Una de las habilidades más importantes para el ser humano es el desarrollo emocional, pues es el proceso en que las personas aprenden a reconocer y expresar sus emociones, e incluso responder a las de los demás. Es importante porque impacta en sus relaciones sociales y familiares y en la construcción de la autoestima, identidad y personalidad.
Trabajar en la inteligencia emocional es algo que comienza desde que los niños son pequeños y debe cultivarse a lo largo de la vida. La adolescencia es un momento clave porque es la etapa en que el ser humano inicia a formar sus propios juicios, comienza a tomar responsabilidad consciente de sus acciones y a definir su futuro, de forma que la guía, por parte de padres o tutores, es esencial, no para decir a los jóvenes qué hacer, sino para animarlos a tomar con actitud responsable en las decisiones que los forman.
Si una persona no tiene los conocimientos de cómo funciona el mundo a su alrededor, cuáles son las normas sociales a las qué responder o cómo resolver problemáticas de la vida diaria, esto afecta desde su comportamiento hasta su socialización. Esa confusión va mucho más allá de la falta de información, pues afecta también el cómo ese individuo determina para sí qué es correcto o incorrecto y qué se espera de su persona.
La reflexión está inmersa en la película Carrie (EUA, 1976), dirigida por Brian De Palma y escrita por Lawrence D. Cohen a partir de la novela homónima de Stephen King. Protagonizada por Sissy Spacek, Piper Laurie, Amy Irving, William Katt, Betty Buckley, Nancy Allen y John Travolta, la cinta obtuvo dos nominaciones al Oscar, mejor actriz y actriz de reparto, para Spacek y Laurie respectivamente.
La historia se concentra en Carrie, una adolescente que, dada la actitud controladora y sobreprotectora de su madre, producto de un fanatismo religioso extremo, se ha convertido en una mujer insegura, desconfiada, poco social, callada e ignorante de muchos temas naturales de la vida que su madre considera tabúes, incluyendo la sexualidad, algo que Carrie debería conocer y experimentar dada la etapa de crecimiento biológico en la que se encuentra.
El vacío en la comunicación sobre muchos temas que Margaret debería estar hablando con su hija, llevan a Carrie a entrar en pánico cuando inicia su periodo menstrual por primera vez, pues al desconocer que es parte natural de los cambios biológicos en su cuerpo, imagina lo peor y lo asocia con la única explicación lógica que puede darle, es decir, que se desangrará y morirá.
En lugar de comprensión y solidaridad, sus compañeras de escuela se burlan, considerando a Carrie como alguien infantil e inculta y, en su forma de ver, inferior, porque asumen sus actitudes como las de alguien incapaz, ingenua o boba. La subestiman y menosprecian por algo que ha sido producto de la negligencia de su madre para guiarla en su camino a la adultez.
En realidad la reacción de las compañeras de Carrie habla de su propia inmadurez, pues atacan y se vuelcan sobre el blanco fácil, la persona más débil, porque es lo que han aprendido de su entorno, a reaccionar con envidia, venganza y competencia ante la necesidad de sentirse superiores. En lugar de predicar valores y ayudar a una compañera a crecer, lo que hacen es desquitarse y sacar todas sus frustraciones y enojo a través del acoso, el ataque y el bullying.
El mayor problema para Carrie no es, no obstante, el acoso escolar, la violencia y hostigamiento de parte de sus compañeros, sino la incomprensión de su propia madre, alguien tan cegada por las normas religiosas católicas llevadas al extremo, que culpa a su hija de todo. Ordena de una manera autoritaria, impositiva y no da explicaciones racionales a Carrie sobre las cosas, sino que se guía sólo en sus propias interpretaciones irracionales, derivadas de su ideología religiosa.
Es muy dañino para Carrie un entorno familiar así: autoritario y represor. Margaret mira todo como un castigo divino y castiga a Carrie si no hace o piensa exactamente lo mismo que ella, por lo que le inculca la idea de que todo lo que hace está mal y, por tanto, es su obligación cumplir una penitencia por cualquier supuesta falta. Así que Margaret se niega a aceptar que lo que le sucede a Carrie es algo tan natural en el cuerpo de la mujer como la menstruación, para, en cambio, considerarlo una sanción por su falta de devoción cristiana.
