Cada que tienes oportunidad regresas a Calakmul, es un lugar que conserva su magia a pesar de la devastación que implica el tren maya y un hotel a tan solo 10 km del sitio arqueológico. Ya nos dirá el futuro cercano que cadena hotelera operará ese insulto al sentido común, ese desprecio a la biodiversidad. Cosas de la civilización dirían Los Piojos, un grupo de rock argentino. Cosas de la ignorancia, una palabra amable para definir la estupidez, diríamos algunos otros.
Aquí hay estelas de hace mil años que rinden culto a los gobernantes, muchas de ellas representan a algún enemigo vencido a sus pies, en una posición de sumisión, esto no ha cambiado mucho, seguimos igual rindiendo culto, aunque en estos tiempos de oscuridad los sometidos son los propios pueblos.
Subes las estructuras III, II y por último la I, hace mucho calor, desde que eras un hombre del desierto tus glándulas sudoríparas se encargaban de mantenerte húmedo, ahora, con porcentajes de humedad arriba del 94 %, eres simplemente una fuente de agua.
Las montañas y las pirámides se suben paso a paso, sin prisas, observando bien dónde pones el pie, para enseguida descargar tu peso en el mismo, mientras se tensa tu muslo y tu pantorrilla buscando acercarte algunos centímetros más al cielo. Y así, una y otra vez, cuidando mantener el ritmo respiratorio, llevando oxígeno a los músculos que lo necesitan.
Llegas a la cima, la estructura I tiene una magnífica vista 360, la selva de Calakmul te saluda, agradeces, tu ejercicio de respiración continúa, buscas tu centro, realizas algunos movimientos que inicialmente siguen un patrón definido, después otro y otro hasta deshacerte de ellos, los patrones, haciendo de tu cuerpo un instrumento que busca inventar su propio movimiento, en completa libertad, sin los prejuicios del aprendizaje.
Tratas de sentir cada fibra de tu ser, visualizas los dedos de tus pies, tus tobillos y rodillas, pasas por la cadera y subes a tus hombros, codos, muñecas y dedos, sientes tus vértebras y cuello, sigues respirando, eres un ser sin tiempo, sin edad, te visualizas cenitalmente en el centro de la estructura I, cierras tus ojos, nada cambia, sigues viendo la selva, ese océano verde lleno de vida, de susurros, que hoy es tuyo, que hoy te saluda, los monos aulladores comienzan su canto, lo recibes cómo una aceptación, una bienvenida, percibes a un par de tucanes que se dirigen a la estructura II, también eres observado por una familia de monos araña en las cercanías.
Comienza a llover, primero suavemente, después de forma torrencial, tú sigues moviéndote, estás empapado, el agua lava tu cuerpo, lo purifica, las enormes gotas masajean tu cráneo, tus movimientos se han vuelto una danza de raíces ancestrales, sin patrones conocidos al menos conscientemente, es tu personal y humilde ofrenda a Chaac y todos los dioses propios o extraños de todas las culturas conocidas que al final se integrarán en uno solo, proyectas a los seres que amaste, a los seres que amas y aquellos que seguramente amarás, deseas que todos y cada uno de ellos tomen decisiones sabias, que tengan una buena vida y que si se equivocan, aprendan de ello, te sientes ligero, sin masa, como una brizna en medio del agua, del trueno y del Calakmul infinito.