La rebeldía suele percibirse como desobediencia, pero hay un trasfondo más amplio al respecto, pues aunque puede tratarse de indisciplina, capricho, obstinación por no cumplir las reglas o simple protesta, también significa inconformidad con lo establecido, deseo de cambio, crítica hacia lo que se considera negativo para el bienestar general. Cuando la rebelión tiene un argumento que ha reflexionando sobre la importancia o necesidad de desafiar el orden de las cosas o a la autoridad si sus decisiones controlan, imponen, avasallan y explotan, entonces la rebelión significa el derecho de oponer resistencia ante el opresor en busca de un cambio en la estructura socioeconómica a favor del bien común, y esto puede ser vital para las sociedades.
La película Rogue One: una historia de Star Wars (EUA, 2016) habla entre otras cosas de lo que significa entender la necesidad de un levantamiento ciudadano, así como de los sacrificios que implican apelar al cambio estructural impuesto por la élite al mando, negando el orden actual, pero no por el deseo de ir a contracorriente sino por la trascendencia de alzar la voz cuando la injusticia se ha callado por miedo a la represión.
Dirigida por Gareth Edwards y escrita por Chris Weitz y Tony Gilroy, la cinta está protagonizada por Felicity Jones, Diego Luna, Ben Mendelsohn, Donnie Yen, Mads Mikkelsen, Alan Tudyk, Riz Ahmed, Jiang Wen y Forest Whitaker. La historia se ambienta dentro de la saga de Star Wars (o La Guerra de las Galaxias), donde el Imperio Galáctico, un régimen opresivo y autócrata, controla gran parte del universo bajo un mandato impuesto por medio de la guerra y bajo una autoridad que amenaza e intimida a los planetas sometidos, al tiempo que enaltece su existencia implantando su ideología a través de procesos como la centralización, el patriotismo y la militarización social, que también funcionan como mecanismos de control político.
Mientras los aliados luchan por establecer una realidad más equitativa y justa, desde el punto de vista tanto mercantil como social, libertad para sus pueblos e independencia para gobernarse, el Imperio se guía bajo ideales de conquista, sometimiento y control universal, para lo cual han reforzado su estrategia y tecnología militar, construyendo un arma letal capaz de destruir planetas, llamada ‘Estrella de la Muerte’.
Un grupo de rebeldes descubre que habría una forma de destruir esta arma, gracias a la pericia de su científico creador, Galen Erso, un hombre obligado a colaborar con el Imperio, pero suficientemente sagaz para aprovechar su situación, planear su venganza (toda vez que su esposa fue asesinada en su presencia y abandonó a su hija para evitar que fuera hecha prisionera junto con él) y plantar en la estación espacial un mecanismo de destrucción. Jyn Erso, la hija de Galen (ahora ya adulta), se ve envuelta en los planes de los rebeldes luego de que un piloto desertor asegura cargar con un mensaje del científico dirigido a Saw Gerrera, un antiguo amigo y ahora rebelde extremista, quien no es considerado un miembro de la Alianza rebelde, precisamente por sus tácticas militares violentas.
Jyn inicialmente es reclutada por la Alianza como mediadora por su relación familiar con ambos personajes que entran en escena en la lucha, luego escoltada hacia la misión por Cassian Andor, un oficial de inteligencia que recibe órdenes de, al desconocerse con certeza las lealtades de Gerrera o de los Erso, acabar con todos los cabos sueltos (entiéndase asesinar a los involucrados) para prevenir infiltrados o traiciones futuras.
Andor, no obstante, duda de sus órdenes al considerar que no puede seguir viviendo una guerra en la que su participación implica sólo muerte, traición y destrucción, consciente de que eso es justo contra lo que está luchando. Cassian confía en que sus sacrificios valgan la pena y está dispuesto a asumirlos con valor mientras la lucha tenga un propósito, pero también se da cuenta que la gente al mando no siempre tiene todas las respuestas y que la verdadera libertad y revolución por la que pelea no significa seguir órdenes ciegamente, sin cuestionar nada, sino ser libre de elegir el camino o la estrategia que crea es la mejor para conseguir la victoria en favor de la causa a la que se aferra.
