Una segunda oportunidad no es precisamente un nuevo comienzo, sino retomar y redirigir el camino, reflexionando y sopesando las decisiones tomadas en ese recorrido ya transitado, para que haya una mejoría. Por eso a veces parece que en la vida misma no hay como tal segundas oportunidades, sino la elección de cambiar, aprender y evolucionar o, en su caso, de no hacerlo y estancarse hasta la inmovilidad.
Lo único seguro en esta vida, es la muerte, dice el dicho, y la idea alrededor de la frase es el perfecto recurso narrativo para hablar en las películas de temas como expectativas, anhelos, redención, sacrificios y la introspección sobre las decisiones de vida, precisamente porque hay una búsqueda por cambiar algo que ya no se puede cambiar, de forma que lo único que queda es analizar y replantear, sea el pasado o mirando hacia el futuro.
Dentro del género de la fantasía, el cine ha propuesto algunas películas que se sirven de este imaginario, el ‘qué pasaría si’, que es una búsqueda al mismo tiempo por darle sentido tanto a la vida como a la muerte; que finalmente no más que un anhelo por entender más sobre la trascendencia del ser, que mucho tiene que ver con el temor a ser olvidados y entonces, la sensación de ‘insignificancia’ o de intrascendencia.
Estas ideas están presentes en dos películas que se sirven del concepto ‘la vida después de la muerte’ como premisa narrativa, desde donde se plantean reflexiones particulares sobre lo que significa vivir y para valorar todo lo que muchas veces se da por sentado, porque no se considera vital para ser felices, cuando es la esencia misma de la vida, su propósito y la convivencia con otros que lo hace posible.
Una de esas películas es Darby y los espíritus (EUA, 2022), comedia adolescente sobrenatural escrita por Wenonah Wilms y Becca Greene, dirigida por Silas Howard y protagonizada por Riele Downs, Auliʻi Cravalho, Chosen Jacobs, Asher Angel, Derek Luke y Tony Danza. En la historia Darby es una adolescente solitaria y callada que prefiere vivir en una zona de confort segura que la hace sentirse a gusto precisamente porque conoce ‘las reglas del juego’. No es ni sumisa ni retraída ni insegura, es sólo que está acostumbrada a no socializar, porque es más fácil habitar en su propio mundo que aventurarse a experiencias nuevas que desconoce por completo.
Esto a raíz de que, cuando era niña, casi muere ahogada, y de hecho, técnicamente murió unos segundos antes de que los paramédicos la revivieran; desde entones puede ver y comunicarse con los espíritus de personas fallecidas, a quienes decide ayudar a ‘pasar al más allá’, apoyándoles a entender y resolver sus ‘asuntos pendientes’.
En esencia, Darby convive más con los muertos que con los vivos, con gente, o entes más bien, con los que comparte un lenguaje de entendimiento mutuo, que sin embargo, no le pueden dar a ella herramientas para crecer y madurar, no sólo porque no son gente viva con quienes pueda convivir, sino porque su sola presencia ya hace a Darby lo suficientemente diferente como para que desee aislarse. Desde luego no porque ser diferente sea malo, sino porque siente que no hay nadie con quien tenga algo en común y, por tanto, alguien con quien empatizar, convivir, platicar o que al menos la entienda.
No siente conectividad con la gente a su alrededor, con los chicos de su edad, porque no siente que tenga nada en común con ellos, porque aquello que la distingue y hace única es algo que nadie más comparte y sabe que eso que la hace especial, sus compañeros no lo van a entender e incluso, por el contrario, ellos la van a etiquetar, a descalificar, a señalar como alguien “raro”. Y sucede; ella se aísla, la gente la excluye y sus compañeros se mantienen al margen mientras piensen que ella no es accesible o que tenga disponibilidad para entablar contacto. El resultado es una Darby que prefiere quedarse en la periferia social como forma de autoprotección.
Todo cambia el día que su ex amiga, y ahora la estudiante más popular de la escuela, Capri, fallece accidentalmente. Capri, que hasta ese momento sólo valoraba la banalidad de sentirse admirada, tiene miedo a ‘seguir adelante’ y se queda fijada en una idea concreta: que la mejor versión de sí misma es la que ya existe. Por tanto, se niega a ‘pasar al otro mundo’ y le pide ayuda a Darby para arreglar sus ‘asuntos pendientes’, que en su caso consisten, o cree que consisten, en celebrar su próxima fiesta de cumpleaños como una forma conmemorativa de festejar todo lo que cree es lo que la hacía valer: los elogios de otros.
