Recuerda…
“Si mi situación actual depende de mí pasado y mi pasado no lo puedo cambiar, ¿estaré sentenciado a seguir así...?”. Esta nueva frase si la analizamos detenidamente, nos puede dar un mensaje muy profundo del comportamiento de nuestra vida pasada.
“Si mi situación actual…” Es decir, si la manera como ahora estoy viviendo la vida, una vida llena de pobreza, de miseria, de limitaciones, llena de enfermedades, de tragedias, etc., y todo lo justificamos “Porque así nos lo enseñaron”, “Porque no puede ser de otra manera”, etc. ¿Estaré entonces sentenciado de por vida a seguir así…?, ¿Ya no habrá remedio…?, ¿Ya nos tocara sufrir…? ¿Cuál es la respuesta? NO!!!, NO!!! Claro que no!!!, si hemos seguido con atención la lectura hasta aquí, si lo hemos analizado, si lo hemos meditado, comprendido, pero lo más importante, “Si lo hemos puesto en práctica”, creo definitivamente que no “tenemos porque seguir así”.
Hace tiempo impartí un curso a los internos del CERESO de Torreón, Coah., y en ese grupo se encontraba una persona que según los que lo conocían, era un terrible asesino. Inclusive me cuestionaban, un tanto incrédulos: “Oye Germán, y ¿no tienes miedo de encerrarte en ese taller donde impartes el curso con esa gente?”. Claro que no, respondí enfáticamente. Pues son personas como nosotros, solo que por sus grabaciones o sus programaciones, ahora se encuentran en una situación difícil.
En cada día del curso teníamos un receso para tomar alimentos y los asistentes me hacían la invitación de ir con ellos a sus celdas a compartir conmigo su comida, un señor ya grande me contaba la historia de cómo había llegado ahí, en un momento que le marcaba para siempre su vida, le gustaban mucho los camiones, pues a eso se dedicaba antes de ingresar a ese lugar, cada uno tiene la oportunidad de aprender un oficio, el hacía cuadros y me decía -escoja uno de los que he hecho aquí-, y lo conservo aún como un recuerdo de esa experiencia. Por lo que no hay que juzgar a nadie pues cada quien tiene su propia historia, que tiene un origen, una causa y evidentemente un efecto.
Cuando terminamos el curso, aquel joven que según los demás, era un terrible asesino, me acompaño hasta la salida de la prisión, colgado de mi brazo y en forma confidencial me dice con los ojos llenos de lágrimas: “Como no oí esto antes Ing. Germán, le juro que yo no hubiera llegado a lo que soy”.
Y claro que le creí, pues siendo que aquel joven todo lo que vio durante toda su vida familiar fue violencia, agresividad, dolor, miedo ya que esa fue toda su enseñanza, él no podía actuar de otra manera. Pero ahora que había comprendido cual fue su situación, podía cambiar su “condición” y realmente vivir y disfrutar la vida.
Por otro lado, deje a un lado esa expectativa, de que si así ha sido toda la vida, así tiene que seguir siendo de generación en generación, ahora va a poder comprender cuál ha sido la situación por la que ha pasado, que ya no la puede cambiar, acéptelo como una experiencia en su vida, “perdónelo definitivamente”, reprograme su mente, ponga una nueva imagen en su futuro y empiece a reforzarla hasta que ese “destino” se haga realidad.
Otra limitación muy fuerte que tenemos dentro de nuestra vida, es el “resentimiento”, esa actitud negativa que nos hace vivir y volver a vivir cada vez los mismos errores, las mismas angustias, los mismos corajes, cada vez que nos acordamos de aquella situación que nos lastimó.
Cuando una pareja se divorcia y la señora tiene que trabajar para salir adelante, y luego se da cuenta que su ex esposo se volvió a casar con otra mujer, y si ella sabe por buenas fuentes que ahora él es feliz, de ahí en adelante esta mujer caerá en un terrible resentimiento contra todos los hombres y lo más dramático, contra todas aquellas personas que sean felices (también el caso contrario).
De tal manera que le dolerá ver la felicidad a su lado y hará todo lo posible por sembrar la cizaña, la envidia y no descansará hasta ver que aquella persona caiga también en la trampa del odio y del resentimiento.
