La fama es el reconocimiento de muchas personas hacia alguien o algo en específico; es una opinión colectiva que se extiende entre diversos grupos y que vuelve a ese algo en un ícono por las cualidades o características que le distinguen. En el medio artístico y del espectáculo una celebridad es una persona famosa que se ha hecho de un renombre a partir de su presencia y estatus en la cultura popular.
Esa fama no tiene forzosamente que conseguirse con trabajo o talento, o con la demostración de habilidades, sino que se puede sostener en atributos superficiales o llamando la atención en la banalidad y el escándalo, dado que fama no es sinónimo de éxito, ni de capacidades, competencia o aptitudes. Los medios de comunicación proyectan y respaldan, las redes sociales promueven y las mentes capitalistas aprovechan, porque ven la fama como un trampolín de ventas y crecimiento mercadotécnico, donde la celebridad es una mera marca y el concepto de su arte es un producto para el mercado.
Dentro de la escena musical, esta ha sido una realidad constante con el paso de los años, empeñada la industria en promover diversidad, renovación y búsqueda constante de diversión y consumo; artistas convertidos en fachadas y talento envuelto en parafernalia. Pero cuando esa fama sólo existe a través de la lente y el internet, donde los filtros son tan literales como metafóricos y la banalidad del ser es lo que verdaderamente se explota, ¿dónde queda la identidad de la persona y cómo se juega con su privacidad, cuando se utiliza como instrumento para hacer ventas y conseguir ganancias (clics, seguidores, reconocimiento, estatus)?
¿Qué es la fama en el mundo actual o a qué equivale? Aunque las celebridades sean figuras públicas, ¿tiene que ser público ‘todo’ sobre su persona? ¿Cómo moldean las redes a cualquier persona al volcar toda su existencia en formato de contenido ‘consumible’? De esto trata la película Jem y los Hologramas (EUA, 2015), escrita por Ryan Landels, dirigida por Jon M. Chu y protagonizada por Aubrey Peeples, Stefanie Scott, Hayley Kiyoko, Aurora Perrineau, Ryan Guzman, Molly Ringwald y Juliette Lewis.
La historia está basada en la serie de caricaturas ‘Jem and the Holograms’ creada en 1985 para la marca de juguetes Hasbro, sobre una joven que intenta salvar la compañía discográfica de su fallecido padre con un grupo musical que en realidad es la versión en holograma de ella y sus amigas.
En la película esa joven es Jerrica, una talentosa cantante que, no obstante, no es muy afecta a la cámara, el escenario, la atención o la fama. Ella ama la música, pero no se siente cómoda con revelar todo de sí ante el público, en la red. Valora su privacidad y prefiere producir sus canciones más para consumo personal que para exhibir en la red o con fines mercantiles. Ella y su hermana menor Kimber se mudan con su tía una vez que quedan huérfanas, donde hacen una vida en familia al lado de las hijas adoptivas de su tía, Aja y Shana.
Un buen día, Jerrica decide grabarse tocando sus canciones bajo el pseudónimo de Jem, el apodo afectivo con la que la trataba su padre. Kimber, que considera que talento tan grande no puede quedar escondido en un cajón, publica el clip en redes sociales, volviéndose un éxito al instante y despertando la pregunta de ¿quién es Jem?
Erica Raymond, dueña de la productora musical Starlight ve un potencial enorme en este concepto, con fama y éxito mediático casi seguro, por lo que ofrece a Jerrica un contrato en exclusiva, pero ésta pide que sus ‘hermanas’ (hermana directa y primas adoptivas) vayan con ella, motivada para aceptar el trato en realidad para ayudar a su tía con los gastos cotidianos, dadas las dificultades financieras que se atraviesan en casa.
Es entonces que Erica aprovecha con astucia la situación para ir moldeando al grupo a sus necesidades de mercadotecnia. Ella no mira a cuatro jóvenes con talento, metas y habilidades particulares y propias, sino una oportunidad de ganar dinero con el interés social y mediático que hay alrededor de un concepto: Jem. Así que para la empresaria no importa quién es Jem en realidad, o Jerrica, o sus compañeras, mientras haya una forma de explotar el misterio detrás de su identidad.