Capri, no obstante, se irá dando cuenta que de nada sirve todo lo que fue, si no la llena en todo lo que es ahora; o lo que es lo mismo, no puede avanzar en la vida, o en este caso en la muerte, si se afianza al pasado (en sentido narrativo como parte de la metáfora). Y Capri “vive” así porque teme la incertidumbre de lo que viene por delante, porque ignora cuál es el futuro que le espera en el “más allá”, porque está tan estática en su ahora que no puede mirar al mañana, pues de alguna forma, como Darby también, vive en su zona de confort. Hecho que demuestra la presencia del azar y de la incertidumbre en el mundo natural, de lo cual no parecemos darnos cuenta.
Para Darby, en efecto, es lo mismo, necesita avanzar más allá de la burbuja que se ha construido para sobrevivir, pues si bien en su momento fue ‘necesaria’, porque aquel accidente en que casi se ahoga, su madre falleció y por eso se recluyó entre la ‘gente’, los seres que podían entenderla con empatía, espíritus que entendían lo que es vivir un duelo así; ahora, diez años después de aquel momento que marcó su vida, las cosas no pueden seguir igual.
Curiosamente es el fallecimiento de Capri lo que la obliga a cambiar, o mejor dicho, es Capri quien la anima a hacerlo, una vez que el plan de ésta logra que Darby haga amistad con sus compañeras más cercanas para convencerlas de continuar con la celebración de la fiesta de cumpleaños que Capri estaba organizando antes de morir.
Entonces Darby se ve forzada a salir de su caparazón, no cambiando radicalmente en todo hasta no reconocerse a sí misma, sino cambiando lo suficiente esas manías de excluirse y no perseguir sus intereses, como forma de no tener que enfrentar la realidad, la madurez incluso.
Así la historia habla de crecimiento y la necesidad de que a veces una mano amiga es aquella que te obliga a ser diferente, porque obliga a dimensionar las cosas. Es gracias a Darby que Capri entiende que eso que tanto valoraba, los aplausos y elogios, no son nada si ella no se valora primero, pero no son nada especialmente ahora, que hay algo más primordial e importante en su vida, ese otro paso, o ese paso adelante; en la historia, pasar de la vida al más allá, pero como alegoría para hablar en sí mismo del proceso de madurez.
Para Darby el objetivo final es el mismo: darse cuenta que no puede vivir estancada como hasta ese momento venía haciendo; y nunca se habría atrevido a buscar otras cosas en la vida, de no ser por ese empujoncito de Capri, que la obligó a entender que había algo más que sólo lo que cómodamente ya conformaba su existir.
El recurso narrativo funciona como un trampolín hacia lecciones de vida sobre la valoración con introspección y sobre lo que significa apreciar lo que se tiene, no lo que no, que es la misma línea sobre la que va la película Más allá de la fiesta (EUA, 2021), escrita por Carrie Freedle, dirigida por Stephen Herek y protagonizada por Victoria Justice, Midori Francis, Timothy Renouf, Adam Garcia y Robyn Scott.
Aquí, Cassie y Lisa han sido mejores amigas desde que tienen memoria, pero últimamente Lisa siente que Cassie está cambiando su forma de ser para agradar a otros y elige ser fiestera y extrovertida sólo para encajar y aparentar lo que cree el mundo a su alrededor busca en alguien, es decir, una persona carismática, sociable, divertida, empática, o el canon social de alguien ‘estable, cordial, aceptado y accesible’.
No es que Cassie carezca de cualidades y no sepa ser amena y agradable, es más bien que parece que se esfuerza tanto en serlo que deja de actuar con naturalidad a fin de cumplir las expectativas, todo para que el mundo a su alrededor la acepte. Lisa es todo lo contrario, no es muy social, no le gusta estar todo el tiempo publicando fotos en redes sociales y no tiene problema en quedarse en casa en lugar de salir de fiesta todas las noches.
