Para que los hijos puedan crecer, sus padres también tienen que hacerlo; esto quiere decir que su relación y dinámica familiar no sólo tiene que ser recíproca sino también complementaria. El adulto no lo sabe todo ni tiene todas las respuestas, por ende, aprende tanto como sus hijos durante la etapa de crianza y formación. En esencia, tanto unos como otros necesitan avanzar a la par, apoyándose mutuamente; la clave es aceptar que si bien progenitores y/o tutores son guía, también es importante que ellos se adapten, evolucionen y entiendan qué es lo que sus hijos requieren de su parte para encontrar su propia independencia, decisión, libertad y autonomía.
Estas reflexiones son parte del mensaje de la película Buscando a Nemo (EUA, 2003), un relato de animación escrito por Bob Peterson, David Reynolds y Andrew Stanton, quien también funge como director, con Lee Unkrich como codirector. La historia trata de un pez payaso, irónicamente sin mucho sentido del humor, llamado Marlín, que sale en busca de su hijo Nemo una vez que éste es capturado por humanos en el arrecife.
El sobreprotector Marlín había perdido anteriormente a toda su familia a causa de la inevitable selección natural (un pez más grande se comió a su pareja y a sus crías, excepto Nemo), lo que le lleva a ser demasiado precavido y temeroso de una forma exagerada, sobreprotección que ha impedido que Nemo encuentre su propia voz y forma de ser, imponiendo una serie de precauciones que tildan más bien en restricciones.
Pero el primer día de escuela modifica totalmente la rutina para ambos ya que es tiempo de que Nemo salga al mundo a conocer, convivir, explorar y aprender, lo que da al pequeño pez la oportunidad de, también, salir simbólicamente de su caparazón. Es entonces que en aras de probar su valentía y de retar el orden establecido y controlador de su padre, Nemo acaba por arriesgarse demasiado al nadar cerca de la superficie y esto provoca que un buzo lo atrape.
Nemo termina confinado en la pecera de un dentista, donde conoce a otros animales con más experiencia que él en cuestiones de supervivencia, especialmente en relación con la dinámica que hay con los humanos, que asumen a los peces como mascotas que han sido rescatadas, no como seres vivos que han sido sustraídos de su entorno natural.
Motivados por sus propios planes de escape hacia la libertad, los otros peces animan a Nemo a ganar más seguridad en sí mismo para arriesgarse a la aventura de vivir de una forma más audaz, más abierta, sin el constante temor sobre sus hombros respecto al futuro incierto, precisamente porque es impredecible y, así como las cosas pueden resultar en algo negativo, también pueden hacerlo en algo más ameno, más interesante; pero nadie nunca sabrá la respuesta si no apuesta y da el primer paso.
Porque justo audacia y valentía es lo que Marlín hasta ahora no ha podido transmitir a su hijo, pues él mismo ha fallado en entender que la incertidumbre no tiene que ser un impedimento o un agente paralizador; si no puede controlar el resultado, la respuesta no es no hacer las cosas, como ha sido su filosofía de vida, sino más bien lo que debe enfrentar es elegir sus acciones, decidir sobre lo que lo afecta, para fortalecer su propio carácter y prepararse para todo resultado posible. A veces las cosas saldrán bien y a veces no, esa es parte de la vida.
Esa es una de las lecciones que Marlín mismo aprende durante su propia aventura recorriendo el océano en busca de su hijo, al lado de Dory, un pez con problemas de memoria a corto plazo que se ofrece a ayudarle para encontrar a Nemo. Dory en algún momento le dice que no hay forma de saber el resultado de las cosas una vez que se toma el riesgo, pero es peor darles la espalda a los retos, porque eso significa darse por derrotado incluso antes de iniciar la batalla, o la aventura, o el desafío.
Dentro de la pecera, contrastando esta vida en cautiverio frente a la libertad en el mar, Nemo eventualmente cae en cuenta que su futuro se construye por las decisiones que toma y lo que puede o no hacer para cambiar su realidad. Una vez que se entera que su padre está intentando rescatarlo, le queda claro que no puede depender de que las acciones de otros determinen su destino. Sólo Nemo tiene el poder, poniendo su granito de arena y haciendo algo al respecto, de trazar su historia de vida; en este caso, esto es apoyando al resto de los animales en la pecera en su plan de liberarse para llegar hasta el mar.
Mientras tanto, Marlín inicia su propia aventura camino a Sídney, Australia, cuando descubre que es ahí a donde se llevaron a su hijo. El recorrido se convierte también simbólicamente en un viaje interior donde hay sobre todo aprendizaje y autodescubrimiento, pues Marlín se ve inmerso en situaciones que lo llevan a retarse a sí mismo y poner a prueba su propio carácter para, incluso siendo adulto, madurar, crecer, abrir su mente, metafóricamente hablando, a una serie de puntos de vista, ideas y experiencias hasta entonces desconocidas.
En esencia lo que la historia recalca es que la vida de cualquiera es una colección de momentos malos y buenos, tristes y felices, atropellos y éxitos, es decir, que a veces hay dicha y en otras ocasiones sinsabores, pero esa es la sustancia natural de nuestra existencia. Marlín por ejemplo atraviesa retos que podrían costarle la vida, como cuando tiene que recorrer un campo de medusas venenosas, pero también vive experiencias positivas que le ayudan a progresar, como cuando después de perderse, Dory le ayuda a reconocer y aceptar que pedir ayuda no significa que sea un ser incompetente y que no todos los animales son forzosamente lo que aparentan o el estereotipo con que se les denomina.
