Elysium

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Valdría la pena preguntar qué significa realmente para el colectivo una ‘sociedad perfecta’; qué es lo más importante para las personas cuando hay que definir cómo procurar bienestar a corto y largo plazo. ¿La salud, la riqueza, el desarrollo intelectual, la productividad comercial, el individuo y su longevidad o la trascendencia de sus acciones? Así que, ¿la prioridad es procurar una mejor calidad de vida inmediata o sentar las bases para mejorar las condiciones para las siguientes generaciones? ¿Será factible atender ambas inquietudes?

Ambientada en un futuro distópico en donde la sobrepoblación llevó a la élite a construir un arca para mudarse a vivir en busca de mejores condiciones, permitiendo un exclusivo y excluyente número de ciudadanos en este hábitat particular, la película Elysium (EUA, 2013) plantea algunas reflexiones sobre cómo la marcada división de clases, la privatización de los servicios básicos como los de salud y las precarias condiciones en que vive la mayoría de la sociedad, utilizada como mano de obra para todo el proceso productivo y, por eso, tratados como entes remplazables cuya función es servir a los grupos más privilegiados, afecta no sólo la calidad de vida de la mayoría, sino que desemboca en una falta de justicia, equidad y hasta humanidad, donde algunos pocos disfrutan de su existencia rodeados de lujos y placeres mientras otros luchan por sobrevivir.

Escrita y dirigida por Neill Blomkamp, protagonizada por Matt Damon, Jodie Foster, Sharlto Copley, Alice Braga, Wagner Moura, Diego Luna y William Fichtner, el punto de partida de la cinta es interesante, una Tierra sobrepoblada que ha derivado en graves problemas subsecuentes, desde la falta de recursos hasta desajustes sociales, hacinamiento, hambre, pobreza, escasez de empleo, crimen organizado y explotación laboral. De esta manera la historia presenta los problemas de la segregación social al plantear que la población capitalista privilegiada se asienta en una estación espacial donde viven de una manera cómoda y confortable, todo lo contrario a la población en masa y de bajos recursos, pero, además, también propone la corrupción desde el poder o la protección a la inversión privada para acrecentar la brecha en el estilo de vida de ambos grupos sociales.

En Elysium -el arca- sus habitantes disfrutan de comodidades, como aire y agua limpios, seguridad, espacios amplios y sobre todo la tecnología y otros avances científicos a su alcance para erradicar enfermedades y también prolongar su vida. Las cosas en la superficie terrestre son todo lo contrario: hay contaminación, enfermedades, estragos en la salud a raíz del cambio climático, los desechos industriales y sobre todo el desplazamiento de empleo ahora a manos de máquinas y robots, consecuencia de una automatización indistinta.

La realidad es clara, mientras muchos tienen poco, pocos tienen mucho, lo que provoca una desigualdad e injusticia que desemboca en una sensación de desamparo y miseria pero también hartazgo y resentimiento al grado que la gente que sufre no tiene claro si lo que quiere es oportunidades iguales o más bien venganza hacia aquellos que tienen más.

Es entonces donde la película pierde la oportunidad de reflexionar más objetivamente sobre los temas reales que plantea, sobre los problemas con la división tan marcada de clases, el impacto ambiental que a la larga vuelve infértil la tierra y las consecuencias que trae con ello, como la falta de recursos y, desde luego, de alimentos; incluso las consecuencias en la propiedad privada de los medios de producción y su influencia en la política global.

La historia se concentra en Max, un trabajador y ex convicto que por azares del destino, a raíz de una negligencia en su lugar de trabajo, a partir de que los dueños de las fábricas tratan a sus empleados como mano de obra reemplazable, cifras en lugar de personas, termina gravemente enfermo, contaminado por la exposición a una alta dosis de radiación que lo deja con cinco días de vida.

Es así que la cinta se inclina principalmente por la crítica hacia los sistemas de salud, a la alta sociedad privada, capitalista, que despoja y explota todos los recursos a la mano, primero procurando su mejor calidad de vida y, luego, utilizando tecnología de vanguardia para alimentar su vanidad, mera presunción de una ‘belleza eterna’, simple banalidad donde lo importante ya no es solo sobrevivir sino vivir bien y más, por el gusto de vanagloriarse; todo esto en contraste con una sociedad de bajos recursos que no puede hacer nada ante cualquier enfermedad que los aqueje, porque no tiene más que los mínimos recursos para cubrir las necesidades más básicas.