Las jóvenes tienen talento, pero eso no es en lo que Erica se concentra, sino más bien en la imagen hacia el exterior; una fachada que promocionar y una estrategia de ventas que explote quién es Jem, no Jerrica, a partir del morbo por descubrir su verdadera identidad, conocer quién está detrás de la máscara, o el anonimato, en este caso, el alter ego creado gracias a la cortina que proporcionan las redes sociales, como medio para moldear su propia personalidad.
Curiosamente cuando Jerrica decide interpretar en aquel video frente a la cámara como Jem y no como ella misma, ea un instinto de autoprotección; se siente insegura, se siente expuesta y no le anima que el mundo tenga acceso por medio de la lente y luego las redes a todo sobre su vida, su intimidad, su cotidianidad. Entonces ese anonimato no es algo negativo, no es una mentira, sino una opción viable para ser ella misma, vulnerable y real, sin tener que revelar todo sobre sí.
Lo que hace Erica es darle un giro a todo esto y crear curiosidad y enigma. Internet se ha encargado de hacer ‘famosa’ a Jem, porque al hacerse el video viral en la web crece la curiosidad y la expectativa. El objetivo de Erica es aprovechar esa incertidumbre y hacer crecer el misterio mismo, pero no dejando que Jerrica y las chicas sean quienes quieren ser, sino controlando la narrativa, imagen y personalidad que se expone de ellas al mundo.
De esta manera, la disquera no sólo toma control de sus publicaciones en redes sociales, sino que también decide un cambio de imagen ‘vendible’ y fácil de publicitar para luego trasladar a productos con los que comercializar. ‘Jem y los Hologramas’ se convierte en una marca a explotar, no en un grupo musical conformado por Jerrica, Kimber, Aja y Shana con el talento para cantar.
Son dos caras de la misma moneda, la fama conseguida a través de internet convertida de alguna manera en una oportunidad, pero esa fama es efímera porque así son las redes, el internet y la cultura de la superficialidad banal; el momento, el ahora, lo viral, lo pasajero, lo llamativo y vistoso sin sustancia.
La cuestión es qué hacer con esa fama, con esa fachada, una vez que ya se llamó la atención. Qué mensaje hay de fondo, ¿o no hay forma de pasar de la superficialidad? La música de Jerrica conecta con la gente y eso es lo que la hace más que una presencia mediática insubstancial, pero entonces Erica lo absorbe y comienza a hacer que esa esencia artística se pierda, dejando el eterno debate al aire entre talento que destaca y el talento que se obliga a destacar con una bien planeada estrategia publicitaria.
Talento que vende, cuestión que en el fondo no tiene nada de malo, el problema es lo que pierde el artista en el proceso si para crear esa imagen tiene que perder identidad y con ella su imagen misma, su autopercepción; entonces, lo que se termina por vender no es más que la careta vistosa de un producto vacío. Jerrica crea a Jem para escudarse, pero termina por perder el control sobre quién es Jem cuando Erica se encarga de hacer que Starlight, su empresa, gane el control sobre la imagen, las canciones, el estilo visual de las integrantes del grupo y hasta el nombre de la agrupación (Jem y los Hologramas), al punto que Jerrica y compañía ya no son indispensables sino sustituibles, o reemplazables, en breve, desechables. Erica se adueña del éxito y administra la información que se le da al público en su beneficio; al punto que otros y no Jerrica comienzan a decidir quién es Jem.
“¿Quién es el verdadero tú?”, pregunta reflexivamente Jerrica al inicio de la historia, hablando de que una cosa es tu yo verdadero y otra, esa persona que creas para aparecer en las redes, en donde ‘puedes ser quien quieras ser’. ¿Es una extensión de ti o es una mentira sobre ti? Es decir, que el ‘yo’ que presentas por internet pasa por tantos filtros, intermediarios metafóricos y caretas de edición literales, que esa persona no es tu verdadero ‘yo’. Pero puedes mentir y ser alguien diferente, lo que propicia tanta falsedad en redes, o puedes convertir tu huella digital en una versión de tu persona.
