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Gladiador

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

La forma de gobierno que rige a un grupo social cualquiera determina el rumbo hacia donde se dirige su futuro, historia y evolución, porque la organización del sistema y sus estructuras, incluyendo reglas, leyes e instituciones, moldea no sólo interacciones, valores y dinámicas entre personas, sino también la forma de pensamiento en el colectivo, la clasificación y regulación de actividades, responsabilidades y bienes en función de la valoración de aptitudes y saberes, incluyendo educación, trabajo y entretenimiento, así como la distribución de bienes y servicios producidos por la sociedad en su conjunto (la economía) y la conformación y ejercicio del poder.

El Imperio Romano fue un periodo histórico en el que, en su mayor apogeo, esta civilización controló gran parte del territorio de las actuales regiones de Europa, Asia y África. Comenzó como una república para convertirse en un imperio y luego pasó de un gobierno autócrata a una monarquía absoluta, hasta eventualmente ser dividido en dos (el imperio romano de oriente y el de occidente) encontrando su declive y llegando a su fin.

La película Gladiador (Reino Unido-EUA, 2000) se ambienta en el año 180 d. C., cuando Marco Aurelio fue Emperador, aunque la narrativa cinematográfica es una ficción de hechos y personajes con varias libertades creativas, no siempre siguiendo la veracidad histórica. Dirigida por Ridley Scott y escrita por John Logan, William Nicholson y David Franzoni, la cinta está protagonizada por Russell Crowe, Joaquin Phoenix, Connie Nielsen, Richard Harris, Oliver Reed y Derek Jacobi en los papeles principales. El proyecto estuvo nominado a doce premios Oscar, de los que ganó cinco: mejor película, actor principal, vestuario, sonido y efectos visuales.

La historia comienza con un Marco Aurelio enfermo decidido a pasar el poder del gobierno al Senado para con ello regresar a ser una República y así cambiar la estructura social y política que hasta entonces prevalece, convencido de que dejar que la responsabilidad se concentre en un solo hombre, como sucede hasta ahora (un gobierno unipersonal autoritario y hereditario que posee todo el poder político, religioso y militar), no es la mejor opción para responder a los intereses y necesidades del pueblo. 

Marco Aurelio tiene planeado encomendar esta transición de poder a su protegido, el General Máximo Décimo Meridio, con la intención de así evitar que su sucesor lógico y por derecho, su hijo Cómodo, se haga con el poder, heredándolo, ya que sabe que éste ambiciona tanto el rol de Emperador que haría lo que fuera por reinar, no por interés político o revolucionario, sino para ser obedecido y adorado. Lo dice él mismo a su hijo, señalando que no tiene las virtudes morales ni el conocimiento para gobernar al Imperio, el cual necesita regresar a sus orígenes para tener posibilidad de atender las contradicciones que en su interior presagian su descomposición.

Cómodo, no obstante, al enterarse de los planes de su padre lo asesina y ordena matar a Máximo, quien al escapar y luego de ver a su familia, esposa e hijo, asesinados, termina como esclavo y, al ser vendido, eventualmente se convierte en gladiador, es decir, parte de una élite de guerreros enviados a la arena a pelear a muerte entre sí o contra animales feroces  como forma de espectáculo para las masas. Una forma de entretenimiento recuperado e impulsado por Cómodo (toda vez que, según la narrativa, Marco Aurelio los había prohibido), para distraer y alienar a la población, en el entendido de que con un distractor como éste la gente dejaría de pensar en otros asuntos más apremiantes, como exigir sus derechos, reclamar su bienestar o incluso luchar por un sistema justo y equitativo. 

Temas como el hambre y la peste, dos problemas que aquejan a la gente de Roma y que el Senado busca solucionar trayendo, sin éxito, el asunto ante el Emperador, son ignorados por Cómodo quien es fiel al principio de darle a la gente un circo en donde desahogar sus pasiones. El nuevo Emperador parece más interesado en halagar su vanidad, coquetear con su hermana y demostrar su poder que en aliviar y procurar a su gente.

Eso es precisamente contra lo que quería luchar Marco Aurelio, una organización de gobierno en la que una sola figura tuviera todo el poder de manera tan centralizada y dictatorial, con quien los privilegios de unos cuantos, la élite, pudieran ser tan fácilmente comprados, controlados o asignados, que mientras unos pocos disfrutan en la opulencia el resto de la sociedad sufre la negligencia e indiferencia, sin ninguna voz ni voto en asuntos que le competen, sean algo tan simple como un plan para combatir enfermedades que se esparcen sin control o la intención de exigir libertades.

