Jane Austen (1775-1817) fue una novelista británica que escribió sobre muchos tópicos que reflejaban la realidad de su entorno y describían con mirada crítica temas como las costumbres sociales, los cánones de lo socialmente aceptado, la posición de la mujer en el colectivo y las reglas que delimitan la forma como las personas se relacionan, piensan, conviven y hasta se enamoran.
En sus textos usualmente analiza la naturaleza del ser humano, con énfasis en el papel de la mujer dentro de la sociedad, reivindicándola y cuestionando la falta de oportunidades en ámbitos como la educación; ideas que demandan con convincente argumentación un trato justo y equitativo entre las personas. Todas estas ideas se convirtieron, de alguna forma, en una sólida fuente de crítica al sistema, coincidiendo así con el pensamiento feminista que exige igualdad entre el hombre y la mujer. Este pensamiento sigue vigente en la actualidad y el interés por la vida de la autora, sus reflexiones, su análisis crítico con énfasis en la educación cultural y social que caracteriza su obra, ha llevado a la adaptación de varias de sus obras literarias a películas.
Algunas, aunque ambientadas en la época gregoriana, periodo en que ella vivió, tienen su visión más moderna de las cosas, ajustando esas ideas base de denuncia a la sociedad contemporánea, pero dando un giro progresista que se acomode también a las regulaciones sociales y morales de la actualidad. Hay ejemplo claro de ello en dos diferentes trabajos cinematográficos.
Uno de ellos es Persuasión (EUA, 2022), una cinta distractora, amena, disfrutable; sin embargo, también irregular por un humor algo ligero, casi caricaturesco, que no siempre respeta la esencia de los personajes sino más bien los simplifica en favor de una narrativa más entretenida que reflexiva, por lo que de pronto reduce demasiado la naturaleza de sus temas. El filme está dirigido por Carrie Cracknell, escrito por Ronald Bass y Alice Victoria Winslow, y protagonizado por Dakota Johnson, Cosmo Jarvis, Henry Golding, Nikki Amuka-Bird, Mia McKenna-Bruce y Richard E. Grant.
En la historia, Anne Elliot es una joven demasiado vivaz que vive con su padre, atormentado por estar a punto de quedar en bancarrota. Sus hermanas no son de mucha ayuda, Elizabeth es exageradamente vanidosa como para enterarse de las dificultades a su alrededor y Mary es demasiado narcisista como para ayudar a quien que no sea ella misma.
A fin de resolver sus dificultades económicas el padre de Anne decide rentar su casa a un Almirante, quien resulta ser familiar directo de Frederick Wentworth, el gran amor de Anne, a quien rechazó porque, como era pobre, se le dijo que era mejor no aceptar su propuesta de matrimonio, por no existir con él, esencialmente, ningún prospecto de crecimiento económico o social.
La narrativa se centra en ese reencuentro que reaviva un amor lamentablemente marcado por el prejuicio y las presiones sociales. ¿Por qué Anne rechazó al hombre que tanto amaba, cuando incluso, aún hoy lo quiere? ¿Porque le dijeron que lo hiciera?, o más bien, ¿cómo y por qué la persuadieron de hacerlo?
La palabra persuasión se refiere a inducir o empujar a alguien hacia un objetivo específico, para que haga o decida algo en particular. Esta es la base del relato y Jane Austen sienta bien los cimientos para criticar así las costumbres y presiones sociales para cumplir cánones y expectativas que, especialmente en este contexto, empujan a las mujeres hacia un estilo de vida específico, benéfico para sus familias más que para ellas mismas, porque en esa época la mujer no decidía por sí misma y para sí misma, o a partir de sus intereses, sino que decidían por ella en función de la ganancia o del beneficio por obtener, usando la vida de la mujer como instrumento de cambio en el marcado social, pues parece que se le mira y valora sólo como un objetivo, objeto de una ‘transacción’: como casadera, esposa o madre, no más.
Las reflexiones hablan de la idea del amor idílico frente al práctico, de la contraposición entre casarse por amor frente a casarse porque se trata de un acuerdo y contrato financiero ‘asignado’. Anne ama a Frederick, pero su familia la presiona porque, para ellos, el amor es lo de menos, ya que la felicidad según lo miran ‘depende’ de la solvencia económica o la posición social, pero también porque, según las normas sociales, la única forma de avanzar, escalar, crecer y progresar, es encontrando al mejor partido posible, entiéndase, el esposo con más dinero o mayor posibilidad de ascender en la pirámide organizativa y estructura social.