Segura de los principios de su padre, la convicción de Jyn para confiar en la palabra de Galen es suficiente para que Andor a su vez confíe en ella cuando asegura que el científico no es un soldado más en las filas del Imperio; su padre, ahora lo entiende, se ha sacrificado para dar a la rebelión una oportunidad, esa venganza es convertirse en el infiltrado que desde dentro da una oportunidad a la rebelión. Ahora es turno de Jyn honrar esa semilla que ha plantado Galen y que puede darle a la Alianza la ventaja que necesitan para cambiar la balanza.
Pero los líderes rebeldes no tienen los mismos lazos emocionales que Jyn con su padre ni tienen la libertad de soñar y anhelar un resultado perfecto; en cambio, como hacen finalmente todos, juegan con las cartas que tienen a la mano y tienen claro que son tan fuertes como su eslabón más débil, así que proceden, casi por necesidad e instinto de supervivencia, con más precaución que sus soldados, porque es necesario ver también las cosas desde otros puntos de vista, dudando de lo que aseguran sus fuentes de información, ya que es imposible corroborarlas, y al mismo tiempo, temiendo por la incertidumbre del resultado de sus planes. El líder guía, sí, pero mientras sus seguidores o partidarios esperan lo mejor, el verdadero dirigente tiene también que prepararse para lo peor.
El grupo conformado por Andor, Jyn y compañía, entiéndase los otros rebeldes que como ellos actúan convencidos de que la verdadera forma de ganar es presionar con fuerza y decisión en el campo de batalla, en lugar de permanecer discutiendo qué acciones tomar desde la seguridad inerte del cuartel general, optan por seguir sus instintos, teniendo claro que si el riesgo es demasiado grande para quienes están al mando, entonces para ellos, como rebeldes, se convierte en necesario pasar a la acción directa e inmediata. Una revolución requiere tomar acción. "Esto es una rebelión, ¿no es así? Yo me rebelo", dice Jyn en su momento, estableciendo así a su personaje como alguien que no se conforma, pero porque tiene una razón válida para mostrarse escéptica o en contra del orden establecido, para entonces hacer algo al respecto.
Su inconformidad no es arbitraria, no actúa en rebelión por querer provocar conflictos, no critica para que al caos reine, ni confronta por una negatividad o apatía hacia la autoridad, sino que analiza la realidad de lo que considera equivocado y actúa en consecuencia, si bien siempre a favor de lo que cree correcto, en dirección opuesta al orden imperial establecido una vez que comprueba que éste no funciona. La diferencia entre el revolucionario y el agitador por tanto, recae en que algunos hacen algo respecto a sus preocupaciones, mientras que los otros sólo se quejan.
Una rebelión, como sucede en el caso de la película, que lucha en contra de un régimen que poco a poco destruye la hermandad, imparcialidad, armonía y respeto entre grupos, necesita un plan de acción factible, no sólo promesas, que no quiere decir un camino de destrucción, violencia o devastación, como es el proceder del enemigo aquí, el Imperio que avanza por medio de la aniquilación, sino en su lugar, hace falta un plan de acción con mayor sagacidad, por ejemplo, utilizando las debilidades del enemigo en su contra, debilitando, precisamente de una forma sutil pero constante, destruyendo los cimientos para que la estructura colapse por sí sola. Esa es la verdadera forma de ganar la batalla, una que la Alianza necesita abrazar con más decisión y que eventualmente se pone en marcha cuando Jyn y Andor deciden tomar la iniciativa para atacar al imperio, recordando aquello de que la mejor defensa es el ataque.