En un imperio como este el Emperador lo es todo, es el dirigente, el poder absoluto, el jefe militar y político,  el autócrata y, por ende, también fácilmente el tirano. El problema es que esto significa que nadie puede oponerse sin esperar repercusiones y consecuencias, pues serán acusados de conspiración o traición,  señalados y sentenciados por sus ideas, que se califican como injuria u ofensa al líder omnisciente. Así es el actuar de Cómodo, alguien con hambre de poder, delirios de grandeza, sentimiento de superioridad y el gusto por pisotear y humillar a quien esté en su contra, para imponer su voluntad, satisfacer sus caprichos y salirse con la suya, porque sus aliados no son precisamente seguidores devotos, sino personas dispuestas a ser partícipes de la injusticia a cambio de algo a su favor.

La estrategia de Cómodo es aniquilar o quitar de enfrente a sus opositores a cualquier precio y eso implica sin ningún tipo de barrera: asesinato, manipulación, intriga, afiliación por conveniencia, amenazas, compra y hasta chantaje. Las personas a su alrededor o responden sus caprichos o se enfrentan a la muerte, el destierro, la difamación o amenazas similares. Su reinado no es honesto ni justo, menos  loable, pero sabe disfrazarlo de la mejor manera posible, la más fácil de explotar, el espectáculo de las masas. “Ejecutará algún malabarismo para distraerlos. Les robará los placeres y seguirán aplaudiéndolo. El corazón de Roma no late en el mármol del Senado, sino en la arena del Coliseo. Les traerá la muerte y lo adorarán por eso”, dice Greco, un miembro del Senado que se opone a Cómodo, respecto a la distracción que el Emperador emplea para con la gente a través de las peleas de gladiadores. En breve, explotará las emociones de la muchedumbre, su ansia por hechos violentos, para ganar popularidad y reconocimiento. En La historia real se reconoce que Cómodo siendo Emperador gustaba de participar en la Arena como gladiador, para reforzar su imagen de guerrero, persona bella y fuerte, encarnación del poderío romano, aunque no se sabe de victorias en el campo de batalla.

Lo único que se opone entre el sueño de Cómodo por el control y el poder total como Emperador es precisamente el rol del Senado; los planes de Marco Aurelio de restituir su rol por sobre el del Emperador, es decir, regresar a ser una República, no estaban pensados sólo para frenar a su hijo y sus ideales o deseos de grandeza, sino todo lo que representa una dictadura autócrata como la que éste anhela, porque la meta para Marco Aurelio era dar de nuevo autonomía y fuerza al Senado en la búsqueda por regresar el poder al pueblo, dando libertad a sus representantes para tratar los asuntos directamente relacionados con la población y no sólo al rey, para decidir por votación y mayoría, en lugar de acatar los deseos y órdenes de un solo hombre.

Qué significa la libertad en un mundo en que ésta no se la otorga a nadie. Qué significa libertad en un mundo donde hay esclavos, explotados, sometidos y subyugados, donde sólo hay ganadores y vencidos, donde el Emperador no se gana su lugar como dirigente de su pueblo sino que es designado por su predecesor por mera inercia y favoritismo (o nepotismo) y donde dominar y conquistar es la única meta para aquellos que creen que trascender o triunfar se traduce en la capacidad de doblegar a los demás.

Cómodo afianza su posición a la fuerza, con violencia, tras una cortina de humo simbólica, colocando estratégicamente a sus aliados y aislando, amenazando o replegando a sus opositores. En la película, lo que se sale de su control es la habilidad de Máximo para sobrevivir y enfrentar retos y dificultades con capacidad e inteligencia, sin miedo a la presencia de Cómodo, al que asume no como una amenaza, no como alguien intocable aunque se trate del Emperador, sino como un hombre narcisista, inseguro y voluble, al que hay que aprender a ganarle jugando su propio juego. 

Una vez que Máximo es dado por muerto, éste se traza un solo objetivo en mente, vengarse de Cómodo y matarlo. Su motivación en ese momento es sobrevivir, hastiado de la banalidad con que las peleas de gladiadores a las que se ve forzado a participar se asumen por la población como espectáculo de entretenimiento, sin consecuencias y sin víctimas, cuando en realidad sí las hay, porque las peleas también fungen como negocio, ganancia y moneda de cambio. 