Se observa el dinero, la posición social y la conveniencia, así que se decide por Anne y luego se le convence de que es lo mejor para ella y su familia, porque esos son los intereses de la gente a su alrededor. La situación cambia cuando, al reencontrarse con Frederick, descubren que él ha ascendido de puesto y se ha ganado su propio título y fortuna, ubicándose en un nivel social más alto. Entonces, la familia de Anne deja de verlo con rechazo, porque ‘las circunstancias son otras’, porque ya no es un ‘pobre donnadie’, sino un ‘marine en ascenso’.
Esta es la ironía sarcástica de Jane Austen en su texto; ¿se acepta que Anne persiga a su gran amor porque es su gran amor, o porque Frederick ya no es un hombre pobre que no tiene más que ofrecerle? Su amor prevalece, pero este es sólo el lado romántico de la historia, porque desde el punto de vista crítico, la historia también ahonda en temas como la percepción social, los prejuicios las apariencias, el beneficio personal.
Esto se hace evidente cuando tras el reencuentro Frederick no le declara abiertamente su amor a Anne, ya sea por temor a volver a ser rechazado, o porque ahora es un respetado soltero, y entonces se relaciona con otra persona. Asimismo, Anne también conoce a William, un primo que parece atento, audaz, conocedor e interesado en ella, quien finalmente ejemplifica aquel dicho que dice ‘no juzgues al libro por su portada’, porque todo estos factores a su favor, no son más que componentes de una fachada para parecer más honorable de lo que realmente es, precisamente para atraer a la mujer indicada con quien casarse, es decir, conforme a sus prioridades, alguien que le de lo que tanto anhela: dinero, fortuna, mejor posición social y lujos.
Las ideas quedan intactas, sin embargo, la película cambia varios aspectos muy particulares con tal de darle a la historia una ligereza más accesible y digerible para la audiencia moderna. Anne en la novela literaria es una joven más bien callada y maleable, y es por eso que inicialmente su familia la presiona con facilidad para rechazar a Frederick, aunque por eso mismo a su reencuentro y tras notar que aún tiene sentimientos por él, ella comienza a cuestionarse sobre sus afectos, a valorar las cosas que suceden a su alrededor, las presiones sociales, lo que significa una vida feliz, sobre si realmente se puede ser feliz, o si es más importante esto que el dinero. Por el contrario, en la película Anne es mucho más vivaz y efervescente que como se describe en el libro, para que así su personalidad burbujeante empate más con la idea de mujeres con iniciativa, audaces, que ahora se perfilan en la comedia romántica, que es el género narrativo en que se desenvuelve la historia.
Una cinta muy vivaz y divertida, pero también cliché y finalmente simplificando las bases tan importantes que Jane Austen colocó en su texto, ya que no ahonda en la crítica hacia las reglas sociales tradicionalistas que plantea el libro y, en cambio, se burla a partir de poner bajo la mente del espectador estos clichés desde el punto de vista moderno de los convencionalismos románticos.
Por otro lado, una adaptación al cine de una novela compleja por sus indirectas críticas a la, a veces, ridícula frivolidad de la clase alta, es la película Emma (Reino Unido-Estados Unidos, 2020); relato que también favorece el corte romántico cómico sobre la reflexión de contenido y el análisis social, que si bien es divertida por un humor excéntrico con sutileza que sigue en esencia, casi al pie de la letra, la trama de la historia base.
Dirigida por Autumn de Wilde a partir de un guión de Eleanor Catton, la película está protagonizada por Anya Taylor-Joy, Johnny Flynn, Josh O'Connor, Callum Turner, Mia Goth, Miranda Hart y Bill Nighy. Aquí Emma es una joven vanidosa y mimada a quien le gusta socializar y entrometerse en la vida de lo demás, especialmente en el terreno amoroso. Convencida de que tiene el don de encontrarle a la gente su pareja ideal, Emma toma bajo su tutela a una joven huérfana al tiempo que llama su atención el recién llegado hijo de un amigo, alguien con porte, galante, caballeroso, pero también que se sobreestima, a tal punto que desarrolla un gusto exagerado por los elogios que lo hacen algo arrogante.
