Me llaman Mantis y vivo en Mahahual, soy un insecto, pequeño, apenas 5 centímetros, mi estructura mantiene mis patas delanteras recogidas frente a la cabeza, otros dicen que parece que estoy rezando, que es una actividad que realizan algunos hombres.
Cuando alguna presa está cerca de mí, la ataco inmediatamente, la sujeto con mis patas delanteras y comienzo a devorarla, no se trata de forcejear, debilitar, golpear, soy letal, pocos seres pueden seguir peleando mientras son devorados.
El hombre ha desarrollado técnicas de combate basadas en mis movimientos, conozco a algunos buenos guerreros, Díaz en La Laguna, Mendiola en la ciudad de México, Rossi en Mahahual.
Percibo a una hembra, está cerca, el llamado es irresistible, todas las feromonas son poderosas, me muevo donde mis sentidos me llevan, encuentro otro macho que también responde al llamado, y ahí está ella, esperando, me acerco sigiloso, mi contrincante hace lo mismo, sí, estoy en guardia, hemos decidido pelear.
He vencido, mi oponente yace muerto, me levanto, reclamo mi premio, voy hacia ella, la rodeo, salto sobre su dorso, pongo en contacto mis antenas con las suyas, es una conexión especial, ahora poso mis genitales, ella, gira su cabeza 180 grados, nuestras antenas se entrelazan, me mira fijamente, trato de descifrar lo que vendrá, cuando me doy cuenta del ataque, es tarde, siento sus fauces sobre mi cabeza, seré devorado, seguramente evitará dañar las zonas de mi sistema nervioso encargadas de la reproducción, éste será el último acto de una efímera vida, sí, la naturaleza dentro de su sabiduría y hermosura, también es implacable.