Los cánones sociales son reglas y costumbres de uso cotidiano que poco a poco se convierten en el modelo característico o predeterminado de conducta, porque es el más comúnmente aceptado y, por ende, destinado a ser imitado. Pero estas normas deben actualizarse, analizarse, valorarse y replantearse, ya que se establecen conforme al contexto en que surgen y por eso mismo no siempre reflejan la realidad de pensamiento que se vive una vez que la sociedad cambia, porque la gente y la forma como se habita el mundo, también evoluciona.
Antes se decía que la mujer debía recorrer un específico camino a fin de encontrar felicidad y realización, esto es, encontrar pareja, casarse y tener hijos. Era un modelo incluso machista de pensamiento, que derivaba en otras percepciones adjuntas también tradicionalistas, por ejemplo, que el divorcio era reprobable e impensable o que si la pareja se separaba, era ‘culpa’ de la mujer, porque en algo ‘no había cumplido’.
Esto a su vez alimentaba ideas conservadoras de discriminación de género que creían que la mujer debía ser sumisa, acatar a su esposo y aspirar a nada más que complacer a su pareja, lo que no sólo limita a la persona, también la vuelve tan conformista como incapaz, porque se hace dependiente de su pareja y pierde su identidad bajo la sensación de que no es capaz de ser y hacer nada más que estar al lado de su esposo.
En la película Veinteañera, divorciada y fantástica (México, 2020), la protagonista, Regina, es una joven que se da cuenta, una vez que la relación con su pareja llega a un punto de quiebre, que hay mucho más en la vida que ser la esposa de alguien, pero sobre todo, que hay mucho más en la vida que complacer a los demás o conformarse con los cánones sociales establecidos, especialmente los tradicionalistas.
Escrita por Angélica Gudiño, Juan Carlos Garzón y José Alberto López, dirigida por este último y protagonizada por Paulina Goto, Vadhir Derbez, Natalia Téllez y Jesús Zavala, la película habla de Regina y Juanpa, un matrimonio joven aparentemente feliz. Ella siempre estuvo ilusionada con su boda y con su vida de casada, pero una vez que ésta llegó, se dio cuenta que el final feliz, el ‘vivieron felices para siempre’ de los cuentos de hadas, es simple ilusión, y que la vida en común es apenas el inicio de la historia.
Su problema es haber idealizado el amor y asumir que esos cuentos de hadas son como la vida misma. Pero ni ella ni su esposo tomaron en cuenta que una vida en pareja implica responsabilidades y compromiso, además de, sobre todo, adaptación, tolerancia, comprensión y cambio. No van a ser felices si siguen actuando como antes, como solteros, porque la vida ya no es así.
Pesa, además, que viven en una sociedad donde todo es relativo, todo es pasajero, efímero y nada tiene importancia, la sociedad de consumo de lo superfluo, en donde hasta las relaciones sociales, las de pareja incluidas, son también desechables, eliminando el sentido de compromiso hacia el ser amado. Un mundo de apariencias y banalidades que impiden la construcción de identidad familiar, en donde la inmadurez es la constante en sus vidas y el dejar todo a la deriva, su filosofía de pensamiento.
Juanpa vive más interesado en jugar videojuegos e irse de fiesta que en cumplir con su papel de esposo, responsabilizándose con compromiso de ser parte de una relación de pareja, y Regina vive inmersa en la superficialidad de su existencia y las apariencias de su clase social, en la que se preocupa por pasar el día con sus amigas, sin más responsabilidades ‘adultas’, pues asume que para que las cosas funcionen en su matrimonio, el que debe ser responsable y mejor persona es sólo él.
La gota que derrama el vaso es cuando ambos se van por separado a la “despedida de soltero” de sus respectivos mejores amigos y entonces viene el reclamo, el reclamo de una actitud inmadura e irresponsable, que finalmente tienen el uno para con el otro, pero ninguno quiere aceptar.
Entonces Juanpa opta por la opción más fácil para él, porque se toma las cosas a la ligera y sin compromiso, y decide mudarse temporalmente a Ciudad de México, gracias además a que, dada su posición socioeconómica privilegiada, no tiene realmente por qué preocuparse de nada, de ganar ingresos, de afrontar la crisis de su matrimonio o de respetar el lazo y responsabilidad que asumió con Regina al momento de casarse.
Para Juanpa la vida es sencilla, porque la vida le ha dado todo y no tiene que esforzarse por nada; así que vive en la informalidad de su existencia. Y para Regina las cosas son relativamente iguales, hasta que decide ir tras Juanpa y al llegar a Ciudad de México se da cuenta que no tiene nada, no tiene el apoyo de su familia, ni amigos, porque teme decirles la verdad y que la juzguen; no tiene dinero porque no tiene empleo, y no tiene empleo porque nunca se tituló, porque ‘en lugar de terminar la universidad, se casó’.
A diferencia de Juanpa, quien eventualmente decide solicitar el divorcio, porque la vida de soltero le resulta más fácil y cómoda, actitud totalmente infantil e inconsciente, Regina no tiene de otra que abrirse camino y tomar los duros golpes de la vida, o los golpes naturales de la vida, que de alguna manera la hacen madurar.