Buscando siempre pareja a todos, Emma se va a dar cuenta que una cosa es la compatibilidad, incluso la empatía, y otra el verdadero amor, ya que no sólo importa la atracción sino también la conexión en sintonía. Para ella, ese alguien es el Señor Knightley, alguien dispuesto a retar su mente, sin miedo para señalarle sus defectos, incluso que evita adularla innecesariamente como hacen otros, y quien al apelar por su lado más humano también la invita a madurar.
Lo interesante en el caso de las adaptaciones del libro de Emma a la pantalla es que hay mucho espacio para la interpretación de las ideas inmersas. Emma, como personaje, no es una mujer perfecta, al contrario, es precisamente fascinante porque tiene muchos defectos, pero también virtudes notables.
Emma siempre tiene una opinión, siempre quiere que la escuchen y siempre cree tener la razón. Y aunque en esencia no es una mala persona, a veces puede actuar demasiado controladora y vanidosa. El problema es que siendo tan carismática, amigable y sociable, las personas a su alrededor no se atreven a señalarle sus tropiezos, sus errores, la insensibilidad en la que en ocasiones incurre, al grado que su egolatría la lleva a actuar impunemente y se sale de control, porque a esas ganas de ayudar, proponer y hacer, le hace falta un toque de humildad, consideración y empatía.
El texto en sí, por su calidad, es de esos en los que aunque las ideas temáticas se mantienen intactas, la adaptación siempre se siente diferente, según se desdibujen las particularidades de los personajes, principalmente aquí el de Emma misma. En este caso, la protagonista es una joven consentida y despreocupada, centrada en nada más que su propia banalidad, producto de la buena posición socioeconómica de su familia y amigos.
En la cinta en cuestión la historia hace énfasis en la crítica social con perspectiva analítica, una vez que de alguna manera cuestiona los prejuicios sociales y plantea la presión impuesta por el orden de clases en la búsqueda por prosperidad, estabilidad y felicidad. ¿Por qué el dinero determina qué puede o no puede hacer alguien en cuestiones de desarrollo personal, incluyendo la búsqueda por una pareja o el camino hacia lo que la gente elige como su felicidad?
Cada adaptación del libro de Emma se siente diferente porque, aunque parte de este argumento, reviste con su propio perfil cómico de personalidad: una Emma despistada, una Emma perfeccionista, una controladora, una idealista, una mandona, malcriada o una demasiado autocomplaciente; todas parecen ser caras de la misma moneda, pero que abordan con un tino distinto, según la adaptación de la que ese trate. Porque así son las personas en la vida real y así se manifiestan los personajes en los relatos ficticios, conforme al rasgo dominante de su personalidad y carácter.
En este caso los cambios entre el libro y la película se notan en el proceso de adaptación, pues dan a la historia un tono más excéntrico e intrépido al grado que todo parece más exagerado y más vistoso, de los personajes en sus reacciones y en su dinámica; así que, aunque la secuencia de la historia sigue el mismo curso que la del libro, el tono es diferente, más extravagante y más humorístico burlón.
Este énfasis le da de pronto otro enfoque a las cosas, porque permite mirar el todo con un punto de vista diferente. La adaptación en este caso tiene mucha energía y vivacidad y es más satírica que otras versiones del mismo libro, si bien esta posición crítica que se desprende de este género abre la puerta a un tono más efusivo, gracioso hasta un punto de vista casi banal, al menos de parte de los personajes clave, como Ella o Knightley, personas envueltas en la trivialidad propia de la alta sociedad.
De alguna forma la cinta critica en específico a la clase adinerada y a esa, irónicamente, banalidad, surgida de una vida sin preocupaciones que, precisamente por tener tanto tiempo disponible en su rutinaria existencia, se da a la tarea de tomar la vida, problemas y preocupaciones de otros en sus propias manos. Es como un remedio para su propio aburrimiento. Lo que la cinta al final parece concluir es que: el privilegiado no por eso tiene el derecho de hacer o no hacer lo que quiera’ o ‘mírate a ti mismo antes de ver a los demás’.
Hay pulcritud respecto al trazo narrativo del texto original, mientras que la sátira a las clases sociales y a la propia banalidad del ser, o hasta a los prejuicios, toman centro de conversación y análisis dentro de un proyecto con habilidad cómica ingeniosa, que recuerda así al espectador que todos estos personajes son en sí mismos excéntricos y, con ello, también hay también mucho espacio libre para analizar sobre su persona, especialmente si se trata de personajes que son conscientes de ello. Por extensión aplicable también a la gente ‘común y corriente’ del mundo real.