Los superhéroes son personajes de ficción con rasgos sobrehumanos o poderes extraordinarios cuya meta es combatir el mal y defender al bien; hacer lo correcto para beneficio de la humanidad. Parte de su origen se basa en las características de los semidioses y otros seres mitológicos, entes fantásticos, guerreros, que se construyen a partir de las habilidades y cualidades más significativas del humano, pero ampliadas, mejoradas o aumentadas. Sin embargo, esto significa que si hay superhéroes también hay supervillanos, es decir, que si las habilidades extraordinarias que los definen pueden enfocarse en algo bueno, también pueden hacerlo hacia algo malo. Las dos caras de la moneda son a su vez ejemplo de los matices que conforman la esencia del ser humano y, por ende, son formas de entender, explicar, justificar o dar razón a lo que sucede en el mundo, incluyendo las decisiones que toman las personas o los modelos a seguir que moldean su propio pensamiento y comportamiento.
La película Mujer Maravilla (EUA, 2017) plantea esto a partir de reflexionar sobre la bondad y la crueldad como parte innata del ser humano, la guerra y la destrucción como un rasgo propio de las civilizaciones, además de la constante inclinación de las sociedades por adjudicar a otros, o depositar en otros, la razón por la que se corrompe el individuo, desembocando en una indiferencia en la que se espera que sea otro el que haga y luche por lo correcto en lugar de hacerlo uno mismo. Todo a través de un personaje que se ha vuelto ícono de la justicia, la fuerza femenina y el importante papel de la mujer en el desarrollo y evolución de los grupos sociales, frecuentemente inclinados a creer que los atributos, características o cualidades femeninas son debilidades, en lugar de fortaleza.
Dirigida por Patty Jenkins, con un guion escrito por Allan Heinberg y Geoff Johns, la cinta está protagonizada por Gal Gadot, Chris Pine, Danny Huston, Elena Anaya, David Thewlis, Robin Wright y Connie Nielsen. El personaje principal es Diana de Temiscira, princesa y diosa guerrera de las Amazonas, de la mitología griega. Entrenada para el combate, inspirada por la misión que se les dio de cuidar al mundo de los humanos y con dones extraordinarios que inicialmente desconoce, obtenidos gracias a la herencia de los dioses, sus principales valores son, entre otros, justicia, verdad, solidaridad y hermandad.
Hija de Hipólita, la reina de las Amazonas, y preparada por Antiope, su tía, mentora y general del ejército, la vida de Diana da un giro inesperado tan alejado de la armonía en que vive cuando soldados del ejército alemán, persiguiendo al piloto estadounidense Steve Trevor en plena Primera Guerra Mundial, llegan a Themyscira, la isla oculta donde viven las Amazonas. Por primera vez Diana es testigo de la destrucción y la violencia que puede producirse entre personas, de la muerte y la venganza, además de la capacidad de devastación y aniquilación de la que es capaz el ser humano.
Aterrada por la idea de que ese camino lleve a la humanidad a su extinción y guiada por el cometido de las Amazonas de proteger a estos seres, Diana ruega a su madre interceder en el conflicto bélico que toma lugar en el mundo, convencida de que es resultado de la influencia de Ares, el dios de la guerra, quien, según ella, incita al caos y la violencia, propicia el sufrimiento y empuja a las sociedades hacia una guerra eterna que derive en una vida, simbólicamente, en tinieblas.
La postura de Hipólita es no interceder y dejar a los humanos resolver sus propios conflictos, sabiendo que en el pasado su propósito de luchar por reestablecer la paz es lo que resultó en la posición en la que están: aisladas, olvidadas, velando también por su propia supervivencia y eligiendo por ello una vida así, independiente y al margen de la influencia del hombre.
Pero para Diana su deber viene primero, entendido como una responsabilidad y compromiso con los humanos, seres, como ellas, creados por Zeus, Rey de los dioses en la mitología griega. Bajo la misión de matar a Ares para detener la guerra, convencida que sólo así el mundo podrá volver a ser un lugar mejor, Diana se va de Themyscira junto con Trevor, quien a su vez tiene como objetivo llevar a sus superiores en Londres la libreta de investigación que robó de la doctora Maru, una científica trabajando con los alemanes para crear armas de destrucción, específicamente un gas mortal, bajo las órdenes del general Erich Ludendorff.
