La capacidad de supervivencia se define en función de las habilidades que tiene una persona para mantenerse con vida, pero esto implica enfrentar adversidades, adaptarse al entorno y construir un mejor contexto ambiental y social para satisfacer necesidades, comenzando por las básicas y luego yendo hacia terrenos más complejos. Desde un punto de vista concreto quiere decir asegurarse de continuar existiendo, o con vida, aunque para los seres humanos la situación es mucho más extensa gracias a la conciencia que tienen de sí mismos, su papel en la sociedad y la preservación del mundo en el que habitan.
¿Puede prevalecer la humanidad cuando sólo tiene recursos limitados a la mano? O en todo caso, ¿puede el individuo sobrevivir en un ambiente social que se derrumba por su propia mano, no sólo en su organización social sino también respecto a los recursos a su alrededor? Estas preguntas salen a la luz al analizar el contenido de la película Pandorum (Reino Unido-Alemania, 2009), un relato de terror y ciencia ficción dirigido por Christian Alvart, escrito por Travis Milloy y protagonizado por Dennis Quaid, Ben Foster, Cam Gigandet y Antje Traue.
La historia trata de una nave espacial que parece haber errado su curso camino a un planeta lejano que los humanos planeaban colonizar. Debido a lo largo del viaje las personas se encuentran en cápsulas criogénicas, excepto la tripulación de mando que rota cada cierto número de años. Cuando el cabo Bower despierta, confundido y con efectos amnésicos producto del prolongado estado de hibernación en el que estuvo, descubre poco a poco algunas cuestiones inquietantes respecto a la nave y la cadena de mando.
Primero, que el orden de rotación de la tripulación parece haber sido manipulado, lo que implica también una ruptura en el orden de mando y de alguna manera también en la estructura social, la de un capitán como figura de autoridad y sus oficiales manteniendo una sensación de jerarquía, civilidad y equilibrio. Segundo, que el puente de navegación está completamente sellado e inaccesible a causa de una falla mecánica en el reactor, lo que no permite conocer exactamente en qué punto del espacio se encuentran o cuántos años han pasado desde iniciada la misión. Y tercero, que además de él también hay otras personas deambulando los perímetros, que parecen estar siendo cazados por seres extraños que han convertido la nave en su hábitat.
En este escenario en que las reglas se han perdido, más allá de resultar en una anarquía, la sensación que se percibe es la de un desorden absoluto, se podría decir primitivo, en donde lo único posible es el aislamiento o la competencia directa y violenta contra los otros humanos y hacia los seres espectrales depredadores. No sólo no hay un líder ni una figura de mando, sino que las personas han retrocedido hacia un comportamiento salvaje en que sólo velan por sus necesidades básicas y donde el instinto de supervivencia no obedece al de un individuo dentro de un sistema institucional que se preocupa por el bien común, sino al de un humano que se mueve en la barbarie y la fuerza bruta, porque su única meta parece ser alimentarse, cobijarse y existir.
Más adelante, con ayuda de otros sobrevivientes: el capitán de la nave Peyton, quien despierta después que Bower del criosueño, y de una científica bióloga, Nadia, que lleva varios meses sorteando a las criaturas en busca también de respuestas; Bower finalmente descubre lo que sucedió, esto es, que la cuarta rotación de la tripulación de la nave recibió la noticia de que la Tierra había desaparecido y ahora ellos transportaban a los últimos humanos que quedaban vivos. Esta noticia afectó la salud mental del capitán y sus oficiales hasta hacerles perder la razón y liberar indistintamente a miles de personas de sus cápsulas, que eventualmente se adaptaron y evolucionaron hasta convertirse en criaturas humanoides caníbales, ya que han pasado no decenas, sino cientos de años desde el inicio del viaje.
De este escenario se desprenden algunos temas clave; uno es la supervivencia del ser humano, el otro son las circunstancias en que esto sucede y cómo en su instinto por continuar existiendo la especie humana puede volverse en contra de sí misma, o en esencia, volverse depredadora de su entorno, inclusive si esto le afecta directamente. No está de más apuntar que es lo que en el mundo real ha venido aconteciendo a lo largo de toda la historia humana, hasta llegar al mundo industrializado y digitalizado actual, llamado posmoderno, en donde la destrucción sistemática del ambiente natural, la contaminación de ríos, mares, tierras y subsuelo es abrumadora. Incluso la contaminación del espacio con la saturación de satélites alrededor de la tierra con fines de comunicación, vigilancia, militares o de investigación. La idea de colonizar el espacio exterior está presente en la ciencia ficción tanto como en las intenciones de políticas públicas y empresas privadas multinacionales. Tal como explica el prólogo de la película, la nave espacial Elysium fue enviada a poblar otro planeta, Tanis, porque la vida en la Tierra era ya prácticamente imposible. La sobrepoblación y escasez de recursos naturales provocó un planeta inhóspito que forzó a crear un arca, una especie de última salvación o última esperanza, en busca de nuevas o segundas oportunidades.
Lo curioso es que esta última vía de escape está sustentada en la idea de que la realidad actual del planeta Tierra, devastado y consumido, está completamente agotada, que el daño causado es tan grande que se ha convertido en ejemplo de lo que es capaz el ser humano como destructor de su entorno, o cómo depreda su medio ambiente y a su sociedad misma hasta llevarla a la extinción, o lo que es lo mismo, cómo el propio individuo provocó la desaparición de su especie y el lugar en el que habita. Esta es, sin embargo, la misma humanidad que es enviada a un nuevo planeta para colonizar, con la esperanza de ‘comenzar de nuevo’, pero finalmente arrastrando los mismos problemas que han llevado a la raza humana a la autodestrucción.
