Cuestiones éticas y morales son un tema técnicamente ambiguo, pues obedecen a reglas sociales pero también a interpretaciones personales; hay, por ejemplo, normas de conducta muy concretas que con el tiempo pueden cambiar y modificar la forma como vemos ciertos hechos o comportamientos, pero incluso las personas mismas pueden manipular la apreciación a su favor o en contra de alguien más, para que una situación sea entendida diferente de lo que es.
Es entonces cuando se dice que un hecho o tópico divide opiniones, porque las personas juzgan desde puntos de vista totalmente opuestos; sin embargo, cada parte está convencida de que está en lo correcto. Es la vieja discusión sobre el bien y el mal, sobre lo correcto y lo incorrecto. Tanto los escándalos como los conflictos sociales usualmente inician por dos principales razones, alguien que hace algo incorrecto o socialmente mal visto (a partir de lo que dictan las reglas de conducta) está convencido de que hace bien o, sabiendo que no está bien, de todas formas lo hace porque considera que está en su derecho. En última instancia cada persona actúa en forma egoísta procediendo conforme a las acciones que le benefician, pretendiendo que su actuar personal no es de incumbencia de los demás si no violenta disposiciones legales.
¿Quién de esos es peor, el ingenuo, el manipulador o en todo caso, el manipulador que aparenta ser ingenuo? Esa es la pregunta más importante en la película Secretos de un escándalo (EUA, 2023), una historia ligeramente basada en el caso real del matrimonio entre Mary Kay Letourneau y Vili Fualaau, cuya relación inició cuando ella tenía 34 años, estaba casada y tenía 4 hijos, en tanto él apenas era un escolar de 12 años, por lo que esta mujer, en la vida real, pasó varios años en prisión bajo cargos de violación y abuso a menores.
La cinta, escrita por Samy Burch, dirigida por Todd Hynes y protagonizada por Natalie Portman, Julianne Moore y Charles Melton en los papeles principales, se centra en Elizabeth, una famosa actriz que interpretará en pantalla a Gracie, quien años atrás, cuando tenía 36, inició una relación con un adolescente, Joe, que tenía entonces la misma edad que uno de los hijos de Gracie: 13.
La historia de la pareja, que continúa casada y tiene tres hijos, será adaptada a una película y Elizabeth quiere conocer más para ‘meterse a la piel’ de su personaje. Gracie y Joe, un matrimonio aparentemente aceptado en la comunidad a pesar del escándalo por esta relación ‘prohibida’ e inapropiada, recibe a Elizabeth en aparente total tranquilidad con su rutina, sin embargo, cuando la actriz comienza a preguntar sobre las emociones e impacto que todo el pasado tuvo en sus vidas, la dinámica familiar comienza a desestabilizarse.
“¿Por qué querrías interpretar a alguien que crees que es una mala persona?”, le pregunta Mary, una de las hijas de Gracie y Joe, a Elizabeth. “Son las áreas grises de la moralidad las que son interesantes”, contesta la actriz. En esencia lo que está diciendo es que hay que ver más allá del escándalo mismo, de la relación inapropiada con un menor de edad y del abuso infantil que representó; todo esto como hechos son amarillismo pero, ¿qué hay más allá? O mejor dicho, ¿por qué las personas hacen lo que hacen? Y también, ¿cómo lo valoran?, porque, según afirma la misma Elizabeth, no se percibe ningún signo de arrepentimiento o sentimiento de culpa en la mujer adulta que sedujo a su actual esposo, sino que incluso se vanagloria de que han sido felices y supone que sus hijos del matrimonio anterior son también felices; situación ésta, se verá después, no es exactamente así, porque las secuelas negativas en su exmarido y en sus hijos si deterioraron su comportamiento.
Es cuando la indagación de Elizabeth comienza a revelar mucho de los personajes; por ejemplo, el que Joe aparente estar feliz con su vida, pero porque es prácticamente lo único que ha conocido, su relación con Gracie y nada más, habiendo empezado cuando él era un adolescente y siendo tratado actualmente por ella como un hijo más, en lugar de como un esposo. Sin embargo, el chat en secreto que él mantiene en su teléfono con una amiga a distancia, con quien no sólo le coquetea sino que hasta le propone huir, revela también que Joe anhela esa vida que nunca tuvo, porque en el fondo su actual pasividad y monotonía le atormenta.
Tiene ya 36 años y lo único que ha conocido del mundo es su papel de esposo y padre; nunca vivió las experiencias propias del adolescente que lo hubieran animado a explorar y experimentar el mundo, porque para entonces ya tenía otras responsabilidades, mientras que la vida adulta que transita está ligada a un futuro del que de alguna manera depende y al que está atado, el de Gracie. No es su proyecto de vida, sino el que le construye y define su esposa-madre-amante.
De la misma manera, Elizabeth va deshilando la personalidad de esta mujer, que habría encontrado la forma de manipular la situación para esconder su realidad: una potencial víctima de sus propios demonios del pasado (se sugiere que de abuso, que ella misma descalifica). Alguien emocionalmente inestable que pretende hacerse más fuerte, no cambiando su actitud, ni eligiendo a una pareja más fuerte que ella que se convierta en su sustento, sino con alguien más débil a quien ella pueda amoldar a sus propios intereses, es decir Joe, en aquel entonces un adolescente y en la actualidad un adulto que sigue deambulando entre la adolescencia y la vida adulta, con todas sus confusiones y crisis, porque su existencia prácticamente ha dependido desde siempre del papel, rol o influencia de Gracie sobre él. Ella misma expresa ser ingenua pero segura, de ahí su necesidad de tener a quién o quiénes dominar para aumentar su seguridad, lo que deriva en una conducta maternal controladora, extendida al marido adolescente y perpetuada hasta la fecha.