La única manera de poderse liberar de esos resentimientos, es apreciar la realidad, ser lo suficientemente sincero para reconocer que la causa por la que hemos pasado esos fracasos o sin sabores en la vida es solo culpa nuestra y de nadie más, por lo tanto, tenemos que “perdonar” hasta que nos liberemos definitivamente de ese odio y ese resentimiento.
Tal vez el siguiente consejo sea un poco amargo y sobre todo un mucho de increíble y tal vez lo más terrible, casi imposible de realizar: “ponga en su mente a esa persona que más le haya ofendido y dígale sinceramente – te bendigo, te deseo todo el éxito, toda la felicidad y toda la salud del mundo-”. Haga este ejercicio varios días, verá como pronto empiezan a suceder “milagros” o cosas increíbles a su alrededor.
Conocí el caso de una persona que se divorció y quedo tan resentida porque según ella su pareja nunca fue amable, nunca la hizo sentir importante, nunca le dio amor ni comprensión, pero lo que más le dolió, fue que tuvo que pagar un cheque “botador” girado por su pareja, lo tuvo que pagar en abonos pues era un cheque de una cantidad considerable.
Cuando se le dio el consejo de que bendijera y le deseara toda la clase de éxitos a su antigua pareja, en un principio se resistió, pero cuando entendió que si no lo perdonaba, siempre estaría atada a ella a través del odio y del resentimiento, actuó y empezó a decirle que la perdonaba, que fuera feliz y que tuviera el éxito económico que ella merecía.
No habían pasado quince días, cuando el ex marido le llamó por teléfono, le pidió que le permitiera visitarla, pues hacía varios años que no había sabido nada de ella. Cuando llegó a su lado, puso sobre sus manos varios billetes hasta completar el valor de aquel cheque, que a él ya se le había olvidado, pero inexplicablemente, en días anteriores le había estado molestando el recuerdo de que ella hubiera tenido que pagarlo.
Lo que paso con el cheque, desde luego que tiene una explicación lógica, pues como vimos en la parte correspondiente al “mecanismo de la mente” cuando hablamos del nivel alpha, a través de esa frecuencia nos podemos comunicar telepáticamente con las demás personas.
Y eso es lo que había pasado en este caso, que cuando ella pedía con toda sinceridad que él tuviera éxito, en ese momento su pensamiento se estaba refiriendo a aquel cheque que ella había tenido que pagar y su esposo recibió el mensaje a través del mecanismo.
Otro beneficio que obtenemos cuando le deseamos un bien a otra persona, es que primero nos envuelve a nosotros ese sentimiento, pues las ondas cerebrales son como las ondas de radio, que empiezan a girar y girar en torno nuestro en círculos cada vez más y más grandes hasta que llegan a la persona a la que queremos afectar, ya sea positiva o negativamente.
Por lo tanto, cuando usted está manejado por el odio, el miedo, los celos, el coraje, es decir, por todos esos sentimientos negativos contra otra persona y usted desea que sufra todo esto, la primera persona afectada va a ser usted, y a no dudarlo que todo ese rencor se vuelve en su contra.
Si por el contrario, constantemente estamos deseando bondad, salud, riquezas, felicidad, hacía los demás, también nosotros nos veremos beneficiados con esos deseos.
Por algo la Biblia nos dice: “No pidas para otro, lo que no quieras para ti” o como dice nuestro pueblo en un dicho muy conocido: “El que para otro pide, por sí aboga”… Dios te bendice y te acoge!!!
Despertar…es
“La esperanza es algo bueno, tal vez lo mejor. Y lo bueno nunca muere. Estaré deseando que estas palabras te encuentren, y te encuentren bien”. A la luz de nuestras familias, decía Jesús, “No me digas que me amas, dime como vives”. “La familia que ora unida, permanece unida”. INICIATIVA LAGUNA un proyecto de valor y de valores para los laguneros y el MUNDO!!! Estoy a sus órdenes en la dirección electrónica: [email protected]. A través de Twitter: @Germandelacruzc Lo invito a visitar mi blog con más de 740 artículos de su interés: https://www.elsiglodetorreon.com.mx/blogs/familia
“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”
Germán de la Cruz Carrizales
TORREON, COAH. MÉXICO
MMXXIII