Los hombres de otros tiempos me llamaban Balam, me consideraban casi un Dios, un ser mágico, superior, soy un cuidador del inframundo, un guardián de sus puertas.
Soy portador de energía y un símbolo de poder, soy rector del tiempo y señor de la noche.
En ocasiones, cuando la hembra está dispuesta, puedo escuchar sus dulces susurros, puedo oler su llamado a gran distancia, y ahí, cuando eso sucede, la busco, la encuentro, nos entregamos al ejercicio primario e instintivo que permite la perpetuación de los mitos y leyendas, después me retiro.
Esta noche estoy aquí, en Puerto Ángel, en las cercanías de Mahahual, en la duna, a la espera; siento la arena en mi panza y en mis patas, me acaricia la brisa que sopla el mar, escucho el eterno mantra del océano que me mantiene en mi centro, mis sentidos siempre en alerta, preparados para identificar minúsculos cambios en el entorno. Soy un sistema perfecto de conciencia situacional.
La ausencia de nubes, luna y luces permite que las estrellas se manifiesten en toda su brillantez. El libro de los tiempos al que mi piel hace honores está aquí, hoy y siempre, agradezco.
Puedo mover mis 80 kilos con milimétrico control, levantando una pata a la vez y transmitiendo mi peso gradualmente a las otras tres, movimientos regidos por ecuaciones diferenciales de transferencia de peso, que algún ser superior diseñó. Puedo detener el movimiento en cualquier momento para evitar emitir un ruido que alerte a mi presa, la sorpresa es mi aliada, soy cazador, soy letal.
Sigo aquí, al acecho, es temporada de anidación de tortuga marina, hay que tener paciencia, una de mis mayores virtudes, la envidia de otras especies.
La escucho, posa sus aletas delanteras en la arena, ejerce con ambas una fuerza sobre la tierra para levantar su peso e impulsarse hacia adelante, ese es su mecanismo de movimiento.
Sigue avanzando, busca un buen lugar para expulsar sus huevos. Es un ritual importante, decidir dónde parir, las hembras que se desarrollen habrán de regresar a este mismo sitio dentro de algunos años a repetir la escena y probablemente alguno de los míos, también estará aquí, esperando.
Comienza a cavar, está concentrada en esa actividad, me incorporo, recorro los 30 metros que nos separan y me acerco a ella, camino sigiloso, soy invisible, soy poderoso, soy el rey de la noche, soy Balam.