El vengador del futuro

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

¿Las personas se definen por lo que fueron, por lo que hicieron, o por lo que son y cómo actúan en el presente? La pregunta es importante al reflexionar sobre la esencia del ser humano, sobre las decisiones que toma y las acciones que realiza. Pasado, presente y futuro van inequívocamente ligados, un individuo no puede deslindarse de sus experiencias acumuladas, las vivencias que lo forman y los planes e ideales a futuro que se traza, incluso de lo que recuerda que fue su pasado, pues pasado y futuro se enlazan para dar contenido a su presente perpetuo. Pero así como alguien no puede ser percibido exclusivamente por algo que ya hizo o promete hacer, al dimensionar la realidad actual de su actitud y juicio, el ser humano es el momento que vive, es el hoy y el ahora. Se vive hoy, no el ayer o el mañana, aunque lo que deseamos alcanzar y el camino recorrido condicionan nuestra particular forma de pensar y de ser.

“Eres lo que haces. Un hombre se define por sus acciones, no por sus recuerdos”, puntualizan en la película El vengador del futuro (EUA, 1990), dirigida por Paul Verhoeven y escrita por Ronald Shusett, Dan O'Bannon y Gary Goldman, a partir del cuento corto de 1966 de Philip K. Dick titulado ‘Podemos recordarlo todo por usted’. Protagonizada por Arnold Schwarzenegger, Rachel Ticotin, Sharon Stone, Ronny Cox y Michael Ironside, la historia sigue a Douglas Quaid, un hombre aparentemente común y corriente que trabaja en la construcción y lleva una vida rutinaria al lado de su esposa Lori. Animado por un recurrente sueño ambientado en Marte en que aparece una mujer que no logra identificar pero se le hace familiar, Quaid decide probar el servicio de una compañía llamada Rekall, que se dedica a implantar recuerdos en la mente de las personas, vendiéndolos como ‘experiencias vacacionales’ a bajo precio.

Ante el mar de posibilidades de convertirse en ‘cualquier persona que siempre ha deseado ser’, Quaid se imagina como un agente secreto con una identidad inventada en una misión en Marte, donde, según sabe por la información que ve en las noticias, hay una revuelta contra el orden establecido, ya que se mantiene a los habitantes en condiciones de miseria extrema, explotados en  labores mineras, en condiciones de trabajo deplorables, provocando, después se sabe, alteraciones genéticas y mutaciones físicas entre los habitantes del planeta. Se trata de una estructura social sometida al control autoritario de una empresa dedicada a saquear los recursos naturales. 

Quaid se ilusiona con conocer ese lugar y ante la imposibilidad de viajar físicamente decide el implante, pero cuando en Rekall están a punto de realizar el procedimiento para fijar el recuerdo pre-fabricado de su viaje, su mente lo rechaza y reacciona frenéticamente. De ahí en adelante el protagonista comienza a cuestionar su realidad, sus recuerdos, su pasado y su presente. ¿Quién es y cuál es su identidad?, ¿puede confiar en su memoria y en lo que hasta ahora estaba seguro que era parte esencial de su vida, como su empleo, sus amistades y hasta su matrimonio con Lori? ¿Es que haber ido a Rekall reactivó viejos recuerdos escondidos bajo una ilusión de espejismo inventada y plantada para hacerle olvidar quién fue? ¿Acaso lo que ahora vive, ese convencimiento de que es en efecto un agente secreto en una misión peligrosa, es la verdad detrás de la fachada que era su vida?

Rekall es una compañía privada que se promociona como ‘agencia de viajes alternativa’, donde la implantación de recuerdos, según ellos convincente, representa la sustitución práctica de vivencias reales, es decir, propone, por ejemplo, la oportunidad de pasar unas vacaciones en Marte sin la necesidad de salir de casa, ahorrándose el viaje y el gasto por el mismo, para reemplazando por el recuerdo integrado en la memoria de que tal experiencia de verdad existió. El problema es que el recuerdo falso no toma en cuenta el resto de los elementos que implican las vivencias presenciales. Los olores, las sensaciones, las emociones o el aprendizaje; o lo que alguien cualquiera siente, piensa, aprecia o reflexiona durante el viaje mismo. Todo, desde el traslado al otro planeta hasta las pláticas pasajeras con otros viajeros o nativos, desde la estancia en un alojamiento hasta las vivencias recopiladas día a día; todo en este caso es irreal, fabricado y falso. 

