El laberinto del fauno

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Así como cualquier persona, los niños se ven afectados por todo lo que sucede a su alrededor, la diferencia está en que el adulto en teoría tiene la madurez y capacidad de reflexionar y canalizar el impacto de los hechos y su contexto, mientras que para los menores de edad, incluso para los adolescentes, no siempre está claro cómo afrontar las cosas, tomar decisiones o absorber consecuencias, especialmente si se trata de situaciones que interfieren directamente con su desarrollo físico, emocional, social e intelectual.

No todas las experiencias dejan una huella positiva, al contrario, pueden impactar tan profundamente que trastornan la evolución emocional del sujeto sumiéndolo en estados de angustia o depresión; la clave consiste en aprender a encarar retos, analizar críticamente circunstancias, seleccionar batallas, discernir la información y sobre todo distinguir entre lo que aporta y lo que hiere o lastima. Las personas aprenden a hacer esto con el paso de los años, así que los niños todavía están en proceso de formar sus propios juicios y por ende aún no están preparados para los difíciles retos de la vida que derivan de las problemáticas sociales, especialmente si son empujados hacia ellas a la fuerza.

En un escenario así vive Ofelia, la protagonista de la película El laberinto del fauno (México-España, 2006), escrita y dirigida por Guillermo del Toro y protagonizada por Ivana Baquero, Sergi López, Maribel Verdú, Doug Jones, Ariadna Gil y Álex Angulo. Nominada a seis premios Oscar, de los que ganó tres: mejor dirección artística, fotografía y maquillaje. La historia se ambienta en España en 1944, después de la guerra civil española y entrada ya la dictadura de Francisco Franco, mencionando la resistencia de grupos republicanos que combaten todavía contra el gobierno fascista.

Ofelia tiene 11 años y ama los cuentos de hadas, en parte porque se refugia en ellos para escapar de una realidad cruel y violenta, triste y desesperanzadora a su alrededor, con su madre pasando por un embarazo de riesgo al lado del capitán Vidal, su nueva pareja, un oficial de la policía armada que está encargado de encontrar y eliminar a los grupos de guerrilleros republicanos que se oponen al régimen franquista.

Vidal, conforme a su formación militar, policiaca y fascista es duro, incomprensivo, autoritario e intransigente, que piensa especialmente en su propio beneficio, su bienestar, su carrera militar, su prestigio y su legado. Le preocupa la salud de Carmen únicamente porque tiene en su vientre a su hijo, al que considera su futuro, su manera de trascender. También dirige a su batallón con tiranía no sólo porque eso es lo que la jerarquía militar le ha enseñado, la de ejercer fuerza con aire de superioridad, visto como una forma de conseguir respeto y orden, sino también porque está convencido de que esa es la única manera de mantener su papel de mando y, asimismo, controlar la situación de guerra a la que se enfrenta, a la sociedad en donde se establece a la fuerza y a las personas en general, en esencia porque ese es el régimen que respalda y en el que cree, una dictadura militar, que es una estructura política que gobierna haciendo uso de la fuerza para reprimir derechos y libertades.

Su actitud no es diferente en el resto de sus dinámicas y relaciones, así trata Vidal a los demás e incluso a Carmen y a Ofelia, como seres humanos sin importancia que le sirven para un fin específico y nada más. Ofelia lo siente y lo resiente, claramente notando el desapego emocional del capitán hacia su madre y siendo testigo de que este hombre es capaz de matar, destruir y explotar a cualquiera mientras le sirva a su favor.

Ante esto, no es que Carmen explícitamente esté en contra de la guerrilla ni que apoye el régimen dictador, es que tras la guerra se ha quedado sin nada, su esposo ha muerto y ahora está a cargo de una hija a la que no tiene nada que ofrecerle. Carmen tiene que encontrar la forma de sobrevivir de la única forma que sabe, asumiendo el rol tradicional de esposa y ve, en Vidal, una segunda oportunidad, no tanto para ella como sí para sus hijos, pues aunque implica su propio sacrificio ello abre la posibilidad de que Ofelia y su bebé no nato tengan protección en una sociedad que está entrando a una reestructuración socioeconómica completa bajo un sistema de poder autoritario (Dictadura Fascista).

