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No miren arriba

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Si las películas son un medio a través del cual los realizadores y creadores pueden hacer un reflejo reflexivo sobre el mundo actual, que invite a los espectadores a hacer lo mismo, un acercamiento crítico de su entorno, una crítica despiadada de los absurdos y arbitrariedades con que se conducen los “líderes mundiales”, entonces el género de la sátira tiene mucho que ofrecer, pues su propósito tiene una intención burlesca que permite, por medio de ese discurso audaz, entender con perspectiva los muchos absurdos de la cotidianidad de la vida. 

La idea de la comedia negra es presentar con humor satírico temas más serios, relacionados con la conducta humana, la organización social, o las distintas formas de convivencia, a fin de ahondar en ellos con ojo analítico, mordaz, para enfatizar la crítica reflexiva. Dentro de este género se encuentra la cinta No miren arriba (EUA, 2021), historia que retrata la reacción de un par de científicos, el gobierno, los medios de comunicación, las figuras públicas, los líderes y las masas, una vez que se descubre que un cometa se dirige a la Tierra y ello representará la destrucción masiva de todas las especies.

La historia inicia cuando los astrónomos Kate Dibiasky y Randall Mindy descubren el cometa y determinan su trayectoria, pronosticando un encuentro con el planeta Tierra, calculado un impacto fatal en aproximadamente seis meses. De inmediato informan la noticia a la Casa Blanca, con el objetivo de movilizar a las autoridades para tomar acción, pero el gobierno en turno descarta sus palabras por desidia, indiferencia y menosprecio, apuntando, por ejemplo, que, como no estudiaron en una universidad de renombre, sus palabras no tienen el suficiente peso de ‘acreditación’. 

Como si su conocimiento se basara en lo pintoresco del lugar donde estudiaron y no los conocimientos que aprendieron, o las capacidades que tienen en su área, la cinta se burla así de aquella percepción social de estatus que se hace a partir del prestigio y la fama, que juzga por las apariencias y la reputación, es decir, en este caso, el peso del nombre de la institución, independientemente de su plan de estudios o el nivel de preparación con que educan a sus estudiantes; un renombre que no siempre se gana con logros académicos.

Así mismo, el lenguaje científico con que se expresan Kate y Randall es recibido con frialdad, pues, al no entender los otros con claridad su hallazgo, sus explicaciones, lo que genera es un desinterés por dimensionar la gravedad del asunto, en parte porque ni siquiera les es posible deducir lo que dicen, ni hay inclinación por hacerlo, respondiendo a la ley del menor esfuerzo y la dejadez.

Para los astrónomos, como académicos, los datos duros son la base de la explicación, porque contienen la información fidedigna y concreta, pero, para alguien externo, que no está especializado en este lenguaje matemático, la simpleza es primordial para entender su discurso. 

El lenguaje concreto y digerible es clave, especialmente en una era, la digital, en que la palabra y la comunicación están sujetas por tantos filtros y las personas están ya tan acostumbradas a la inmediatez y simplificación que, en casos como este, debe mantenerse así, con un lenguaje simple pero elocuente, decidido y claro, no confuso ni excluyente; no indescifrable para quien no esté familiarizado con los términos (lo que significa que en la comunicación también hay que entender a quién se le habla).

No se trata de limitar el habla o la palabra escrita, porque esto limita también el desarrollo humano; el problema radica en que si las redes sociales acostumbran a las personas a una comunicación básica (frases simples, emoticones que expresen ideas e información reducida a cierto número de caracteres), lo que se requiere para no propiciar la desinformación o la indiferencia es una habilidad de elocución y elocuencia en lo que quiere expresarse (a las masas primordialmente); respetando al receptor del mensaje, pero también la información y los hechos, el canal de comunicación que se usa y el lenguaje mismo como se expresan las ideas.

De lo que se trata es de compartir con precisión y honestidad; explicando, no sobre-explicando; algo para lo que tanto Randall como Kate no son buenos. Se topan entonces con dos realidades que apremian; la primera, que la Presidenta de su país, Janie Orlean, así como su gabinete, sólo están interesados en la estrategia política, es decir, en qué tanto les conviene, política y financieramente, hacer uso de esta información, abordar el problema y administrar el plan de acción; en corto, líderes más interesados en su propia agenda que en la gente por la que deben velar.

Janie está en plena campaña de reelección, y tanto ella como su partido, rodeados de escándalos. Es por ello que su prioridad no es ni la humanidad ni los ciudadanos a quienes representan, con todo y que su cargo como presidente de una nación debería inclinarla por salvaguardar el bienestar y progreso de sus constituyentes; sino que además, la realidad que tienen enfrente les lleva más bien a pensar en números, estadísticas, dinero, popularidad y votos a favor; una reacción egocéntrica que se guía por la ganancia propia, la exaltación del ser y desinterés por la responsabilidad comunal.

El siguiente difícil reto es la cobertura mediática, a lo que se enfrentan una vez que Teddy Oglethorpe, jefe de la Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria de la NASA, quien asume la apatía de la Casa Blanca como algo preocupante, resuelve que la mejor manera de tomar acción es movilizarse, distribuyendo la información, específicamente, llevándola hacia los medios masivos de comunicación.

