‘Masculinidad tóxica’ es un término que se utiliza para denominar un patrón de comportamiento de los hombres que promueve el menosprecio a la mujer. Competitividad, dominio, subestimación, agresión y violencia son ejemplos de una actitud que resulta, a veces incluso indirectamente, en trato misógino, degradante, abusivo e inequitativo. El término, cabe aclarar, no busca descalificar las cualidades o atributos masculinos, sino analizar cómo el estereotipo, el del hombre dominante, autoritario, intolerante, agresivo y ‘macho’, puede llevar a la violencia, a la desigualdad de género y, eventualmente, a propagar un pensamiento sexista dominante, controlador y manipulador.
Idealmente, debería haber una relación de equidad entre hombres y mujeres, un trato entre iguales, así que es evidente que hay masculinidad tóxica cuando el hombre descalifica, ataca o humilla al género opuesto. Sin embargo, hay muchas otras formas de masculinidad tóxica provocadas por los estereotipos que pasan desapercibidas, por ejemplo cuando el varón, creyendo que protege a la mujer, no le permite desarrollarse, luchar sus propias batallas o enfrentar sus propios retos, por ende, la limita, somete, controla o coarta toda su iniciativa.
Más escenarios de masculinidad tóxica son, entre otros, la crítica o rechazo a todo lo femenino y la feminidad (las películas, la ropa o las novelas literarias, etcétera), los arquetipos de género reforzados a través de la burla o la crítica hacia hombres que realizan tareas erróneamente denominadas ‘para mujeres’, como la limpieza del hogar, la desigualdad en las dinámicas de pareja, o la imposición de estándares sociales machistas, como la exigencia de una fuerza o superioridad física, intelectual, monetaria y social por sobre las mujeres.
La película Revancha ya (EUA, 2022) habla entre otras cosas de estos temas, como también de la venganza malentendida como justicia, de la mentira, la división de clases sociales, las presiones y expectativas o la cultura actual tan ´políticamente correcta´ que deriva en malinterpretación de lo que realmente es una actitud respetuosa y adecuada entre personas. Dirigida por Jennifer Kaytin Robinson, quien co-escribe junto con Celeste Ballard, la cinta está protagonizada por Camila Mendes, Maya Hawke, Austin Abrams, Alisha Boe, Talia Ryder y Sarah Michelle Gellar. Trata de la amistad, alianza, identificación y hasta traición, todo en el curso de un año, que surge entre Drea y Eleanor, dos adolescentes envueltas en su propia nube gris que encuentran en la otra entendimiento y, por eso, luego acuerdan hacerle la vida imposible, es decir, vengarse, de sus respectivos némesis o enemigos.
Drea es una estudiante becada en una escuela de élite que se ha consolidado de un reconocimiento propio gracias a sus amistades pudientes y populares, aunque pese a ello aún recibe señalamientos por sus orígenes humildes. Esta fama condicional, transitoria, hace que su caída sea más grande una vez que envía a su novio Max un video sexual explícito que se filtra en redes sociales. Max insiste que él no fue el responsable de la filtración, sin embargo, aunque los dos parecen estar implicados en la ecuación, él le da la espalda, permitiendo que el escándalo sólo le afecta a ella, dejándola mal vista y repudiada, con su reputación destrozada, mientras que él sólo es percibido como una víctima de la situación.
El doble estándar social se vuelve en contra de Drea ya que la filtración se enfoca en descalificarla por el contenido del video, olvidando la implícita violación a su privacidad, llevando a sus compañeros de escuela a ver a Max como una tercera parte afectada, algo que él alimenta para ganarse la compasión y aceptación de los demás. ¿Su estrategia? Una reacción misógina camuflada que consigue con sólo unirse a las críticas que condenan a Drea, difamada y menospreciada por sus acciones, como si el verdadero problema no fuera exponer el video sino haberlo grabado.