Viviendo la brutalidad que conlleva la represión militar, la quebrada estructura familiar a la que se tiene que adecuar por mucho que reniegue de ella, así como la crueldad y violencia con la que las personas son tratadas por los militares, especialmente si se les sospecha opositores al régimen impuesto, todo lo que Ofelia ve y experimenta es un mundo donde quien no está a favor de la persona al mando está en su contra; para ella Vidal representa toda la maldad que conoce, la amenaza sobre su madre, su futuro hermano y su propia felicidad. La pregunta es si es capaz de alzarse en su contra con tal de defender a su madre y salvar a su hermano o, en todo caso, si está consciente de qué debe sacrificar y enfrentar para escapar de la situación y dispuesta a correr el riesgo. En su condición infantil difícilmente tiene los elementos de juicio y los saberes para construir una alternativa política orientada a superar la situación.

Es entonces que el relato avanza entrelazando el género fantástico, construido por la imaginación de Ofelia, como un mecanismo de supervivencia ante la brutal realidad que vive. En su inocencia, Ofelia sobrelleva las cosas inventando un mundo mágico al cual escapar, una ficción imaginaria que le promete una vida mejor, un futuro feliz en el que cambia desilusión por esperanza. Un cuento de hadas que tiene su eco con el mundo real, pero en el que, a diferencia del otro, Ofelia tiene más control de las cosas. Por ejemplo, aquí se le ofrece la posibilidad de ayudar a sanar el deterioro de salud de su madre o de pasar la eternidad con una familia unida y próspera, muy diferente al sombrío futuro que le espera al lado del capitán Vidal, especialmente una vez que su madre eventualmente muere en el parto. 

Eso es lo atractivo de esta realidad fantasiosa, que todo es posible porque todo problema se soluciona, toda maldad es vencida y toda decepción es enmendada gracias a seres que la protegen, hadas que la guían y específicamente un fauno que tanto la instruye como la reta, porque se trata de un ente cuya presencia puede ser engañosa, si su propósito es más malicioso que juguetón, de acuerdo con el trazo que este dios recibe en las mitologías griega y romana; desde luego, el cuento de hadas al final no necesariamente debe tener final feliz, porque se imponen también sacrificios, ausencias e incluso la muerte. Finalmente, aquí el laberinto del fauno es una búsqueda por la verdad, a través de un camino plagado de riesgos, en donde la protagonista debe tomar decisiones que marcarán su destino.

En su cuento de hadas, Ofelia es la reencarnación de una princesa que tiene la oportunidad de que su alma regrese a casa, a su reino, pero sólo si logra pasar tres pruebas en las que tiene que enfrentarse a seres que buscan herirla, destruyendo, amenazando y trayendo muerte a su paso. Este es claro un reflejo de la vida real, en la que Ofelia está rodeada de figuras que sólo conocen violencia y destrucción.

La forma como la realidad se asemeja al mundo de fantasía tiene también otros puntos de coincidencia, por ejemplo, si ella hace algo mal visto por otros o desafía las reglas establecidas pone en peligro a sus seres queridos o recibe regaños, acusaciones y castigos; pues lo mismo sucede en el cuento de hadas, si rompe el mandato o la orden designada las repercusiones pueden impactar negativamente tanto en ella como incluso en terceros. Existe similitud en el comportamiento del capitán Vidal y el fauno: ambos exigen obediencia, incondicionalidad o confianza ciega, con la idea de que al final se obtendrá tranquilidad o felicidad. El punto es saber qué es lo que realmente desea Ofelia, cómo considera puede alcanzar ser feliz y, en el proceso, apoyar a sus seres queridos: su madre y hermano en este caso.

Este es el punto clave aquí, ambas son realidades plagadas de peligros que pueden de un momento a otro terminar en tragedia y muerte, porque ambas son realidades complementarias; en ellas hay riesgos y amenazas, pero también aliados y protectores; en su mundo real esa es Mercedes, por ejemplo, una cocinera que ayuda en secreto a los guerrilleros republicanos, que también toma a Ofelia bajo su cuidado haciendo todo por rescatar lo que queda de una infancia perdida y apartarla de los horrores que se viven provocados por la dictadura.

