Mestizaje se define como la mezcla o cruce de diferentes razas, que da pie al nacimiento de una nueva especie o familia. El encuentro es tanto biológico como cultural, porque hay una modificación en la estructura social como en la genética. Todo cambia y se convierte en algo nuevo porque es de alguna manera necesario como parte de la evolución, la unión entre culturas y etnias como un proceso natural de transformación. Natural en cierto sentido, ya que algunas veces ocurre de manera forzada, por medio de la violencia, como sucede en el colonialismo o lo que se presentó durante la conquista española o la británica de diferentes espacios territoriales a lo largo del mundo, que conlleva en sí mismo una serie de abusos, dominio, explotación, imposición y hasta destrucción y genocidio.
Algunas personas, por otra parte, se oponen a la idea del mestizaje, no sólo intentando evitar caer en el camino del imperialismo, defendiendo así sus raíces e identidad, sino en la idea, de alguna forma patriótica, de reforzar su cultura o grupo social por medio del rechazo al que no es igual a él, todo alimentado por una marcada opinión de supremacía, en ocasiones defendiendo la llamada ‘raza pura’, a la que se apela en nombre, precisamente, del dominio, el control y el poder, creyendo que, al no mezclar grupos, razas, etnias o similares, su propia existencia está más y mejor definida, siendo sus características más ‘dignas’ de sus ancestros, porque según ellos están más intactas. Desde luego hay que tener presente que el concepto de ´Raza´ es una idea histórico-social, de donde en realidad una raza superior sólo existe a partir de justificaciones político-ideológicas, de tal forma que en los hechos la pureza de raza o la superioridad de una sobre las otras ha generado innumerables guerras y conflictos sociales a lo largo de la historia.
El cine ha abordado el debate que hay entre estas ideas tan opuestas desde diferentes enfoques, algunos históricos, algunos otros aprovechando el poder de la ficción para reflejar una realidad actual pero reflexionar desde una narrativa imaginaria. Uno de estos relatos es Inframundo (EUA-Reino Unido-Alemania-Hungría, 2003), película que se desenvuelve en la fantasía sobrenatural de una guerra entre vampiros y hombres lobo. Dirigida por Len Wiseman, escrita por Danny McBride y protagonizada Kate Beckinsale, Scott Speedman, Michael Sheen, Shane Brolly y Bill Nighy, la historia gira alrededor de Selene, una vampiro cuya función como cazadora de licántropos obedece a una estructura militar diseñada para el enfrentamiento entre razas, con el objetivo último de exterminar al bando opuesto.
Luego de una pelea aparentemente rutinaria, Selene se da cuenta que el orden sistemático de su clan podría estar corrompido desde su origen por una conspiración que estaría orquestándose entre las sombras entre licántropos y vampiros, y que específicamente involucra a Kraven, actual líder de los vampiros, por lo menos hasta que se despierte a uno de los tres ‘ancianos’ al mando de varios clanes, que se turnan el papel de cabecilla o líder supremo, no sólo por estrategia de supervivencia, sino también de balance de poder y orden.
Selene descubre que los hombres lobo no parecen estar al punto de la extinción, como se creía, sino todo lo contrario, crecen en número cobijados por la mentira de que los vampiros, tan seguros de sí mismos casi por arrogancia y por algunas cuantas mentiras estratégicamente plantadas, van ganando la batalla. El objetivo de esta cortina de humo es en realidad una estrategia para prepararse para la inminente guerra, para que los hombres lobo aprovechen que fueron subestimados y en el anonimato estén mejorando su tecnología militar, listos para combatir hasta la muerte. Más importante aún, los licántropos parecen estar inquietantemente interesados en Michael Corvin, un humano quien, luego se descubre, es descendiente de Markus Corvinus, el primer vampiro, cuyo hermano gemelo, William Corvinus, fue un licántropo.
La teoría de los hombres lobo es que Michael cuenta con la genética necesaria para sobrevivir ambas transformaciones, la mordida de un vampiro y la de un licántropo, para convertirse así en la mezcla perfecta de ambas razas, haciendo de él una nueva especie, una más fuerte, más resistente, capaz de, si fuera usado como arma, ayudar a la extinción de una de las otras dos especies.
