Qué es lo que realmente busca el ser humano, ¿trascender más allá de su propia existencia?, ¿procurarse una mejor vida mientras pueda disfrutar de los logros que consigue individual o colectivamente? O bien, ¿optimizar las condiciones de su sociedad en aras del camino más benéfico para evolucionar? ¿Se persigue lo mejor para el ‘yo’ o se vela por el máximo beneficio para el grupo?, y en todo caso, ¿qué tanto una cosa va ligada a la otra?
En la película El planeta de los Simios (EUA, 1968) se plantean muchas de estas preguntas proponiendo reflexiones sobre la evolución humana y el constante debate que hay entre intentar darle sentido a la existencia a través de una explicación científica en contraposición con lo que dictan las creencias de fe. ¿Quién creó al humano, por qué y para qué?, ¿de dónde venimos y hacia dónde vamos’? ¿Cuál es nuestro propósito como especie y hasta dónde podemos llegar? Preguntas vinculadas al eterno potencial de buscar, crear, destruir y controlar. El problema es que en el fondo somos, como se dice, polvo de estrellas o, en todo caso, una especie que sabe de su existir pero es ignorante de sus límites y de su nimiedad en el universo.
Dirigida por Franklin J. Schaffner a partir de un guión de Michael Wilson y Rod Serling, basado en la novela literaria homónima de Pierre Boulle, la película está protagonizada por Charlton Heston, Roddy McDowall, Kim Hunter, Maurice Evans, James Whitmore, James Daly y Linda Harrison. La historia sigue a George Taylor, un astronauta cuya pequeña tripulación viaja a la velocidad de la luz esperando llegar a otro planeta en otra galaxia para explorar e idealmente encontrar nuevas formas de vida u oportunidades para una nueva civilización.
Sin planearlo directamente llegan al año 3978 donde su nave choca y se hunde. En medio de un terreno desértico, Taylor y sus dos únicos compañeros sobrevivientes recorren la zona hasta encontrar vegetación y, por ende, una señal de vida posible, augurando su propio éxito al descubrir no sólo un planeta habitable sino también darse cuenta que viven en él unos primitivos humanos que no pueden hablar ni parecen haber desarrollado otras habilidades de ningún tipo.
Toda la alegría se desvanece cuando tanto astronautas como humanos nativos son capturados por un grupo de simios que los llevan a una ciudad en donde se hace evidente que monos, gorilas, chimpancés y similares son la especie dominante y más evolucionada. En este mundo, el simio actúa como el humano del siglo XX, es decir, hablan, se comunican y viven en una sociedad organizada y jerárquica, donde, además, los científicos estudian a los humanos primitivos creyendo que es posible domesticarlos, porque aquí este ser actúa como otro animal más, siguiendo meramente instintos básicos de supervivencia.
Al ser capturados Taylor sufre daño en sus cuerdas vocales y toma tiempo para que se recupere de su herida, lo que no le permite hablar ni revelar su desarrollo intelectual a la par que el de los simios, por tanto, todo ese tiempo sus intentos de decir algo y comunicarse son tomados como un simple acto de imitación en lugar de capacidad de razonamiento.
Aquí hay que recalcar las dos caras de la moneda; primero está el principio de que las personas inicialmente aprenden muchas cosas a partir de imitación y repetición, esto incluye el desarrollo del lenguaje. Por otro, la crítica social que se desprende del refrán y juego de palabras a partir del escenario de la historia: “lo que hace el mono, lo hace la mona” (en inglés ‘monkey see monkey do’, algo así como ‘mono ve, mono hace’), una idea que señala a las personas con falta de iniciativa que no saben avanzar por decisión propia y por tanto sólo imitan a los demás.
Aislado, incomunicado y testigo del trato indignante hacia los humanos, catalogados como seres inferiores no pensantes, Taylor descifra en su observación la actitud depredadora de los simios, los seres racionales y, por ende, dominantes, bajo un paralelismo a la sociedad actual, en la que el ser superior, es decir el más evolucionado, o sea el humano, aniquila, explota o destruye al resto de los organismo vivos en busca de control, pero incluso también en respuesta al miedo de perderlo. Es el dominio sobre el otro y sobre el mundo natural para mantener y asegurar la reproducción de su especie.
Cuando Taylor finalmente revela que puede hablar y cuál es su origen, el astronauta deja sorprendidos sobre todo a los científicos Zira y Cornelius, una pareja de simios que teoriza que el mono pudo haber evolucionado del hombre. Sus ideas, no obstante, son catalogadas como herejía por el doctor Zaius, un orangután que ejerce con mano firme el sistema de gobierno teocrático que rige a partir de una religión dominante, donde la autoridad y las reglas están dictadas por, en este caso, escrituras y creencias muy específicas que desestiman cualquier idea evolutiva como la que los científicos proponen. Cualquier parecido con la historia de la humanidad parece ser algo más que mera coincidencia.