El problema con la trama es que los inconformes y afectados, el grupo social más pobre, no son personas tratando de cambiar el sistema para crear oportunidades iguales, derrocar la división de clases tan marcada o abrir camino hacia una mejora de su mundo, su existencia y su realidad ahora y en miras al mañana, sino que se trata de un mero escenario reflejo donde inmigrantes hacen todo por viajar ilegalmente al que creen un ‘mejor mundo’ o una ‘mejor’ sociedad y buscan sobre todo aprovecharse de los privilegios o ventajas que se encuentran en ella.

Entonces, no es que estos personajes no luchen por una causa justa, que es la búsqueda por oportunidades iguales, acceso a esos servicios médicos que podrían salvar miles de vidas de la manera más sencilla, sino que, en el fondo, no están en busca de una verdadera revolución, sino de una supervivencia individualista. Max como muchos otros con diferentes enfermedades podrían curarse en minutos de tener acceso a las cápsulas médicas robóticas de Elysium que fácilmente podrían tratar y curar sus males; entonces la pregunta para ellos (y el espectador) debería de ser: ¿cómo mejorar las condiciones de vida y modificar la organización mundial existente para que no sólo algunos tengan más, incluyendo otros servicios básicos, no sólo los de salud? 

Por el contrario, la motivación de estos personajes parece ser: ¿cómo puedo yo llegar a ser parte de ese grupo privilegiado y aprovechar sus libertades a mi favor? Esto significa que no importa que el resto de la población continúe viviendo las mismas carencias que han llevado a la miseria actual. El egoísmo como conducta propia de un sistema basado en la propiedad privada y en la competencia despiadada.

El inconveniente aquí es que estas personas, Max y sus similares, no quieren destruir Elysium para cambiar el orden de control sobre ellos, quieren llegar a la estación espacial y ser parte de ella; así que es como si no quisieran realmente corregir las cosas, sino colocar un curita momentáneo para mejorar su realidad en el hoy y ahora, dejando a su suerte a todos los demás.

Max se reencuentra con Frey, su amiga de la infancia, una enfermera con una hija que está muriendo de leucemia y quien también podría curarse fácilmente de tener la posibilidad de llegar hasta Elysium, o más que a la nave, a los servicios médicos avanzados y de punta que tienen los más privilegiados. Estos dos protagonistas se ven envueltos en los planes de Spider, un contrabandista, para fines prácticos ‘coyote’, que se gana la vida cobrando a un excesivo precio la posibilidad de abordar una nave pirata que lleve a sus pasajeros de contrabando hasta el hábitat espacial, ‘en busca de una mejor vida’. La ilusión de todos los migrantes de los países periféricos que anhelan llegar a tierras del primero mundo para vivir el “sueño americano”.

Su contrapeso es la secretaria de defensa Jessica Delacourt, una líder decidida a desterrar a los inmigrantes ilegales que a su parecer quieren hacerse de forma gratuita del imperio que les ha costado a ellos construir; se sobrentiende que a partir de la misma explotación laboral y corrupción política y económica con que operan, apoyándose en el mercenario asesino que contrata para el trabajo, Kruger, porque, según Jessica, el aparente orden que impera en la nave espacial sólo existe porque en las sombras, personas como ellos, ‘tienen que hacer el trabajo sucio’; un guiño por cierto al debate real que hay sobre los inmigrantes en cualquier parte del mundo y cómo se cree que se debe proceder al respecto, entre ideas de libertad, integración, discriminación o represión contra ellos.

La trama en efecto lleva al espectador a considerar las circunstancias, a entender la injusticia de la situación, eco de una realidad latente en muchos rincones del planeta, en donde el sistema médico es tan escaso, precario, básico e insuficiente que es la causa de muerte de miles, porque también es imposible pagar por un tratamiento más especializado, eficiente pero caro, que les permita sobrevivir, de forma que sólo quien tenga el dinero suficiente para pagar por su salud, puede procurarse un futuro en este sentido ‘mejor’.

La idea de que todas las personas deben tener acceso a los servicios básicos para su supervivencia se ha convertido en un ideal. ¿Cuántos gobiernos realmente procuran el bienestar de sus ciudadanos poniendo a su alcance de manera gratuita estos servicios y cuántos ofrecen servicios de calidad? Si el capital gana, no sólo el gobierno pierde, la ciudadanía pierde más, porque tan sólo existir se vuelve un privilegio y todo, desde el aire y agua limpios hasta los medicamentos o el alimento se convierten en moneda de cambio, donde sólo unos cuantos pueden conseguir tenerlo todo.

