Aquello que es presuntuoso se caracteriza por aparentar ser algo que no se es y, a raíz de esto, hay una arrogancia petulante, porque se es consciente de que no hay humildad, sino que se le saca provecho a la careta engreída adoptada. Es todo lo contrario a la autenticidad, a lo original, genuino y verdadero, porque en esta otra cara de la moneda no se intenta emular o complacer, sino que las acciones se guían a partir de ideas y principios propios.
La contradicción es evidente, justo porque si se pretende ser auténtico se confronta la realidad que por presión social exige ser y comportarse de determinada manera; entonces se asumen actitudes, costumbres y formas de expresión que se supone serán aceptadas, bien vistas y apreciadas por la mayoría de las personas. En el mundo artístico por ejemplo, parte de la limitación creativa proviene del desinterés por proponer algo novedoso a favor de explotar algo ya conocido y ensayado; una cotidianeidad tan cimentada al grado de que ser productivo significa ahora que la cantidad supera a la calidad o, en todo caso, que la sustancialidad queda disuelta en la superficialidad. Sucede en el cine, la literatura, la música, la pintura y en general toda forma de expresión que tenga que ver con la cultura.
El motivo es claro, el arte se ha convertido en otro medio más de control y alienación, en el que parece que lo más importante ya no es la introspección o la reflexión, el análisis, sino la comercialización, la generación de ‘productos’ que dejen ganancias. ¿Qué pasa cuando el cliché se vuelve la norma y el creador sólo construye a partir de la imposición de cubrir estándares sociales? ¿Qué sucede cuando el arte ya sólo existe para complacer al consumidor? El valor estético se pierde en el mercado y la mediocridad, lo vulgar y lo superfluo se establecen como norma de convivencia social.
Dichas preguntas son el punto de partida desde donde se construye la película Ficción Estadounidense (EUA, 2023), una comedia dramática escrita y dirigida por Cord Jefferson, a partir de la novela literaria titulada ‘Erasure’ de Percival Everett. Ganadora del premio Oscar 2024 como mejor guión adaptado, además de nominada a otros cuatro premios más (mejor película, actor, actor de reparto y banda sonora original), la cinta está protagonizada por Jeffrey Wright, Tracee Ellis Ross, Issa Rae, Sterling K. Brown, John Ortiz, Erika Alexander, Leslie Uggams y Adam Brody.
La historia sigue a Thelonious "Monk" Ellison, un profesor afroamericano universitario y autor que, frustrado con la explotación de estereotipos y la sociedad actual autocomplaciente que disfraza problemas sociales como la discriminación y el racismo con supuesta inclusión y apertura de ideas, además de harto de que sus libros sean considerados insatisfactorios simplemente porque no cumplen con los estándares de la población sobre lo que es popular y, por ende, según eso, acertado y eficiente, decide escribir un libro en son de burla plagado de todos los clichés que existen de, y sobre, la cultura afroamericana.
Desde perfiles específicos de personajes hasta la forma del lenguaje y expresiones coloquiales de los mismos; de situaciones que retratan al extremo el contexto sociocultural y la educación a, incluso, el tipo de historias de vida que se cree definen a este grupo social específico, Monk hace una colección de lugares comunes reunidos con el sólo fin de enmarcar todo lo que la sociedad explota de la cultura afroamericana en aras de la supuesta representación en los medios y el saber cultural. Él cree que el sarcasmo será la perfecta burla, la cachetada con guante blanco que retrate a la perfección la ironía de la que se ríe, pero, para su sorpresa, el texto se convierte en un éxito comercial y su publicación se vuelve centro de conversación entre los pseudo-intelectuales en la materia.
De esta forma la película se mofa señalando, de manera crítica, precisamente cómo funcionan las cosas en la actualidad en el terreno de la cultura y el arte; el cómo lo supuesto popular se gana un sello de aceptación entre la gente al reproducir los mismos arquetipos una y otra vez, hasta convertir la utilización de patrones, modelos y fórmulas sin la mínima mesura en una forma de vida, porque se cree que eso es lo que la gente quiere, pero el común de la gente sólo lo consume porque eso es lo único que se le ofrece y, eventualmente, se convierte también en lo único que acepta y digiere. La domesticación se ha logrado y la enajenación opera reproduciendo la estupidez humana.