Si las personas son producto de sus decisiones y experiencias de vida, una falsa realidad afecta la manera como el individuo se percibe a sí mismo, su mundo, sus alrededores y hasta sus convicciones y valores, porque aquí, aquello que lo va moldeando está basado en inconsistencias y esto eventualmente impacta en la percepción de su identidad o la visión de su existencia. La realidad fabricada nunca será, ni en el más mínimo grado, equivalente a la verdad. Sin embargo, esa realidad virtual se transforma para el individuo en la esencia de su vida o su experiencia vital y entonces el ser vive alienado, sometido a esa percepción irreal a la que es sometido. La película lo imagina, pero en el mundo digitalizado contemporáneo habría que valorar cómo estás distopías se hacen verdad, afectando el comportamiento social y la capacidad cognitiva de los humanos.

Para Quaid la situación se sale de control porque durante el procedimiento para implantarle un recuerdo falso se afecta directamente un recuerdo verdadero muy similar ya alojado en su mente, en donde es, en efecto, un agente enviado a Marte con la misión de infiltrarse en la revolución guerrillera para descubrir el paradero de su líder. En medio de la confusión, Quaid pronto se da cuenta que sus amigos y conocidos son agentes colocados a su lado para monitorearlo y que Lori tiene una función similar, su presencia fue plantada como un falso recuerdo, el de una esposa que lleva años a su lado, cuando en realidad está ahí para vigilarlo. Para Quaid las interrogantes son existenciales: cómo saber qué es real y qué es mentira, qué es verídico a su alrededor y qué fue solamente orquestado para manipularlo.

¿Cómo afectaría tu vida no recordar tu pasado o quién eres? ¿Qué tipo de persona serías si te borraran la memoria o no supieras tu verdadera identidad?; si todo sobre lo que basas tu personalidad y realidad estuviera cimentado en mentiras, al descubrirlo ¿cómo te impactaría en lo emocional y comportamiento social?  O, en todo caso, ¿qué pasaría si el presente llama a tomar decisiones que contrarían por completo tu propio pasado, o viceversa? Temas como la pérdida de memoria, la demencia temporal o senil, el empleo del ocio vía virtual o mediante pantallas, el condicionamiento de la conducta por mecanismos de vigilancia y control digital y físico, la reinterpretación de la historia, la cultura de la negación o cancelación del pasado, todos componentes de la cotidiana realidad en este siglo XXI.

“Quiero hacer algo con mi vida. Quiero ser alguien”, dice Quaid y eso es lo que lo impulsa a perseguir la posibilidad de una verdad diferente. No conoce realmente nada de sí mismo o el mundo, que no haya sido implantado en su mente y no tiene claras las circunstancias alrededor de la revuelta en Marte, pero sabe, con certeza, que su realidad actual no le satisface ni se siente a gusto con ella; la rutina del trabajo, la monotonía de los días o la inexplicable decepción por la forma en que es desalentado por sus conocidos por intentar salir del aburrimiento, es suficiente para convencerse que tiene que hacer algo con su vida, de actuar en forma más activa que pasiva, dejando de arrastrar la ingenuidad con la que responde a todo y que ‘La Agencia’, la organización para la que Lori trabaja, se ha asegurado de mantener así.

La interrogante que se hace es por qué él y por qué ahora, lo que descubre cuando llega a Marte y se da cuenta que hay mucho más escondido sobre su persona de lo que pensaba, que su verdadero yo, el hombre que ya olvidó y cuyo nombre es Hauser, en realidad sí era un agente secreto pero con la misión de destruir la guerrilla, en lugar de ayudarla, como idílicamente Quaid anhelaba y pensaba que era su cometido, asumiéndose a sí mismo en el papel de héroe, ya que se ve como alguien que ayuda no que destruye, porque eso es en lo que cree ahora, ideales muy distintos a los de Hauser. 