Habiendo experimentado en carne propia la crudeza y crueldad del campo de batalla, Máximo dimensiona cómo esto mismo revestido como divertimento deshumaniza la situación y se burla del verdadero sufrimiento e incluso de la muerte o el sacrificio al que se ven forzados los esclavos convertidos en peleadores, por más que el encargado, él mismo exgladiador, mencione que es un camino a la libertad si sobreviven lo bastante. Próximo, el entrenador de gladiadores que compró a Máximo, le insiste entonces que en ese momento la única forma de sobrevivir, para eventualmente completar su venganza, es seguir el juego, es decir, seguir la corriente y darle al pueblo lo que pide, un espectáculo.

“Tienes que ganarte a la gente”, insiste Próximo, que no es tanto alinearse y cumplir con una matanza tras otra cediendo a la violencia por la violencia misma, sino hacer de la dinámica, la pelea en la Arena, una representación o actuación vistosa y llamativa. En otras palabras, no es tanto matar vilmente a todo oponente que le ponen enfrente, como sí demostrar su destreza como peleador a fin que las personas simpaticen con él, lo apoyen, lo celebren, lo conozcan y lo respalden.

La lección se traduce en que Máximo pueda hacerse de más poder, presencia o influencia (prestigio, fuerza y ventaja) si tiene el respaldo no de uno, sino de miles, gracias a una multitud que eventualmente ya no sólo lo reconoce y aclama, también lo acoge y apoya. “Hoy vi a un esclavo volverse más poderoso que el emperador de Roma”, dice Lucilla, la hermana de Cómodo y antigua enamorada de Máximo, cuando presencia el respaldo que éste recibe de la gente al verlo en la arena del Coliseo, testigo de la manera como las masas quieren verlo triunfar, abrazándolo como ‘un hombre del pueblo’ que es guiado por un ímpetu y determinación propios; un hombre aparentemente común y corriente que surge, avanza y escala por sí solo, sin privilegios predeterminados, como lo hace el Emperador; un peleador, en toda la extensión de la palabra, también metafóricamente hablando.

Cuando Marco Aurelio le explica a su hijo por qué elije a Máximo como su sucesor en lugar de a él, el entonces Emperador lista cuatro virtudes que considera vitales para ser un buen líder, además de un buen hombre y una persona honorable a quien seguir: sabiduría, justicia, fortaleza y temperancia. Cómodo le reclama, asegurando que él tiene sus propias virtudes, pero que no son valoradas ni consideradas tan importantes como él lo hace: ambición, ingenio, valor y devoción.

Las aptitudes o rasgos de Cómodo no son ‘malas’ como tal, no son negativas si saben dirigirse o emplearse de una manera honesta y productiva; pero Cómodo no es así y su padre lo sabe. La elección de Marco Aurelio de remover a su hijo de la sucesión y retomar el orden político de la República tiene como meta, según él, instaurar un gobierno libre de corrupción, lográndolo a través de romper radicalmente con la estructura actual y eliminando a las personas que dificultan el objetivo, como Cómodo, pero también como muchos otros Senadores que se afilian a la persona al mando por conveniencia, sin lealtad para el pueblo al que deben servir, sino sólo interesados por sí mismos y su beneficio.

“Siempre quedan adversarios que pelear”, reflexiona Marco Aurelio, analizando con claridad que la lucha por un gobierno justo y un mundo mejor nunca termina, consciente de que su decisión implica un proceso de transición y adaptación que no pone fin a las disputas por el poder, especialmente cuando nunca sobran los traidores, conspiradores, tiranos y narcisistas.

“Lo que hacemos en la vida, tiene eco en la eternidad”, señala Máximo, una frase que habla de la trascendencia y que también hace hincapié en un par de realidades fácilmente olvidadas; una, que acción y reacción no pueden separarse, porque la vida de una persona toca a muchas más durante su recorrido y sus decisiones moldean tanto su futuro como el de su entorno; y dos, que incluso una sola personas puede hacer la diferencia, pues no se trata únicamente de qué diferencia quiere hacer, sino también sobre cómo lo que se pretende hacer, y se hace, afecta y  resuena en la gente común y el mundo a su alrededor. El papel del individuo en la historia real no es menor; Marco Aurelio, Cómodo y Máximo lo hacen evidente en la narración cinematográfica, pero una lectura atenta permite descubrir la importancia en el mismo sentido de personajes como Lucilla, Próximo y algunos Senadores. Las relaciones de poder al fin y al cabo son un producto social.

Ficha técnica: Gladiador - Gladiator

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