Es así como con el tiempo el público ya no quiere novedad ni análisis, porque está demasiado cómodo con vivir en la ignorancia y la incultura. Las personas en este punto ya no saben diferenciar entre contenido banal y reflexivo, porque consumen primordialmente lo primero, al no exigirse de ellos un pensamiento crítico ni profundo, y el entretenimiento se vuelve canal para apaciguar la mente creativa, reflexiva y crítica, porque el conocimiento se vuelve exclusivo de pocos, en tanto que, el resto social, la sociedad en masa, absorbe el cliché y la fórmula básica de todo tipo, contenido, narrativa, conocimiento y debate de ideas; no pasa de lo más básico, porque no quiere profundizar en algo que no ha sido analizado y desglosado para su entendimiento, rechaza cualquier esfuerzo intelectual y se conforma con consumir sin atender ni entender.
Todo esto es posible y sucede porque se tiene bien planeado cómo impulsar este tipo de comportamiento en el público; la gente se acostumbra a seguir la corriente y consumir lo que se ofrece. La industria cultural y del espectáculo se reproduce en la mediocridad y se auto-alaban con premios y reconocimientos a lo intrascendente, buscando trascendencia mediante el auto-elogio y los éxitos de ventas. No hay autenticidad justo porque en el mercado se estimula la imitación y lo mediocre; así es más fácil para el que produce (mercancías) y es más fácil para el que consume, quien ya sabe qué esperar y hasta reconoce y disfruta ser un ente pasivo ante lo que se le presenta.
Hay también una estrategia sociocultural para lograrlo, específicamente a través de colocar en las esferas de poder y de comunicación modelos a seguir, personajes que repitan y promuevan el consumo de lo insustancial, lo ligero y lo simple, que distrae exitosamente la mente porque la realidad misma es demasiado triste, dolorosa y decadente como para que la gente quiera tomarse más tiempo en ella y lo que representa para su existencia. Las noticias, las películas y los libros, por ejemplo, tienen que ser más ‘sencillos’ o la comunidad se sentirá demasiado abrumada por la reflexión inmersa como para continuar acercándose a ellos. Esto no significa que el entretenimiento ligero sea ‘malo’ o ‘negativo’, es sólo que no puede ser siempre banal, insignificante o trivial. A veces el cuerpo y la mente aprovechan a su favor el contenido transitorio, pero la sociedad no avanza si todo es así, vacío e insulso.
Lo que la película recalca es cómo la cultura al aire como medio de control entretiene a las masas a través de darles precisamente estereotipos y frivolidades, promovidos por el mismo grupo de pseudo-intelectuales que están al servicio del poder económico precisamente por su habilidad para disfrazar los mecanismos de explotación y embrutecimiento. Por cada libro con algo que decirle al lector y animarlo a considerar las reflexiones de su existencia, hay decenas más que no hacen más que reproducir una sola idea trillada y limitada.
Esa es la práctica perjudicial que, si bien en la película sólo se ejemplifica al hablar particularmente de un grupo social, los afroamericanos, en la vida real aplica para muchas otras cosas, muchos grupos sociales más. Se habla de una representación en la cultura y los medios de, por ejemplo, razas, culturas y preferencias sexuales, pero, como bien demuestra la película con su humor ácido, al grado de imponer ideas más que de reflejar la realidad, plantando estereotipos muy específicos que dañan más que ayudan.
La burla de Monk, y por ende de la cinta, es que esos clichés que restringen el pensamiento son aceptados y celebrados porque están avalados por la misma esfera de control que los promueve, ese grupo selecto de personas (asignadas a propósito para esta función, muchas veces sin que se den cuenta que la desempeñan), que no siempre entienden de diversidad, inclusión, libertad, solidaridad, generosidad o aprecio, pero que se sienten satisfechos con darle el mínimo de espacio a la opinión pública en ámbitos de la cultura como el cine, las plataformas digitales, la literatura o los medios de comunicación, por ejemplo.
Hay una escena en el filme que resume el escenario creativo literario de la actualidad (sin limitar a los libros sino también dentro de las noticias, el periodismo la música o el cine), en que el agente publicista de Monk le dice que a veces hay que escribir libros populares y austeros que generen ganancias y fama, para poder escribir libros más sustanciales y reflexivos que sólo leerán unas cuantas personas porque nunca serán populares y exitosos.
