El escándalo

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Los medios noticiosos tienen la responsabilidad profesional de informar los hechos, objetivamente y con compromiso ético y social. Sin embargo, su misión entra en conflicto dada la competitividad de un sistema mercantil basado no sólo en la oferta y la demanda sino también en la popularidad, el éxito y la ganancia. Como resultado , muchas veces los medios de comunicación ya no se rigen bajo el principio de ‘¿qué está pasando?’ sino ‘¿qué vende más?’, explotando y manipulando en el proceso a las personas, sus historias, miedos, ideas, cultura, creencias y hasta decisiones.

Esta es la sociedad del espectáculo, un mundo en el que se vive a merced de quienes distorsionan la imagen con fines de prestigio, popularidad y éxito social, o redefinen la realidad, los hechos, interpretando para construir una narrativa que justifique acciones, induzca comportamientos o genere miedo y confusión, desembocando en un proceso de enajenación colectiva, proceso que garantiza la acumulación de riqueza y  el mantenimiento de privilegios para los grupos sociales que detentan el poder económico y/o político; en donde ya no importa la verdad, la precisión o la objetividad, sino la mejor forma de engañar, mentir, abusar, aprovechar y comercializar hasta la provocación y la controversia. Es así como hechos importantes, por ejemplo injusticias sociales, corrupción, violencia o arbitrariedades del sistema, quedan enterradas para ser sustituidas por una lucrativa versión de sí mismas, orquestada para ser una banal y alienante diversión masiva, evitando que la gente reflexione de manera crítica sobre su entorno para, por el contrario, reaccionar únicamente con base en su personal ignorancia.

De esta manera la sociedad, las personas que la conforman, se acostumbra a no cuestionar lo que sucede porque es más cómodo que las cosas avancen por inercia, propiciando la indiferencia, el desinterés y la incultura. ¿Son los medios los que explotan a las personas o las personas las que explotan a los medios? ¿Es más fácil para el ser humano voltear la mirada ante el abuso, las falsedades o la inequidad, mientras encuentre un beneficio en su apatía, que denunciar y hacer algo por un cambio que mejore su contexto?

Las preguntas se hacen presentes en la película El escándalo (EUA, 2019), escrita por Charles Randolph, dirigida por Jay Roach y protagonizada por Charlize Theron, Nicole Kidman, Margot Robbie y John Lithgow en los papeles principales. Se trata de un recuento a partir de los hechos reales de las acusaciones por acoso sexual hacia Roger Ailes, director ejecutivo de Fox News, una cadena televisiva de noticias señalada por su inclinación hacia el contenido banal, polémico y tendencioso con predisposición ideológica conservadora.

En el contexto de la historia, Ailes no sólo es conocido por su cercana relación tras bambalinas al entonces candidato presidencial republicano Donald Trump para la elecciones de Estados Unidos en 2016, sino que también parece manejar esta relación como una estrategia de apoyo mutuo a conveniencia. Por ende, las preguntas incómodas y declaraciones ruidosas en ambas direcciones, tanto por redes sociales como en eventos públicos o frente a la cámara, bien pueden ser una táctica planeada para obtener lo que ambos necesitan para aumentar su presencia dentro de la cultura popular: la controversia, cotilleo y chisme que los pongan ‘en boca de todos’.

Se trata de un modelo de negocios que los ejecutivos exigen, los reporteros  aprovechan y el público o espectador busca y consume, a pesar de que puede intuir que es sólo un espectáculo y aún así caer en la trampa del sensacionalismo que sucede frente a sus ojos. Ailes lo ha pulido y, en corto, ha construido una red noticiosa que sabe explotar el amarillismo y a la gente a su alrededor, entre ellos sus empleados y el personal que forma parte de la cadena televisiva que dirige, quienes, o siguen la corriente y se apegan a estas políticas, o se enfrentan a la trágica realidad: el poder y el dinero siempre son los que mandan en estas cuestiones.