Para Margaret la vida sólo puede vivirse si se están expiando culpas, pues, para ella, toda acción o pensamiento es un pecado, desde disfrutar un momento de vida, añorar algo, sentir atracción por alguien e incluso tener hijos, bajo la creencia de que todo bebé nace del pecado, porque para ella eso es lo que es la relación sexual (pecado que se expía con el bautizo).
De esa idea surge el odio que Margaret siente hacia su hija, la sensación de que su vida ha sido marcada por haber cedido a lo que ella llama una tentación. El problema no es sólo que la madre crea ciega y literalmente en su fe y esto mismo la lleve a actuar de una forma enfermiza con Carrie, sino que ello mismo ha empujado a la joven adolescente a carecer de una comprensión crítica del mundo, de las dinámicas sociales y de los procesos propios del humano, incluyendo tanto la vida social como la sexual. El difícil tránsito de la pubertad y la adolescencia hacia su vida adulta lo está atravesando Carrie sin respaldo familiar, sin figura paterna que oriente y con una madre posesiva que en lugar de apoyarla la confunde con sus obsesiones religiosas, afectando negativamente cualquier relación que la joven quisiera tener.
Las cosas cambian cuando, arrepentida por el trato inhumano que ha tenido con Carrie, Sue, una compañera de su escuela, le pide a su propio novio Tommy llevar a Carrie al baile de graduación, como una forma de enmendar los malos tratos y dar a la otra una satisfacción, un momento feliz, una experiencia amena y memorable.
La profesora Collins, quien decide proteger a Carrie de los jóvenes que se burlan de ella, por empatía, humanidad y, en parte misericordia, duda de las buenas intenciones de Sue y Tommy, temiendo que sea un plan para volver a ridiculizar, atacar y fastidiar a Carrie, previendo que el plan sea ilusionarla y luego herirla, o quizá planear algo más cruel durante el festejo.
Sue y Tommy no tienen intenciones atroces, pero no se puede decir lo mismo de Chris y su novio Billy, pareja de adolescentes con un sentido de supremacía que los hace vanidosos, narcisistas, egoístas y pretenciosos. Se dan demasiada importancia a sí mismos y son incapaces de sentir afinidad con sus compañeros, pues son indiferentes e insensibles, se saben privilegiados por su situación socioeconómica, lo que los hace sentirse superiores, conduciéndose de manera superficial e hipócrita. Ellos sí, en efecto, buscan burlarse de Carrie en público al exponerla, en el baile de graduación, a lo que consideran una broma (aunque saben se trata de un acto cruel): bañarla en sangre de animal enfrente de todos.
Su motor o motivo es la venganza, ya que Chris se siente humillada por la demostración de apoyo de la profesora Collins hacia Carrie y que personas como Sue hayan salido en su defensa. Esa envidia que siente Chris se traduce en el más puro deseo de ganar hiriendo, de lastimar para sentir ser más que los demás; así que, luego de que es castigada y se le niega la entrada al baile, su reacción es la hostilidad y venganza, ejemplo claro de un berrinche infantil.
Cada elemento o situación crea poco a poco un globo o burbuja que está destinado a explotar, lo que finalmente sucede cuando Carrie siente que haber confiado en las personas termina por herirla más, tal como le dijo su madre que sucedería; y al encontrarse en el baile de graduación como blanco de las burlas, una vez que Chris cumple con su ‘broma’, (más bien agresión cruel), Carrie no puede evitar ver todo lo malo, triste, desafortunado e injusto que ha rodeado su existencia, ya sea en casa, en la escuela y hasta en las calles.
Previo al incidente, Carrie había comenzado a cambiar de actitud, dejando atrás la forma de ser callada y retraída, quizá no convirtiéndose en el opuesto, en alguien sociable y extrovertida, pero sí, al menos, más abierta al cambio, dejando que la gente la conozca y permitiéndose conocer a los demás. Esto le había traído seguridad en sí misma y se había, incluso, atrevido a cuestionar a su madre, a investigar por iniciativa y cuenta propia la telequinesis, un poder sobrenatural que había despertado en ella, y dándose la oportunidad de mostrarse al mundo como alguien a la par que cualquiera de sus compañeras, ávida de vivencias, convivencia y amistades. Todo cambia una vez más cuando es víctima de la cizaña y maldad humana personificadas en Chris y sus cómplices.