Consigue un empleo, lo que le proporciona formalidad, autoconsciencia e introspección que nunca había tenido, pero que la hacen darse cuenta que no puede seguir viviendo en su isla como si todo sucediera por arte de magia; y consigue alojamiento en el departamento de Tábata, una mujer que conoce por casualidad y quien no tolerará la actitud de ‘niña mimada’ de la otra y la empuja a ser más libre, más independiente y conectar más consigo misma. Tábata es la antítesis de Regina; es una mujer autosuficiente que sabe que el mundo no gira a su alrededor, que la felicidad no depende de tener pareja o no, que la vida no es para complacer a los demás y que todas las emociones, incluidas la ira y el enojo, son válidas, porque son parte de lo que hacen a Regina, ella.
En esencia, Tábata le enseña a la otra que si quiere algo, debe conseguirlo con sus propios medios, no esperar a que se lo hagan; si tiene una meta debe trabajar por llegar a ella, con dedicación, esmero y esfuerzo; y si quiere ser feliz, debe dejar de asumir que la plenitud se mide en función de otros. Regina podrá o no hacer funcionar su matrimonio, pero su objetivo, el determinante para estar a gusto consigo misma, no debe estar determinado por la pareja; su verdadera meta importante debería ser enfocarse en ser feliz ella, independientemente de lo que suceda con Juanpa.
El problema es que para Regina los cánones pesan, el ‘qué dirán’; en corto, todo se resume a que vive condicionada a complacer y servir, a hacer lo que los otros quieren que haga, a acoplarse al molde porque es lo socialmente aceptado, porque al que se sale de la fórmula, se le señala negativamente.
Entonces Regina teme que sus conocidos se enteren de que las cosas no van bien entre ella y Juanpa, porque vive en una sociedad en la que las expectativas, o se cumplen o se le tacha a la persona de fracasada. Lo que no entiende es que no es una fracasada, no puede serlo si toma la decisión que quiere, que la motiva, que la hace sentir bien consigo misma, porque esa es la decisión ‘correcta’ para ella, y eso es lo importante.
No puede estar intentando arreglar las cosas con su esposo, sólo porque prefiere retomar el matrimonio, incluso si no es feliz en él, con tal de evitar romper con lo establecido. Pero la vida en pareja no es así, no es quedarse al lado de alguien por obligación, sólo por miedo a estar solo, o sólo para evitar que las personas hablen mal de ella. Finalmente, decida lo que decida, la gente va a hablar; entonces por qué no hacer algo que sí la haga feliz, que le cambie la vida para bien, que le permita tener nuevas experiencias. La lección para Regina es entonces encontrar fuerza en su interior, aceptarse, pero sobre todo, tener claro lo que quiere y cómo lo quiere.
Esto es algo que debía haber hecho desde un principio, antes de casarse, pero que no hizo por cuestiones de inercia, por seguir la corriente y no cuestionar las cosas, por sentir la presión de los cánones sociales y la sensación de que el matrimonio con Juanpa ‘era el siguiente paso’, cualquier cosa que esto significara realmente para ella, para su vida y para su futuro.
Cuando al final de la historia Regina decide firmar los papeles de divorcio, lo hace porque sabe que una vida al lado de Juanpa nunca va a hacerla feliz, por el simple hecho de que ellos son incompatibles. Esa inercia se había vuelta una limitante, una atadura que la tenía estancada y sin poder explorar no sólo su potencial, sino sus propios sueños y anhelos.
El problema no es soñar, o trazarse una meta en base a un ideal, el problema es creer que el molde ‘perfecto’ existe. Esto es vivir en una burbuja, o vivir en la inmadurez, pensando que la vida es sólo beneficios pero nunca responsabilidades. Para Regina además también pesa que esté acostumbrada a que todo se le hiciera y todo se le resolviera. Si nunca ha tenido que actuar como adulta y asumir las responsabilidades propias de la adultez, ¿cómo va a madurar? Un problema social que se expresa con mayor énfasis en los miembros de las clases altas, en donde los “junior” y las “niñas bien” se acostumbran a tener todo “gratuitamente”, a asumir la relación de pareja como un compromiso social más que de amor.
El cuento del ‘príncipe azul’ no es un cuento realista, porque la vida y/o la relación de pareja no pueden ser perfectas. La gente cambia, las condiciones cambian y la dinámica de casados es mucho más compleja que sólo vivir bajo el mismo techo. Estar casados no es simplemente asistir juntos a la boda, vestirse de blanco y tomarse fotografías para el recuerdo; esta es la imagen comercial e idealizada, la pose y la superficialidad de algo que va mucho más allá y es mucho más profundo. Es un compromiso a largo plazo que implica amor, respeto, comprensión y esfuerzo, entre otros factores.
Pero si la sociedad sólo se concentra en lo banal, en la imagen, es lógico que por eso para las personas el matrimonio sea algo tan pasajero o falto de valor y compromiso, porque es una superficialidad, una nimiedad, una pose. Regina y Juanpa no lo van a tomar en serio si no han aprendido a valorar su entorno, si no han aprendido a valorarse ellos mismos, si no comprenden y asumen que al casarse se deben apoyo mutuo y que sus vidas deben cambiar para priorizar la convivencia en común. Y que si no lo logran, entonces tal vez lo pertinente es buscar nuevos rumbos.
El mensaje de fondo es la importancia de la independencia y de la libertad de elección, que Regina sólo consigue cuando toma las riendas de su vida y de lo que quiere, sin perseguir ideas falsas o la sensación de que lo irreparable puede repararse. Tiene que reinventarse para evolucionar y tiene que conocerse para hacer que esto suceda, rompiendo en el camino paradigmas sociales trazados bajo ideas anticuadas. Y tomar conciencia de ello, es justamente madurar.
Ficha técnica: Veinteañera, divorciada y fantástica