En este escenario en el que la información debe ser polémica y originar el debate, u ofensiva para causar alboroto, como se desdibuja en el relato, hay un detalle importante a recalcar: lo que vende no es la noticia, sino la explotación emocional del espectador. Ailes insiste, por ejemplo, en que la televisión es un medio audiovisual y por tanto la forma de atraer al público es mediante lo que ve, lo que implica, según narra la película, un manejo específico sobre la imagen, especialmente la de aquellos que salen a cuadro, frente a las cámaras. Maquillaje excesivo, pulcritud exagerada y atractivo sobreexpuesto, como ejes principales; faldas y vestidos cortos para las mujeres con sets de noticias sin escritorios, para exponer la sensualidad femenina.

La pregunta no es solamente por qué una política así existe dentro de un medio de comunicación actual, sino por qué parece que nadie dice nada al respecto y por qué se actúa como si ésta fuera la única forma en que las profesionistas mujeres pueden hacerse notar o encontrar el reconocimiento. Parte de la respuesta a la pregunta es inquietante, porque las amenazas son indirectas y, por ende, más peligrosas que si fueran explícitas: quien cuestiona, se queja o se expresa en contra de estas prácticas, necesita buscarse otro empleo porque en esa agencia no tiene lugar. Es entonces que el poder e influencia de Ailes se hace evidente, pues es claro que para que una situación de esta magnitud exista, es porque hay personas que la facilitan, ya sea porque se benefician, temen por su propio futuro profesional en caso de represalias o porque lo que sucede les afecta lo menos directamente posible y, por tanto, eligen la omisión o el silencio.

Ailes por ejemplo selecciona y arrincona para presionar y controlar, pero también para aislar y manipular; pide favores en su beneficio para forzar una dependencia o reciprocidad que él llama lealtad y ofrece crecimiento u oportunidades profesionales a cambio de favores sexuales abusando de su posición de poder, justificándolo como simples ‘prácticas comunes dentro del medio del espectáculo’. Ailes no es, además, la única persona repitiendo estos patrones de comportamiento, también sucede en menor grado con gente que no tiene el mismo poder y posición que él, pero sí el respaldo estructural y sistemático que les facilita actuar como lo hacen, sin repercusiones, sin cuestionamientos. 

Entonces, ¿qué pasa cuando alguien habla en contra?; ¿o qué sucede cuando nadie habla en absoluto? Es aquí donde se desarrolla la historia, en un contexto social y laboral misógino en el que las mujeres temen repercusiones, la verdad carece de valor sin pruebas contundentes y la sexualización se ha manejado como algo normal y necesario, en donde las víctimas son humilladas por defenderse, silenciadas por la discriminación, el prejuicio, el abuso de poder, el patriarcado y la manipulación, propiciado por un ambiente ya tóxico en el que nadie confía en nadie.

En la película, quien comienza a mover las cosas hacia una dirección diferente es Gretchen Carlson, una periodista que funge como co-conductora en un conocido programa de Fox News, que es relegada a un programa menor luego de quejarse de los constantes comentarios sexistas en su contra, tanto frente a las cámaras como detrás de ellas, tanto de parte de sus compañeros como del personal dentro de la cadena, incluyendo a Ailes.

Notando una clara represalia que cataloga como un escenario de inequidad de género que se acepta como ´normal´, además de recibir un ‘castigo’ secundario por no aceptar la dinámica de discriminación ‘común’ que impera en los pasillos de Fox, Gretchen se reúne con abogados para preparar una demanda por acoso sexual, directamente contra Ailes, bajo la lógica de que es más funcional nombrarlo sólo a él que demandar a la empresa, pues sería como una hormiga enfrentándose a un elefante.

Los abogados de Gretchen tienen claro que, aunque la denuncia a la cadena clarificaría que el problema no es sólo Ailes sino todo el orden estructural dentro de Fox, las posibilidades de ganar serían nulas, pues el director ejecutivo quedaría respaldado por los dueños e inversionistas, accionistas y ejecutivos que podrían hacer todo para desestimar y enterrar la demanda; y aunque no se dice explícitamente, esto podría ir desde una estrategia de difamación hasta apelaciones eternas que obligaran a Gretchen a retirar los cargos una vez que le fuera imposible continuar pagando a sus abogados, dejándola en bancarrota.