Entonces Carrie no puede seguir viendo la bondad en las personas, porque considera esa ‘segunda oportunidad’ que se dio como ratificación de las palabras de Margaret que la hacían sentir como si ella fuera ‘el problema’, como alguien insuficiente, inferior, indigna. Su madre sólo lo decía para castigarla porque lo creía, pero lo hacía por su visión tan limitada de las cosas, a partir de un fanatismo religioso extremo que la hacía creer ser la única con la verdad absoluta y el derecho a castigar a su hija. Pero para Carrie las palabras habían echado raíz y crecido hasta crearle una pobre percepción de sí misma.
En este punto su desconfianza, temor y baja autoestima se alimentan de dudas, odio y resentimiento hacia todos a su alrededor, provocando también ansia de venganza, de avanzar por un camino de destrucción tan visceral como pernicioso. No importa si Sue o Tommy o la señora Collins intentaron en algún momento realmente ayudarla, para Carrie no se trató de solidaridad sino de lástima, incluso de mentiras y falsedades para servir a otro propósito, para sentirse bien con ellos mismos y su ‘buena acción’. Carrie ataca indistintamente, porque duda de todos y resiente todo lo vivido.
Incomprensión, incapacidad de perdón, desdicha, rencor, odio y amargura son factores que llevan a un desenlace fatídico, lo que a su vez invita a reflexionar la importancia de entender que toda acción tiene consecuencias y que el trato hacia las demás personas no debe estar determinado por lo que se gana personalmente, sino cómo impacta socialmente, tanto en uno mismo como en los demás. ¿Qué tanto cuesta ser amable con alguien, aunque no se ‘gane’ nada a cambio? O en todo caso, ¿por qué no ser amable con los demás, si no hay motivos para no serlo? Lo cortés no quita lo valiente afirma la conseja popular, para señalar la importancia de tratar con respeto y amabilidad a todo mundo, como forma adecuada de convivencialidad.
Carrie vive aislada, como un paria de la sociedad, porque las personas a su alrededor la vuelven así, distante, solitaria e incomunicada, más simbólica que literalmente hablando. Pero si ella no sabe relacionarse, es porque nadie la ha guiado para su auto conocimiento, para desarrollar la capacidad para entender sus propias emociones y sentimientos. Su madre la ha criado en un ambiente de dependencia y sumisión, denigrándola, controlándola; lo cual, a su vez, ha afectado la capacidad de socialización y madurez emocional que Carrie debería tener ya a su edad y esto la hace incapaz de conectar con las personas.
Al mismo tiempo sus compañeros la tratan mal porque han sido educados en la perspectiva de la competencia destructiva para sobrevivir o para triunfar en la vida, actuando como si se tratara de la ley de la selva y bajo el instinto de supervivencia que impera en muchas dinámicas escolares, aún en la actualidad. El joven está adoctrinado para ‘ganar’, para sobresalir, así que en la idea de supervivencia, identifica al ser más débil y se le ataca para afianzar un poder superior y de control.
En el fondo la historia es mucho más que el relato de una joven con el poder de mover objetos con su mente y sobre cómo lo usa para la venganza contra sus acosadores; sino que es también una reflexión sobre el comportamiento humano, sobre el miedo, la duda, la inseguridad y el reto que significa superar los cambios propios de la adolescencia, etapa en donde todo parece más caótico y negativo de lo que realmente es, y en donde la sensación de que todas las miradas están todo el tiempo encima es manifestación de la incertidumbre que caracteriza esta etapa de vida.
Enfrentar lo desconocido es parte de la vida misma, que no es lo mismo que inseguridad o indecisión, las cuales fueran la principal debilidad de Carrie como persona, alimentada por el actuar posesivo y dominante de su madre, quien nunca dio autonomía ni herramientas para la autosuficiencia que su hija necesitaba. Superarlo requiere disciplina, estudio, socializar y empatía, elementos todos de convivencia en las sociedades humanas, en dónde padres, madres y maestros tendrían que jugar un papel más comprometido con los jóvenes de vidas precarias.
Ficha técnica: Carrie: Extraño presentimiento - Carrie