En Marte, Quaid es testigo de la inequidad que se vive a través de la privatización del aire, un hecho que se ha escondido al ojo público para provocar ignorancia e indiferencia entre las personas que, ajenas a la realidad de los colonos, se centran en lo que la empresa privada les proporciona a ellos, el beneficio que representa para su estilo de vida el que los mineros continúen substrayendo minerales del planeta, ajenos a las condiciones precarias de vida de los trabajadores.

También en Marte Quaid se enamora de nuevo de Melina, la mujer que aparecía recurrentemente en sus sueños y que en realidad es su contacto con los rebeldes. A través de ella, tras redescubrir la situación para los colonos, que están desarrollando mutaciones, deformaciones físicas e incluso habilidades psíquicas por la mala calidad del aire, ya que se controla el suministro de oxígeno afectando sobre todo a las personas más pobres, Quaid se convence que Vilos Cohaagen, el administrador del asentamiento en el planeta, sólo tiene un objetivo en mente: sacar avaramente el máximo provecho a costa de la desdicha de otros.

En esencia al preguntarse si está dispuesto a continuar haciendo el trabajo sucio para Cohaagen, como hasta entonces Hauser hacía, Quaid se tiene que replantear su vida, porque evidentemente ambas personalidades no se guían bajo los mismos valores; podrán reescribir sus recuerdos pero no pueden reescribir su brújula ética y moral, que funge como guía de aquello en lo que cree, conforme  vive, observa, se informa y experimenta. Por ello suena lógico que Hauser se sienta más distante respecto a la situación en Marte, su mente está centrada en lo que sabe y conoce, su rol en la Agencia y misión contra los inconformes y rebeldes; e igual suena lógico que Quaid valore de forma distinta las cosas, con más empatía, una vez que es testigo directo de la injusticia y represión desde la perspectiva de los oprimidos (los colonos), no de los opresores, una empresa privada tiene hasta ahora el control de la administración, venta, comercialización y gestión del aire limpio, estratégicamente limitado y, así, convertido en moneda de cambio.

Mientras Hauser era indiferente a esto y aceptaba ciegamente órdenes, priorizando la forma como esto le servía a su favor, Quaid está más inclinado a pelear por lo que considera justo, habiendo experimentado lo que significa vivir condicionado por fuerzas ajenas y externas, a partir de lo que otros dictan, no de lo que él decide.

Al final la conclusión un tanto ambigua de la historia resulta una de las partes más importantes del relato, la posibilidad de que Quaid haya estado todo el tiempo dentro de un recuerdo implantado, su ‘yo verdadero’ aún en Rekall, viviendo el sueño orquestado que contrató para que le implantaran; pero también está la posibilidad contraria, la que resuelve que el protagonista de verdad fuera un agente secreto envuelto en una lucha contra la corrupción y opresión en Marte, voluntario para que le borraran la memoria y pudiera más fácilmente infiltrarse entre los rebeldes, ya que dadas las habilidades psíquicas de los mutantes, necesitaban a alguien que no supiera con total seguridad su papel en la ecuación ni la misión a la que había sido enviado. 

¿Todo fue real o sólo fantasía? En algún punto de la historia alguien le asegura a Quaid haber sido enviado por Rekall para sacarlo del mundo imaginario en el que se encuentra; lo interesante no es sólo cómo esta escena refuerza ambas teorías como plausibles (que viva una realidad implantada o que de verdad sea un agente doble), sino el hecho de que en ese momento Quaid elige una de estas posibilidades, la suya y no la de Hauser, descubriéndose y definiéndose en consecuencia a sí mismo no por su pasado o sus recuerdos, sino por lo que cree en el presente. Pero para Rekall la filosofía es: ‘Podemos recordarlo todo por usted’, es decir, le dan al cliente lo que pida. ¿Quaid decide por sí mismo, libre y consciente? ¿O lo hace bajo los recuerdos que solicitó y que expresan sus deseos íntimos?