En la historia narrada, la persona que pierde la razón, quien mata al resto de la tripulación en turno con él, libera a un buen número de personas de sus cápsulas y luego se auto-declara una especie de rey con delirios de grandeza al tener en sus manos el poder y control del puente de mando, sufre algo conocido como ‘pandorum’, un término inventado para la película, que no existe en la vida real, que sirve para explicar el comportamiento errático de este tripulante, definido como un trastorno mental producido por claustrofobia, angustia emocional y pérdida de esperanza, algo así como una condición de confusión y crisis causada por el viaje espacial en relación directa con el tiempo que han pasado en órbita.
La idea en esencia sirve para explicar que el cabo perdió por completo visión de las cosas una vez que la tripulación recibió la noticia de que la Tierra había explotado en pedazos y desaparecido. El término inventado intenta expresar los efectos del aislamiento y la falta de comunicación humana que viven las personas desconectadas de la realidad, en este caso solos en el espacio, y el impacto que esto tiene en la psique humana, en la estabilidad emocional, anímica y racional. Saber que todo lo que alguna vez conocieron, el mundo, su familia, la vida tal como era hasta ahora, se había perdido por completo, es una noticia que pesa en la conciencia del piloto y sus ayudantes, incluyendo una ruptura con su propio entendimiento de la trascendencia humana, especialmente la suya. Si ya no hay un planeta al que llamar hogar y si se enfrentan, potencialmente, al fin de la raza humana, ¿por qué futuro pelear o vivir de ahí en adelante?, es decir, ¿qué esperan del futuro si no hay claridad siquiera en su presente?
La nave y con ella también los humanos despiertos que aún sobreviven, se adentran en la incertidumbre, con destino incierto; en una situación así ¿hasta dónde sería capaz de llegar alguien con tal de sobrevivir? El hecho de que las criaturas humanoides fueran personas que han mutado para adaptarse a su entorno, incluso si esto es gracias a un compuesto químico inyectado en su sangre desde el día de su salida de la Tierra, habla de alguna manera del proceso evolutivo y de cómo el ambiente y el contexto también determinan el curso de la especie. Los humanoides se están reproduciendo, sobreviven incluso si tienen que comerse los unos a los otros y hacen lo único que saben o han aprendido a hacer para subsistir, que es matar a todo aquel que se convierte en amenaza o simplemente es visto como alimento.
Hay por ello en general una sensación de aislamiento y desolación que obviamente afecta a todos dentro de la nave, sean seres mutados o no, pues sin una esperanza de vida concreta, tangible o próspera, ¿qué les queda a estos tripulantes por delante? Qué anhelan, cómo avanzan o progresan, hacia dónde se dirigen como individuos y como especie y, sobre todo, qué los motiva, especialmente si han sido arrastrados a un mundo de violencia y terror donde toda esperanza de estabilidad y calma, de regresar a la vida que alguna vez fue, se ha perdido para siempre.
Sin un rumbo concreto de crecimiento o desarrollo y sin una estructura social establecida, el humano sólo existe, en el sentido de que no hace más que regresar a una forma de vida básica primitiva, como los animales salvajes. No hay una civilización como sociedad compleja porque no hay recursos, lenguaje en común, comunicación y progreso para que sea considerada como tal, ya que el ambiente en que se encuentran tampoco lo facilita o permite, reflejando cómo el espacio y el contexto, incluso el conocimiento racional y avance tecnológico, impactan en la evolución humana.
Bower por eso insiste en el trabajo en equipo, en contrarrestar la individualidad que provoca estancamiento para, en cambio, cooperar y contribuir hacia un bien común mayor. En un entorno claustrofóbico y lleno de terror, las personas han aprendido a permanecer solas para salir adelante, en esencia porque la alternativa es la muerte; cazar o ser cazado. Lo que Bower propone es dejar de pensar en salvarse a sí mismos a costa de otros, salvar a la humanidad salvando a aquellos que aún representan el último vestigio que queda de la existencia humana.
La nave que inicialmente cargaba 60 mil personas a bordo era una esperanza que ahora se ha convertido en pesimismo, con poco más de mil cápsulas aún intactas. Así que quizás sobreviva el más fuerte, o el más astuto, el más gandalla, el más solidario, el más ambicioso o el más individualista. La cuestión está en si ser humano debe significar ir más allá del instinto asesino y excluyente para dar paso al interés del colectivo. ¿Humanidad significa comunidad y civilización cortesía, urbanidad y raciocinio?
La historia puede parecer sencilla y desarrollarse a partir de propuestas dentro de su género narrativo que ya se han visto antes, pero no sólo el resultado sale eficientemente a flote como relato de entretenimiento, sino que deja en el camino ideas interesantes sobre el replanteamiento del significado de supervivencia en ambientes hostiles, en que los vivir o morir como opciones únicas de solución son algo muy literal. Ello a su vez permite cuestionar la violencia como parte básica de la naturaleza humana y, al mismo tiempo, reflexionar sobre qué es lo principal que distingue a la especie humana como sociedad civilizada, pensando en instituciones, organización, ciencia, tecnología, educación, infraestructura, desarrollo social y, especialmente, trascendencia y evolución.
Ficha técnica: Pandorum: terror en el espacio