre también de animarse a una nueva relación sentimental.

Sin embargo, esta vida no es ni ‘mejor’ ni ‘más perfecta’ que la otra. Tiene también sus altibajos, sinsabores y lecciones importantes, pues aunque Natalie consigue una pasantía con la diseñadora gráfica que admira, las cosas no terminan ahí, apenas comienzan. Esa meta alcanzada abre paso a nuevas formas de crecimiento que le plantean preguntarse qué viene después, cómo crecer a partir de este logro y qué habilidades hay que trabajar para no estancarse, ni personal ni profesionalmente.

En su nuevo espacio de trabajo conoce a Jake, por ejemplo, un compañero con quien inicia una relación sentimental; así mismo, disfruta su trabajo pero no descarta la posibilidad de plantearle a su jefa una oportunidad de crecimiento laboral. Todo ello conlleva retos, decisiones y una nueva actitud ante la vida, idéntico en reto pero muy diferente en motivación a cómo lo afronta la otra Natalie, porque cada contexto y cada circunstancia son vidas distintas, con necesidades y anhelos propios de su presente.

En este escenario, Natalie debe eventualmente enfrentarse a una relación amorosa a larga distancia y al posible estancamiento creativo y laboral, que le indican que hace falta buscar nuevas formas de crecimiento; igual que en  la realidad alterna: ¿qué viene después? Y esto se refiere a qué hace falta en su vida para que haya plenitud, porque una vez alcanzada una meta o logrado un objetivo, no puede quedarse estancada. La vida requiere siempre nuevas cosas y motivación incesante para seguir en ritmo de superación.

Entonces, importa lo que vive y cómo lo vive, porque lleva a necesidades, deseos y experiencias diferentes. La película se alimenta de su línea narrativa en paralelo para reforzar la idea; elija lo que elija, suceda lo que suceda, Natalie tiene el destino de su vida en sus manos y encontrará plenitud y crecimiento conforme afronte esos retos, tomando decisiones. Sea una realidad u otra, en ambas avanza y crece, ya que si no, necesaria e inevitablemente fracasará y se estancará.

No hay un camino único, no hay un camino ‘seguro’, pero la incertidumbre no es motivo para paralizarse. El ‘qué pasaría si’ no es real, no hay un ‘si yo hubiera’; lo que hay es la posibilidad de plantearse distintos escenarios y darse cuenta que, en uno u otro, siempre habrá retos, metas, incertidumbre y cambio; y eso está bien porque en eso consiste la esencia de la vida.

Ficha técnica: Mis dos vidas - Look Both Ways

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