Sin embargo, pese a la importancia de la denuncia y el eco social que implica develar la verdad de los que sucede, Gretchen no se acerca por ayuda directamente a nadie dentro de la cadena, creyendo que la injusticia resonará lo suficiente para ser respaldada y continuada por aquellos que la han sufrido también. Lo que Gretchen no toma en cuenta es la fuerte presión generada a través del miedo y la manipulación, e incluso, quienes son testigos de lo que sucede pero no lo han vivido en carne propia saben que se encuentran dentro de un entorno controlado, en donde las represalias posibles son muchas, porque las personas que manejan los hilos de poder, desde sus jefes hasta el director ejecutivo de la cadena, es decir Ailes, e inclusive las figuras de poder más arriba que él, tienen el dinero y la influencia como para tergiversar los hechos y destruir la vida personal y profesional de quienes se revelen como una amenaza directa.

Alzar la voz no es sencillo, por más correcto y justo que sea; revelar lo sucedido no es sólo contar la verdad, lamentablemente en este mundo donde todo es escándalo y espectáculo, también significa volverse blanco de los ataques, rumores, injusticias y cuestionamientos que indudablemente habrá en respuesta, una realidad que viven muchas personas que hablan abiertamente de los abusos y acosos sexuales que experimentan, luego señaladas y condenadas por la sociedad más misógina que elige despreciarlas en lugar de escucharlas.

Gretchen está sola en ese momento, porque ha trazado el rumbo pero no puede caminarlo por nadie más, menos en un entorno en el que al empleado se le exige ‘lealtad’ o la muerte profesional (simbólicamente hablando). Revelar el caso de acoso sexual requiere valor de su parte, por ende, también llama a la solidaridad con aquellas mujeres que igualmente lo han vivido, entendiendo que ellas se encuentran en una realidad de vida propia muy diferente a la suya.

Todas están en desventaja, ese es el problema de fondo, tal se ejemplifica a través de la periodista Megyn Kelly, una reportera y presentadora que vive su propio infierno una vez que choca mediáticamente con el candidato republicano Donald Trump. Luego de cuestionarlo por sus comentarios denigrantes hacia las mujeres, un tema que ella en realidad aborda no tanto por la responsabilidad social sino por la asegurada polémica alrededor del tópico, en busca de incrementar sus índices de audiencia, el caso termina volviéndose en su contra cuando sus actos la convierten a ella en la noticia.

El chisme de su vaivén verbal y los insultos dirigidos específicamente en su dirección crecen sin control al grado que la gente ya no comenta la importancia de señalar a Trump por sus palabras sexistas, sino los tuits ofensivos del candidato hacia Kelly por la entrevista en la que lo evidencia. La sociedad pone a la periodista en la mira, la historia verdaderamente relevante queda desplazada y Trump consigue que los medios terminen por centrarse en sus más recientes declaraciones en contra de Kelly, convirtiéndola en el eje de las exageraciones sensacionalistas, lo que irónicamente era la intención de ella pero hacia Trump, envolverlo en una telaraña de críticas amarillistas.

Una vez en el ojo del huracán, Kelly reclama que Fox haga algo al respecto, pero Ailes insiste que la controversia es positiva para la cadena porque esto significa que la gente está pendiente de lo que Fox haga respecto al tema, lo que deriva a su parecer en ‘publicidad gratuita’. Lo que Kelly atraviesa es revelador: a Fox, o a los medios actuales como éste, no le interesan las personas sino lo que puedan sacar de provecho de ellas.

Es hasta que Kelly recibe amenazas de muerte y hostigamiento de otros medios que la periodista se ve forzada a ceder en una entrevista con Trump en la que no puede más que ocultar su enfado y responder como si la situación no le hubiera afectado o molestado, en corto, porque la decisión de conciliación no sólo beneficia la imagen de Trump sino también a ella, ya que como reportera necesita tener acceso a los sucesos políticos y sus protagonistas. Es decir, si Kelly no accede a agachar la cabeza y actuar de una forma más sumisa, no por profesionalismo sino por conveniencia, su futuro como periodista queda de alguna forma truncado o al menos restringido.