Varios temas se desprenden de esta premisa; una es la idea de la mezcla de razas -el mestizaje- como mecanismo para dar origen a una raza superior; y dos, es la política alrededor no sólo de la búsqueda por el poder sino como motor detrás de la guerra, en este caso, entre hombres lobo y vampiros. Por una parte, respecto al primer tema, la historia propone el impacto que crea ideológicamente la fuerza detrás de las diferentes posturas que hay respecto al mestizaje: por un lado, los que se oponen bajo el pensamiento de supremacía que se desprende de sus ideales de una raza pura, exclusiva y excluyente, a la que consideran más sobresaliente y merecedora por la simple autocomplacencia de su existencia, expresión de valores socioculturales reforzados por una historia de supremacía sobre la otra raza, a la que han esclavizado en algunos momentos y han expulsado de su propio territorio.
En el espectro contrario están, en este caso, los hombres lobo, que reflejan un pensamiento a favor del mestizaje, pero no justificado en el orden natural de la evolución, sino en este escenario de la experimentación genética, explorando cómo la mezcla de razas puede resultar en un híbrido programado y maleable, por eso superior, como portador de las características más sobresalientes de cada especie para lograr con su combinación una ventaja sobre ambas. La manipulación genética es una tentación presente en el mundo científico y sus consecuencias son impredecibles, en especial porque en efecto existe la posibilidad de que microorganismos creados artificialmente sean usados como armas biológicas, que es en el fondo la idea planteada en la narrativa de la película.
Las dos posturas son radicales y extremas, porque no están sustentadas en la aceptación de la incorporación equilibrada hacia al progreso, sino en la ‘mejora’ de la especie a partir de forzar la evolución dirigiendo el rumbo del cambio a placer, arbitrariamente, respondiendo a sus propios intereses, incluso caprichos. Tanto hombres lobo como vampiros anhelan poder, desean esa superioridad a partir de la destrucción o aniquilación del otro. El por qué es la pregunta que lleva realmente a reflexionar sobre el segundo tema en cuestión: la guerra y la política.
Si bien el trasfondo en el caso de la historia tiene que ver con un recelo que se convirtió en rechazo y eventualmente odio, por un amor imposible entre un hombre lobo y una vampiro, también mucho tiene que ver con la venganza, la superioridad, el control autoritario, el dominio sobre los demás para obtener beneficios, conceptos que a su vez son expresión del por qué y cómo surgen los conflictos bélicos en la vida real, incluso cómo se desenvuelve la lucha por el poder en esferas de orden político-social, incluso empresarial, cuando ideales contrarios chocan por ser hegemónicos, dueños de la última palabra; es decir, la búsqueda de mayor poder con el preciso interés de pasar sobre la competencia, de arremeter y avasallar al enemigo, de ganar y llegar a la meta antes que el de junto, para tener y decidir en tanto que los demás no tengan ni decidan; en corto, soberbia, arrogancia y dominio.
En la narrativa, la guerra inicia cuando los hombres lobo convertidos en esclavos cuestionan la dinámica de su función, llegando a un punto de quiebre con Lucian, un licántropo que desafía el orden establecido el enamorarse de la hija de Viktor, uno de los líderes de la especie contraria, quien rechazando esta relación, que de algún modo desaprueba porque reta su autoridad y papel como jefe de su clan, mata a su hija, lo que desata la guerra con los hombres lobo. En el fondo está la idea de mantener la pureza de raza, pues el matrimonio de su hija con un licántropo daría origen a otra raza y ello dañaría su propio legado.
Ahora Lucian no sólo busca venganza, lucha al mismo tiempo por la aniquilación de una especie que percibe y deduce como depredadora porque lo sometió y esclavizó, a él y a su especie, y que continúa haciendo todo por exterminarlos. Su habilidad a favor, su estrategia, es entender que se trata de algo más que una represalia personal, pues el plan sólo funcionará si logra derrocar al sistema social del bando contrario, no sólo matando a Viktor, su némesis personal, sino más bien desestructurando las bases de su organización como vampiros; en corto, cortando cabecillas, dejando al clan sin sus líderes y ganándose el favor de algunos vampiros para ponerlos en contra de su propia especie, es decir, promoviendo la traición en el bando contrario alimentando intereses individuales de poder y prestigio.