Sin embargo, pese a la evidencia de un ataque tan posible como devastador, a Trevor y compañía se les ordena desistir, en lugar de atacar, dado que Sir Patrick Morgan, del Consejo Supremo de Guerra, está negociando un armisticio con Alemania. Trevor y Diana terminan en la misma posición, forzados a romper una orden superior para poder proseguir la lucha que creen tan necesaria como correcta, especialmente porque saben que en cuestión de enfrentamientos y conflictos como el presente, el enemigo no planea jugar limpio, al contrario, el engaño es la clave de su éxito.
Steve y Diana han deducido que el arma química de Maru será liberada en el frente de guerra, se llegue o no a un acuerdo de paz, porque la meta verdadera para la científica y Ludendorff es el exterminio total de su enemigo, a cualquier costo o por cualquier medio posible. Su objetivo es la muerte y su mentalidad es ganar. Esto es precisamente lo que convence a Diana de que todo lo que está sucediendo es orquestado por Ares, el dios que simboliza dolor y muerte.
Lo interesante aquí es que para fines prácticos una guerra significa precisamente eso, violencia, brutalidad y desolación; no es sólo la ausencia de paz, sino también la catástrofe que causa. Con ello la cinta plantea un ejemplo claro de la crueldad y brutalidad como parte inherente de la esencia misma del ser humano, mostrando también la bondad y la maldad como una dualidad que está dentro de éste. En el fondo no se trata de ser ‘bueno’ o ‘malo’, sino de lo que se elige hacer en un momento de conflicto, discusión, enemistad, provocación, desafío o amenaza, casi tan importante como un momento de alegría, fraternidad, colaboración y trabajo en equipo.
Conforme la trama avanza, mientras Diana cree que al detener a Ares la guerra cesará, adjudicando toda esa destrucción a una influencia externa como es la presencia de un dios, como ser mitológico, casi divino, Trevor, alguien que no cree en estas entidades como presencias verdaderas, razona desde un punto de vista diferente, más realista, práctico, pragmático y simple, pues piensa que la guerra es mero producto de las decisiones de las personas, del mal juicio, la envidia y la corrupción.
“Siempre han sido y siempre serán débiles, crueles, egoístas, capaces de los peores horrores”, argumenta Ares cuando le explica a Diana que su presencia y por ende su dominio sobre los humanos no es más que un detonante para lo que está sucediendo en el mundo, pero no un factor determinante, es decir, su argumento es que no es él quien causa el mal, sino quien se asegura que ese mal ya plantado en el humano salga a relucir.
“Ellos provocan sus propias guerras”, insiste el dios, explicando que su papel no es tanto el de crear conflictos como sí incentivarlos, apelando a esos rasgos desalmados, sangrientos, inhumanos y salvajes que se esconden entre la gente y sosteniendo que la maldad humana que parece ser dirigida u orquestada, es más bien propia del ser, no plantada por alguien más.
“Tal vez las personas no siempre son buenas. Con Ares o sin Ares, son lo que son. Todos somos culpables”, razona Steve, luego de que Diana considera la posibilidad de que destruir a Ares sea insuficiente, ya que la bondad después de todo parece no estar siempre en el corazón de los humanos. Para Steve la responsabilidad recae en la sociedad como conjunto, en sus decisiones concretas y en el hecho de que el humano puede corromperse. Solidaridad, Hermandad y Armonía, entre otros, son valores que importan y resuenan, pero nunca podrán desaparecer la ambición, el narcisismo y la vanidad, porque estos también son parte de la historia de las civilizaciones.
Esto no se refiere en todo caso a obligar a las personas a adoptar una brújula ética específica, se trata, en cambio, de aprender a lidiar, sobrellevar, contrarrestar, entender y respetar todo lo que significa ser humano; si las personas tienen la capacidad de actuar de manera incorrecta, también tienen capacidad de hacer lo correcto, y/o viceversa. La brutalidad se combate con consideración y respeto, la crueldad con compasión y dignidad. “No se trata de merecer. Sino de lo que uno cree”, le insiste Trevor a Diana, refiriéndose a que no se trata de la obligación de defender una causa justa, sino de estar convencidos de que eso es lo que se quiere y debe hacer.