Superar la ingenuidad es entender que las acciones tienen sus repercusiones, lo importante es tomar decisiones conscientes de las consecuencias, es decir, hacerlo con responsabilidad. Ofelia comprende, a partir de su llegada al campamento militar, lo que significa un mundo sin poder de autonomía, en el que una figura autoritaria suprime sus derechos, donde es común sentirse como un peón a merced del poder que vigila, controla, que rige sin escrúpulos ni consideración. “El mundo es un lugar cruel”, le dice su madre, sin embargo, Ofelia también aprende que a veces los verdaderos villanos no son los monstruos que habitan en los cuentos de hadas sino los seres humanos crueles y viles que traen tristeza, dolor, muerte y destrucción consigo.

Ofelia se encuentra entre dos mundos, no sólo el real y el de fantasía, sino entre el bien y el mal; hay una relación entre ambos que no puede ser ignorada y por tanto todo se reduce a sus decisiones: a obedecer frente a desobedecer, a acatar frente a cuestionar, o a sacrificar a otros frente a sacrificarse uno mismo, que es no sólo la prueba final que el Fauno le hace a Ofelia, sino la decisión final que lleva a la niña a hacer todo por salvar a la única persona que aún puede ayudar, su hermano recién nacido.

Esa dualidad propia de los seres humanos también invita a reflexionar sobre la maldad y crueldad como parte del individuo, e incluso entender cómo Ofelia alberga dolor y sufrimiento, pero al mismo tiempo esperanza y coraje; o por qué se aferra tanto a un mundo imaginario, toda vez que la opción es una realidad marcada por la miseria y sufrimiento. Ofelia es la figura que, junto a Mercedes, se atreve a retar al capitán Vidal y todo lo que representa, el del hombre opresor, el del mundo hostil, el del ser que borra y destruye todo a su paso, porque no es vida, sino muerte. El contexto histórico tampoco es gratuito, porque el fascismo de Francisco Franco significa la destrucción de la esperanza democrática de la España Republicana y al mismo tiempo el ascenso al poder de la élite militar que él mismo representa, junto al poder económico e ideológico de la burguesía, la iglesia católica y grupos de ultraderecha organizados en la falange española y los grupos monárquicos. Los rebeldes en lucha armada representarían la esperanza de un mundo de libertad e igualdad, la vida.

Al final fantasía y realidad se fusionan en la mente de Ofelia como una sola unidad, como un todo, uno que le ayuda a crecer, a encontrar valor para alzar la voz y desafiar la autoridad, tomar riesgos y asumir la responsabilidad de sus decisiones, algo clave no sólo para ella como persona sino para cualquiera dentro de una sociedad sometida por un régimen absolutista. El verdadero problema en todo caso es que la pureza infantil de Ofelia frente al sadismo y la brutalidad de su padrastro son dos polos totalmente opuestos, donde la fuerza de uno recae en las debilidades del otro.

“En nuestras decisiones reside nuestro destino”, dice uno de los personajes de la película. Las pruebas por las que pasa Ofelia son, después de todo, una forma de derrocar un sistema o estructura que no está funcionando y a una cadena de mando cuestionable que implica una jerarquía en la que se castiga a aquellos que no cumplen órdenes, incluso cuando hacerlo es la respuesta correcta para romper con el ciclo. En el fondo la respuesta a los problemas que enfrentan tanto los ciudadanos habitantes del pueblo, los grupos armados en lucha, como la misma Ofelia es la rebeldía. Es su decisión de desobedecer al Fauno al final lo que permite salvar su alma y mantener vivo a su hermano recién nacido; y es la valentía rebelde de Mercedes la que hace posible el ataque victorioso de los republicanos y rechazar la intención de Vidal de trascender mediante su hijo. “No sabrá ni tu nombre”, le da a entender cuando está cercana su muerte. Tal como es en el mundo de fantasía, así también en la vida real, las acciones que realizamos nos definen y forjan nuestro carácter. Y sí, la imaginación forma parte del proceso.

Ficha técnica: El laberinto del fauno - Pan's Labyrinth

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