En realidad para Zaius lo importante no es tanto la fe misma, sino como ésta se usa como sistema de control. Ciencia contra religión, evidencia frente a creencia; Zaius defiende afianzar sus dogmas de deidades, de seres supremos y superiores por la mera divinidad de serlo, por cómo esa fe mueve a las masas o, en cuyo caso, retenga y reprima a la sociedad. Encontrar pruebas que demuestren que la relación entre el humano y el simio es real, significaría encontrar una relación directa con un ser que los simios consideran inferior y que, además, abriría la posibilidad a que el humano también puede ser un igual, pues también tendría la capacidad de hablar, pensar, crear y evolucionar.
Para Zira y Cornelius su teoría científica es importante para entender su propia evolución como especie, su propia procedencia y trascendencia, pero para Zaius significa desafiar el orden social establecido, de ahí su interés por enterrar toda evidencia y borrar todo registro histórico que alimente esta teoría evolutiva. Así que cuando Taylor insiste que él no es uno más de los humanos de este planeta sino un viajero de otro mundo, de otro tiempo, los simios se concentran menos en la revelación científica que esto podría significar y más en cómo su presencia podría amenazar su orden social.
No hay evidencia tampoco para respaldar los alegatos de Taylor. Su nave se hundió en una zona ‘prohibida’ e inalcanzable para los simios y sus compañeros de viaje han muerto o han sido silenciados por medio de una lobotomía que, en nombre de la ‘ciencia’ y del estudio de la mente del humano primitivo, fue realizada bajo órdenes de Zaius. Lo único que el astronauta puede hacer es razonar y argumentar a partir de lo que puede comprobar.
Si no puede demostrar quién es o de dónde viene, al menos debe sobrevivir y trascender en una sociedad donde los simios tienen el control y su objetivo es silenciarlo, para no retar las normas establecidas. Su única salida posible es intentar huir y buscar respuestas o alternativas en otro sitio.
Taylor mismo y sus compañeros subestimaron las cosas convencidos a su llegada de su propia soberbia, creyendo, al ver a los humanos primitivos, que con una capacidad intelectual más desarrollada, pronto estarían ‘gobernando’ este planeta, quizá en semanas. El pensamiento no sólo es idealista sino también, de alguna forma, primitivo y arrogante; actitud que se deja ver desde la interpretación que tienen de la composición del equipo en la misión espacial, consistente en tres astronautas varones y una mujer. En opinión de Taylor, ella parece existir para perpetrar la especie, una Eva entre tres Adanes, una mujer reducida a un objeto, una función, una razón de ser: la procreación, o sea, tener hijos.
El problema para los astronautas no es haberse encontrado con un ser vivo igual de inteligente que ellos, sino descubrir que el patrón de su existencia repite los mismos errores por los que ya ha pasado el humano, y de los que Taylor mismo se queja: que el ser pensante quiere ser superior a toda costa, único y especial, así que para lograrlo establece un orden social bajo creencias específicas que lo vanaglorien.
La organización social para los simios no es sino una estructura pensada para colocarse y creerse en el centro del universo. Eso es precisamente lo que la ciencia, no sólo en la película sino también en el mundo real, ha cuestionado, el que la especie dominante, para nosotros el humano, para la película el simio, se ponga al centro o por encima de todo. Sí, se trata de un ser pensante con muchas capacidades derivadas de habilidades como el lenguaje o el juicio crítico, pero, ¿qué es realmente lo que lo hace el más inteligente, el más capaz o el más fuerte?
El humano primitivo de la película sólo sobrevive, el humano como Taylor no, sino que busca algo más: afecto, socialización, empatía, diálogo, conocimiento y progreso. Él, por ejemplo, insiste en llevar consigo a una mujer, Nova, con quien se ha encariñado, pero, ¿es más que atracción física? No puede entablar conversaciones con ella porque Nova no ha aprendido a hablar y, por tanto, no ha desarrollado más capacidades que las básicas de supervivencia; pero Taylor no quiere estar solo y aunque no la conoce y la convivencia es mera compañía, contrarresta así el sentimiento de aislamiento y soledad, quiere una compañera de vida, no importa qué compañera sea esta.
En corto, reproduce el tipo de sociedad que conoce y que le es familiar, en este caso, la idea de una vida en pareja. Taylor anhela su pasado aunque reniegue de él, añora el lugar conocido y las reglas sociales con las que se siente a gusto. No quiere evolucionar a partir del punto cero, del humano primitivo, sino a partir del punto en la historia del que partió, el humano del siglo XX. Esa sociedad, gobierno, interacción y valores aquí son inexistentes, no tiene derechos ni obligaciones porque no es reconocido más que como ser vivo que existe, no pensante. Esa es la realidad a la que se enfrenta.