Esto se convierte en un arma de doble filo, porque al programa televisivo al que se acercan, y los conductores de éste, acostumbrados a compartir noticias de una forma ‘amena y ligera’, para agradar al público, abordan la noticia frente a la cámara con superficialidad, desidia y desinterés, bromeando, aminorando la situación, minimizando los hechos, porque para ellos, lo importante no es lo que se dice, sino la imagen pública, popular y mediática, donde todo es mercadotecnia, publicidad, fama y aceptación.

La gente prefiere historias simples, información banal y contenido de entretenimiento, retrata la cinta, por ignorancia quizá, o porque están tan rodeados de opiniones encontradas, que lo último que quieren es tomar con seriedad las cosas que lo exigen, porque actúan con irresponsabilidad, lo que habla no sólo de una apatía social, sino del bombardeo mediático constante al ciudadano promedio, que resulta en la superficialidad de las cosas como su único punto de satisfacción.

Lo importante para la gente, exagera la cinta, pero también refleja la realidad, no es lo que se dice sino cómo y quién lo dice, convirtiéndolos a ellos, los conductores, artistas o figuras públicas que comparten la información, en la noticia misma. Los hechos quedan al aire, enterrados incluso, si la gente, los medios, las redes y el colectivo están más inmersos en reírse o burlarse de sus reacciones o sus gestos, o qué visten, o cómo hablan y se expresan, por encima de la noticia o información de que se habla.

En una sociedad del espectáculo así, el interés mediático es el entretenimiento popular, lo escandaloso, la burla y la superficialidad. ¿Por qué hay una diferencia entre noticias y ‘noticias serias’? ¿Cuáles son las noticias ‘no serias’? O en todo caso, ¿por qué informar hechos superfluos y acontecimientos triviales, intrascendentes, pasajeros, se ha convertido en la única fuente que alimenta los espacios informativos? El resultado es una sociedad en la que todo carece de importancia y relevancia para la audiencia, porque todo es pasajero, risible, insustancial y divertimento, sin distinción.

Se acerca el fin del mundo y los periodistas que deben dar a conocer los hechos bromean al respecto, se concentran en el chisme o deciden promoverse ellos mismos a partir de lo dicho, ejemplifica la película, con personajes que, al caricaturizar esta realidad, llama la atención al por qué, para las personas, burlarse o reírse de la vida misma es el medio de sobrevivir: porque nada importa en un mundo donde la ignorancia es la epítome del placer y la dicha.

Kate se convierte en un meme y Randall en un símbolo sexual, porque eso es en lo que se enfoca la gente, según comercializan los mismos medios que alimentan al colectivo, diciéndoles cómo y qué o qué no pensar. No importa entonces su credibilidad, ni su honestidad, sino su popularidad y una vez que Kate se vuelve blanco de burlas, sus palabras pierden peso, no importa si tiene el sustento y el conocimiento científico que la vuelve la más calificada en el asunto, porque la gente ya no la escucha a ella, sólo mira la percepción social ridícula y el estereotipo que se ha hecho de ella: alguien aburrida e histérica, que al tomarse en serio la gravedad del problema, es percibida como ‘exagerada’.

Sin personas calificadas tomando las riendas del asunto, todo se vuelve un circo. Los líderes no están calificados para entender el problema ni para asumir el control, así que delegan en personas que pueden malear y manipular para sus intereses. También niegan la verdad o mandan mensajes contradictorios para que la confusión siga el curso de su camino y provoque la suficiente incertidumbre que aliene a la población, para así poder dirigir y dominar, para dar impulso a sus intereses inmediatos, para manipular consciencias y conductas por medio de confusión,  parafernalia, falsas promesas y datos irrelevantes o incorrectos, que dan la apariencia de control y liderazgo. 

La mayoría de la población cree en las promesas vacías si están envueltas en un halo suficientemente convincente, optimista y ameno, porque parece más fácil creer en la ilusión que aceptar la verdad de las cosas. Esa es la estrategia del poder político: mentir, ilusionar, negar la gravedad del asunto, todo para hacer valer su agenda electoral y económica.

En este contexto, en la narrativa, igual que en el mundo contemporáneo caracterizado por la existencia de grandes empresas multinacionales, el poder económico no es distante del poder político, más bien se encuentran entrelazados. Es aquí donde entra el personaje de Peter Isherwell, un magnate empresario multimillonario con sus propios intereses económicos de por medio. El capital es el que maneja los hilos de la política y la economía, demuestra este personaje, quien presiona con fuerza, con influencia directa sobre el poder gubernamental, a partir de sus inversiones en programas del gobierno o elecciones políticas, para hacer lo que a él le parece más conveniente: explotar los recursos naturales como fuente de creciente enriquecimiento. En este caso, del cometa, de donde cree podrían extraer elementos químicos que se aprovechen en el desarrollo tecnológico. 