Queda claro que Drea y Max no son juzgados con la misma vara o de la misma manera y que los privilegios del joven están sustentados en su clase social bien acomodada, lo que le gana quizá no el respeto, pero sí la indulgencia de sus compañeros, en el sentido de que la gente prefiere mantenerse al margen antes de cuestionar qué tanto está involucrado, porque es más fácil ignorar el dilema que reflexionarlo y divulgar el escándalo a expensas de los demás por mero divertimento; en realidad porque Max también juega el papel de mártir, negando su evidente culpa y exagerando su reacción aparentemente dolida e indignada, para así voltear la mirada hacia Drea, un blanco más fácil de atacar, quizá por su posición socioeconómica menos privilegiada, quizá porque por ser mujer está ya en desventaja.
Rechazada por sus amistades, o más bien traicionada por gente que prefirió ignorarla en vez de respaldarla para no quedar atrapados en el escándalo y afectar su propio nivel de popularidad, influencia y poder, Drea se queda sola, negativamente etiquetada, auto-convencida de que se siente miserable como resultado de sus malas decisiones; auto-convencida, en esencia, de que la falta en contra fue su culpa, pero no porque lo sea, sino porque así lo están diciendo las personas a su alrededor, una opinión pública impuesta por una persona, Max, que no hace más que manipular la percepción de las cosas.
Es entonces que Drea entabla amistad con Eleanor, una nueva estudiante transferida que, aunque pertenece a la clase adinerada, se presenta como alguien más accesible que sus compañeros, si bien más tarde se revela que esto está planeado porque Eleanor tiene su propia agenda de manipulación y venganza personal. Mientras tanto, parece como si no tuviera ningún prejuicio hacia Drea: se muestra comprensiva ante su situación y, así como la otra, carga con sus propios problemas y frustraciones derivados también de una idea falsa sobre su persona. Ella está angustiada por reencontrarse con Carissa, supuestamente responsable de revelar las preferencias sexuales de Eleanor mediante una historia basada en la mentira, a partir de la cual se le descalificó y rechazó sin conocerla.
Convencidas de que sus problemas radican en la actitud de los demás, no de las suyas, una visión ligeramente equivocada porque cada individuo es resultado de sus decisiones, no de las de otros, Drea y Eleanor deciden ayudarse mutuamente, la primera vengándose de Carissa, la segunda haciendo lo propio contra Max. Sin embargo, el plan rápidamente comienza a corromper su brújula ética, sobre todo porque implica caer en mentiras, falsedades y engaños, hasta que la verdad misma pierde sentido, que es, irónicamente, justo contra lo que están peleando.
La primera parte del plan, la de forzar la expulsión de Carissa revelando ante la directora de la escuela que siembra en secreto droga dentro de los perímetros de la institución, demuestra cómo su venganza se sustenta en su propia versión de justicia y, por lo tanto, no es imparcial. El castigo hacia Carissa en lugar de rectificar el fallo, hacerla entender la extensión de sus acciones, se vuelve en una represalia plagada de odio y castigo. En esencia tanto Drea como Eleanor se convierten en los mismos ‘monstruos’ contra los que se enfrentan, castigando en lugar de equilibrar la situación.
Las cosas no obstante no salen como tienen planeado contra Max, quien tiene mucho mejor ensayada la dinámica de manipulación y persuasión y, desde luego, un respaldo económico y social superior al de Carissa. Max es hábil en convencer con carisma, sabe aprovechar la versatilidad maleable de los chismes y los rumores para voltearlos a su favor. Se aprovecha de las mujeres, no sólo de Drea, porque cambia la narrativa tergiversando la percepción de los hechos. Por ejemplo, cuando se hace público que engaña a su nueva novia, Tara, la ex mejor amiga de Drea, y tiene además lazos sentimentales con varias otras de sus compañeras al mismo tiempo, su reacción es convencer a la gente de que piensa de una manera más ‘abierta y progresista’ que ellos, alegando que no ‘engaña’ a sus parejas, sino que las ‘acepta’ a todas.