La tragedia, según lo continúa atinadamente explicando el personaje, es que sólo escribir de uno de los dos tipos de libros es perjudicial para todos. Si sólo hay textos consistentes y profundos, la gente que ya no sabe cómo consumirlos se alejará tanto de ellos que eventualmente la producción de contenido así podría desaparecer, pero si se escriben solamente textos banales, no habrá un punto de comparación ni habrá una oportunidad de crecimiento del conocimiento, no existirá evolución intelectual por carencia de interés y de investigación que promueva el valor de este contenido.
El caos verdadero viene de una realidad grave más grande, el hecho de que sea imposible eludir la historia trivial y popular, en el sentido de que agrada tanto al público precisamente porque es tan simple y ligera como sea posible. El tener que caer en ella para sobrevivir en el mundo artístico, intelectual y cultural no es sino el resultado de la fuerza con que influye en el colectivo. Lo peor es que no se puede evitar si se quiere mantenerse a flote, como sucede con Monk, que continúa con la publicación de su libro/cliché porque necesita de ingresos para sobrevivir y luego para escribir lo que sí le interesa.
En otras palabras, porque es la forma como la organización política, cultural e intelectual, mantienen inmóvil, desinteresada, indiferente y despreocupada al conjunto de la sociedad, por ende pasiva y maleable, a partir de la explotación comercial capitalista del producto en cuestión; ganancia y movimiento del mercado a partir de una obra literaria que cubra una función, que no es literaria, sino mercantil.
Si la gente no consume más que contenido trivial que repite sólo ideas específicas impuestas, comienza a pensar lo que le dicen que tiene que pensar y deja de aprender a preguntar, imaginar y ser crítico. La gente se convence de una idea, no el día que haya pruebas, sino el día que se repita lo suficiente el concepto como para quedar bien grabado en la memoria colectiva. Y es así como se moldean posturas sobre gobiernos, movimientos sociales, personajes históricos y momentos cruciales para la humanidad, sean reales o inventados.
Irónicamente, para que toda esta reflexión trascienda, la película, la historia misma, debe combinar lo superficial con lo reflexivo, tal es la tesis sobre la que se construye el guión; es decir, a partir de la burla ligera con el sarcasmo crítico, balanceando entre estas contradicciones, quizá a propósito, quizá no. El análisis social es sólo una parte del todo y el resto es un drama un tanto más convencional que se encarga, también irónicamente, de dar la otra cara de la moneda del estereotipo habitual.
Los problemas de vida son los mismos para todos, no importa raza, religión, posición socioeconómica o cualquier otro tipo de segmentación social. Así que en la historia Monk no sólo vive una crisis en su trabajo, también la vive en casa con su familia, a raíz de la muerte repentina de su hermana, una mujer divorciada pero con una carrera exitosa, y un hermano también recién separado, a quien su ex esposa e hijos no le hablan dado que acaba de aceptar abiertamente su homosexualidad y por ende lo único que quiere es vivir una vida llena de las libertades que nunca pudo tener cuando era joven; además de una madre enferma con un problema de salud degenerativo, Alzheimer, que no le permite reconocer su pasado, presente o futuro.
Los clichés y arquetipos son evidentes, así que la broma narrativa y del autor/guionista proviene de, a través de ellos, ejemplificar cómo es tan sencillo derribar un cliché con otro y/o al mismo tiempo, aprovecharse de ellos para contar algo que se salga del estereotipo ya marcado.
La crisis literaria, creativa, intelectual y cultural es real. La cuestión no es si existe sino qué se hace al respecto. Para reflexionarlo, vale la pena darle una mirada al discurso de Cord Jefferson al ganar su premio Oscar como mejor guión adaptado por esta película: “Entiendo que esta es una industria con aversión a los riesgos, lo comprendo, pero las películas de 200 millones de dólares también son un riesgo. Y no siempre funcionan, pero tienes que arriesgarte igualmente".
“En lugar de hacer una película de 200 millones, ¡intenten hacer veinte de diez millones! ¡O cincuenta de cuatro millones! Hay tanta gente… Me siento muy feliz aquí, me sentí muy feliz haciendo esta película y quiero que otras personas experimenten esta dicha. Y están ahí fuera, se los prometo. El próximo Martin Scorsese está ahí fuera. La próxima Greta (Gerwig) está ahí fuera. El próximo Christopher Nolan está ahí fuera. Solo quieren una oportunidad. Y podemos dársela”.
Ficha técnica: Ficción estadounidense - American Fiction