Gracie es sutilmente controladora, pasiva-agresiva en sus interacciones con otros y aparentemente débil para que al hacerse pasar por la víctima la gente la compadezca y ella consiga lo que quiera. “¿Y si era demasiado joven?”, le señala Joe a su esposa al confrontarla por el inicio de su relación. “Me sedujiste. Yo tenía 13 años”, insiste él. “No me importa la edad que tuvieras. ¿Quién estaba a cargo? ¿Quién era el jefe? ¿Quién estaba a cargo?”, responde ella, eludiendo el hecho innegable de que al inicio de la relación ella era la persona adulta, pretendiendo así responsabilizar a Joe de la relación.
El manejo conveniente de su comportamiento juega en un doble sentido: ¿No es el adulto en esa situación quien toma la responsabilidad de lo que sucede? En cuyo caso, con su respuesta consigue hábilmente aceptar que ella controlaba entre las sombras la situación y, al mismo tiempo, lo culpa a él de no tomar sus propias decisiones con responsabilidad, haciéndole creer que es su culpa.
Esa es la actitud de Gracie todo el tiempo, intervenir de una manera que parezca que ayuda cuando más bien dicta, induce, impone. Lo hace con Joe pero lo hace también con sus hijos, aprovechándose de esa ‘moral ambigua’ que reina en el contexto social. Sólo tiene que aparentar algo de manera suficientemente convincente para que la gente lo crea.
“Las personas inseguras son muy peligrosas. Yo soy segura”, le dice Gracie a Elizabeth. La actriz no es muy diferente a ella e incluso así lo propone cuando habla de su profesión y dice que cree que a veces las escenas se repiten tantas veces al filmar un guión que comienzan a parecer ‘reales’. Esto va más allá de que un actor ‘sienta’ a su personaje; habla más bien de ella inmiscuyéndose en la vida de la otra para moldear su personaje a la forma como ella lo entiende, o lo que es lo mismo, adueñarse de su vida.
Esto no refleja una crítica al actor metódico, más bien lo que busca representar es cómo Elizabeth está ahí para finalmente hacer lo mismo que hace Gracie, moldear el juego a su favor. Elizabeth es Elizabeth, una mujer a quien le gusta que se haga lo que ella dice. Para la actriz, Gracie y Joe no son personas enfrentando sus propios demonios marcados por el pasado, ya difuminado por la distancia y la opinión de los demás, sino que los asume como una historia en un papel, personajes distantes que sirven a un propósito. Esto es algo que Joe le reclama; mientras que para aquella es un proyecto, para él es su vida, su realidad.
La película concluye con Elizabeth filmando su película y ella pide al director repetir de nuevo una escena en la que su personaje (que representa a Gracie) le muestra a un adolescente (que representa a Joe) una serpiente (dado que iniciaron su romance en una tienda de mascotas). “Ella no muerde”, dice el personaje de Elizabeth. “¿Cómo lo sabes?”, contesta el joven. “Ella no es ese tipo de serpiente”, responde la otra.
La escena lo resume bien todo, el anhelo de Elizabeth por, igual que Gracie, controlar la situación, pero, además, por perderse en la irrealidad aparentemente real, retomando su perspectiva de que actuar es, más que ser convincente en un papel, perder de vista la línea entre realidad y ficción para así ella, al creerlo real, apropiarse de una identidad ajena. Sugerente escena que muestra el lado manipulador del arte cinematográfico, o del teatro, pues son seres-máscaras que pueden desvirtuar a personajes históricos o a personas comunes. Se siente real, afirma Elizabeth, pero ¿lo es? Desde luego que no, el cine es en esencia ficción.
Asimismo la escena también propone cómo Elizabeth define a Gracie: la mujer en control consciente de lo que hace pero aparentando inocencia e ingenuidad; este segundo adjetivo es la palabra como Gracie se define a sí misma, asumiendo la ingenuidad como un ‘don’. Pero la idea es mucho más profunda, es mimetizar con la ingenuidad bondadosa para explotar el sentimiento ajeno y, al hacerlo, ganar en la relación. Algunos animales aprovechan su habilidad de mimetismo para obtener alguna ventaja y aquí es exactamente lo mismo.
Finalmente el subtexto de la escena viene de la víbora misma, definida como a) serpiente venenosa y, b) persona con malas intenciones; definición que, aplicada aquí, nos habla mucho de los personajes principales. Una doble intención en el juego de palabras ya que no sólo aplica para Gracie sino también para Elizabeth. ¿Cómo destruye el depredador a su presa y qué pasa cuando dos depredadores chocan entre sí? Tal vez ese depredador es convincente porque alguna vez ya le tocó ser presa y/o las heridas personales le permiten mostrarse sin revelar sus propias intenciones. Pero, ¿entonces son reales o también las fingen?
Así que la ambigüedad moral no recae en decidir si hay un correcto en lo incorrecto o viceversa, sino que las decisiones, que dependen del contexto, se toman en realidad a partir de muchos planos; no siempre se decide con la razón, aunque sea lo ideal, sino que suele hacerse con base en emociones e impulsos, en el miedo, la confusión, la indecisión, la cobardía o la inmadurez. Pero como humanos decidimos lo que decidimos, no estamos ‘forzados’ a decidir nada y, por ende, tenemos que afrontar las consecuencias. El problema de fondo es que en las relaciones humanas la cultura, la posición social, la solvencia económica, la figura de autoridad, son factores que influyen significativamente en el trato social y que permiten a algunos aprovecharse de los demás. Es esta historia queda claro que la autoridad es Gracie y es, por tanto, quien obtiene los beneficios, sin reparar en el daño causado a las personas cercanas.
Ficha técnica: Secretos de un escándalo - May December