La oportunidad de destruir la Estrella de la Muerte es única e importante porque ello afecta directa y considerablemente al enemigo, pues agota sus recursos y fuerza, incluso anímicamente, ya que la pequeña victoria es un golpe que hiere no sólo a la armada militar del Imperio, sino también su fortaleza moral. Esa es la parte que Jyn y Andor entienden y los líderes de la rebelión subestiman, el hecho de que derrotar al enemigo no sólo consiste en derrocar al emperador, sino en destruir todo su régimen y orden estructural, sus recursos, sus archivos de información, sus bases militares, su ideología y hasta su ejército ciegamente leal. Entonces no es un asunto de una misión suicida, sino de valorar hasta qué punto afectar el corazón de la fuerza militar imperial, e incluso tan solo intentarlo, demostraría que el Imperio es vulnerable y, por tanto, susceptible de ser derrotado. Y por el lado rebelde, es mantener intacta la moral de aquellos que están dispuestos a perder la vida en favor de la libertad.
Cortar cabezas hace un daño enorme, sí, pero desestabilizar al Imperio por medio de pequeñas victorias clave, como este es el caso, son vitales para que la revolución siga en marcha. Ante la negativa de sus líderes para proceder con la misión para robar los planos en los que Galen Erso dejó escondida la clave para la destrucción de la estación espacial, Jyn y Andor deciden arriesgarse y luchar por ese algo en lo que creen, conscientes de que sus acciones implican consecuencias y que estas pueden significar nuevos sacrificios y responsabilidades considerables.
Pero eso es lo que los mueve, estar convencidos de la lucha y asumir el compromiso que requiere, además de estar seguros de que hacen lo que hacen porque saben que cada pequeña acción, por mínima que parezca, tiene un eco que puede resultar en algo mucho más grande. El papel del individuo en la historia, su voluntad y disposición para impulsar un cambio, puede ser fundamental si se presentan las circunstancias favorables para un momento de explosión revolucionaria. Una sola persona podría cambiar el rumbo de la galaxia o, en este relato, una misión, un grupo de rebeldes o el, aparentemente, simple esfuerzo de querer marcar la diferencia. Pero para hacerlo tienen que creer en algo; en la Fuerza (fe, destino, poder, creencia), en ellos mismos, en el plan trazado, en el futuro anhelado o en la rebelión misma como único camino, teniendo claro que la alternativa, el régimen del Imperio Galáctico, nunca será la respuesta porque nunca será justo, sino autoritario y opresor.
Ninguna estrategia es, necesariamente, equivocada, ya sea arriesgarse con determinación o la de tomar precauciones y meditar decisiones; pero ninguna puede ser tampoco absoluta, porque si sólo se es precavido entonces podría no darse el paso adelante en el momento oportuno, pero si sólo se toma acción sin reflexionar sobre los posibles escenarios, entonces se corre el peligro de tropezar en la impulsividad visceral.
La palabra ‘rogue’ se traduce como ‘pícaro o pillo’, una persona sagaz y astuta, alguien travieso pero con una inteligencia perspicaz; mientras que como verbo, ‘going rogue’ se refiere a proceder o actuar con independencia, fuera de lo establecido o más allá de las órdenes dictadas. ‘Rogue’ es, en corto, ‘rebelde’. Eso es lo que hacen Jyn y Andor, esa es la misión que deciden tomar por sí solos y esa es la actitud que la caracteriza a ella. Eso es a su vez en esencia lo que hace que cualquier causa, movimiento social o insurrección funcione, un poco retar las reglas, un poco tomar riesgos, un mucho ser valiente y audaz, un poco el ingenio no malicioso, sino agudo, crítico, propositivo.
“Las rebeliones se construyen con esperanza”, dicen más de una vez en la película. “Cada vez que me alejé de algo que quería olvidar me decía a mí mismo que fue por una causa en la que creía. Una causa que valía la pena. Sin eso, estamos perdidos. Todo lo que hicimos sería en vano. No podría mirarme en el espejo si me rindiera ahora”, menciona también Andor, quien a su vez enuncia la frase más importante para el revolucionario: “Algunos decidimos hacer algo al respecto”.
Ficha técnica: Rogue One: Una historia de Star Wars