Quizá la mayor falla de la historia o narrativa es recaer en tantos estereotipos y clichés, porque el mensaje al final se pierde. Los suburbios pobres llenos de latinos e inmigrantes de otras naciones etiquetadas por prejuicios raciales y nacionalistas, el líder corrupto dispuesto a sacrificarlo todo a cambio de poder, o el que, en lugar de revolucionario, es en realidad un oportunista buscando salvar su propio mundo. ¿Realidades existentes? Sí, pero que no aportan nada al trasfondo temático de la historia. El sacrificio de Max para salvar a la hija de Frey y en el proceso a todos los enfermos en la superficie de la Tierra, dando acceso a todos a los privilegios de Elysium, no es una solución a largo plazo y no es un verdadero llamamiento al cambio. 

¿Cómo puede la película invitar a reflexionar sobre los problemas sociales reales cuando sus personajes no entienden quién es el verdadero causante del problema o cuál es el mejor camino para hacer del mundo, al menos su mundo, un lugar mejor? Sin eliminar o encapsular a las verdaderas cabecillas, sin modificar la segregación social que existe por el orden arbitrario del sistema, la solución inmediata no tiene un verdadero efecto. Los héroes no son héroes si no entienden el propio contexto en el que existen y las fallas del sistema social que los tiene en la posición (desafortunada o en desventaja) en la que ellos (y tantos otros) están.

Todos aquellos que buscan una nueva vida en Elysium, dejan atrás a los muchos que, al principio de la historia, no pueden pagarse un boleto para viajar de manera ‘ilegal’ a la estación espacial, y al final de la película a todos aquellos que no necesitan de atención médica inmediata pero que necesitan muchas otras cosas para sobrevivir, dada la carencia general que impera en la sociedad que aún vive en la superficie terrestre. Así que, ¿cambian los problemas de sobrepoblación, de hacinamiento, de falta de alimentos, de contaminación, de explotación de los recursos y explotación de los humanos, de la dependencia tecnológica o la superficialidad con que se mueve la clase privilegiada en su actitud de superioridad sobre aquellos más necesitados? No.

No hay mucha diferencia entre Max y Spider ni entre éstos y Jessica y Kruger, en el sentido de que todos buscan su propio beneficio. Lo segundos sólo quieren el control de Elysium para mantener una posición de poder, pero los primeros no distan también de querer sólo un beneficio personal final. Al menos Spider propone usar la información en la cabeza de Max, que había hackeado la información almacenada en un chip en el cerebro de John Carlyle, el empresario a quien usa para piratear el sistema informático de Elysium, que, una vez que Carlyle había sido sobornado por Jessica para reiniciar el programa software del hábitat espacial para cambiar ciertos códigos y ponerla a ella al mando, ahora la información podría usarse para convertir a toda persona del mundo, o al menos de Los Ángeles donde se desarrolla la historia, en ciudadano de Elysium.

El plan es más idealista que realista, no en la acción sino en las consecuencias. Max se sacrifica para lograrlo y esto hace que las máquinas sean automáticamente enviadas para atender a los enfermos, una vez que están programadas para procurar el bienestar de sus ciudadanos. Pero, si todos son atendidos porque todos son ciudadanos de Elysium, ¿qué pasa una vez que los suministros se acaben, las máquinas dejen de funcionar, la estación espacial se vea sobrepoblada y la élite encuentre una nueva forma de construir sus barreras y de aprovecharse de los pobres o los más necesitados?

La solución no es estar a favor de la división de la sociedad en clases, pero tampoco se puede negar que existe. La falla es que la película carece de personajes inteligentes y estrategas que propongan reflexiones reales sobre cómo aborda  las dificultades existentes, así que, al final parece plantear un mundo en el que la sociedad está destinada a su autodestrucción por la incapacidad del ser vivo para entender las consecuencias de sus actos. Y tal vez, al final, ese sea al punto inadvertidamente explorado, pues esa es la razón real por la que la sociedad fue trazando su propio destino y por ende su fin: sobrepoblación, sobrexplotación, sobreproducción. Si la gente está acostumbrada a resolver sus conflictos a través del control  y las restricciones, a partir de sus propias creaciones de destrucción como armas y máquinas, tal vez la pregunta no es si puede haber una sociedad perfecta, sino si puede haber una sociedad que funcione y progrese con la suficiente humanidad.

Ficha técnica: Elysium

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