Son dos opuestos que tienen que entender el punto de vista de la otra, especialmente una vez que Cassie fallece accidentalmente al resbalar en el baño de su departamento tras una noche de fiesta. Su espíritu no pasará ‘al más allá’ hasta que haya solucionado todo aquello que aún tiene pendiente y eso incluye su relación con las personas más cercanas a ella, que había estado descuidando.
Ésta no es sólo Lisa, quien acepta ayudarla porque es la única que puede ver su espíritu, sino también su padre y su madre, de quienes se había distanciado. Y la lección es clara: Cassie se había volcado hacia una vanidad egocéntrica, tal, que había olvidado su identidad, sus cualidades y hasta sus valores, porque los había adaptado hacia los demás, porque sus principios se deformaban para poder ser aceptada, o para encajar en el molde específico de cliché o estereotipo.
Queriendo complacer a otros, Cassie dejó de lado todo lo que le importaba, porque había priorizado ser algo que no era, lo que con el tiempo afectó sus relaciones personales. Entonces, ella tiene que aprender que no puede vivir en el ‘mundo de Cassie’, porque no puede vivir aprovechándose de los demás, sólo haciendo caso a las personas cuando le conviene o sacando siempre algo a su favor.
En esencia, al regresar a la Tierra como espíritu, Cassie tiene que reivindicarse; narrativamente, tiene cinco días para ayudar a las personas que había dejado en segundo plano en su vida, cuando eran mucho más que importantes para su desarrollo de lo que imaginaba. En esencia, tiene que apreciar todo lo que la gente a su alrededor le aporta, corrigiendo esos errores que hicieron daño, quizá sin darse cuenta, porque había olvidado que la vida no es sólo satisfacer el ‘yo’, no cuando se trata de un mundo en que socializar, convivir y aprender de otros es vital para crecer y evolucionar, o madurar.
Lisa necesita ser más segura de sí misma y aprender a tomar riesgos que la lleven a evitar el estancamiento personal, principalmente emocional, y los padres de Cassie necesitan perdonar ese pasado juntos que aún lamentan, por el abandono de la madre de Cassie hacia su esposo e hija cuando ella era aún muy pequeña.
Cassie misma tiene que redescubrir que el mundo no gira a su alrededor, porque cada quien tiene también sus problemas, preocupaciones y prioridades. Cassie es la persona más importante en su propia vida, sí, pero no es la única que habita el mundo, porque así como ella crece de otros, de la convivencia y experiencias y lecciones de la gente a su alrededor, así otros también necesitan de ella para crecer. Lo importante es ver al otro como alguien digno de admiración y respeto, digno de aprender de él y con él, no como un individuo del que se pueda aprovechar y obtener beneficios.
Entonces Cassie entiende que sus padres deben perdonarse mutuamente, pero sobre todo a sí mismos, a partir de una separación en la que Cassie quedó en medio de todo, lo que generó resentimientos, arrepentimientos y culpas; y Lisa necesita el ánimo para aventurarse a cosas nuevas que la hagan salir también de sus inseguridades y temores, o de su propia burbuja autoconstruida.
Así que Lisa necesita más asertividad en su vida y dejar de jugar siempre a la segura, cómoda en ese lugar sin cambios en que habita, por temor a la incertidumbre, por falta de autoconfianza, Si quiere realizarse y madurar requiere encontrar el valor para experimentar, socializar, aprender con otros; por su parte Cassie necesita aprender a aceptarse como es, reconocer sus cualidades, valorar su inteligencia y habilidades, ubicar sus límites y defectos, sin perseguir la aprobación de los demás, porque no debería medir su felicidad en función de la opinión de otros. Ser feliz implica aceptar su forma de ser.
En corto, dos historias que hablan sobre la importancia de valorar la vida, pero valorándose las personas a sí mismas primero, para entonces salir al mundo en busca de experiencias que les permitan crecer, aprender y convivir. Segundas oportunidades no como arrepentimiento, sino como la posibilidad de dimensionar todo aquello que trazó el camino, para tomar decisiones que eventualmente tengan también su eco en el destino, hacia algo que, inevitablemente, en efecto no tiene remedio, la muerte; pero, como reflexionan las dos cintas, en donde lo importante no es sino la trascendencia, algo que llega si se está seguro de que las decisiones tomadas fueron hechas con responsabilidad, principalmente hacia uno mismo.