Si suena absurdo permitir que se acerque a la Tierra un cometa con la fuerza suficiente para destruirla, con tal de extraer de éste recursos que permitan fabricar más aparatos electrónicos inteligentes u otro tipo de aplicación tecnológica, bajo la promesa de que eso impulsará la economía, incluso si ello puede llevar a la posible extinción del hombre, es porque lo es.

Pero el sinsentido bien puede trasladarse a la vida real: la explotación de un recurso natural con potencial poder de destrucción de hábitats enteros, con tal de sacar algo a favor, traducido en consumo mercadotécnico y ganancia monetaria para algunos círculos específicos, los que tienen el poder. No es administrar estos recursos para favorecer a comunidades, sino para favorecer a las personas con los recursos para explotar estas zonas. Los ricos haciéndose más ricos a merced de los últimos en la escalar piramidal, espeta Kate en un punto de la historia; y no se equivoca. Líderes políticos y dueños de grandes capitales más interesados en la ganancia monetaria que preocupados por el impacto ambiental y sus consecuencias.

Peter promete empleos; asegura que todos saldrán beneficiados y reitera que tiene la tecnología a la mano para llevar su plan a cabo con éxito. La gente le cree y lo sigue porque sus promesas vienen envueltas en un halo endulzado de propaganda que suena demasiado perfecto como para ser real. No lo es, pero la gente prefiere creer que sí, por enajenación o falta de conciencia, por un sueño idealista antes que un razonamiento sustentado en la realidad.

Personas como Peter y Janie ven las crisis como un negocio, como algo de lo que pueden sacar beneficios a su favor. A río revuelto ganancia de pescadores, dice el dicho popular, para enfatizar el hecho de que en condiciones de incertidumbre, los poderosos siempre salen beneficiados. El problema de las dudas y la confusión respecto al cometa no recae en la ciencia confusa o el fracaso seguro, la inminente caída y choque con la Tierra, sino en que las personas sólo vean en ello, en la crisis, una oportunidad para acomodar las piezas del tablero de forma que más les convenga, en temas como dinero, cargos políticos, popularidad, aceptación, vitoreo u otros. ¿Y acaso no sucede así a veces en la vida real, una crisis aminorada y mal manejada, porque el interés primordial no es mitigarla, sino hacerlo sacando algunos la ganancia a partir de la desgracia de otros?

Comienza entonces una campaña de desprestigio y de duda. Tanto Kate como los que entienden con responsabilidad su realidad, impulsan la idea de la conciencia. Dicen ‘mira hacia arriba’, en el sentido literal, para ver el cometa que se acerca, pero también en el metafórico, sobre abrir los ojos, dimensionar las cosas, razonar los hechos y pensar por sí solos sus propias conclusiones y verdades, basándose en la información objetiva, no en los chismes o la inercia, en el respaldo científico de los expertos, no las opiniones sin fundamento de las figuras populares.

El espectro contrario, la campaña ‘no miren arriba’, opera bajo la lógica opuesta, la de la alienación, incompetencia, ineptitud e ineficacia. La que somete y promueve la sumisión, le que lleva las ideas al extremo. No niegan las tesis de los otros, porque no tienen argumentos, más bien prefieren convencer mintiendo, diciendo que las palabras de advertencia sólo quieren generar miedo, y para ello son los centros de poder los que logran precisamente infundir un miedo al miedo, un temor a aceptar la realidad, que al final paralice a la sociedad. 

La tecnología no solucionará los problemas de la gente, como promete Peter con su plan de destruir al cometa para extraer los recursos naturales que necesita para su actividad industrial. Su reacción, como la reacción en general que ejemplifica y exagera la cinta, lo hace para reflejar la preocupante realidad de cómo actúan las personas ante crisis sociales como el cambio ambiental, la dependencia tecnológica, el uso enajenante de las redes sociales o la fijación mediática en el escándalo y la sobreexhibición de las celebridades y figuras públicas a través de información insustancial e alienante. 

Reaccionar a un video que habla sobre hacer un cambio social, no es lo mismo que hacer algo por generar o propiciar el cambio. Endulzar las noticias hasta reducirlas a nada para satisfacer la mente inundada de información del espectador o lector, no es lo mismo que informar noticias con claridad y concisión de forma ordenada y receptiva.

 La cinta habla de la existencia humana, de los absurdos de la vida, de las mentiras esparcidas como verdad y la verdad reducida a nada a raíz de la apatía y la torpeza, incompetencia, ineptitud e inhabilidad de la especie para enfrentar la vida misma. También de la soberbia de los poderosos que creen que podrán lograr escapar de una posible extinción de la vida en el planeta tierra. En el mundo real ya lo intentan compañías de investigación con capital privado que exploran el espacio con fines comerciales.

Escrita y dirigida por Adam McKay, la película está protagonizada por Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Rob Morgan, Meryl Streep, Cate Blanchett, Mark Rylance, Jonah Hill, Tyler Perry, Melanie Lynskey  y Timothée Chalamet, entre otros. Su espíritu mordaz le permitió recibir cuatro nominaciones al premio Oscar: mejor película, guión original, edición y banda sonora original.

Ficha técnica: No miren arriba - Don't Look Up

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