Al principio de la historia Taylor se muestra inconforme y señala críticamente todo lo que cree incorrecto en la sociedad que conoce, todo lo que observa bajo una lupa de juicio que considera que el error humano es que no le permite al mismo humano avanzar, ser libre. Piensa que sus contemporáneos son seres llenos de malicia y destrucción, donde no hay hermandad sino aniquilación, donde se es pero no se convive. Han construido un mundo que se autodestruye y que amenaza con acabar con el planeta Tierra; de ahí la necesidad de encontrar nuevos mundos a los cuales colonizar, en donde se puedan encontrar otros territorios susceptibles de expoliación de su riqueza natural.
Los roles dentro de la historia están invertidos, aquí el humano es el salvaje, el sometido, y el simio es el animal racional. Esto sirve para entender a modo de reflexión analítica cómo actúan las personas en el mundo real, inteligentes, sí, pero usando esas capacidades a favor de su beneficio personal y bajo el firme propósito de acumular riqueza y poder; algo similar a lo que caracteriza a este planeta de simios, en donde el control es teocrático militar y existe una casta privilegiada que acumula beneficios. ¿Qué sucede cuando el poder de creación, imaginación capacidad física e inventiva, sólo tienen el fin de la destrucción, rivalidad y competencia? El final de la historia deja abierta la posibilidad del apocalipsis, sin embargo, no hay que ir muy lejos para saber hacia donde avanzamos, baste observar el ambiente de violencia y muerte alrededor del mundo.
‘Si el humano era un ser superior, por qué no sobrevivió’ (al paso del tiempo), pregunta uno de los personajes en la película, ante la idea de que estos simios pudieran haber aprendido todo lo que saben de las personas, de los humanos. ¿Provocar su destrucción es evolucionar? ¿Hasta qué punto el progreso realmente significa avanzar y en qué punto al ‘progresar’ más bien se comienza a retroceder? Retroceso en términos de convivencia, solidaridad y fraternidad.
En la película el simio es la especie dominante pero a pesar de ello se niega al conocimiento. Su miedo al futuro tiene un fundamento que niega la evolución, pues si la teoría de que este simio surgió del humano, es porque el humano provocó su destrucción debido a sus propias ideas de progreso. La solución que propone el simio no es mejor, pues implica represión y así provoca limitar el conocimiento mismo, controlarlo y contenerlo para que la sociedad no pregunte más allá del orden básico sobre cómo funcionan las cosas.
“Espero que en algún lugar del universo, haya algo mejor que el hombre”, se dice a sí mismo Taylor buscándole sentido a su existencia, pero en la idea pesimista de que el humano se comporta de una manera autodestructiva, incluso sin darse cuenta. Cómo es que hace todo por mejorar su mundo para luego hacerlo todo por destruirlo. O cómo es que hace todo para mejorar su vida a través de afectar y destruir la de los demás.
Hambre, guerra, contaminación, explotación, sobrepoblación, calentamiento global, colonización y muchas cosas más parecen haber llevado a la humanidad a su límite y extinción; ese es el escenario que contraria a Taylor y que los simios quieren evitar como su inminente futuro, sin embargo, su respuesta no es muy diferente a aquello que desearían esquivar, una sociedad alienada y presa de la represión, en aparente libertad pero cegada por lineamientos y reglas que coartan su individualidad.
Así que la pregunta de si el humano es cruel por naturaleza o si es algo que aprende en la propia interacción con otros, se convierte en la reflexión que pulula en el aire. Lo cierto es que en la realidad sí creó para su supervivencia y reproducción toda una sociedad industrial, militarizada, autoritaria y colonialista, basada en la explotación de otros, apropiación y destrucción de recursos naturales que han terminado por dar lugar a fenómenos como el desastre ambiental, migraciones masivas, el tráfico de armas, drogas y personas, o incluso a la experimentación biológica que ha llevado a epidemias virales.
Humanos y simios ‘inteligentes’ terminan por ser exactamente iguales; en cuanto tienen el dominio, su egocentrismo se vuelve el verdadero dominante y mantienen clases sociales e ideologías totalitarias para guardar la estructura piramidal en el orden específico de tres categorías: gobernantes, trabajadores y soldados o militares, un reflejo interesante del colectivo social actual y la forma como opera el poder para mantenerse así: al poder.
Así que en cuanto el status quo o el orden tradicional entra en jaque, la reacción es negar o rechazar las nuevas ideas, enterrar las teorías y pensamiento que cuestiona, oponerse a las dudas y análisis que van en contra de lo establecido, catalogando como peligroso a todo aquel que se atreve a traer otras propuestas e ideologías, sean o no mejores, pues son rechazadas de raíz.
El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, dice la famosa frase del filósofo Néstor Roulet y esto significa que es también el único que, una vez que no aprende de su pasado, está condenado a repetir los mismos errores, una y otra vez.
Ficha técnica: Planeta de los simios - Planet of the Apes