Esto a su vez lleva a preguntar si las personas a veces prefieren la realidad inventada por sobre la verdadera, el mundo virtual sobre el tangible, el ‘yo’ digital que puede revestirse con filtros y creaciones fabricadas a gusto y conveniencia, por encima de su existencia real y verídica. En una sociedad donde la presencia cibernética, las redes sociales y la inteligencia artificial hacen borrosa la línea que divide lo auténtico de lo falso, ¿qué es real y cómo definimos la realidad? Imágenes, videos, publicaciones o noticias en el mundo virtual, son reflejo fidedigno de la vida o una visión distorsionada y artificial de las cosas, una visión propalada por intereses privados de quienes controlan los medios de comunicación. En el fondo todo discurso o narrativa, en este caso cualquier imagen, descripción o enunciado visual, tiene una intención ideológica acorde con los fines y beneficios de quien lo emite.

Cómo saber si la fotografía de un paisaje bello, una pintura emotiva, una imagen de cualquier bien material, un perfil personal o una declaración pública, son capturas del mundo tangible o en cambio productos elaborados a partir de la copia tergiversada y falsificada de éste, con el mero propósito de cumplir una función de manipulación, control o enajenación. Es acaso posible que alguien recuerde con objetividad su pasado, vivencias y memorias, si el presente que documenta su propia existencia tiende a ser distorsionado con filtros e información falsa, si en su análisis de la realidad circundante nunca llega a formarse un criterio de verdad.

Cómo se recordará alguien a sí mismo 20 años después o, por el contrario, puede alguien saber o al menos imaginar cómo será su vida en el futuro, o cómo se define incluso en el presente, si todas sus experiencias están meticulosamente editadas, compartidas y explotadas por el espacio digital y tecnológico. Los medios de comunicación digitales o la mediación de pantallas para cualquier tipo de interacción humana sin duda afectan las capacidades cognitivas, lesionando memoria, lenguaje, percepción, atención y razonamiento. Nuestros recuerdos influyen en creencias y anhelos, pero si estos son distorsionados o fragmentados, sin duda en el fondo nuestra personalidad será distinta, nuestras convicciones serán otras.

La historia habla de un hombre, y por extensión una sociedad, engañado, confundido y defraudado por la forma como el ser humano vive, percibe e interpreta la realidad. Qué pasa cuando alguien prefiere un mundo ficticio porque le suena mucho más alentador y prometedor que la realidad en la que existe. Esto no es un problema menor, pues muchas campañas publicitarias promueven la idea o el anhelo de vivir conforme a sus sueños, o de vivir sus sueños, olvidando el aquí y el ahora. Cómo nos afecta entonces cuando la realidad que percibimos deja de ser en verdad ‘real’ tras ser tan alterada por factores externos en tal magnitud que ya no hay forma de confiar en la memoria histórica de los hechos.

Cómo contrarrestar la insatisfacción que la gente tiene consigo misma, incluyendo su identidad, desarrollo y evolución, si constantemente se le invade con pensamientos de que sería más feliz y en plenitud si fuera alguien más o si viviera otro tipo de vida, porque para el sistema es más prolífico si se pasa los días consumiendo bienes y servicios que cambien constantemente su persona y controlen su entorno hasta el punto en que todo es comprable y vendible, desde objetos materiales hasta recursos naturales o ideas y conceptos intangibles, porque el orden político y social, entiéndase el capital, tiene sus manos inmersas en todo: el agua, el aire, la tierra, el espacio digital, el espacio exterior, la privacidad y hasta la intimidad de todo individuo. 

Si alguien no puede confiar en sí mismo y sus decisiones, así como la libertad que tiene para hacer, pensar y construir su propia vida, parece inevitable que no pueda definir quién es. Se vive entonces en un estado mental de inseguridad permanente, de desconfianza hacia todo y de todos con quienes se convive. Esto conduce a un problema social complementario relativo a las condiciones de miseria y explotación, toda vez que las empresas privadas de vigilancia, de administración planetaria y de manipulación de la mente sí existen. 

Ficha técnica: El vengador del futuro - Total Recall

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