Al final, en cualquier caso, debe quedar claro que por más real que se quiera ser, ese personaje, ese ‘yo’ digital, no deja de ser un ente distante, por el mero hecho de que hay muchos canales de por medio entre tú y la persona que mira tus fotografías, comentarios, publicaciones y videos. Hay una distancia de por medio y eso crea una barrera que sólo el contacto directo puede quebrantar. Las pantallas al final, igual que los espejos, no reflejan con exactitud, son sólo una proyección de lo que hay enfrente.
La identidad es uno de los temas más recurrentes del filme, así como los valores como unidad, solidaridad, familia, confianza y honestidad. Para las jóvenes protagonistas, ‘Jem y los Hologramas’, el grupo musical en sí, es una cosa; en tanto ‘Jerrica, Kimber, Aja y Shana’, es otra, porque, por un lado, está la fama, la música y la banda, pero por el otro está la hermandad y la fraternidad. Asunto que se vislumbra a partir de otros elementos narrativos que avanzan la trama de manera genérica, en una especie de ‘búsqueda del tesoro’ en la que siguiendo pistas encuentran las partes o piezas para terminar de armar a Synergy, un robot que el padre de Jerrica y Kimber les dejó, a fin de recordarles que los lazos familiares son la base de todo, porque constituyen ese cimiento que mantiene a la gente humilde y honesta consigo misma.
Al final del recorrido Jerrica reflexiona y descubre que no se trata de revelarle al mundo que ella es Jem, sino de decirle a la gente que Jem son todos ellos como fans, o lo que es lo mismo, que ellos también son Jem porque son quienes dan vida, energía y proyección social a la música. Jem es esa música que eleva el ánimo lo mismo en los días felices que en los momentos de apuro, o es ese ejemplo de inspiración que motiva a perseguir los sueños, para creer en ti cuando dudas de tu propio potencial, explica Jerrica al final de la película.
Es así como ella retoma el control de las cosas, porque lo importante en este punto ya no es el misterio controversial de descubrir una identidad, sino de convertir esa imagen creada (Jem) en la esencia por la que en principio la imaginó, ser ella misma en su capacidad creativa, en su manifestación artística, pero sin tener que exponer abiertamente su intimidad, para actuar con decoro, con dignidad, manteniendo su vida personal en los límites que ella decida y exponiendo en las redes y en el medio comercial los aspectos que beneficien el ambiente cultural. Se trata, en esencia, de mantener cerradas las puertas de su vida privada ante la impertinencia a que son tan afectos los medios de comunicación masiva.
Las celebridades son famosas por algo que les distingue y es mejor si es su trabajo, talento, habilidades o desempeño en su profesión, porque cuando la fama llega sólo por una imagen que se explota, por ese anhelo de ser alguien en redes, que tanto se promueve en la era digital, entonces no se es más que presencia efímera e insustancial, lo que al final nunca va a permitir que la persona trascienda.
Erica está creando un producto plástico, pasajero, vistoso pero sólo capaz de saciar la curiosidad del momento. Jerrica, por el contrario, está proponiendo un concepto más simbólico, empático y que le diga algo a los fans más allá de un misterio, o un concierto, o una canción exitosa o un estilo de vestir convertido en tendencia de moda que en cuanto llega, se va.
Para una era digital moderna en la que vida es un constante vaivén de contenido y exposición a través del internet y las plataformas en la web, la película logra analizar cómo la tecnología puede convertirse en un espacio de autoexpresión y comunidad, un lugar donde las personas puedan conocer más de sí mismos y conocer a otros, siempre y cuando tengan el control, la claridad y la responsabilidad de eso que comparten y entiendan por qué lo publican, con un significado propio, no sólo porque los demás lo hacen o porque alguien lo dice. Ser uno mismo, sin miedo a la creatividad y a la reinvención, pero con integridad; esa es la reflexión final.
Ficha técnica: Jem y los Hologramas - Jem and the Holograms