En este escenario lo que importa no es que los humanos merezcan o no la protección o la consideración de dioses y semidioses, o más específicamente de las Amazonas, personificadas en Diana como princesa de estas guerreras, sino de la convicción de que se pelea por lo correcto, aquí defendiendo a los inocentes, combatiendo a los enemigos y haciendo todo lo posible por terminar con la destrucción y la muerte, con la guerra misma.
“Si ves que pasa algo malo en el mundo, puedes no hacer nada o puedes hacer algo al respecto”, es otra de las reflexiones de Steve, que en el fondo describe exactamente la forma de ser y de actuar de la princesa, alguien valiente, decidida, inteligente, perspicaz, analítica, que antes de ayudarse a sí misma ayuda a los demás, que no se detiene hasta enmendar las injusticias y siempre responde a favor de encontrar el bienestar para quienes necesiten su apoyo. “Estoy dispuesta a luchar por aquellos que no pueden luchar por sí mismos”, dice Diana.
Sus valores y creencias son producto de su educación y crianza, de la gente con la que convive y el lugar en el que vive. Es decir, si la princesa Diana es el tipo de persona que es, es porque su entorno la ha moldeado así; el mundo de las Amazonas es sincero y solidario, los habitantes se escuchan, dialogan y se respetan, hay lealtad y espacio para que cada quien evolucione a su ritmo y conforme a sus características personales; se permite a la gente pensar, dudar, cuestionar, explorar y conocer. Se puede ser valiente y audaz en la batalla y amigable y sincera en la convivencia, porque no se trata de guerreras que devastan, sino de guerreras que pelean por la verdad y la justicia.
Más allá de las fronteras de la isla de Themyscira, la Tierra es todo lo opuesto a esto; un mundo cruel, violento, irracional, desconsiderado hacia la naturaleza y hacia sus mismos integrantes, formado por personas egoístas, atrapadas en una sociedad humana camino a la autodestrucción, un mundo en el que las mujeres son menospreciadas y explotadas, tratadas como seres inferiores, marginadas socialmente, especialmente aquellas como Diana, críticas, independientes, seguras de sí mismas y sin miedo a marcar un límite a quien cometa una equivocación, son desestimadas y catalogadas como inexpertas, prescindibles.
Si bien la cinta refleja una realidad histórica, la de principios del siglo XX en donde la mujer era marcadamente relegada y menospreciada por el sólo hecho de ser mujer, la reflexión es concreta, actual y muy vigente: la historia de Diana es la de una mujer en un mundo de hombres y, en esencia, esto ejemplifica lo que significa ser una mujer capaz, hábil, guerrera, en un contexto en el que su palabra, opinión, presencia y aporte es despreciado y desechado, reflejo, efectivamente, de un mundo constantemente misógino, discriminatorio e inequitativo, algo que sigue sucediendo incluso en pleno siglo XXI.
La película, no obstante, no está diciendo que Diana y las Amazonas sean ‘mejores’, sólo compara cómo en un ambiente en el que se invita a las mujeres, entiéndase a las personas en general, a valerse por sí mismas y luchar por lo correcto, las cosas pueden resultar en una realidad ética, más justa, equitativa, igualitaria, fraternal, libre y armónica, en contraste con un ambiente en el que a las mujeres (o a otros grupos vulnerables y precarizados) no se les toma en cuenta o no se les respeta, porque, hay que decirlo, junto a ellas sucede lo mismo con las minorías de todo tipo y las voces críticas y rebeldes que son silenciadas.
Como personaje, la Mujer Maravilla es ejemplo para las personas, especialmente para las mujeres, en su fuerza al defenderse ante las injusticias, incluyendo el sexismo, a través de su sagacidad, energía, resistencia e inteligencia, formando su propio camino para no depender de nadie, desde luego de los hombres, que se han acostumbrado a una actitud de superioridad impuesta por medio del sometimiento. “Las mujeres son la fuerza del futuro y la hermandad es más fuerte que cualquier cosa”, expresa la Mujer Maravilla y eso lo resume todo. “Todos libran sus propias batallas”, dice otra frase de la cinta.
Ficha técnica: Mujer Maravilla - Wonder Woman