Lucian lo logra poniendo a Kraven de su parte bajo la promesa de un nuevo orden y un papel como nuevo líder de los vampiros. Traición y deslealtad evidencian la estrategia del juego, la de desestabilizar al grupo opositor con confusión y dudas, eliminando a aquellos que se oponen a sus planes, pero haciéndolo desde dentro, desde el infiltrado y traidor que mueve los hilos contra su propia especie, provocando el caos de la manera más insospechada e inesperada. Lucian no necesita atacar y matar vampiros directamente, si puede hacer que ellos se enfrenten entre sí y terminen por liquidarse unos a otros.
Si se desafían las reglas que permiten la continuidad del sistema es porque en lugar de procurar el orden parece que existen por imposición. Pero si esto sucede es porque cada quien vela por sus propios intereses, cada quien juega sus cartas por sobrevivir, o sobresalir si es el caso; necesidad y egoísmo al mismo tiempo. Así que su motivación es construir una ventaja que responda a sus necesidades, ignorando las repercusiones colaterales; un error común que sucede porque se planea en el inmediato, a corto plazo, no pensando en el desarrollo de larga duración, algo también común en la especie humana, destruyendo al mudo natural y explotando a sus semejantes como forma de enriquecimiento. Especies, finalmente, que han respondido a un instinto animal para defenderse y que ahora deben adaptarse y cambiar de táctica si quieren que la balanza se incline a su favor.
El problema, claro está, es que la película se conforma con quedarse en la superficie de sus ideas y propone un planteamiento que apenas es explorado debido a la simplicidad de su desarrollo, más preocupado por un espectáculo visual en pantalla que en un contenido substancial. Las reflexiones aterrizan austeras, los temas no están profundizados, la trama es débil y se siente como si sólo sirviera de pretexto para avanzar una colección de secuencias de acción alrededor de un romance forzado, el de Selene y Michael, con personajes que no tienen muchas dimensiones y cuyas acciones tildan en la incoherencia, de manera que el trabajo técnico-artístico parece ser lo único que realmente sostiene la historia audiovisual.
Pero por encima de todas las fallas que hay en la película y que no deben pasarse por alto, porque narrativamente la debilitan, el concepto resulta suficientemente atractivo como para haber originado varias secuelas y una precuela, convirtiéndola en ejemplo de lo importante que es planear y desarrollar la historia más allá del guion, es decir, recalcando la relevancia de entender y extender el contexto en que se desenvuelve el relato, ideando con claridad el objetivo y la justificación del universo ficticio y la mitología de fondo que lo originan.
Esto quiere decir que en cualquier narrativa no sólo importa el personaje clave que motiva la historia y hacia dónde se dirige, sino también de dónde viene, en qué tipo de mundo o sociedad existe y cómo esto impacta en sus decisiones y en su camino. Una buena historia debería ser ambas cosas, equilibrio entre contexto y reflexiones, como narrativa y trama. Dicho esto, ya lo apuntaba acertadamente el escritor y guionista Neil Simon: “Uno aprende infinitamente más de lo malo que de lo bueno”.
Así que Inframundo quizá no lo haga tan mal en lo primero (idea y contexto), pero sin duda no lo hace particularmente bien en lo segundo (argumento y guion), pero al menos no es sólo la historia de vampiros luchando en una guerra aparentemente vacua contra los licántropos, sino que es también en todo caso la historia de una lucha de razas, en un contexto de sociedades históricamente condicionadas al rechazo del prójimo, procurando asegurar la reproducción de su forma de vida, sus valores, forma de organización y la manera como todo eso influye en la identidad de grupo, pero también, cómo condiciona el sentido de lealtad o deslealtad, tanto interna como externa, entre grupos sociales, lo mismo que de ambición y poder en aquellos que sienten tener los méritos para ejercerlo.
Ficha técnica: Inframundo - Underworld