Con este antecedente, Kelly duda sobre cómo reaccionar una vez que la demanda de Gretchen sale a la luz y calla totalmente en un intento por elegir el camino que mejor le convenga. Si bien Kelly se niega a apoyar a Ailes como lo hacen muchos otros de sus compañeros, que buscan con este respaldo demostrar un compromiso obediente que después pueda ser premiado o remunerado (“Nos beneficiamos de su atención”, justifica una de las conductoras de la cadena), Kelly sabe que no puede hacer lo mismo cuando teme que llegue a repercutirle más que ayudarle, ya que entiende, por experiencia propia, que los alegatos de Gretchen tienen mucho de verdad, pues ella misma fue víctima de Ailes, quien en su momento también la acosó sexualmente.

Le reclaman su silencio, pero esto impacta en ambas direcciones. Por un lado, su falta de apoyo explícito hacia Ailes comienza a hacer que la gente dude y ponga en entredicho las apariencias. Por otro, alguien le reclama ese silencio del pasado, cuando vivió el acoso y no lo denunció, pues significa que de alguna manera su reacción o falta de ella propició que hubiera más víctimas, o dicho de otra manera, que el ciclo continuara. 

En realidad Kelly es también víctima de las circunstancias; opta por la aproximación que implique el menor riesgo para ella y, en ese sentido, primero investiga e indaga la posibilidad de que el caso no sea enterrado con facilidad, para hablar sólo una vez que encuentra evidencia contundente. Al alzar la voz una, otras más también lo hacen y las denuncias contra Ailes comienzan a apilarse, encontrando en la voz de Kelly, la personalidad periodística más importante en ese momento dentro de la cadena, la suficiente fuerza para sembrar absoluta credibilidad.

No significa, claro, que las cosas realmente cambien; en los sistemas de poder corruptos, como podría ser este el escenario, cortar una cabeza no se traduce en la solución, remover una parte del problema lleva sólo a que este puesto o esta persona puedan reemplazarse; si la raíz queda intacta el problema en sí no sufre ninguna modificación significativa. Al final Ailes no es removido de su cargo por las problemáticas acusaciones en su contra y todo lo incorrecto e inmoral que hay en su conducta, sino porque se convierte en una carga, en un agente de riesgo para la empresa del que se puede prescindir.

Se le destituye de su cargo no porque el dueño de la cadena esté convencido de que hizo mal, sino porque el peligro de ayudarlo es más grande. Quitar a Ailes de su puesto no es asumido como quitar a un hombre que aprovechó su posición de poder y propició un sistema jerárquico machista e inequitativo, sino simplemente eliminar una mala imagen,  buscando recuperar credibilidad dando a la “opinión pública” lo que se supone desea, pero, ¿y qué hay de los muchos otros que continúan con el mismo patrón de comportamiento que él? El sistema autoritario y misógino continúa intacto.

Al final, es la unión de las mujeres lo que permite exponer la cultura de acoso sexual dentro de Fox News, para así dar dimensión al impacto que esta situación tiene, en lo  social, cultural, política, financiera y emocionalmente. La película también aborda específicamente a los medios de comunicación más interesados en el escándalo que la noticia y las mujeres que son empujadas al extremo, a la humillación y al abuso para sobrevivir en su contexto, en este caso laboral; una realidad que se repite en muchos otros escenarios similares del mundo actual. 

Un medio de comunicación, en este caso específico, en el que encontrar oportunidades laborales y económicas no va ligado forzosamente a las capacidades periodísticas, evidenciando en ese sentido los sacrificios que tienen que hacer las personas en la competitiva posmodernidad para hacerse notar, en la televisión, las redes sociales, la cultura cibernética y la cultura popular, donde parece que la cosificación sexual no sólo es aceptada, sino celebrada y promovida, todo en nombre del éxito y la fama. En breve, la explotación de la mujer y la manera como cada quien, incluso otras mujeres, ve esto como una vía de beneficio propio, algo que evidencia no sólo una falta de consciencia social y  pobreza moral sino una clara problemática estructural dentro de los sistemas de organización.

Ficha técnica: El escándalo - Bombshell

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