Sus palabras están elegidas calculadoramente y con complicidad, porque parece que en esta realidad del mundo actual, es más fácil difamar a una mujer que a un hombre, escudándose en el poder del rumor y la mentira, el trato misógino y el sexismo, las apariencias y las especulaciones. La actitud de Max es cínica, gandalla, narcisista y déspota, que denigra a la mujer disfrazándolo de un interés por comportarse correctamente, haciendo parecer que sus errores no son más que productos de una sociedad patriarcal mal informada, cuando en el fondo refuerza el machismo aleccionado, difuminado las acciones misóginas que lo caracterizan, entre los pliegues de la ingenuidad e indiferencia social.
Lo que esto demuestra es la facilidad con la que alguien puede manipular su entorno y enterrar una actitud socialmente incorrecta, como lo es su falta de respeto hacia las mujeres, con sólo aparentar algo, provocar el odio masivo hacia alguien más, para redirigir la atención y proponer soluciones o acciones que en el fondo sólo le benefician a él, como cuando Max anuncia la apertura de un club para hombres para apoyar a las mujeres. El joven, claro, no tiene la intención de una educación con consciencia social, sólo que la gente piense que eso es lo que quiere.
En un momento de desesperación, Drea y Eleanor filtran los nombres de todas las compañeras con las que Max tiene simultáneamente una relación; su propósito es que ante la larga fila de nombres, las personas dimensionen la falta de compromiso y de respeto de Max para con sus semejantes, sin embargo, no sólo esto no sucede, sino que un compañero de Drea eventualmente le señala lo problemático de su decisión, ya que en el proceso convirtieron a todas aquellas estudiantes en blanco de ataques, críticas y señalamientos al revelar algo privado de su vida sin su consentimiento, que es exactamente lo que Drea sufrió cuando Max hizo público su video, la explotación de su privacidad.
Al final Drea y Eleanor caen en cuenta que lo importante no puede ser hacer daño al de enfrente, o vengarse, porque eso no soluciona más que momentáneamente las cosas; en todo caso la huella se deja al afrontar, evidenciar y contrarrestar la marcada inclinación que hay en la sociedad por solapar la inequidad de género y el patriarcado, o la enemistad y falta de sororidad entre las mujeres, realidades atribuidas a los fallos del pasado, cuando, si continúan existiendo es porque se permite que así siga siendo. Así que el camino para pasar página no tiene entonces tanto que ver con saldar cuentas como sí con obligar a las personas a reflexionar por qué existía esa necesidad de buscar justicia en primer lugar, o en otras palabras, por qué la gente (familias, autoridades, compañeros del colegio) como sociedad, les había fallado, moralmente hablando.
Fungiendo como una crítica social de humor negro, la película señala además cómo hay una marcada necesidad, sobre todo entre los jóvenes, por atención y protagonismo, donde las personas sienten que todo lo que se logra debe estar seguido del reconocimiento, y que toda verdad sólo es válida si es ‘su verdad’, la verdad en la que creen. La historia también habla del dolor y la humillación que cualquiera puede sufrir a manos de aquellos que pretenden preocuparse por sus similares, cuando están más bien interesados en su propio beneficio, aprovechándose, precisamente, de la crítica dolosa, la burla y la ofensa que denigra, como si hacerlo fuera un espectáculo de entretenimiento ‘normal y cotidiano’. En este caso, mujeres señalas y humilladas que son, aparentemente con empatía, etiquetadas como incomprendidas, logrando que al final sean vilipendiadas, insultadas y denigradas.
Esta farsa que tilda en la hipocresía demuestra asimismo cómo se puede ser insensible al intentar ser sensibles en asuntos sociales como la vulnerabilidad, el empoderamiento, el machismo o la desigualdad de género, al minimizar el verdadero problema y a los afectados, que quedan en segundo y hasta tercer plano cuando el oportunista se lanza a hablar de las realidades de los demás, algo que los hombres a veces hacen sobre temas relacionados con las mujeres, es decir, la masculinidad tóxica, un fenómeno que también se hace presente como estrategia de manipulación y posicionamiento en la política, la mercadotecnia, los medios masivos, la cultura popular y las redes sociales, lo que eventualmente afecta, porque se traspasa, a las dinámicas cotidianas del colectivo.
Ficha técnica: Revancha ya - Do Revenge