Desde platicar con una tortuga, cuya sabiduría le permite entender que ser buen padre no es hacer todo por sus hijos, sino dejar que ellos hagan y aprendan a su propio ritmo, hasta viajar dentro de una ballena bajo un simbólico salto de fe, a veces tan necesario en la vida, todas son vivencias que Marlín aprende a valorar, pues antes se habría creído incapaz de sobrellevarlas y mucho menos sobrevivir, experiencias de las que hubiera huido si no fuera porque el rescate de su hijo lo motiva sobremanera para seguir adelante, entendiendo, eventualmente, que le aportan mucho en su desarrollo, como ser vivo y como padre, por igual.
Marlín vivía siempre con temor ante los peligros del exterior y de todo lo que sucediera más allá de sus simbólicas cuatro paredes, de tal forma que no vivía realmente ni dejaba que Nemo tampoco lo hiciera, porque todo eran limitaciones e impedimentos; todo era ‘no’ y nunca nada era ‘sí’. El resultado, no obstante, evitaba los sinsabores pero también las alegrías de la vida. “Si quieres impedir que algo le pase, entonces nada pasará”, le dice en algún momento Dory.
Su discurso es certero porque recalca el problema de la sobreprotección, especialmente en escenarios como este, de los padres hacia sus hijos. Marlín se la había pasado haciendo todo por evitar cualquier mal, daño, decepción o riesgo en la vida de su hijo, al grado que terminó por truncar que disfrutara prácticamente de toda experiencia, buena, mala, satisfactoria o de cualquier tipo. Queriendo eludir que algo malo pasara, sólo lograba que nada pasara, incluso cosas buenas y vivencias llenas de emociones, aprendizaje y crecimiento.
Una cosa es procurar el bienestar de los hijos y otra, hacerlo todo por ellos, lo que lleva a evitar que cometan errores y, por ende, que aprendan a levantarse ellos mismos de las caídas. El papel de los padres debería ser animar a sus hijos a explorar su entorno, para hacerse de un juicio individual de las cosas, hasta formar sus propias creencias y opiniones; en corto, descubrir su identidad, independencia, debilidades, fortalezas y anhelos.
Lo que la historia reflexiona es sobre el daño que de alguna forma se les puede hacer a los hijos, niños y adolescentes, pero incluso adultos, si no se les permite su propio espacio. Habrá muchos peligros e incertidumbre que no pueden desaparecer, sólo prevenir, por eso el papel de los padres se cimienta en dar las herramientas a los otros para enfrentar el mundo de la incertidumbre con preparación, para salir con paso firme y confianza en sí mismos, en sus propios términos y hacia sus propios intereses.
En la historia, padre e hijo deben cortar ese lazo que ya se ha vuelto dependiente y controlador; la forma es buscando sus propias soluciones y retando sus propias capacidades y limitaciones. Nemo con el tiempo entiende que sus debilidades se pueden convertir en fortalezas, por ejemplo tiene una aleta más pequeña e inicialmente piensa que eso afecta su capacidad de nadar, pero con ayuda de sus nuevos amigos aterriza que eso no lo hace menos capaz. Asimismo Marlín se da cuenta que no toda situación nueva tiene que ser peligrosa y que no toda experiencia que nos pone a prueba es mala, al contrario, siempre hay algo que encontrar de provecho en todo.
Es inevitable tener que salir al mundo, vivir cosas nuevas, enfrentar retos más grandes y ponerse a prueba uno mismo, porque esto es necesario para descubrir de qué somos capaces; ese es el mensaje de la historia. A Nemo lo guía la curiosidad, independientemente de si hay miedos de por medio; pero eso es bueno, porque lo impulsa a ser proactivo, no pasivo, a generar ideas para satisfacer su curiosidad y anhelo de conocimiento. Marlín finalmente lo analiza, entiende y decide que tiene que confiar en su hijo, aunque siga desconfiando de todas las muchas maldades que alberga el exterior, porque quien tiene que salir adelante no es él sino Nemo.
La historia refleja al mismo tiempo que las ansiedades de los adultos no se van a ninguna parte, pues son componentes también de su vivencia de ser padres; los padres siempre querrán cuidar de sus hijos y procurarlos, pero hay que trazar un punto límite, así que deben evitar llegar al extremo y paralizarlos, llenarlos de miedos, prohibiciones y obsesiones, porque no se puede ni debe vivir en una burbuja para siempre, y la sobreprotección es exactamente eso, una prisión de cristal que impide a los jóvenes tener experiencias, frustrándolos como seres pensantes y libres.
Así como en la película, la verdadera libertad sucede una vez que los peces se adentran a un lugar desconocido, nuevo, cambiante y extraño, muchas ocasiones lleno de peligros, como lo es el océano. Así la vida misma implica aventurarse a sucesos más grandes y complejos, nuevos y distintos, o en esencia, a experiencias diferentes, revitalizantes. Crecer también implica sacrificios y superar la adversidad tiene que ver con vencer los miedos y prevalecer ante los retos, o al menos intentarlo. El resultado no siempre es como se espera, pero al menos, sea una u otra cosa, esto nos permite avanzar en lugar de retroceder, vivir en lugar de sobrevivir, convivir en lugar de aislarse, comprometerse en lugar de ser indiferente y apático. Lección que todos estamos obligados a aprender para hacer una sociedad empática y solidaria.
Ficha técnica: Buscando a Nemo - Finding Nemo